LA CONVERSIÓN CRISTIANA ES ESENCIAL PARA LA SALVACIÓN.

 


LA CONVERSIÓN CRISTIANA ES ESENCIAL PARA LA SALVACIÓN.

Cuando los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde estaban reunidos los apóstoles, les contaron lo que les había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. (Lc 24, 35)

Cristo Jesús ha resucitado y esto nos dice que hay Vida eterna. La vida no se termina con la muerte, es la puerta para entrar en la eternidad, es un encuentro con el Señor que nos saluda diciendo: “Vengan benditos de mi Padre a pasar la eternidad conmigo.” “Vengan a participar de la alegría de su Señor.” El saludo de Jesús resucitado para sus discípulos es: “La paz esté con ustedes”.  La paz es armonía interior y exterior, es alegría y es felicidad.

Mientras hablaban de esas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Ellos, desconcertados y llenos de temor, creían ver un fantasma. Pero él les dijo: "No teman; soy yo. ¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies. Soy yo en persona, tóquenme y convénzanse: un fantasma no tiene ni carne ni huesos, como ven que tengo yo". Y les mostró las manos y los pies. El encuentro con Jesús resucitado lleno el corazón de los discípulos de gozo y de alegría.

Pero como ellos no acababan de creer de pura alegría y seguían atónitos, les dijo: "¿Tienen aquí algo de comer?" Le ofrecieron un trozo de pescado asado; él lo tomó y se puso a comer delante de ellos. Después les dijo: "Lo que ha sucedido es aquello de que les hablaba yo, cuando aún estaba con ustedes: que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos". “Qué el Mesías tenía que padecer antes de entrar en su gloria” (Lc 24, 26)

Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y les dijo: "Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto". (Lc 24, 35-48)

Jesús resucitado es el que nos abre la mente para que comprendamos la Sagrada Escritura. Nosotros podemos pasar la vida leyendo las Escrituras, sin entenderlas. Teniendo ojos no vemos, teniendo oídos no escuchamos, ¿Por qué? Porque nuestra mente sigue embotada y nuestro corazón endurecido (Ef 4, 17- 18) Pero cuando tomamos la firme determinación de creer en Jesús, lo tomamos en serio, tenemos la experiencia de la resurrección, Cristo vivo nos abre la mente y nos explica las Escrituras. Entonces podemos comprender que Dios a todos ama, a pesar que somos pecadores, y que el  amor nos priva de la gracia de Dios, pero a pesar de todo, Dios nos atrae con cuerdas de ternura y nos llama a la conversión. Nos atrae, no nos empuja, hemos de tomar la firme decisión de creer en Jesús.

La conversión es volvernos a Dios, dando media vuelta, para recibir el perdón de los pecados y recibir el don del Espíritu Santo. Ahora, es posible la conversión que consiste en levantarnos y caminar hacia Cristo con un corazón contrito y arrepentido para recibir de él la Gracia de Dios y abandonar los terrenos de la “Idolatría” para servir al Dios vivo y verdadero (1 de Ts 1, 9) Pedro nos dice: "Rechazad, por tanto, toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias. "(1 de Pe 2, 1) Realidades que nos alejan de Dios y rompen la comunión con él. Para los judíos la conversión consistía en pasarse del judaísmo a Cristo, como para los paganos  era en pasarse del paganismo a Cristo: al amor, a la verdad y a la vida (Jn 14, 6) A la justicia, a la santidad (Ef 4, 24) A la verdad, a la bondad, a la justicia (Ef5, 9) a la libertad a la humildad y a la mansedumbre (Col 3, 12).

Ahora podemos afirmar que la conversión cristiana consiste en romper con las obras muertas del pecado de la carne para volvernos a Cristo y participar de su naturaleza divina (2 de Pe 1, 4b) Escuchemos a Pedro hablarnos de la conversión: Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué hemos de hacer, hermanos?» Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”(Hch 2, 37).

En la Iglesia católica creemos en el Sacramento de la Confesión que Cristo dejó a la Iglesia para el perdón de los pecados cometidos después del Bautismo: "Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»"(Jn 20. 21- 23) Cristo resucitado se hace presente llevando en sus manos los dones de la Iglesia: la Paz, la Alegría, la Misión, el Espíritu Santo y el Ministerio de la Reconciliación.

El perdón de los pecados pide la conversión, sin la cual no hay perdón. Jesús nos habló del Nuevo Nacimiento para entrar al Reino de Dios, lo que exige escuchar la Palabra de Dios, el reconocimiento de nuestra pecaminosidad, el arrepentimiento acompañado del propósito de enmienda, (el deseo de no volver a pecar), la confesión y la penitencia que equivale a participar de la pasión de Cristo. Teniendo presente que si volvemos a pecar porque somos débiles, Jesús prometió perdonar hasta setenta veces siete.

La conversión es don y lucha, es don y conquista. Con la ayuda de Dios y con nuestras decisiones y esfuerzos nos levantamos,caminamos y vamos renunciando a lo que es incompatible con el Reino de Dios, para aceptar y someternos a la voluntad de Dios (Jn 4, 34) La clave para convertirnos a Cristo es la escucha y la obediencia de la Palabra: "Jesús les habló otra vez diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.»"(Jn 8, 12)  "Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.»"(Jn 8, 31- 32) Pablo nos habla de lo mismo: “Tú, en cambio, persevera en lo que aprendiste y en lo que creíste, teniendo presente de quiénes lo aprendiste, y que desde niño conoces las Sagradas Letras, que pueden darte la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia; así el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena.”( 2 de Tim 3, 14- 17)

La Palabra de Dios nos conduce a la salvación y a la perfección cristiana. Hace nacer en nosotros la fe en Cristo, nos hace ser sus discípulos y conocer la verdad que nos hace libres y nos capacita para amar y para servir a Dios y a los hombres.

 

 

 

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