"«PORQUE OS DIGO QUE, SI VUESTRA JUSTICIA NO ES
MAYOR QUE LA DE LOS ESCRIBAS Y FARISEOS, NO ENTRARÉIS EN EL REINO DE LOS
CIELOS."
"«Habéis oído que se dijo: No cometerás
adulterio. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió
adulterio con ella en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de
pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus
miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. Y si tu mano
derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene
que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la
gehenna." (Mt 5, 27- 30)
(La palabra gehena viene del hebreo (גיא הינום)
"gay hinom" (desfiladero o barranco de Hinom). Este lugar, en la
antigüedad, era el basurero de Jerusalén y, por ello, una fuente de malos
olores y pestes. Para combatir los malos olores se quemaba azufre, así que
aquello se convertía en un infierno en la tierra)
“Habéis oído que se dijo: No cometerás
adulterio” Era el pecado contra el
sexto mandamiento. Jesús rotundamente se opuso al adulterio, era un crimen,
mata el amor y mata la familia. A la mujer era apedreada, según lo dice el
evangelio de san Juan: "Los escribas y fariseos le llevan una
mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta
mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear
a estas mujeres. ¿Tú qué dices?»" (Jn 8, 3- 5)
Jesús odia al
pecado, pero ama al pecador, por eso a esta mujer la defiende y valora su dignidad como persona. A sus
acusadores los desarma con palabras llenas de sabiduría: "Pero, como ellos insistían en preguntarle, se
incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la
primera piedra.»" (Jn 8, 7) La palabra dice que todo hombre es pecador, y
el que dice que no tiene pecado dice que Dios es un mentiroso (1 de Jn 1- 8-9) "«No juzguéis, para que no seáis juzgados.
Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que
midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu
hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo?" (Mt 7, 1- 3).
San
Pablo nos dice: "todos pecaron y están privados de la gloria de Dios y son
justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en
Cristo Jesús," (Rm 3, 23- 24) "Pues el salario del pecado es la
muerte; pero el don gratuito de Dios, la vida eterna en Cristo Jesús Señor
nuestro." (Rm 6, 23) El pecado nos divide, nos agrieta, nos priva de la
gracia de Dios y nos trae la muerte espiritual, privados de la Gracia de Dios,
de sus dones, de sus virtudes; Dios en cambio justifica al pecador y le da su
Gracia: Cristo Jesús, el don del Espíritu Santo y la Vida eterna. Superar la
justicia de los fariseos, solo cuando tenemos misericordia para no juzgar y no
condenar a los que caen, sabiendo que somos pecadores y podemos caernos de la
nube.
“Todo el que mira a una mujer deseándola, ya
cometió adulterio con ella en su corazón” El pecado no está en mirar a una mujer, sino en desearla. Mirarla con
los ojos de la carne, con malos deseos, deseándola en el corazón. La mirada nos
lleva a la mente y esta nos lleva a los deseos impuros, y estos nos lleva al
pecado. Los aliados del adulterio siempre serán la lujuria y el espíritu de
impureza, la pornografía que nos llena de basura y nuestro ego cargado de
experiencias lujuriosas o de impurezas. La intemperancia lujuriosa está
presente en nuestra vida por no haberle puesto límites a cualquier etapa de
nuestra vida anterior. Educar nuestras miradas, nuestros sentidos para evitar
que nos vayamos hacer corruptos. Cuidar nuestras conversaciones, nuestras lecturas,
nuestras amistades, para no caer en el vicio de ver a toda persona con malas
intenciones.
“Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de
pecado, sácatelo y arrójalo de ti; es decir,
niégale a tu ojo el placer de complacerte.”
Educa tu mirada con sentido evangélico. Respeta al otro, a la otra, como
persona digna y valiosa, para que no la veas como un instrumento de placer,
como un pedazo de carne. Recordemos todos, la importancia de los ojos: el rey
David miró a una mujer casada, le gustó, la deseo y la hizo suya, cometió
adulterio, para después se convertirse en un asesino, al matar Urias, el esposo
de la mujer. /2 de Sm 11, 1-5)
Niégate
a ti mismo. Cuando le das cuerda a los instintos vas quedando vacío de amor, de
fortaleza, de castidad para ir cayendo en el desenfreno de las pasiones de tu
juventud, evita todo lo que lo que te lleve a ser impuro. Para que no pierdas
tu fe y puedas ser fiel a tu familia.
“Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado,
córtatela y arrójala de ti.”
Córtatela equivale a negarse así mismo, “Niégate el placer de tocar lo ajeno,
no hagas cosas malas.” La mano derecha hace referencia a la mano para hacer el
bien, no la pongas en peligro de pecar. “El que desea la mujer ajena peca
contra el noveno mandamiento.” El hombre con una fe barata está expuesto a toda
clase de infidelidades. Recordemos que en la Sagrada Escritura encontramos a un
hombre que no puede conocer a Dios, pues tiene su mente embotada, su corazón se
ha endurecido, ha perdido la moral y ha caído en el desenfreno de las pasiones
(Ef 4, 17-18) Es un hombre expuesto al pecado, no puede guardar los
mandamientos de la ley de Dios.
“más te conviene que se pierda uno de tus
miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna.” Habíamos dicho que el adulterio es un crimen,
mata el amor y mata la familia. El cónyuge herido y lastimado por la
infidelidad no vuelve a ser el mismo. Podrá perdonar o pareciera que perdona,
pero, la herida es muy difícil de sanarse. Hay adulterio donde hay vacío de
Dios, de amor y de otros valores. Cuando el corazón está vacío, entonces el
plato ajeno se mira más sabroso, está más lleno. Se busca razones para sentirse
bien; se busca en el alcohol, en los lujos o en el sexo ajeno. La familia se
convierte en una gehena, en un verdadero infierno. Sólo Dios puede sanar los
corazones lastimados por la infidelidad. Si tu cónyuge te es infiel, no tomes
la venganza por tu mano, entrégaselo a Dios (Rm 12, 19) Entra en comunión con
el Señor por medio de la oración de ofrenda: sé paciente, espera, confía y
espera en su misericordia” (Eclo 2, 1-2). Cuatro virtudes para el que pasa la
prueba: la paciencia, la confianza, la esperanza y la misericordia. Recordemos
que el mal no vence al mal, adulterio contra adulterio sólo expande el mal y
trae más sufrimiento, más dolor y más muerte.
“Con el bien vence al mal” (Rm 12, 21)
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