
Crisis de la familia en el mundo actual.
Objetivo. Mostrar
la situación de la familia en el mundo actual: sus amenazas, sus luces y sus
sombras, para que nos preparemos a defenderla y a promoverla, si realmente la
amamos.
1.
El
Gran problema.
Hoy
la Familia está siendo atacada como nunca por medio de “ideologías” que
disfrazan la verdad sobre la familia, sobre Dios, sobre el hombre y sobre la
Iglesia. En el intento de controlar el crecimiento de la población, el grupo de
los más poderosos y ricos del mundo, han arremetido con todo contra la familia.
Nosotros nos proponernos hablar de la familia natural que nace de la “unión
consciente y libre entre un hombre y una mujer.
El
gran problema que tanto daño hace a la familia, es tanto la inmadurez humana,
como la inmadurez en la fe; es no saber distinguir entre lo bueno y lo malo; es
la falta de sabiduría que se manifiesta en la carencia de una conciencia moral,
entendida ésta como la capacidad de elegir el bien en cada situación concreta.
El problema nos lleva a los días del mismo noviazgo; los novios creen que se
aman y cuando mucho, se gustan. La diferencia entre amor y enamoramiento puede
compararse con una fruta verde y por lo tanto agria, con una que ha llegado a
la madurez y por lo tanto, se encuentra en su punto, está comible.
El enamoramiento nace
de los instintos y de los impulsos, abarca sólo aspectos de la persona. Estos
aspectos pueden ser atractivos físicos, intelectuales o morales, como sería un
cuerpo atractivo, una mente culta o una buena cartera. No así el amor, que no
ve aspectos, sino que abarca a la persona en su totalidad, la valora, no por lo
que tiene, sabe o hace, sino por lo que es, un ser humano. El enamoramiento es
siempre el primer momento, pero no la meta; por lo tanto, se debe superar.
Comienza por un aspecto, un detalle; algo que nos atrae del otro; de un alguien
que nos presentan, que conocemos o con quien tenemos un encuentro especial.
Pero el enamoramiento tiene que madurar, es decir, pasar al amor, y éste en sus
diversas etapas, está llamado a llegar al amor de oblación.
El matrimonio entre
personas que nada más están enamoradas es realmente un peligro, sobre todo en
aquellas personas que están vacías de convicciones personales o de valores
cristianos. Les falta discernimiento, les falta vida, les falta comunicación,
no se conocen y esto les hace elegir equivocadamente. Se casan porque está de
moda, por entrar en la onda o por necesidad.
2.
Instrumentalización.
Pasa la luna de miel y
con ella pasa el enamoramiento, entonces, se da el “reinado de la
instrumentalización” que convierte a uno y a otro en simples medios de placer o
de trabajo. En esta situación los parámetros que rigen la vida de muchas
familias son el aumento de la riqueza y el control de la población: más lujos,
más bienes… y menos hijos. Lo que importa es tener cosas, lujos, dinero; la
familia se convierte en carga y en estorbo, duele “invertir” en ella.
Contemplamos la paradoja de tener dos salarios y la amenaza de más divorcios;
casas más grandes y lujosas pero, también más vacías.
3.
La
inversión de valores.
¿Qué sucede cuando la
familia desconoce el sentido y la razón de su ser? ¿Qué sucede cuando la
familia no se proyecta según el Plan de Dios? ¿Qué sucede cuando la vida, el
amor, las ilusiones y las promesas no llegan a la madurez? La respuesta la
encontramos en la Biblia: “Entonces se les abrieron a entrambos los ojos y se
dieron cuenta que estaban desnudos” (Gn. 3, 7).
La desnudez no es otra
cosa que encontrarse privados de los dones gratuitos de Dios. Adán y Eva habían
perdido la capacidad de verse con los ojos de Dios, con los ojos del amor, de
verse como lo que eran: personas que sienten, piensan y se expresan. Ahora, se
ha dado lo que se llama “la inversión de valores”; los esposos pasan a verse
como instrumentos de placer o de trabajo. En ellos, la nueva mirada brota de
los instintos o de los impulsos; es decir, se miran con los ojos de la
concupiscencia: ahora habitan en el reino de la lujuria, donde se valora a la
persona por los adornos o por la apariencia física, por lo que tiene o por lo
que produce.
4.
La
frustración.
