EL LLAMADO DE DIOS ES A REVESTIRSE EN JUSTICIA Y SANTIDAD

 


EL LLAMADO DE DIOS ES A REVESTÍOS EN JUSTICIA Y SANTIDAD

Renovaros en la mente y en el espíritu y vestíos de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas. (Cf. Ef 4, 23-24)

Por la acción del Espíritu Santo podemos iniciar la obra de nuestra salvación. Él prepara nuestro corazón para que recibamos la Semilla de todo lo que viene de Dios. Para que escuchemos la Palabra que el Padre envía a nuestros corazones para que creamos en Jesús (Rm 10, 17) Si aceptamos la Palabra y creamos en ella, es Gracia de Dios, es obra del Espíritu Santo. El que cree en Jesús tiene ya la vida de Dios en él o en ella. El Espíritu lo conduce por el camino del reconocimiento de los pecados y del arrepentimiento al Nuevo Nacimiento. La encarnación de Cristo Jesús en nuestro corazón es la obra perfecta del Espíritu Santo: Nacer de Dios, de lo Alto.

Por el Nuevo Nacimiento nos apropiamos de los frutos de la redención: el perdón de los pecados, la paz, la resurrección y el don del Espíritu Santo. Somos justificados por la fe en Jesucristo (Rm 4, 25) Por la fe y en bautismo se da el Nacimiento (cf Mc 16, 16; Rm 6, 3- 4;  Gál 3, 26- 27) Recordemos como consuelo y alivio: Donde abundó el pecado, sobreabunda la gracia de Dios (cf Rm 5, 20) Empieza nuestra conversión, ahora va en serio. La FE es luz que nos muestra el camino y la voluntad de Dios.

Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto. (Rm 12, 2) La voluntad de Dios es que se actualice la obra redentora de Cristo, por la acción del Espíritu Santo en nuestra vida: nuestra liberación, nuestra salvación y nuestra santificación. (1 de Tes 3, 4) La santidad no se improvisa, no se consigue de un día para otro. La santidad es un camino de subida hacia la altura y supone esfuerzo y trabajo personal. Es sólo para esforzados que tienen fuerza de voluntad y saben perseverar sin volver atrás. Quizás necesites toda la vida para prepararte y madurar lo suficiente, o quizás Dios te regale la santidad en el último momento como un don, en consideración a tantos años de oración, pidiéndole esta gracia. Dios tiene caminos distintos para cada uno.

El camino de la santidad es “Hacer en todo lo que se pueda la voluntad de Dios,” usando los medios que Dios nos ofrece; la Palabra, la Oración, los Sacramentos, las Obras de Misericordia, la Comunidad y el Servicio. Y de manera especial, nuestra cruz que implica, negarse así mismo, renuncias y sacrificios, es decir, seguir a Cristo. (Lc 9, 23) Apoyándonos en las palabras de Pablo: “Todo lo puedo en Cristo Jesús que me fortalece”(Flp 4, 13) La santidad pide romper con el pecado, especialmente, de la tibieza, de la mediocridad, de la superficialidad, de la corrupción (Apoc 3, 15- 16; 2 de Pe 1, 4) Para a la misma vez, lanzarse en el crecimiento de las virtudes sin las cuales no habrá ni siquiera conversión.

Dios, tu Padre, que te ha creado, quiere lo mejor para ti. Y, por eso, quiere que seas santo. La voluntad de Dios es tu santificación (1 Tes 4,3). Dios te eligió desde antes de la formación del mundo para que seas santo e inmaculado ante Él por el amor (Ef 1,4). Por eso, en la Biblia, que es una carta de amor de Dios, se insiste mucho: “Sed santos, porque yo vuestro Dios soy santo” (Lev 19,2; 20,26). Y Jesús nos dice: “Sed santos como vuestro Padre celestial es santo” (Mt 5,48). Así que tú y yo, y todos "los santificados en Cristo Jesús, estamos llamados a ser santos" (l Co 1,2)) Todo bautizado es llamado a ser santo. Y si lo quiere, puede lograrlo, siendo dócil al Espíritu Santo, que nos lleva a los terrenos de Dios, la humildad, la mansedumbre y la misericordia.

Tres cosas recomienda Pablo a su discípulo Timoteo para lograr la santidad: Tú, pues, hijo mío, manténte fuerte en la gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros. Soporta las fatigas conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús. Nadie que se dedica a la milicia se enreda en los negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha alistado. Y lo mismo el atleta; no recibe la corona si no ha competido según el reglamento. Y el labrador que trabaja es el primero que tiene derecho a percibir los frutos. Entiende lo que quiero decirte, pues el Señor te dará la inteligencia de todo. (2 de Tim 2, 1- 7) Como soldado de Cristo Jesus no te enredes en los asuntos de la vida mundana, Como atleta juega limpio para no ser descalificado y como campesino sé el primero en comer de los frutos de la cosecha, es decir el primero, en creer, en vivir, en celebrar y en anunciar lo que has creído.

La recomendación de Pedro a las Comunidades: Por esta misma razón, poned el mayor empeño en añadir a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, al conocimiento la templanza, a la templanza la tenacidad, a la tenacidad la piedad, a la piedad el amor fraterno, al amor fraterno la caridad. Pues si tenéis estas cosas y las tenéis en abundancia, no os dejarán inactivos ni estériles para el conocimiento perfecto de nuestro Señor Jesucristo. Quien no las tenga es ciego y corto de vista; ha echado al olvido la purificación de sus pecados pasados.

La santidad pide una fe sincera, un corazón limpio y una conciencia recta (1 de Tim 1, 5) Para que nuestro corazón sea fuente de amor, de verdad y de vida (Jn 14, 6) Sin amor, verdad y vida no hay santidad. Por eso Pablo recomienda: Así, pues, os conjuro en virtud de toda exhortación en Cristo, de toda persuasión de amor, de toda comunión en el Espíritu, de toda entrañable compasión, que colméis mi alegría, siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos. Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás. Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo Jesús. (Flp 2, 1- 5)

La santidad pide consagrarse en la verdad, la Palabra es la verdad (Jn 17, 17) Palabra que nos conduce a la salvación y a la perfección cristiana, es decir, a la santidad. (2 de Tim 3, 14. 17)

 

 

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