JESUCRISTO NUESTRO SALVADOR HA VENCIDO LA MUERTE Y HA HECHO RESPLANDECER LA VIDA POR MEDIO DEL EVANGELIO. (Cfr 2 Tim 1, 10)


En aquel tiempo, se acercaron a Jesús algunos saduceos. Como los saduceos niegan la resurrección de los muertos, le preguntaron: “Maestro, Moisés nos dejó escrito que si alguno tiene un hermano casado que muere sin haber tenido hijos, se case con la viuda para dar descendencia a su hermano. Hubo una vez siete hermanos, el mayor de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo, el tercero y los demás, hasta el séptimo, tomaron por esposa a la viuda y todos murieron sin dejar sucesión. Por fin murió también la viuda. Ahora bien, cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa la mujer, pues los siete estuvieron casados con ella?”

 

Jesús les dijo: “En esta vida, hombres y mujeres se casan, pero en la vida futura, los que sean juzgados dignos de ella y de la resurrección de los muertos, no se casarán ni podrán ya morir, porque serán como los ángeles e hijos de Dios, pues él los habrá resucitado. Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven’’. Entonces, unos escribas le dijeron: “Maestro, has hablado bien”. Y a partir de ese momento ya no se atrevieron a preguntarle nada. Lc 20, 27-40

 

El grupo de los saduceos con risas y burlas se acercan a Jesús para ponerlo a prueba con un cuento para preguntarle sobre la resurrección en la que ellos no creían. Maestro, así lo llaman porque Jesús enseñaba y predicaba la Palabra de Dios, es Maestro del Evangelio, más que de la Ley de Moisés. Su enseñanza chocaba contra la enseñanza de los escribas, fariseos y contra los saduceos. Los amos y señores de la religión. De los cuales les dice a la gente: “Hagan lo que ellos dicen, pero no hagan lo que ellos hacen” (Mt 23, 1-3) Los escribas y fariseos, creían que después de la muerte había resurrección, pero, también creían que los hombres se podían reproducir con sus mujeres que habían tenido en esta vida. Con una reproducción más fértil y floreciente que en esta vida. Jesús dice a todo esto: “Ustedes no saben nada” (cf Mt 13, 13)

En la otra vida no será como en esta vida en la que se casan y se reproducen. En la otra vida serán como hijos de Dios, como ángeles al servicio de su Padre. Ya no morirán por que han entrado en la vida eterna. Y Jesús confirma la resurrección al recordar el episodio de la zarza ardiente: El Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, es un Dios de vivos y no de muertos. Hay resurrección aunque ustedes no crean, porque al negar la resurrección están negando la existencia de Dios, ustedes son ateos. Su religión es su negocio. Porque los saduceos eran de una élite rica y poderosa, al servicio del imperio romano, se postraban ante el oro y los poderosos, desde el templo de Jerusalén, a ellos pertenecían los sumos sacerdotes. La enseñanza de Jesus es para fariseos, escribas, saduceos y para todos nosotros.

Hoy los saduceos los encontramos en los que creen en las Ideologías, se aferran a ellas, y hasta ofrecen sus vidas negando a Dios e invirtiendo la verdad por la mentira. Niegan los auténticos valores del hombre y de la mujer para promover los anti valores que deshumanizan y despersonalizan a los hombres. Las ideologías llevan a los hombres a postrarse ante el oro y el poder. Son sus dioses.  Niegan a aquel que dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. (Jn 11, 25) Muerte y resurrección en Cristo son inseparables, son momentos de un mismo acontecimiento, la Pascua de Cristo.

Algunos afirman tener vida, creen en la resurrección, pero, niegan la cruz de Jesús, es puro iluminismo. Otros celebran la muerte de Jesús, creen en la cruz, pero, sin resurrección es puro fatalismo drástico. La cruz nos lleva a la resurrección, a la Pascua de Jesús que hace la Nueva creación, con un nuevo culto, con una nueva ley, la Ley del amor. Recordemos a Pablo decirnos: “Si Cristo no resucitó vana es nuestra fe” ( 1 de Cor 15.14) Por su Pascua Jesús inaugura la Nueva Alianza, sellada con su Sangre y de la cual brota el don del Espíritu Santo.

¿Cuál es la señal que hemos resucitado con Cristo? La fe viva, la esperanza cierta y la caridad ardiente. Señales que hemos pasado de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, de las tinieblas a la luz (Col 1, 13; 3, 1- 4) Hemos muerto al pecado para vivir para Dios. Recordemos las palabras de Juan: "Todo el que comete pecado comete también la iniquidad, pues el pecado es la iniquidad. Y sabéis que él se manifestó para quitar los pecados y en él no hay pecado. Todo el que permanece en él, no peca. Todo el que peca, no le ha visto ni conocido. Hijos míos, que nadie os engañe. Quien obra la justicia es justo, como él es justo. Quien comete el pecado es del Diablo, pues el Diablo peca desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del Diablo."(1 de Jn 3, 4- 8)

El que cree en la resurrección ama la vida y la defiende. No juzga, no condena y no se burla de los demás. Los ama, los perdona y carga con sus debilidades. Los reconoce como personas y como hermanos en Cristo. El único que puede darnos vida eterna (Hch 4, 12) La resurrección para nosotros es la Fuerza de Dios que nos transforma en hijos de Dios, y si hijos también herederos de Dios en Cristo Jesús (Rm 8, 17) Con la fuerza de la resurrección podemos echar fuera y luchar contra las ideologías que fomentan el individualismo, el conformismo, el totalitarismo, el secularismo, el ateísmo, la instrumentalismo y la cosificación. Estos son los nuevos enemigos de la fe, de la esperanza y de la caridad (1 de Cor 13,13)

Cristo resucitado vive en nuestros corazones y hace de nosotros una Nueva Creación (Ef 3, 17; 2 Cor 5, 17) Lo viejo ha pasado lo que ahora hay es nuevo.

La fe llegada a su madurez es Caridad. Donde hay caridad la fe está viva, pero si muere el amor porque pecamos, se acaban la fe y la esperanza. Las tres son inseparables y nos ayudan a vivir una vida resucitada, amando y sirviendo a Cristo y los hombres. Llevando una fe comprometida, corresponsable, fraterna y servicial al servicio de la hombres. Entonces podemos hablar de sinodalidad.

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