JESÚS
MURIÓ PARA NUESTRA REALIZACIÓN Y PARA CONDUCIRNOS A DIOS
Jesús
vino a traernos a Dios. Dios es Luz, Vida, Verdad, Amor, libertad y Santidad.
Jesús es Emmanuel: Dios con nosotros, entre nosotros y en favor de nosotros.
(Mt 1,21. 23)
Yo
soy el Pastor de las ovejas; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en
abundancia. “Mi vida no me la quitan, yo la entrego” (Jn 10, 18) Y la entregó
por amor y con amor para sacarlos de la sepultura y para llevarlos a su patria,
la casa de Dios (cf Ez 37, 12) Casa en la que hay muchas mansiones, y yo voy a
prepararles un lugar, después de haber preparado su lugar, comparte su herencia
con nosotros. (Rm 8, 17) Así lo explica el apóstol:
“Damos
gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del
pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha
trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la
redención, el perdón de los pecados. (Cf. Col 1, 12-14) Antes de conocer a Cristo
éramos tinieblas, después somos luz, y los hijos de la luz son la bondad, la
verdad y la justicia (Ef 5, 7- 9) La herencia sólo se comparte en la luz, por
que Cristo es Luz y es Vida.
La
herencia que Cristo coparte con nosotros es la Vida eterna, es Dios mismo, es
el Cielo, es su Reino. Al que entramos a ello por la fe y la conversión (Mt 4,
17; Mc 1, 15) Es decir, por la práctica de las virtudes y por la vivencia de
las Bienaventuranzas. (Mt5, 3- 11) Por la fe y la caridad (Gál 5, 6) Fe en
Jesucristo y amor a los hermanos. (Ef 1, 15; Col 1, 4)
Por
eso ahora podemos decir que: “Cristo murió por los pecados una vez para
siempre: el inocente por los culpables, para conduciros a Dios. Como era
hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida. Lo
que actualmente os salva no consiste en limpiar una suciedad corporal, sino en
impetrar de Dios una conciencia pura, por la resurrección de Jesucristo, que
llegó al cielo, se le sometieron ángeles autoridades y poderes, y está a la
derecha de Dios. (1Pe 3, 18. 21b-22) Por la muerte y resurrección de Jesucristo
tenemos una fe sincera, un corazón limpio una conciencia recta (1 de Tim 1,5)
Nuestro corazón se convierte en fuente de amor, paz y gozo.
¿Qué
hace Jesús para llevarnos a la Casa del Padre? Jesús vino a liberarnos,
salvarnos y a santificarnos. Por eso se hizo obediente hasta la muerte de Cruz
(Flp 2, 8). Así lo dice en ete texto de Juan:
«No
se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi
Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos
un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré
conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis
el camino.» Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber
el camino?» Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al
Padre sino por mí. (Jn 14, 1- 6)
Voy a
la Casa del Padre, pero antes debo pasar por la cruz y morir para prepararles sus
habitaciones, luego volveré a la vida para llevarlos conmigo. El camino es el
camino del Amor que nos lleva a la Verdad que nos hace libres para que tengamos
Vida en abundancia. Jesús resucitado es nuestro Buen Pastor que nos busca hasta
encontrarnos, para deciros: andas equivocado, vuelve al camino que te lleva a
la Casa de mi Padre. ¿Cuál es el camino? La respuesta de Jesus: “Yo Soy el
Camino.” El único que te puede salvar y que te puede llevar a dar fruto de vida
eterna (Jn 15, 4; Hch 4, 12) ¿Qué tengo que hacer? “Cree en Mí,” levántate y
ven a mí, para que “perdone tus pecados y te dé Espíritu Santo.” El encuentro
con Jesús nos ayuda a pasar de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, de
las tinieblas a la luz.
Experiencia
hermosísima que nos lleva a una luna de miel, y
luego al desierto, dónde hacemos nuestra Opción Fundamental por Cristo.
¿Cómo realizarla? Es obra de Dios y es la Respuesta en la fe. Es tomar la firme
determinación de seguir a Cristo rompiendo con el mundo y sus halagos. Para
dejar la mediocridad, la superficialidad y la tibieza, para amar y segur a
Cristo por lo que él es: El Salvador, el Maestro y el Señor. A nuestra
respuesta Jesucristo nos dice: «Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha
odiado antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo;
pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por
eso os odia el mundo. Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es
más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros;
si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán.(Jn 15, 16- 20) Dos
palabras de Jesús para los que hacen la Opción Fundamental por Cristo: Ámame y
Sígueme, ahora la cosa va en serio, estás en el Camino:
“Hijo,
si te llegas a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. Endereza tu
corazón, manténte firme, y no te aceleres en la hora de la adversidad. Adhiérete
a él, no te separes, para que seas exaltado en tus postrimerías. Todo lo que te
sobrevenga, acéptalo, y en los reveses de tu humillación sé paciente. Porque en
el fuego se purifica el oro, y los aceptos a Dios en el honor de la
humillación.” (Eclo 2, 1- 5)
La
salvación es integral, para toda la persona: cuerpo, alma y espíritu: “Que el
mismo Dios de la paz os consagre totalmente y que todo vuestro ser, alma y
cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la Parusía de nuestro Señor
Jesucristo.” (1Ts 5, 23)
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