La inversión de valores
está marcada por el reinado de la “Instrumentalización”. El regalo que ésta
hace a la familia, no importa dónde se encuentre, en el campo o en la ciudad,
en China o en México, produce síntomas de muerte y podemos, sin miedo,
llamarle: “La frustración”, con un rostro específico que abiertamente quiero
ponerle nombre propio: EL ABORTO entendido en un doble sentido: como asesinato
de una persona humana en el vientre de la madre, o como asesinato de la vida,
del amor, de las ilusiones, de las promesas, de los derechos y deberes de cada
uno de los cónyuges. El aborto como frustración de la vida personal o familiar,
para los cristianos siempre será un asesinato, fruto del odio y de la soberbia
de los hombres.
El aborto físico es un
crimen condenado por el cristianismo desde sus mismos orígenes. La Iglesia
aplica la “Excomunión Latae Sentenciae” a quienes lo practiquen. Es un crimen
que nunca puede ser lícito. Ningún médico, ni persona alguna puede disponer a
su antojo de algo tan sagrado como es la vida de un inocente indefenso con el
derecho a nacer. El ser humano, desde el seno materno, es una persona viviente.
Por esta razón las familias cristianas tienen, frente al aborto, una triple
responsabilidad:
· Reconocer
el derecho que tiene todo ser humano a las condiciones fundamentales de la
vida. Lo que la madre lleva en su vientre no es un pedazo de carne, sino una
persona con todas sus facultades. Un ser que siente, experimenta y recibe el
ambiente de la madre.
· Tenemos
el deber de proteger el derecho a vivir de la persona que vibra en el seno
materno.
· Tenemos
el deber de conservar el sentido de la maternidad como don de Dios a la mujer.
5.
La
frustración del sentido de la familia.
Existen matrimonios que
aparentemente lo tienen todo, o casi todo; sexo, dinero, comodidades, etc.
Frente a los amigos aparecen como la familia ideal, pero detrás de las
apariencias se oculta una realidad: un vacío de ser lo que deberíamos ser: el
uno para el otro. La no proyección en la
vida, según el Plan de Dios, conduce al matrimonio a un posible estado de
vida que se manifiesta con un doble rostro:
· Un estilo de vida llamado
Conformismo, donde se vive haciendo lo que los
demás hacen. La persona se convierte en copia de otros que a la vez responden a
modelos que tampoco tienen identidad propia. Si los demás se emborrachan, le
pegan a la señora, tienen por ahí otro frente, se gastan lo de la quincena,
bailan, se matan, abortan, se divorcian, etc. Nos convertimos en esclavos de
una sociedad masificada y masificadora. Nos convertimos en esclavos de la
moda…y cuando ésta es el aborto…nos convertimos en asesinos de la vida.
· Otro estilo de vida llamado
Totalitarismo, en él se vive haciendo lo que los
demás dicen. El otro o los otros imponen cómo se debe vivir, pensar, vestir,
hablar; cuándo y cómo se deben tener relaciones sexuales, cuántos hijos se
deben tener, a qué escuela deben asistir, en qué dios deben creer, etc. Son
otros los que dicen: usted debe abortar, ya no puede tener más hijos. Cuando
esto hacemos, estamos permitiendo que otros pisoteen y deformen la dignidad de
la familia.
Estamos dejando que una
sociedad masificada y masificadora nos convierta en instrumentos de placer o de
trabajo al servicio de personas vacías o al servicio de intereses de monopolios
sin escrúpulos.
Nosotros
no somos ni calco manías, ni títeres: somos y debemos ser personas libres y
conscientes; hijos de Dios, redimidos con la preciosa sangre de Jesucristo.
6.
El
vacío existencial.
Tanto el “Conformismo”
como el “Totalitarismo”, fruto de la “Inversión de valores” dan a luz, lo que
se llama “Vacío Existencial” “Vacío de familia”, que no es otra cosa que vacío
de ser, vacío de vida, vacío de amor, vacío de valores, vacío de Dios. Este
vacío es la nueva “matriz” que da a luz nuevas relaciones, nuevos
comportamientos y nuevos síntomas que dan rostro al “aborto de la vida llamado
frustración”
La consecuencia del
vacío generado por el rechazo al Plan de Dios, tiene tres manifestaciones, tan
palpables, que cualquiera las puede descubrir en su propio hogar, en sí mismo o
en el rostro de otras personas: el aburrimiento, la agresividad y el
aislamiento.
