HOMBRE DE POCA FE, ¿POR QUÉ DUDASTE?»

 


HOMBRE DE POCA FE, ¿POR QUÉ DUDASTE?»

"Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí. La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche vino él hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: «Es un fantasma», y de miedo se pusieron a gritar. Pero al instante les habló Jesús diciendo: «¡Animo!, que soy yo; no temáis.» Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir donde ti sobre las aguas.» «¡Ven!», le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: «¡Señor, sálvame!» Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?» Subieron a la barca y amainó el viento." (Mt 14, 23- 31)

Después que Jesús recibió la noticia de la muerte de Juan el Bautista, Jesús se embarco con los discípulos para ir a un lugar solitario, le dolió la muerte de su Mensajero, la Voz que clama en el desierto, que lo había señalado como el Cordero de Dios, además eran parientes. Al llegar al lugar, muchísima gente se le había adelantado. Jesús no se molesta, lleno de compasión se puso a enseñarles muchas cosas y a curar a los enfermos. Al caer la tarde los Discípulos le dicen que mande a la gente a retirarse para que busquen comida y un lugar para descansar. Jesús les dice: “Denles ustedes de comer.” Con cinco panes y dos peces, los bendice, salen de las manos de Jesús a sus discípulos y de ellos a la gente sobraron doce canastos para indicarnos la sobres abundancia de Dios (Mc 6, 34ss).

Después obliga a sus discípulos a embarcarse para irse al otro lado del lago. “Remen mar adentro, no se queden en la orilla.” La orilla es la mediocridad, es la superficialidad es charlatanería, Jesús no quiere eso para sus discípulos, quiere que vivan la aventura de la fe: remar mar adentro. Habrá tormenta y vientos huracanados que amenazan con hundir la barca. Para enseñarnos que una Iglesia sin Jesús siempre será sacudida por vientos contrarios. Jesús después de despedir a la gente se va solo al monte a orar. Quiere estar a solas con su Padre.

Y a la cuarta vigilia de la noche vino él hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: «Es un fantasma», y de miedo se pusieron a gritar. Pero al instante les habló Jesús diciendo: «¡Animo!, que soy yo; no temáis.» Jesús camina sobre las aguas turbulentas. Caminar sobre el agua significa vencer el mal. Jesús tiene poder sobre la enfermedad, sobre los demonios, sobre la muerte y sobre la naturaleza. Caminar sobre el agua nos habla de un Vencedor que está sobre todo y sobre todos. Jesús se identifica diciendo: “Animo, No temáis, soy yo.” Estoy aquí para salvaros, para liberarlos y sacarlos del pozo de la muerte y para llevarlos a vuestro suelo (Ez 37, 12) “Vengo para que tengan vida y la tengan en abundancia.” (Jn 10, 10) No soy un fantasma: “Soy la resurrección y la vida” (Jn 11, 25) Palabras que animan, que consuelan, que son “Espíritu y Vida” (Jn 6, 68) La repuesta de Pedro: «Señor, si eres tú, mándame ir donde ti sobre las aguas.» Mándame a donde tú estás. Llévame a donde tú vives. La respuesta de Jesús siempre será para Pedro y para todo discípulo: Ámame y sígueme. La respuesta de Jesús: “VEN” Con una sola Palabra lo llama a caminar sobre el agua, a vencer el mal, siguiendo a Jesús.

Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Con sus ojos fijos en Jesús, el Autor y el Consumador de la nuestra fe (Heb 12, 2) Caminar hacia Jesús significa: “Aborrecer el mal y amar apasionadamente el bien”(Rm 12, 9) “No te desvíes ni izquierda ni a tu derecha” (Jos 1, 6) Con una vida orientada a hacia Dios. Pero Pedro viendo el viento huracanado, desvío la mirada, se la quito a Cristo y la puso en sus preocupaciones, en sus intereses, es sus fuerzas, el algo o en alguien más que Jesús, y comenzó a hundirse. Se cumplía la profecía de Jeremías: “Maldito el hombre que confía en el hombres” (Jer 17, 5) Pedro se hundió por que primero creyó y se lanzó al agua y caminó sobre las aguas. Cuando las aguas le llegaban al cuello, Pedro recordó que tenía un Salvador y exclamó: “Señor, Sálvame.” Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?» Subieron a la barca y amainó el viento."

El peligro para hundirnos está en perder la fe. Apagar las lámparas de nuestro corazón y despojarnos de la túnica de Jesús. Esto sucede cuando abandonamos la oración y cuando quebrantamos la Ley de Dios para caer en el pozo de la muerte y el reino de las tinieblas. Dejémonos encontrar por Jesús, Él está cerca de nosotros, despertamos nuestra fe adormecida por los vicios e invoquemos a Jesús diciendo: Señor, Jesús, sálvame. Ten piedad de mi, que soy un pecador. Digamos con Bartimeo, el hijo de lo impuro, que yo te vea, Señor Jesús (cf Mc 10, 46) Él parece que siempre está con sus manos extendidas para sanarnos y para sacarnos del pozo de la muerte y llevarnos al reino de la Luz (Col 1, 13) Extiende su mano sobre los leprosos para atraerlos hacia él, para compartirnos el don de Dios, El Espíritu Santo. Espíritu de la Verdad que nos hace libres. (Jn 8, 31- 32) Para entrar en la Paz de Jesús.

No tengáis miedo, yo soy, confía en mí. Yo soy la Luz del Mundo, ámame y sígueme. Sean mis amigos haciendo todo lo que yo les diga (Jn 15, 13) Extiendan su mano para compartir el don que mi Padre les ha dado para que sus dones crezcan con el uso de su ejercicio. Extiendan su mano para ayudar a los que se están hundiendo. Extiendan su mano y socorren a los menos favorecidos. Compartan con los otros, su pan de vida, su tiempo, su casa y el camino, este es el modo de poner en práctica la profecía de Miqueas: " «Se te ha declarado, hombre, lo que es bueno, lo que Yahveh de ti reclama: tan sólo practicar la equidad, amar la piedad y caminar humildemente con tu Dios.»"(Mq 6, 8) Lo que equivale a: "«Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas," (Lc 12, 35) Lo que entendemos a la luz de san Pablo: “Aborrezcan el mal y amen apasionadamente el bien (Rm 12,9)

Para no hundirnos en el lodo en el agua, pongamos en práctica las siete peticiones que encontramos en el Padre nuestro y que nos fueron enseñadas por el mismo Jesús.  “Santificado sea tu Nombre” “Venga a nosotros tu Reino” y “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”. Estas tres primeras peticiones hacen referencia a Dios. Las tres pueden ser  reducidas a una sola. “Hágase tu Voluntad” La Voluntad de Dios es nuestra santificación (1 Ts 4, 3-4) La voluntad de Dios es que vivamos en el Reino y que éste crezca en nosotros, un Reino de amor, de paz y de justicia (Rm 14, 17).

Lo anterior es posible cuando vivimos unidos con Cristo por la fe (Ef 3, 17) y cuando crezcamos en el conocimiento de Dios, guardando sus Mandamientos, su Palabra  (Jn 14, 21- 23) y cuando ponemos en práctica las virtudes cristianas (Col 3,12; Ef 4,13)) Lo que equivale a vivir según Cristo Jesús el Hijo de Dios. “Qué nos amó y se entregó por nosotros” (Ef 5, 2)

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