JESUCRISTO HA SIDO CONSTITUIDO SEÑOR Y MESÍAS PARA GLORIA DE DIOS PADRE.

 


JESUCRISTO HA SIDO CONSTITUIDO SEÑOR Y MESÍAS PARA GLORIA DE DIOS PADRE.

Dios ha resucitado a Jesús; testigos somos todos nosotros. Así, pues, que todo el pueblo de Israel lo sepa con absoluta certeza: Dios ha constituido Señor y Mesías a este mismo Jesús, a quien vosotros habéis crucificado. (Hch 2, 32. 36)

El Kerigma, el primer anunció apostólico lo podemos sintetizar con tres frases: Jesucristo ha muerto, ha resucitado y es Señor y Mesías para la gloria de Dios Padre. Jesucristo resucitó porque primero murió. Y murió porque estaba vivo, primero nació, nació por que su Madre estaba embarazada. Todo, desde la Anunciación, su Encarnación, su vida privada, su vida pública y luego su muerte, todos, estaba en referencia a su Resurrección. Con su muerte y resurrección ha vencido a  la muerte y a todos sus enemigos: el pecado, el mundo y el Maligno. Nos ha redimido, redimir significa pagar el precio por algo, nuestra salvación y significa vencer el mal. Ser redimidos significa que hemos sido comprados a precio de sangre y que hemos sido liberados del espíritu impuro.

Pedro dice: Ustedes lo mataron por medio de gente malvada, pero Dios lo resucitó, lo sentó a su derecha y lo constituyó en Señor y Mesías. (Hch 2, 23. 36) Este es el mensaje del Kerigma, al cual la gente le responde: ¿Qué tenemos que hacer? La respuesta de los Apóstoles es para ayer, hoy y mañana, es decir, es para siempre: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo (Hch 2, 38) El Bautismo es el sacramento de la fe, según el mandato de Jesús: “El que crea y se bautice se salvará” (Mc 16, 16) Por el bautismo somos incorporados a Cristo Jesús, nos quita el pecado, nos da el Espíritu Santo que nos hace hijos de Dios, hermanos de Jesucristo y templos del Espíritu Santo y de la Iglesia, nuestra Madre y Maestra.

Todos los que habéis sido bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judío y gentil, ni entre libre y esclavo, ni entre hombre y mujer: todos sois uno en Cristo Jesús. (Ga 3, 27-28) Lo mismo lo dice en Colosenses: No os mintáis unos a otros. Despojaos del hombre viejo con sus obras, y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador, donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos. (Col 3, 9- 11) Nos despoja del traje de tinieblas y nos reviste de Cristo: Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, (Col 3, 12) En el bautismo recibimos la Gracia de Dios para vivir como hijos de Dios, como hermanos y como servidores de Dios y de los hombres. Es posible convertirnos, ayudados por la Gracia de Dios, sin ella, nada podemos hacer

Tirad fuera la levadura vieja para que seáis una masa nueva, ya que ahora sois panes ázimos, pues Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado. Así, pues, celebremos nuestra fiesta no con la vieja levadura ni con levadura de malicia y perversidad, sino con los panes ázimos de pureza y verdad. (1Co 5, 7-8) Tirad fuera la vieja levadura equivale a despojarse del traje de tinieblas (Rm 13, 12) Y revístanse de Jesucristo, el hombre nuevo, en justicia y en santidad (Ef 4, 24)

Dos verdades que están íntimamente unidas: La fe en Jesucristo y el amor a los hermanos (Ef 1, 15; Col 1, 4) El estilo de vida a seguir como Comunidad fraterna, solidaria y servicial, es en la Unidad, el conocimiento de Dios, hasta alcanzar la Plenitud en Cristo (Ef 4, 13) Para esto Pablo nos presenta un itinerario para vivirse:

“Por tanto, desechando la mentira, hablad con verdad cada cual con su prójimo, pues somos miembros los unos de los otros. Si os airáis, no pequéis; no se ponga el sol mientras estéis airados, ni deis ocasión al Diablo. El que robaba, que ya no robe, sino que trabaje con sus manos, haciendo algo útil para que pueda hacer partícipe al que se halle en necesidad. No salga de vuestra boca palabra dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la necesidad y hacer el bien a los que os escuchen. No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el día de la redención. Toda acritud, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre vosotros. Sed más bien buenos entre vosotros, entrañables, perdonándoos mutuamente como os perdonó Dios en Cristo.” (Ef 4, 25- 32)

El estilo a seguir es el de Cristo, ser sus discípulos: “Cristo, aunque era Hijo de Dios, aprendió por experiencia, en sus padecimientos, la obediencia, y, habiendo así llegado hasta la plena consumación, se convirtió en causa de salvación para todos los que lo obedecen, proclamado por Dios sumo sacerdote «según el rito de Melquisedec».” (Hb 5, 8-10)

“Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma.” (Ef 5, 1- 2) Jesús prometió estar en medio de nosotros (Mt 28, 20) Por eso podemos invocarlo para que venga en nuestra ayuda: “Tú estás en medio de nosotros, Señor, tu nombre ha sido invocado sobre nosotros: no nos abandones, Señor Dios nuestro.” (Jr 14, 9)

Invocar a Jesús, el Señor, como lo decimos en el Padre Nuestro: Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.» (Mt 20, 25- 28)

El discípulo de Cristo existe para servir por amor a Dios y a los hombres.

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