YO SOY EL QUE HACE LAS COSAS NUEVAS, DICE EL SEÑOR.

 

YO SOY EL QUE HACE LAS COSAS NUEVAS DICE EL SEÑOR.

"Aquel día levantaré la cabaña de David ruinosa, repararé sus brechas y restauraré sus ruinas; la reconstruiré como en los días de antaño, para que posean lo que queda de Edom y de todas las naciones sobre las que se ha invocado mi nombre, oráculo de Yahveh, el que hace esto. He aquí que vienen días - oráculo de Yahveh - en que el arador empalmará con el segador y el pisador de la uva con el sembrador; destilarán vino los montes y todas las colinas se derretirán. Entonces haré volver a los deportados de mi pueblo Israel; reconstruirán las ciudades devastadas, y habitarán en ellas, plantarán viñas y beberán su vino, harán huertas y comerán sus frutos." (Amós 9, 11- 14)

¿Qué hace el Señor para reconstruir la casa de David convertida en ruinas? La casa de David es la Iglesia, y dentro de ella hay muchas casitas, somos nosotros que Dios quiere ponernos en pie, dejar de ser fachada para que podamos ser “casitas  de Dios.” Y que podamos dar fruto en abundancia. Recordemos las palabras del Apocalipsis:

"Entonces dijo el que está sentado en el trono: «Mira que hago un mundo nuevo.» Y añadió: «Escribe: Estas son palabras ciertas y verdaderas.» Me dijo también: «Hecho está: yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin; al que tenga sed, yo le daré del manantial del agua de la vida gratis. Esta será la herencia del vencedor: yo seré Dios para él, y él será hijo para mi." (Apoc 21, 5-7) "El Espíritu y la Novia dicen: «¡Ven!» Y el que oiga, diga: «¡Ven!» Y el que tenga sed, que se acerque, y el que quiera, reciba gratis agua de vida." (Apoc 22,  17)

Lo primero que hace el Señor para reconstruir las casas en ruinas es enviarnos su Palabra para sembrar en nosotros la “Vida espiritual:” La fe viene de lo que se escucha, es decir, la Palabra de Dios (Rm 10, 17) Dios nos está llamando a salir del exilio, la tierra de la servidumbre y de la esclavitud; nos invita a salir del dominio de las tinieblas para ir a la tierra prometida. (Col 1, 13-14) La Palabra se puede escuchar o se puede rechazar, eres libre para una cosa o la otra. Escuchar la Palabra te levanta, sales fuera y te pones en camino de éxodo hacia la Tierra prometida que es Cristo Jesús.

Lo segundo es el encuentro con Cristo, el Buen Pastor que busca a las ovejas perdidas y las busca hasta encontrarlas (Lc 15, 4) La clave está en dejarse encontrarse por él. El encuentro es liberador, gozoso y reconciliador. Del encuentro salimos convertidos en una Nueva Creación: Ahora somos hijos de Dios, hermanos de los demás y servidores de todos. Nuestros pecados son perdonados y somos portadores de la Vida que Cristo vino a traernos (Jn 10, 10) Con vestido de salvación, con zapatos nuevos y un anillo que nos da una nueva identidad; somos Familia de Dios: Razón por La que la Escritura nos invita  a gozar de esta nueva realidad: "Dichosos los que laven sus vestiduras, así podrán disponer del árbol de la Vida y entrarán por las puertas en la Ciudad." (Apoc 22, 14)

El tercer momento es ponernos a trabajar, a la Palabra de Dios hay que responderle. La fe es una respuesta a Dios que nos ama, nos perdona y nos salva. La respuesta es a Cristo que nos llama a seguirlo para amarlo y servirlo. Jesús nos invita a trabajar y a  defender las semillas que hemos recibido, semillas del Reino. Trabajar en la construcción de la casa espiritual que somos nosotros, ya que ahora Cristo Jesús habita por la fe en nuestros corazones (Ef 3, 17) Creer en Cristo nos lleva aceptarlo como nuestro Salvador, nuestro Maestro y como Señor, para que Él sea el Centro de nuestra vida. El centro, el fundamento de la “Casa espiritual”. Para construirla sobre Roca, (Mt 7, 21) hemos de poner el Fundamento que es Cristo (1 de Cor 3, 11) Se trata de hacer la Opción fundamental por Cristo poniendo los cimientos, las raíces que deben de estar cimentadas sobre agua para que pase la Vida de las raíces al tronco y de ellas a las ramas y de estas a los frutos (cf Slm 1 ) Las raíces de la fe son el amor, la humildad y la mansedumbre, sin las cuales no hay fundamento. (Ef 3, 17)

