LA SOLIDARIDAD SIGNIFICA HACERNOS RESPONSABLES CON CRISTO Y CON LA IGLESIA PARA INSTAURAR EL REINO DE DIOS

 

La solidaridad significa hacernos responsables de la Misión de Cristo para instaurar el Reino de Dios en el corazón de los hombres y de las culturas.

Solidaridad con Cristo y con los otros para comprometerme con ellos a favor de la Humanidad. La solidaridad es la Casa del Servicio, su puerta se abre siempre hacia fuera para salir e ir al encuentro de los otros para extender la mano sobre ellos. Extender la mano es compartir el don que se tiene: "Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio.» Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?» Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano.» El la extendió y quedó restablecida su mano. (cf Mc 3, 2-5) Cristo se solidarizo con el paralítico.

Responsable significa vivir de frente a sí mismo y vivir de frente a los demás para compartir con ellos nuestra vida y nuestras esperanzas. La responsabilidad es el termómetro de la madurez humana. Por eso el hombre responsable es libre para amar, compartir y servir, según el Evangelio de Jesucristo: “Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, pues el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre, que no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Mt 20,  25-28).

La responsabilidad y la libertad nos llevan hacer justicia a los hombres. Esto implica el reconocimiento personal, la aceptación de los otros como son. Implica también el respeto personal que bien  puede ser de pensamiento, de palabra y de obra. Le hacemos justicia a los demás cuando los disculpamos o les perdonamos y nos abrimos a un diálogo acogedor que sólo puede darse donde hay igualdad entre los seres humanos. Por eso hay solidaridad donde hay madurez humana para hacerse uno con el que sufre, con el enfermo, con el pobre, con el débil. Aquí solidarizarse equivale amar, practicar la caridad.

La solidaridad ha tenido muchos nombres a lo largo de la historia. El libro del Eclesiástico lo designa como la limosna: "El agua apaga el fuego llameante, la limosna perdona los pecados." (Eclo 3, 30)

Después de la limosna encontramos la justicia: “Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era forastero y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel y vinisteis a verme. Entonces los justos le responderán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo y te vestimos?, ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? Y el rey les dirá: en verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mi me lo hicisteis.” (Mt 25, 35- 40).

La justicia equivale amar. En esto se conocen los hijos de Dios y los hijos del diablo. El que no practica la justicia no es de Dios, y tampoco el que no ama a su hermano. (I Jn 3, 10)

La virtud de la caridad y la solidaridad cristiana. La caridad une las dos dimensiones de la cruz, la vertical y la horizontal. En la unidad de las dos nace y crece la solidaridad. “Si alguno dijere: Amo a Dios, pero aborrece a su hermano, miente. Pues el que no ama a su hermano a quien ve, no es posible que ame a Dios a quien no ve. Y nosotros tenemos de El este precepto: que quien ama a Dios, ame también a su hermano.” (I Jn 4, 20- 21)

Pero por encima de todo esto, vestíos de la caridad, que es vínculo de perfección. (Col 4, 14) Porque toda la ley se resume en este solo precepto: Amaras a tu prójimo como a ti mismo. (Gal 5, 14). Ante todo, tened los unos para los otros «ferviente caridad», porque la caridad cubre la muchedumbre de los pecados. (I Pe 4, 8) Ahora permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y la caridad: pero de las tres, la caridad es la más excelente de todas. (I Cor 13, 13).

 El amor al prójimo. Un precepto nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; como yo os he amado, así también amaos mutuamente. En esto conocerán todos que sois mis discípulos: Si tenéis caridad unos para con otros. (Jn 13, 34-35)

Amaras a tu prójimo como a ti mismo. (Mc 12, 31) Amar al prójimo como a sí mismo, es mucho mejor que todos los holocaustos y sacrificios. (Mc 12, 33)

Nadie tiene amor mayor que este de dar uno la vida por sus amigos. (Jn 15, 13) No estéis en deuda con nadie, a no ser en el amaros unos a otros, porque quien ama al prójimo ha cumplido la ley, pues el amor es la plenitud de la ley. (Rom 13, 8-10)

Características de la caridad. La caridad es paciente, es benigna; no es envidiosa, no es jactanciosa, no se hincha; no es descortés, no es interesada, no se irrita, no piensa mal, no se alegra de la injusticia, se complace de la verdad; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera. (I Cor 13, 4) Dios ama al que da con alegría. (2 Cor 9, 7)

La caridad no se practica solo con el dinero. Podéis visitar a un enfermo, hacerle un rato de compañía, prestarle algún servicio, arreglarle la cama, prepararle los remedios, consolarle en sus penas, leerle algún libro piadoso (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la limosna).

La caridad no se demuestra solamente con la limosna, sino sobre todo con el hecho de comunicar a los demás las enseñanzas divinas y prodigarles cuidados corporales (SAN MÁXIMO, Sobre la caridad, centuria 1, 1). Dar la Palabra de Dios para ayudar a conocerlo, amarlo y servirlo. La solidaridad cimentada en la caridad está al servicio del Reino de Dios.

"Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene; en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. (1 Jn 4, 7- 10) Jesús por amor se hizo solidario con todos los pecadores, abrazó su cruz por amor y dio su vida por todos.

La caridad es el fundamento de todas las virtudes, incluyendo la solidaridad. Sin la caridad no hay responsabilidad, no hay libertad, no hay justicia y no hay solidaridad, tampoco existen las demás virtudes, como la humildad o la castidad. Todas son, sin la caridad como velas apagadas, pueden ser sólo protagonismo que engendra partidismos y violencia. La verdadera caridad la que contiene la vida de Dios reconoce al otro como persona valiosa, importante y digna, sin importarle su color, sexo, raza o religión, todos somos iguales en dignidad. Por eso la caridad nos pone en camino para amar aún a los enemigos (cf Lc 6, 27) y siempre busca el bien para todos (Rm 12, 21) Cristo al amarnos hasta el extremo (Jn 13, 1) se hizo solidario con todos, se ofreció por todos y murió por todos. Se hizo uno con todos los pecadores, para que nosotros miremos a Cristo en el rostro de los pobres, de los enfermos o de los ricos.

Lo primero es dejarse amar por Dios, para luego amar a los demás, a todos. Aún a los enemigos, especialmente amar al otro en cualquier situación de desgracia y amarnos recíprocamente, como el Señor nos lo mandó. La fuerza de la caridad está en la Unidad, amar y servir con otros, para hacer un compromiso cristiano. El compromiso está compuesto por tres palabras de raíz latina: Cum- pro- missio, que se traducen como “enviados con otros a favor de otros.” Para ayudarles hacer más personas y mejores personas.

 

Mi Gracia te basta, mi amor es todo lo que necesitas (2 Cor 12,)

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