· El aburrimiento. El
aburrimiento es una enfermedad personal o familiar que no respeta fronteras, ni
estratos sociales, ni religiones, ni edades. Por lo general comienza en
aquellos matrimonios jóvenes que han dejado atrás “la luna de miel”. La han
dejado atrás por una sencilla razón, se dejaron envenenar por la rutina; muy
pronto se acostumbraron el uno al otro. Y los besos de antes ya no saben lo
mismo. Las relaciones sexuales ya no son expresión del amor, sino que se hacen
porque toca, porque lo piden los instintos de un marido borracho, capaz de
violar a una esposa cansada. Tres son los hijos del aburrimiento: el
alcoholismo, la prostitución y la angustia.
Los esposos aburridos,
cobijados con el manto de la rutina, pronto comienzan a buscar compensaciones:
relaciones sexuales fuera del hogar, bailes, modas y compras de cosas que no
son necesarias; reuniones y borracheras con los amigos o con las amigas. El
plato ajeno aparece más lleno, es decir, lo propio ya no satisface…la amiga, la
comadre, la vecina aparece más apetecible.
Aparece la ambición del
dinero, que exige ahorrar y trabajar al máximo, no importa que la familia
cargue con las consecuencias. El hombre vive para el sexo, para el trabajo o
para el dinero, es tan sólo un medio al servicio de…los instintos propios o
ajenos. Se busca llenar el vacío del corazón con sexo, con alcohol, con cosas,
pero nada ni nadie lo llena, todo lo contrario, mientras más se le pone, más se
hunde y más pesa.
Encuentro en el
matrimonio aburrido una enfermedad que hasta me da vergüenza decirla: “la
impotencia sexual” que se manifiesta en el hombre como eyaculación prematura y
en la mujer como frigidez.
El hombre aburrido,
fruto de la instrumentalización, termina por hacer de su esposa un instrumento
de placer; una persona que al pensar sólo en sí misma, y no tener en cuenta a
su cónyuge como ser humano, ha comenzado a experimentar una castración
psicológica que lo incapacita para amar la vida y para satisfacer sexualmente a
su compañera. Mientras que la esposa, al no estar gozando de su dimensión sexual,
termina por perder el apetito hacia su esposo, para comenzar a ver más allá de
las fronteras del hogar. Una mujer frígida para su esposo, que al no haber
perdido su apetito sexual, tiene frente a ella dos graves peligros: convertirse
en sede de neurosis o en alguien con deseos de probar suerte en el campo de las
infidelidades. Esto ha llevado a muchas esposas fieles y abnegadas en otros
tiempos a prostituirse a sí mismas, no por paga, sino por un deporte llamado
necesidad. Una mujer vacía de amor, a quien se le había negado el derecho de
amar y de ser amada. La culpa ¿de quién será?
· La agresividad. Ésta
es inseparable del aburrimiento y pertenece al reinado de los impulsos. Cuando
la agresividad es la reina del hogar, en él abundan: el odio, la envidia, la
venganza, el miedo, los celos, los deseos de matar, el vocabulario sucio e
inmoral, gritos, insultos, golpes, etc. Un hogar convertido en campo de batalla
o de opresión, donde uno quiere ser el rey y que nada más sus chicharrones
truenen; un hogar convertido en una fuente de futuras neurosis…y si no me lo
creen, esperen…La violencia engendra violencia, ya que lo que se siembra es lo
que se cosecha. Cuando los hijos comienzan a dirigirse a sus padres con
palabras como éstas: “Mamá, te odio, porque tú no amas a mi papá, porque lo
tratas mal” estamos entrando en el terreno de los partidos familiares que
convierten el hogar en campo de batalla.
He conocido hijos que
sienten un rechazo contra su padre sin poder explicarlo o desprenderse de él.
La causa no es otra que los malos tratos que su padre daba a su madre en la
primera etapa de su vida los hijos, y aún después. El único mecanismo de
defensa del niño fue guardar en su inconsciente toda aquella agresividad que
ahora se manifiesta con el nombre de Neurosis de regresión.
La familia ha caído
bajo el dominio de los impulsos, se convierte en enemiga de la vida, dedica
todo su potencial a destruirla, con el único pretexto que el otro o los otros
son estorbos que ponen en peligro los intereses personales o familiares. Se
prefiere el lujo, el trabajo, los objetos o los viajes a la persona humana, al
hijo en el vientre de la madre. Por lo tanto, se debe abortar.
· El aislamiento. El
aislamiento mutila la más hermosa posibilidad del hombre y de la familia: Vivir
para los demás. El aislamiento es decir no al diálogo. Es no compartir. Es
encerrarse dentro de los límites de un yo enfermizo y asfixiado por la
mediocridad y el egocentrismo. Es vivir en sí mismo y para sí mismo.
