4, ¿QUIÉN NOS SEPARARÁ DEL AMOR DE DIOS

 

4.           ¿Quién nos separará del amor de Dios?

 

 

Objetivo: Mostrar la más alegre de todas las noticias, manifestada en Cristo Jesús, nacido para nuestra salvación, para que los hombres creyendo en Él, tengan vida eterna, y puedan conocer el amor sin límites manifestado en Dios encarnado.

 

1.  Elegidos por amor.

 

Dios los ama y los ha llamado a ser de Jesucristo y a formar parte de su pueblo Santo. (Rom. 1, 7) La noticia más alegre que un ser humano puede escuchar y que puede llenar su vida de esperanza, es saber que  Dios le ama. Dios me ama a mí así como soy. Por amor me pensó y eligió desde antes de la creación del mundo. Por amor me llamó a la existencia y me formó en el vientre de mi madre. No soy fruto del azar ni del destino, sino  una manifestación del amor de Dios.

 

Dios nos ha manifestado su amor al llamarnos a la existencia, al regenerarnos en Cristo nuestro Salvador y al promovernos para que seamos miembro vivos de su familia, de su pueblo. Nos manifiesta su amor haciéndonos hijos amados suyos. La Encarnación nos habla del amor de Dios por todos los hombres: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único” (Jn 3, 16). Aceptar esta hermosa verdad es medicina para sanarse cualquier tipo de neurosis, de lástimas de sí mismo, de complejos de culpa, de la vergüenza y del complejo de inferioridad.

 

2.  Dios quiere que nos amemos.

 

“El amor de Dios ha sido derramado  en nuestros corazones con el Espíritu Santo que Dios nos ha dado”. (Rom. 5,5) Dios no solo nos ama, sino que además nos da su amor, y de esta manera se nos da Él mismo, porque Dios es amor, nos dice san Juan (1 de Jn 4, 8). Al derramar su amor en nuestros corazones nos está haciendo partícipes de su naturaleza divina (2 de Pe 1, 4). Esta es la máxima expresión de amor, y debe ser también la causa y la fuente de nuestras alegrías. San Pablo lo entendió muy bien cuando en medio de sus muchas debilidades escuchó la voz de Dios que le dijo: “Mi Gracia te basta, mi Amor es todo lo que necesitas” (2 de Cor 12, 9ss). Cristiano es aquel hombre  que es portador del amor de Dios, que lleva a Dios en sus entrañas y lo comparte con los demás. Lo manifiesta con sus palabras, acciones, con su vida, sencillamente ama.

 

3.  ¿Quién me separará del amor de Cristo?

 

“Estoy convencido que nada podrá separarnos del amor de Dios” (Rom 8, 37). Nadie puede creer que la vida cristiana esté libre de problemas, crisis, luchas o peligros. Pero también todo aquel que es testigo del amor de Dios, sabe y puede decir con Pablo: ¿Quién me separará del amor de Cristo?, Nada ni nadie podrá hacer que Dios deje de amarme o se arrepienta de querer salvarme. Porque me ama, me corrige; porque me ama, no me deja caer en pecado. Después de haber experimentado mis debilidades y darme cuenta que soy un pecador, me he dado cuenta que el amor de Dios es más grande que todos mis pecados, que su misericordia es eterna, que Él siempre está dispuesto a perdonarme y me invita a que también yo ame con el mismo amor con el que Él me ama. “Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor”. (Rom 8, 39) La prueba de que Dios nos ama es que siendo nosotros pecadores, Cristo murió por nosotros (Rm 5,6): “Me amó y se entregó a la muerte por mí” (Gál 2, 20) “Nos amó y se  entregó a la muerte por nosotros” (Ef. 5, 1) Ya el profeta Isaías nos había asegurado la verdad del Amor de Dios: “Aunque las montañas cambien de lugar y los cerros se vengan abajo, mi amor por ti no cambiará, ni se vendrá abajo mi alianza de paz, lo dice el Señor que se compadece de ti”. (Is. 54, 10)

 

4.  Dios nos ama con amor de madre.

 

“Pero, ¿acaso una madre olvida o deja de amar a su propio hijo? Pues aunque ella lo olvide, yo no te olvidaré. Yo te llevo grabada en mis manos, siempre tengo presente tus murallas” (Is 49, 15). Que nadie piense o sienta que ha sido abandonado por Dios porque su Palabra nos conforta cuando dice a los abatidos: Nadie te ama como yo, nos dice un canto. Es Dios el que te habla. Ni todo el amor de todos los esposos, de todos los padres, de todos los novios, de todos los amigos, puede compararse con el amor que Dios tiene por todos y cada uno de nosotros. Su corazón es como un mar inmenso de amor, donde Él quiere que nosotros nademos y nos sumerjamos en su bondad, en su ternura, en su perdón.