Las virtudes cristianas vienen a ser como los sentimientos de Cristo Jesús. Sus pensamientos sus sentimientos, sus actitudes, sus preocupaciones y sus luchas. Son armas de Luz, son la armadura de Dios. Son Fundamento de la Casa y Muralla que la defiende. Por eso san Pablo pudo decir: “Para mí la vida es Cristo y la muerte es ganancia” (Flp 1, 21) El crecimiento de la fe tiene cuatro dimensiones: Una apunta hacia abajo, otra hacia arriba, una más hacia afuera y una más hacia dentro. Las cuatro nos ayudan a crecer en las virtudes, sin las cuales estamos desnudos y desprovistos de las armas para luchar contra el Ego y su grupo de vicios. Podemos comprender que la vida cristiana es don de Dios, pero a la misma vez, es una lucha. La lucha del Bien contra el Mal, las virtudes contra los vicios, el Amor, contra el Ego. Todo el material que se use en la construcción de la Casa ha de ser de primera, ya que nada de lo que carne y sangre entra en el Reino de Dios. (1 Cor 15, 50) El material defectuoso queda fuera, en espera de nuevas oportunidades de conversión o de purificación.

Tres cosas o características deben de acompañar el buen material: "El fin de este mandato es la caridad que procede de un corazón limpio, de una conciencia recta y de una fe sincera."(1 deTim 1, 5) Las tres están íntimamente unidas y se apoyan una en la otra. El corazón limpio es aquel que se ha lavado en la sangre de Cristo (Heb 9, 14) Ha pasado por las manos de Jesús que ha perdonado los pecados y derrama su amor en nuestros corazones (Rm 5, 5) La conciencia recta es la aquella persona que ha adquirido  una “Conciencia Moral” que tiene la facultad de discernir entre el bien y el mal. Tiene la facultad para rechazar el mal y para hacer el bien. La fe sincera es la aquella persona que camina en la Verdad que nos hace libres (cf Jn 8, 31) y que hace de la "Voluntad de Dios, la delicia de nuestra vida. (cf Jn 4, 34)

El relato evangélico:

"Entonces se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?» Jesús les dijo: «Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán. Nadie echa un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, porque lo añadido tira del vestido, y se produce un desgarrón peor. Ni tampoco se echa vino nuevo en pellejos viejos; pues de otro modo, los pellejos revientan, el vino se derrama, y los pellejos se echan a perder; sino que el vino nuevo se echa en pellejos nuevos, y así ambos se conservan.»" (Mt 9. 14- 17)

Tres lecciones para que trabajen los constructores en la Casa espiritual que estamos llamados a ser nosotros. La primera lección es sobre el ayuno. El ayuno es fuera para refrenar el mal y es fuerza para que crezcan las raíces de la fe: el amor,  la humildad y la mansedumbre, la misericordia y la santidad. El ayuno que a Dios le agrada es que rompamos con el pecado (Is 58, 6) Que rompamos con la corrupción  causada por el pecado ( 2 de Pe 1, 4b) Que huyamos de las pasiones de la juventud (2 de Tm 2, 22) Y de la fornicación y del Adulterio (1 Cor 6, 18) Su finalidad no es pasar hambre, ni la de una dieta para tener un cuerpo bonito, sino la de estar con el Señor y ser para Él un servidor al servicio de la causa del Reino de Dios. El ayuno está unido a la oración y a la caridad.

La segunda lección es sobre el parche. Jesús no quiere ser parche de nadie, el quiere ser el todo, el Centro, el Principio y el Fin (Apoc 22, 13) “Nadie echa un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, porque lo añadido tira del vestido, y se produce un desgarrón peor.”  ¿Por qué queremos seguir a Jesús? Por lo que Él nos da, por lo que Él tiene, entonces será un parche. ¿Queremos seguirlo para buscar prestigio fama, poder y dinero? Entonces es un parche a nuestro servicio. A Jesús hemos de seguirlo por lo que Él es: el Don de Dios a los hombres, el Salvador que entregó su vida por todos (Ef 5, 25) El Maestro que nos enseña a “El arte de amar, de servir y de compartir”. Jesús es el Señor de vivos y de muertos (Rm 14, 8)

La tercera lección es sobre los odres. “Ni tampoco se echa vino nuevo en pellejos viejos; pues de otro modo, los pellejos revientan, el vino se derrama, y los pellejos se echan a perder; sino que el vino nuevo se echa en pellejos nuevos, y así ambos se conservan.»" Es la llamada a la conversión permanente, hasta la muerte. La conversión cristiana es pasarse a Jesucristo. De la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz, del pecado a la gracia, de la aridez a las aguas vivas para ser luz, sal y fermento de la masa y del mundo (Mt 5, 13) Para san Pablo  la conversión es un “Despojarse del hombre viejo y revestirse de Cristo, el Hombre nuevo, en justicia y en santidad (Ef 4, 23- 24) Para el apóstol de los gentiles, la conversión es “llenarse de Cristo, vaciándose de todo lo que no es de Cristo” Porque todo espíritu que no viene de la fe, lleva al pecado (cf Rm 14, 23).

Todo para llegar a ser una “Casita bonita” La casita de la fe, la esperanza y el amor. Construida con amor y oración, Palabra de Dios y obras de misericordia, Sacramentos, especialmente la Confesión y Eucaristía, con servicios y apostolados. Casita o Comunidad fraterna, solidaria y servicial.

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