NO HAY AMOR MÁS GRANDE QUE DAR LA VIDA POR LOS AMIGOS.

 


NO HAY AMOR MÁS GRANDE QUE DAR LA VIDA POR LOS AMIGOS.

Éste es mi mandamiento, que os améis unos a otros como yo os he amado. Aleluya.

¿Cómo nos amó Jesús? Hasta la muerte. (Jn 13, 1) Hasta inmolarse y sacrificarse en la presencia de Dios por nosotros. Cómo, él mismo lo había dicho: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Jn 15,13) “Mi vida no me la quitan, yo la entrego” (Jn 10, 18) “Y se hizo obediente hasta la muerte” (Flp 2, 8) Y se ofreció como víctima en el altar de su corazón al Padre por la Humanidad. “Tomo el pan en sus manos y lo partió” Es decir, se entregó, se sacrificó, se inmoló por los pecadores.(cf Lc 24, 30)

Pero Dios tenía una respuesta a la inmolación de su Hijo: “Dios ha resucitado a Jesús; testigos somos todos nosotros. Así, pues, que todo el pueblo de Israel lo sepa con absoluta certeza: Dios ha constituido Señor y Mesías a este mismo Jesús, a quien vosotros habéis crucificado.” (Hch 2, 32. 36) La fe en Jesucristo pide creer que el Hijo de Dios nos amó hasta la muerte. Murió para que nuestros pecados fueran perdonados y resucitó para darnos Espíritu Santo y Vida eterna. (Rm 4, 25) Y creemos que Jesús es Dios, es Señor: “Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SENOR para gloria de Dios Padre.” (Flp 2, 9- 11)

Este es el corazón el Kerigma, el primer anunció apostólico: “El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole de un madero. La diestra de Dios lo exaltó haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión, el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.” (Hch 5, 30-32) La fe viene de lo que se escucha la Palabra de Dios para confiar, obedecer y amar a Jesús, nuestro Salvador, Maestro y Señor.

Para otorgar a Israel la conversión: “Despojaos del hombre viejo, revestíos del hombre nuevo, Jesús resucitado” (Ef 4, 23- 24) “Tirad fuera la levadura vieja para que seáis una masa nueva, ya que ahora sois panes ázimos, pues Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado.” “Así, pues, celebremos nuestra fiesta no con la vieja levadura ni con levadura de malicia y perversidad, sino con los panes ázimos de pureza y verdad.” (1Co 5, 7-8) Si hay conversión, hay fe, y nuestros pecados son perdonados y recibimos el don de la vida eterna.

Jesús invita a los creyentes a ser sus amigos y discípulos. Para ser sus amigos hay que amar a Jesús y a sus Amigos para hacer una Comunidad fraterna, solidaria y servicial: “Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.” (Jn 15, 12- 15) Jesús deposita su confianza en sus amigos, en su amistad y en su amor. Hablamos de amor y confianza reciprocas. “Bendito el hombre que confía en el Señor” (Jer 17, 5) Jesús nos manda guardar sus mandamientos. Lo hace de manera amorosa y amistosa.

La fuerza de la fe está en Jesús y en su Mensaje. Lo repite muchas veces para indicarnos la seriedad que hay en él: Lo que os mando es que os améis los unos a los otros.» «Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Su fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo. Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán. Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado. (Jn 15, 17- 21)

El mundo los odia porque ustedes me aman, si ustedes me odiaran, el mundo los amaría. No se preocupen que a mí me han odiado primero. Sí a mí me persiguen, también, a ustedes los perseguirán, les comparto mi destino y mi misión. El siervo no es más que su señor, ni el discípulo es más que su maestro. Lo que me hagan a mí, también a ustedes lo podrán hacer. Para que tengan la oportunidad de dar testimonio de mí (Hch 1,8) Como lo dice el apóstol Pablo:

Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, descendiente de David, según mi Evangelio; por él estoy sufriendo hasta llevar cadenas como un malhechor; pero la Palabra de Dios no está encadenada. Por esto todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación que está en Cristo Jesús con la gloria eterna. Es cierta esta afirmación: Si hemos muerto con él, también viviremos con él; si nos mantenemos firmes, también reinaremos con él; si le negamos, también él nos negará; si somos infieles, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo. (2 de Tim 2, 9- 13)

Cristo quiso ser nuestro Modelo para padecer, sufrir y morir: “Cristo, aunque era Hijo de Dios, aprendió por experiencia, en sus padecimientos, la obediencia, y, habiendo así llegado hasta la plena consumación, se convirtió en causa de salvación para todos los que lo obedecen, proclamado por Dios sumo sacerdote «según el rito de Melquisedec».” (Hb 5, 8-10)

Por eso dice a sus discípulos “aprendan de mi  que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29) A Jesús modelo de servidores lo encontramos en la carta a los Filipenses: “Así, pues, os conjuro en virtud de toda exhortación en Cristo, de toda persuasión de amor, de toda comunión en el Espíritu, de toda entrañable compasión, que colméis mi alegría, siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos. Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás. Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo.”  (Flp 2, 1- 5)

 

El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.(Flp 2, 6- 8)

 

Y TODO LO HIZO POR AMOR… Para hacernos hijos de su Padre y para que fuéramos sus hermanos.









 

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