El aislamiento es la
otra cara del individualismo que hace exclamar al hombre: Estando yo bien, los
demás, allá ellos. Toda persona aislada, al no compartir, se atrofia, se
mutila…se da muerte a sí misma. Es una muerta en vida…ha mutilado su capacidad
de amar, de dialogar, de ser responsable; el bosquejo atrofiado de un hombre
que le ha perdido el sentido a la vida, a la familia, al matrimonio…los demás
le estorban…los niños son un fastidio; valía más haberme casado con otro o con
otra…mejor el divorcio…mejor el aborto…Al llegar a este momento el otro es una
carga; una cruz que pesa y que no vale la pena soportarla. Sólo queda el camino
del suicidio espiritual que hunde a la familia en una eterna agonía, llamada
“muerte crónica”: un matrimonio convertido en “aborto”.
7.
Ejemplos.
Hace tiempo le lancé esta
pregunta a un matrimonio: ¿cuándo fue la última vez que le dijiste a tu esposa
“te amo”? él me miró fijamente, como que quiso cambiar de color y antes que me
respondiera, ella se adelantó diciendo: “hace 16 años, cuando éramos novios”.
El esposo se limita a responder “es que tú me rechazas, ya estoy cansado de tus
rechazos” ella, estallando en sollozos le responde: “es que tú nunca me
preparas, nunca tienes una atención conmigo antes de nuestras relaciones
sexuales…y nunca me complaces”
Hace apenas unos meses,
un ingeniero en Colombia, miembro orgulloso de los A.A. me decía que un día sus
hijas le cerraron el paso para hacerle esta pregunta: “Papá, queremos dialogar
contigo”. “No tengo tiempo, tengo una reunión de negocios y me marcho
inmediatamente”, fue la respuesta del padre. Ellas no se dieron por vencidas y
le dijeron: “¿Cuánto nos cuesta una hora de tu tiempo? Ya nos cansamos de tener
un papá cartera, que nos colma de regalos pero que no tiene cinco minutos para
sus hijas. Por favor, papá, te amamos y queremos dialogar contigo para
decírtelo; regálanos un poquito de tu tiempo”
Pudiera pasarme varias
horas compartiendo otras experiencias que me permiten convencerme que el 90% o
más de los matrimonios, de nuestra sociedad, presentan manifestaciones o síntomas
de muerte; no viven una vida feliz. No gozan de armonía. No gozan sus
relaciones sexuales. Sencillamente se soportan, se resignan a vivir una vida de
amargura y de angustia.
Los hijos se van
llenando de un falso respeto y van perdiendo la sensibilidad filial que de
niños los hacía arrojarse sin miedo a los brazos de sus padres y decirles: “te
amo y te quiero”
De vez en cuando me
gusta preguntar a los jóvenes: ¿Cuándo fue la última vez que te acercaste a tu
mamá o a tu papá y les dijiste “los amo”? Eso lo hacía cuando era niño, me
responden, ahora les demuestro mi amor con obras, no con palabras. ¿Será cierto
que las obras salvan? ¿No estaremos privando a nuestros seres queridos de
verdaderas manifestaciones de cariño? Pudiendo liberarlos de la tristeza, del
cansancio y de la angustia con una palabra llena de cariño, por vergüenza,
miedo o no sé qué, nos quedamos mudos, con las palabras amarradas por un puñado
de impulsos.
8.
Algo
para tener presente.
En
el matrimonio, la sexualidad está ordenada al amor conyugal del hombre y de la
mujer. Razón por la cual, la intimidad corporal de los
esposos es signo y garantía de comunión espiritual. Mediante ella, ambos
esposos se dan uno a otro, con actos propios y exclusivos. Estos actos, cuando
son verdaderas expresiones de amor, son honestos y dignos, significan y
fomentan la recíproca donación y enriquecen mutuamente a los esposos con
alegría y gratitud. (CATIC)
El amor conyugal,
cuando responde a su auténtica finalidad tiene, además del bien de los esposos,
otras manifestaciones entre las cuales, las más inmediatas y propias son “la procreación y la educación de los
hijos” Qué grande y hermosa es la alegría de los padres que, en obediencia
al dinamismo interior y profundo del amor, al estarse donando a su familia, ven
crecer el fruto de su entrega mutua en unos hijos que son impronta de su
imagen. Como dice el refrán: “De tal palo, tal astilla”. El Evangelio lo
expresa en otra forma: “Lo que se
siembra es lo que se cosecha.”
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