REVESTIDOS TODOS DE HUMILDAD EN VUESTRAS MUTUAS RELACIONES, PUES DIOS RESISTE A LOS SOBERBIOS Y DA SU GRACIA A LOS HUMILDES

 

Revestíos todos de humildad en vuestras mutuas relaciones, pues Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes."

"Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que, llegada la ocasión, os ensalce; confiadle todas vuestras preocupaciones, pues él cuida de vosotros. Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos que están en el mundo soportan los mismos sufrimientos. El Dios de toda gracia, el que os ha llamado a su eterna gloria en Cristo, después de breves sufrimientos, os restablecerá, afianzará, robustecerá y os consolidará. A él el poder por los siglos de los siglos. Amén."(1 de Pe 5, 5- 11)

La humildad, junto con la caridad, son raíces de la fe. Donde hay fe, hay caridad y hay humildad, ésta es necesaria para que nazca y crezca la esperanza que se despliega hacia la caridad. Donde hay humildad hay también sencillez de corazón y hay mansedumbre. Entre todas forman comunidad y se apoyan una en la otra. Si falta una de ellas, las otras se esfuman y se van del corazón. Por eso la importancia del título de esta reflexión: Revestíos todos de humildad en vuestras mutuas relaciones, pues Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes."

El soberbio no se abre a la acción del Espíritu Santo. Dice el soberbio: “No obedeceré, no amaré y no serviré,” mientras que el humilde con un corazón desprendido de grandeza, da su triple sí: “Si obedeceré, si amaré y si serviré” Ha encarnado la triple disponibilidad de hacer la voluntad de Dios, salir de sí mismo para ir al encuentro del hombre y lleva la disponibilidad de morir por la dar su vida por realizar las dos anteriores. El humilde reconoce sus debilidades, sus defectos y sus pecados, pero, también reconoce que todo lo bueno que posee, no es mérito propio, sino fruto de la bondad y de la misericordia de Dios. “Todo don perfecto viene de lo Alto” (Snt 1, 17) Pablo nos dice: "Pues ¿quién es el que te distingue? ¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿a qué gloriarte cual si no lo hubieras recibido?" (1 de Cor 4, 7) Y si lo recibiste porque no compartirlo con los demás. Al estilo de de Jesús el Humilde que siendo  rico se hizo pobre para enriqueceros con su pobreza (cf 2 Cor 8, 9)

La pobreza de Jesús fue su Encarnación, su Pasión y su Muerte: "El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz." (Flp 2, 6- 8) Se despojó de sí mismo, se revistió de humildad; se hizo hombre en todo menos en el pecado, se humilló a sí mismo  y se hizo obediente hasta la muerte de cruz para justificar a los hombres pecadores. Se humilló a sí mismo para destruir el pecado de los hombres. Por eso, y sólo él, puede decirnos: “Aprendan de mi que soy manso y humilde de corazón y encontrarán descanso para sus almas” (Mt 11, 29- 30)

La humildad lo hizo abrazar la vergonzosa muerte de cruz, todo lo hizo con amor, y sin amor no hizo nada. La humildad y el amor hicieron de Jesús un corazón sin doblez, lleno de sencillez, de mansedumbre y de misericordia. Un hombre libre para amar y para actuar y hablar con Verdad, un hombre con identidad y con una personalidad única, es el Humilde de Nazaret que pudo decir a un hombre que estaba sentado a su mesa de recaudador de impuestos: “sígueme.” Él se levantó y lo siguió. (Mc 2, 14)

Las actitudes de la fe al escuchar el llamado que nos hace la Palabra, son tres: “Levantarse, salir fuera y ponerse en camino de éxodo-” Caminar, ¿hacia dónde? Hacía la tierra prometida que es Cristo. El primer fruto de la fe es la humildad que nos regala un corazón contrito, pobre y humilde para el encuentro con Cristo. Del corazón pobre y sencillo nace y crece la virtud de la esperanza que se despliega hacia el amor, que es inseparable de la humildad y de la mansedumbre. El amor es paciente, es tolerante y es servicial. La fe, la esperanza y el amor son una unidad indivisible, donde esta una, están las tres. Si falta una, faltan las tres.

Donde hay humildad hay fe, esperanza y amor- La humildad y el amor son las raíces de la fe que crece hacia arriba, hacia abajo, hacia fuera y hacia dentro. Su crecimiento es integral. Las raíces de la fe equivale a los cimientos de la casa espiritual; el fundamento es Cristo, la Roca, Fuerte y firme que aguanta las tempestades y los vientos huracanados. El fundamento o cimientos de la casa espiritual son el amor, la humildad y la mansedumbre, la sencillez de corazón y la pureza espiritual que da a luz la castidad, la templanza el dominio propio y la continencia que nos llevan a la santidad. Son la familia de la fe que es grata y agradable a Dios (Heb 11, 6)

La unidad de todas es el amor, y la consistencia es la fortaleza. La virtud de la fortaleza se hace con oración, con la obediencia a la Palabra, con muchos esfuerzos, renuncias y sacrificios, sin los cuales, la casa espiritual se está construyendo sobre arenas movedizas (Mt 7, 24ss) No hay futuro. Es como si los hombres estuvieran trabajando sin Dios. Todo es inútil. Todo es vano. Cuando lleguen los vientos y las tempestades le peguen a la casa, todo será derrumbado. La fortaleza hace referencia al Poder de Dios que actúa en nuestros corazones, y se construye con esfuerzos, renuncias y sacrificios que se hacen con humildad y con amor.

"Por esta misma razón, poned el mayor empeño en añadir a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, al conocimiento la justicia, a la templanza, a la templanza la fortaleza a la fortaleza la piedad, a la piedad el amor fraterno, al amor fraterno la caridad. Pues si tenéis estas cosas y las tenéis en abundancia, no os dejarán inactivos ni estériles para el conocimiento perfecto de nuestro Señor Jesucristo. Quien no las tenga es ciego y corto de vista; ha echado al olvido la purificación de sus pecados pasados." (2 de Pe 1, 5- 9)

¿Qué importancia le damos a las virtudes teologales, morales y cristianas? ¿Sabemos que en la puesta en práctica de ellas está el crecimiento en el conocimiento de Dios? ¿Sabemos que en la práctica de las virtudes está la Obediencia a la Palabra de Dios y la obediencia a los Mandamientos de la Ley de Dios?

Todo cristiano que quiera crecer tiene que saber que ha de ser un luchador. Luchae entre las virtudes y los vicios; entre el Amor y el Ego. ¿Quién ganará? Gana aquel al que se le alimente. Ese crece y es fuerte para vencer a su adversario. San Pablo nos recomienda a vencer con el bien al mal (Rm 12, 21) También nos recomienda a fortalecerse con la energía y el poder de Dios para luchar y vencer (Ef 6, 10) Las armas son de Luz, las virtudes cristianas (R, 13, 12) Para ser fuerte en la fe, la esperanza y en la caridad que son dones de Dios y respuestas de parte de nosotros.

 

1 comentario:

  1. Gracias Padre Uriel por esta enseñanza, DIOS me conceda poder tenerlas y compartirlas, saludos y bendiciones

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