EN ESTO CONSISTE EL AMOR A DIOS EN QUE GUARDEMOS SUS MANDAMIENTOS

 

EN ESTO CONSISTE EL AMOR A DIOS EN QUE GUARDEMOS SUS MANDAMIENTOS

El Decálogo, núcleo de la Ley mosaica, don de Dios a su pueblo, conserva todo su valor en la Nueva Ley. En el plan de Dios el Decálogo no estaba destinado sólo al Israel según la carne, sino también al Israel según el Espíritu. Cristo recuerda estos mandamientos, los completa y perfecciona (Mt 5, 17; Mc 10, 17-21). La polémica de San Pablo contra la Ley no afecta a estos deberes esenciales para con Dios y para con el prójimo. San Pablo recuerda los mandamientos divinos sobre el culto que se debe a Dios: condena la idolatría, la participación en las fiestas paganas (Cfr. 1 Co 8, 4; Ga 4, 8; Rm 1, 23ss; 1, Co 10, 19). Y los mandamientos llamados de la segunda tabla, es decir, los que se refieren al prójimo, se resumen, según San Pablo, en la caridad fraterna, pues el que ama al prójimo ha cumplido la Ley. En efecto, "el no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no envidiarás, y los demás mandamientos que hay, se resumen en esta frase: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso amar es cumplir la ley entera" (Rm 13, 9-10).

Par su parte, la primera carta de San Juan subraya la relación esencial que existe entre el conocimiento de Dios y la práctica de sus mandamientos: "Quien dice: yo le conozco y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él" (1 Jn 2, 4). Por el contrario, "quien guarda su Palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud" (1 Jn 2, 5). El conocimiento de Dios y la comunión de amor y de vida con El no se dan sino en el que cumple sus mandamientos. "Quien guarda sus mandamientos, permanece en Dios y Dios en El" (1 Jn 3, 24). Amar a Dios implica amor al prójimo. Y el amor al prójimo no es verdadero si no radica en el amor a Dios: "En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos" (1 Jn 5, 2-3). Amar a Dios es cumplir los mandamientos y, en especial, la caridad fraterna.

Más allá de la ley y de los profetas un ideal mayor insuperable

El Evangelio de Jesús presenta un ideal mayor que el del Antiguo Testamento. Va más allá de la Ley y los profetas. Es la prolongación de ley divina llevada a las últimas consecuencias. Es la perfección y el cumplimiento de la Ley. El estilo del Evangelio es éste: "Habéis oído que se dijo..., pues yo os digo".

"Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás..."

"Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano imbécil, tendrá que comparecer ante el sanedrín y, si lo llama renegado, merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda' ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda" (Mt 5, 21-24).

"Habéis oído el mandamiento: no cometerás adulterio..."

 "Habéis oído el mandamiento: no cometerás adulterio. Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno" (Mt 5, 27-30).

"Está mandado: el que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio..."

"Está mandado: el que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio. Pues yo os digo: el que se divorcie de su mujer —excepto en caso de unión ilegal— la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio" (Mt 5, 31-32).

"Habéis oído que se dijo a los antiguos: No jurarás en falso."

"Habéis oído que se dijo a los antiguos: NO jurarás en falso y cumplirás tus votos al Señor. Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno" (Mt 5, 33-37).

"Sabéis que está mandado: ojo por ojo, diente por diente..."

"Sabéis que está mandado: ojo por ojo, diente por diente. Pues yo os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas" (Mt 5, 38-42).

"Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo..."

"Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los paganos? Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt 5, 43-48).

Una mirada al evangelio de san Juan nos confirma todo lo anterior: "El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.» Le dice Judas - no el Iscariote -: «Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?» Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él." (Jn 14, 21- 23) Dos cosas nos garantiza el señor Jesús a los que guardan sus Mandamientos y guardan su Palabra: Se manifiesta en nuestras vidas y habita en nuestros corazones, somos casitas de Dios. Nos da el don de su Gracia.

San Pablo sabe unir al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo con nosotros y con toda la Iglesia: "Por eso doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, para que os conceda, según la riqueza de su gloria, que seáis fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre interior, que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la total Plenitud de Dios." (Ef 3, 14- 19)

Todo el que está en comunión con Cristo está en comunión con el Padre por eso puede dar frutos en abundancia, pues, está unido al Amor que es la raíz de la fe. La sabia que viene de la raíz al tronco y del tronco  a las ramas, y de las ramas viene a los frutos. Lo anterior nos explica la necesidad que debe reinar en nuestra vida: La Unidad con Dios y entre nosotros.

"«Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual os ha puesto el Espíritu Santo como vigilantes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con la sangre de su propio hijo.” El Rebaño, la Grey, la Iglesia es de Dios. Comprada a precio de Sangre y puesta en las manos del Espíritu Santo.

«Yo sé que, después de mi partida, se introducirán entre vosotros lobos crueles que no perdonarán al rebaño; y también que de entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas, para arrastrar a los discípulos detrás de sí. Por tanto, vigilad y acordaos que durante tres años no he cesado de amonestaros día y noche con lágrimas a cada uno de vosotros.

«Ahora os encomiendo a Dios y a la Palabra de su gracia, que tiene poder para construir el edificio y daros la herencia con todos los santificados." (Hch 20, 28- 32)

Somos el Templo espiritual habitado por el Espíritu Santo (1 de Cor 3,16; 6, 19). El Fundamento es Cristo ( 1 Cor 3, 11) y sobre él, los Apóstoles y los Profetas (Ef 2, 20) Nada de lo que carne y sangre entra en ese Templo, hay que lavarse y purificarse con la sangre de Cristo y por la acción del Espíritu Santo. Tal como lo dice la Escritura: "¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios. Y tales fuisteis algunos de vosotros. Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios." (1 de Cor 6, 9- 11) Por eso ahora, al estar en Cristo,  sois luz, y los hijos de a luz, son la Bondad, la Verdad y la Justicia (Ef 5, 9)

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