 

El Profeta de la Misericordia en el Antiguo Testamento nos descubre el corazón de amor de Dios que ama a su pueblo a pesar de la rebeldía: “Cuando Israel era niño, yo lo amaba; a él que era mi hijo, lo llamé de Egipto…A Efraín yo lo enseñé a caminar. Con lazos de ternura, con cuerdas de amor, los atraje hacía mí; los acerqué a mis mejillas como si fueran niños de pecho, me incliné a ellos para darles de comer, pero ellos no quisieron volverse a mí” (Os. 11, 1-5). Dios nos ama con amor de la madre que a pesar de la rebeldía de su niño lo acoge, lo disculpa y le da la oportunidad de iniciar una nueva relación de vida.

 

Isaías, profeta aristócrata del Templo en Jerusalén nos habla del amor y de la predilección de Israel: Pero ahora Israel, pueblo de Jacob, el Señor que te creó te dice: “No temas que yo te he libertado; yo te llamé por tu nombre, tú eres mío; si tienes que pasar por el agua yo estaré contigo, sí tienes que cruzar no te ahogarás; si tienes que pasar por el fuego, no te quemarás, las llamas no arderán en tí…Porque te aprecio,(eres precioso a mis ojos)  eres de gran valor  y yo te amo”. (cfr Is. 43, 1-5)

 

También Jeremías nos habla del amor sin límites del Señor para los hombres: “Con amor eterno te he amado y tengo reservada gracia para ti” (Jer. 31, 3). Lo que cambia es lo temporal, lo que no es firme y seguro. Pero no pasa eso con el amor de Dios que es incondicional. Los amores humanos siempre son condicionados y por lo tanto son cambiables. Eterno significa que no cambia, es siempre el mismo, está siempre disponible para acoger, perdonar, servir, amar. Algo más, Dios, para querernos,  no se fija en aspectos, sino en la totalidad de la personas…nos ama como somos, y eso debe llenarnos.

 

Jesús en la oración sacerdotal nos revela la más hermosa de las noticias que podamos recibir: Qué el Padre, nos ama, pero nos ama con el mismo amor con el que ama a su único Hijo: “Que ellos sepan que los amas como me amas a mí” (Jn 17, 23). El Padre ama a su Hijo y se complace en Él. Pero también a nosotros nos ama con un amor eterno y eternamente nos dice: “Tu eres mi hijo y Yo te amo”. Estas palabras las podemos escuchar en lo más profundo e íntimo de nuestro corazón. Es Dios quien las pronuncia para cada uno de los seres humanos, manifestaciones de su amor a quienes ha llamado a la existencia y ha elegido para que estén en su presencia santos e inmaculados en el amor (Ef 1, 4).

 

5.  Dios nos ama con amor de promoción.

 

“Miren como nos ama Dios que podemos llamarnos sus hijos y en verdad lo somos” (1 de Jn 3,1). ¿Cómo nos ama Dios? Nos ama con un amor de promoción, y nos promueve. De pecadores, esclavos y adversarios nos hace sus hijos muy queridos. San Juan en la primera de sus cartas nos dice: “Y si somos hijos somos también herederos de la herencia de Dios, con Cristo, (Rom 8, 17) nuestro hermano mayor que “ha dado su vida por nosotros” (1 de Jn 4, 9) y nos ha compartido su Espíritu que clama en nosotros “Abba” (Gál 4, 6).

 

Dios nos ama con un amor de promoción quiere decir que Dios no nos quiere dejar como estamos, Él quiere que vivamos con intensidad la vida que Jesús nos trae: “Vengo para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). El Evangelio de Marcos nos descubre el corazón de Jesús: “Sintió compasión por ellos, y se puso a enseñarles muchas cosas”. ¿Qué enseñaba Jesús? Nuestro Señor enseñaba el arte de vivir en comunión; vivir en el amor de Dios, como sus hijos, como hermanos y como servidores unos de los otros. Dios quiere que seamos canales de su amor.

 

Jesús por amor busca a los pecadores hasta encontrarlos (Lc 15, 4); los invita a ir a él para liberarlos de sus cargas y compartirles su yugo de amor (Mt 11, 28); los invita a ser como él, manso y humilde de corazón (Mt 11, 29); quiere que estemos con él y compartamos su Misión. Nos da el don de su Espíritu (Jn 20, 23) Hoy podemos entender que el amor es la fuerza de Dios que actúa en el corazón del hombre para que pueda darse y entregarse en servicio a los demás, especialmente a los más débiles y necesitados. El amor se manifiesta en el servicio consiente, libre y voluntario a los demás. El amor es la luz que ilumina nuestra inteligencia y que nos capacita para que no hagamos acepción de personas.

El amor es el camino de la realización personal; es la puerta que se abre siempre hacia fuera, y es la vez, la fuerza que expande el corazón y nos libera de todas las opresiones.

 

 

María, Señora del Sagrado Corazón, ruega por nosotros.

 

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