LLAMADOS A VIVIR LA AVENTURA DE LA FE CON CRISTO Y PARA OTROS.

 


LLAMADOS A VIVIR LA AVENTURA DE LA FE CON CRISTO Y PARA OTROS.

Vosotros sois linaje escogido, sacerdocio regio, nación santa, pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. Vosotros, que en otro tiempo no erais pueblo, sois ahora pueblo de Dios; vosotros, que estabais excluidos de la misericordia, sois ahora objeto de la misericordia de Dios. (1Pe 2, 9-10)

Sacerdotes, profetas y reyes en Cristo Jesús, sus servidores, a él le pertenecemos, a él le amamos y a él le servimos. Jesucristo es la Cabeza de su Cuerpo, es el Principio y el Fin, de todo y de todos. Es la Piedra Angular, es el Fundamento del Templo espiritual, (1 de Cor 3, 11) todo sometido a los pies de Cristo (Ef 1, 10) Somos, por todo lo anterior partícipes de la Nueva Alianza, somos el Pueblo de Dios, llamado también Iglesia o Cuerpo de Cristo, la Asamblea convocada por la Palabra de Dios para ser Alabanza de su Gloria (Ef 1, 14, 12. 14) Tanto, judíos como gentiles, ahora en Cristo formamos la Familia de Dios, reconciliados por la sangre de Cristo (Ef 2,14)

Llamados a salir del exilio, de la servidumbre y de la esclavitud del pecado para entrar por la Nueva Alianza en los terrenos de Dios y poder llegar así a ser propiedad exclusiva de Dios, en libertad, en amor y por amor. (Col 1, 13- 14) Y participar de la Plenitud de Cristo por la fe y la conversión. La Nueva Alianza, el gran acontecimiento de Cristo por su muerte y resurrección. Entramos a ella por el Bautismo, entramos en la muerte y resurrección del Señor Jesús. Renunciamos al pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios (Gál 5,19 y para abrazar la fe y recibir la vida divina.

La Nueva Alianza nos pide renovarla, cada vez que queramos. Al renovar nuestra fe. Cada vez que renunciamos por amor a Cristo y cada vez que aceptamos por amor la voluntad de Dios, estamos naciendo de Dios. Pero, hay un momento clave, como tres meses después del paso del mar Rojo, el pueblo llega al monte Sinaí, para hacer su Alianza con Dios. Nosotros, después del Encuentro con Cristo, entramos en la luna de miel, somos llevados al desierto, y al final del desierto que es el lugar de la victoria de Dios y el lugar donde se da el encuentro con los demonios, con la Gracia del Espíritu Santo, se renueva nuestro Bautismo y hacemos la “Opción Fundamental por Jesucristo, nuestro Salvador, Maestro y Señor.

La Opción Fundamental consiste en tomar en serio a Jesús: “Tomar la firme determinación de seguir a Cristo, rompiendo las ataduras mundanas y paganas.” Para luego, vivir el compromiso de la fe, amando, siguiendo y sirviendo a Cristo. Esto pide guardar sus mandamientos, (Jn 14, 21) guardar su Palabra (Jn 14, 23) y, como consecuencia, la práctica de las virtudes cristianas, para permanecer en la unidad, en el conocimiento de Dios y entrar en la Plenitud de Cristo. (Ef 4, 13)

Estamos entrando ya en el discipulado de Cristo, aceptando su cruz, su destino y su misión. Hay que romper con las madrigueras de las zorras y con los nidos de las aves (Lc 9, 58) Para seguir las huellas del Maestro: Hijo, si te llegas a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. Endereza tu corazón, manténte firme, y no te aceleres en la hora de la adversidad. Adhiérete a él, no te separes, para que seas exaltado en tus postrimerías. Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y en los reveses de tu humillación sé paciente. Porque en el fuego se purifica el oro, y los aceptos a Dios en el honor de la humillación. (Eclo 2, 1- 5)

Hay tentaciones fuertes, crisis espirituales, pruebas y luchas, todo para bien de los que aman a Dios (Rm 8, 28) Para ir madurando en la fe (Ef 4, 14) Para dejar la niñez crónica y configurarnos con el Maestro, Cristo Jesús que nos llama a servirlo y a seguirlo. Nos llama a crecer en la fe, la esperanza y la caridad, para madurar como personas y en la caridad pastoral. Con una triple disponibilidad: Hacer en todo la voluntad de Dios. Salir fuera para ir al encuentro de una persona concreta e iluminarla con la luz del Evangelio. Y dar la vida por realizar los objetivos anteriores, morir a uno mismo para vivir para Dios y  para los demás. A esto le llamamos vivir la aventura de la fe. Que no pide cartas de recomendación, ni garantías ni aguinaldos ni vocaciones pagadas. Al final del viaje, se verán las maravillas del Evangelio.

El signo de la Nueva Alianza es el Espíritu Santo que viene acompañado por el Mandamiento Regio y por el Culto Nuevo. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.»(Jn 13, 34-35) El Culto Nuevo, ya no consiste en ofrecer toros ni machos cabríos, sino en aceptar la voluntad de Dios y someternos a ella. En hacer de nuestro corazón un altar para ofrecer a Dios nuestra víctima, como sacerdotes que somos: Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual. (Rm 12, 1)

 

Cuando nosotros entramos en el mundo de Dios por el Bautismo, decimos con Cristo el Señor: Por eso, al entrar en este mundo, dice: Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo - pues de mí está escrito en el rollo del libro - a hacer, oh Dios, tu voluntad! Dice primero: Sacrificios y oblaciones y holocaustos y sacrificios por el pecado no los quisiste ni te agradaron - cosas todas ofrecidas conforme a la Ley - entonces - añade -: He aquí que vengo a hacer tu voluntad. Abroga lo primero para establecer el segundo. Y en virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo. (Heb 10, 5- 10) “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre y llevar a cabo su Obra” (Jn 4, 34) “La voluntad del Padre es que creamos en Jesús y que nos amemos los unos a los otros” (1 de Jn 3, 23)

 

 

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