NO SE BAJEN DE MI CRUZ PARA QUE NO VUELVAN A LA ESCLAVITUD.

 


NO SE BAJEN DE MI CRUZ PARA QUE NO VUELVAN A LA ESCLAVITUD.

En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: “Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del hombre, que bajó del cielo y está en el cielo. Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él’’. (Jn 3, 13-17)

Una sola cosa: Creer con el corazón que Cristo es el Hijo de Dios que murió y resucitó. Murió para el perdón de los pecados y resucitó para darnos vida eterna (Rm 4, 25) Para luego sentarse a la derecha del Padre y enviarnos Espíritu Santo. Jesús es el amor entregado de Dios a los hombres para levantarnos de la postración del pecado y llevarnos al Reino de la luz (cf Col 1, 13- 14) Si le pidiéramos a Dios un poco más de su amor, él nos diría, “ya no puedo amarte más, pues ya te he amado hasta el extremo, hasta darte a mi Hijo” “Mira a mi Hijo crucificado, él es la expresión más grande del amor de Dios a los hombres.”

¿Qué hizo Jesús para salvarnos? Por amor, entregó su vida y se hizo obediente hasta la muerte de Cruz (Flp 2, 8) “Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma.” (Ef 5, 1- 2) “Amó a su Iglesia y se entregó por ella” (Ef 5, 25) Jesús lo hizo por amor para liberarnos de la esclavitud de la Ley: “Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: Maldito todo el que está colgado de un madero” (Gál 3, 13)

La cruz era un signo de maldición, pero, al abrazarla Cristo con Amor y morir en ella, es ahora un signo de bendición. Un signo de Victoria y de Salvación. Con palabras de Pablo nos dice: “No te bajes de la cruz porque mueres” (cf Gál 5, 24) Juan pone en los labios de Jesús estas palabras: “Permanezcan en mi Amor” (Jn 15, 9) Recordemos lo que nos dice san Juan: El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias: al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el Paraíso de Dios. (Apoc 2, 7) El árbol de la vida es Cristo y es su Cruz. La Cruz es un estilo de vida, la vida de Jesús, vivir como él vivió hasta llegar a decir: “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre” (Jn 4, 34) La Cruz es el camino de la resurrección. Sin cruz no hay resurrección y sin ésta no hay cruz. Muerte y resurrección son dos momentos de un mismo acontecimiento, la Pascua de Cristo.

¿Qué nos pide la fe? La fe en Cristo nos pide tres cosas. La primera es contemplar a Cruz. Lo que significa creer con el corazón que Jesús el Hijo de Dios nos amó hasta el extremo, hasta la muerte vergonzosa de Cruz (Flp 2, 8) Y que resucitó para darnos vida eterna (Rm 4, 25) Es el mensaje de Pedro el día de Pentecostés: “Vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos; a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores del Hades, pues no era posible que quedase bajo su dominio.” (Hch 2, 23- 24) “Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado.” (Hch 2, 36)

El segundo lugar es participar de la pasión de Cristo. Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.(Lc 9, 23) El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará. (Jn 12,15- 26) Por amor los discípulos de Jesús lo seguimos para participar de su pasión. Lo que equivale a morir al pecado para vivir para Dios (cf Rm 6, 11) Abrazar la cruz de Jesús es aceptar la voluntad de Dios y someternos a ella. En cualquier circunstancia de la vida. Rompiendo con los ídolos que el mundo nos presenta (1 de Jn 2, 15) y negándonos a nosotros mismos.

El tercer lugar la fe nos pide extender la mano para ser cirineos. Ayudar a otros a cargar sus cruces. Cargar sus debilidades o sus necesidades para que puedan vivir una vida más digna. A esto Jesús le llamó “Lavar pies” Qué significa servir, compartir, ayudar a otros, a los más necesitados o menos favorecidos. No le hagamos al ciego o al sordo o al mudo. “Mirad: el que siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra en abundancia, cosechará también en abundancia. Cada cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría.” ( 2 de Cor 9, 6- 7)

La cruz es fuente de vida, de luz, de fuerza, de amor, de santidad. Es vivir como Jesús vivió: Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo; cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él; (Hech 10, 37- 38) Cada vez que amamos en Cristo, cada vez que servimos con libertad, cada vez que luchamos contra el pecado, estamos muriendo al ego, al pecado, es un momento de cruz y de resurrección. Es un Nuevo Nacimiento, Cristo se está formando en nosotros.

En efecto, yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí. (Gál 2, 19- 20) Esto Pablo lo dijo cuando ya era viejo y ha había padecido muchas persecuciones y muchas purificaciones. Según la experiencia que el mismo nos dice: Y por eso, para que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría. Por este motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí. Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza». Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. (2 de Cor 12, 7- 9) “Permanezcan en mi Cruz”

 

 

 

 


 

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