EL PODER SANADOR DE LA FE


El Poder sanador de la fe.

Iluminación: Viendo Jesús la fe que tenían, dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados.» Estaban allí sentados algunos escribas, que pensaban para sus adentros: «¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?» Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dijo: «¿Por qué pensáis así en vuestro interior? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico ‘Tus pecados te son perdonados’ o decirle ‘Levántate, toma tu camilla y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice al paralítico—:‘A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.’»  Se levantó y, tomando la camilla, salió al instante a la vista de todos, de modo que quedaron asombrados y alababan a Dios diciendo: «Jamás vimos cosa parecida.” (Mc 2, 5- 11)

Introducción: “Hijo, si enfermas, no te desanimes; ruega al Señor, que él te curará. Aparta tus faltas, corrige tus acciones, y purifica tu corazón de todo pecado. Ofrece incienso, un memorial de flor de harina y ofrendas generosas según tus medios. Luego recurre al médico, pues el Señor también lo ha creado; que no se aparte de tu lado, pues lo necesitas;” (Eclo 38, 9- 12) La fe tiene un itinerario para arrancarle a Dios un favor, un milagro, una sanación. El texto del Eclesiástico nos presenta cuatro pasos que no podemos invertirlos. Dios es amor y es misericordioso, es un Padre que a todos escucha y tiene un proyecto de vida para todos y para cada uno de los seres humanos; se trata de un Plan de Vida y de Salvación (cf Ef 1, 8) Un Proyecto de Vida que se ha manifestado en Cristo Jesús, nuestra vida y nuestra salvación.

V     Lo primero es hacer oración. Hijo, si enfermas, no te desanimes; ruega al Señor, que él te curará. Buscar el rostro de Dios e invocar su Nombre. Sólo a él. No busques a otros: ni a brujos, ni adivinos ni agoreros: “Cuando hayas entrado en la tierra que Yahvé tu Dios te va a dar, no aprenderás a cometer abominaciones como las de esas naciones. No ha de haber en medio de ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, que practique la adivinación, la astrología, la hechicería o la magia, ningún encantador, ni quien consulte espectros o adivinos, ni evocador de muertos”. (Dt 18, 9- 11) Invoca a tu Dios, es un Padre que te ama y te escucha. Si lo buscas de corazón te responderá (cf Jer 29, 13) Podemos orar sin miedo, con confianza filial al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

V  Lo segundo busca el perdón purificador. Aparta tus faltas, corrige tus acciones, y purifica tu corazón de todo pecado. Dios es misericordioso y perdona todo pecado que se reconoce y se confiesa en su Presencia: “Piedad de mí, oh Dios, por tu bondad, por tu inmensa ternura borra mi delito,  lávame a fondo de mi culpa, purifícame de mi pecado. Pues yo reconozco mi delito, mi pecado está siempre ante mí;  contra ti, contra ti solo pequé, lo malo a tus ojos cometí” (Slm 51, 3- 5). Un corazón contrito tú no lo rechazas… (v 19) Recordemos que el pecado nos hace esclavos del mal, enemigos de Dios y nos paga con la muerte (Rm 6, 20- 23) “Confieso ante Dios y a ante ustedes que soy pecado… me arrepiento… perdóname Señor y dame tu paz.

V     En tercer lugar ser generosos. Ofrece incienso, un memorial de flor de harina y ofrendas generosas según tus medios. Dios no es comerciante y no hace sus favores o milagros a cambio de cosas, no es un fayuquero. Es rico en amor y en misericordia. Jesucristo siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (2 Cor 8,9) Su salvación es un don gratuito para todos los que crean (cf Flp 2, 6-11) Pero nos invita a ser generosos, compasivos y misericordiosos para compartir con los demás los dones recibidos (cf 1 Cor 4, 7) ¿Qué podemos compartir con Dios, con la Iglesia y con los pobres? San Pablo nos invita ofrecer nuestra propia vida (cf Rm 12, 1) Podemos ofrecer algo para el “culto divino” o algo para ayudar a la Iglesia. De manera especial, podemos amar, servir y ayudar a  los pobres, algo que es muy grato y agradable a Dios (cf Mt 25, 31- 40)

V     En cuarto lugar visitar al médico. Luego recurre al médico, pues el Señor también lo ha creado; que no se aparte de tu lado, pues lo necesitas; no es ni lo primero ni lo segundo ni lo tercero, es el cuarto lugar, no invirtamos el orden. Pero tampoco rechacemos al médico ni las medicinas, podría ser una fe inmadura de nuestra parte. Escuchemos la Biblia decirnos: “Honra al médico por los servicios que presta, que también a él lo creó el Señor. Del Altísimo viene la curación, del rey se reciben las dádivas. La ciencia del médico le hace caminar con la cabeza alta, y es admirado por los poderosos. El Señor ha creado medicinas en la tierra, y el hombre prudente no las desprecia.” (Eclo 38, 1- 4)


Hablemos de la sanación interior.

Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid al señor con alegría; venid ante su presencia con regocijo” (Salmo 100) Las palabras de la Biblia nos enseñan que la Alabanza llena de gozo es algo parecido a una fiesta y no a un funeral.

Cuando hablamos de la Alabanza como Fuente Viva de Sanación, nos pide para ser fieles, unirnos a la Verdad; decir que no se alaba a Dios para ver sus maravillas, ni siquiera para sanarse, sino, que lo alabamos por lo que Dios es, de la misma manera que decimos que no ayunamos y que no oramos para tener poder y hacer milagros o expulsar demonios. No leemos la Biblia para saber muchas cosas o tener mucha sabiduría. Sabemos que es cierto: orar y ayunar nos dejan poder de Dios; es cierto, que leer la Biblia nos hace sabios e inteligentes, pero, sería egoísmo de nuestra parte hacer dar culto a Dios  pensando solo en nuestro bienestar; sino que lo hacemos para estar con el Señor, para estar en su presencia: santos e inmaculados en el amor (cfr Ef 1. 4). La oración de alabanza, debería ser lo más natural en los cristianos por que el Señor a quien amamos está con nosotros.

Busca primero el reino de Dios.

De la manera que muchísimos hombres y mujeres se casan para ser felices; trabajan para tener mucho dinero y ser felices; viajan, se pasean, toman, cometen adulterios, etc. Todo lo hacen para sentirse bien y ser felices; pasa el tiempo y entre más tienen más quieren; entre más le echen al costal, mas es la carga que llevan. Experimentan el cansancio, la rutina y se dan cuenta que no son felices. La felicidad no se busca, quien la busque está condenado a vivir sin encontrarla. El cristiano sabe y cree en las Promesas de la Biblia: “Busca primero el Reino de Dios y lo demás te vendrá por añadidura”. (Mt 6,33) La felicidad, el bienestar y la sanación son la añadidura, la consecuencia de haber caminado en la presencia del Señor. El solo recordar a Jesús y el pensar en sus palabras es motivo de regocijo que nos mueve a la alabanza, a dar gracias; el recordar la obra liberadora que está realizando en nuestra vida, nos debe mover  a la alabanza.

¿Qué hacer para que el Poder de Dios sane las heridas de la vida?

Mi respuesta para Ustedes es el buscar un ENCUENTRO PERSONAL CON CRISTO. Quien no viva de encuentros con el Señor, se convierte en un pequeño monstruo, en un ser desfigurado,  como Zaqueo (Lc 19), como el endemoniado de Geraza (Mc 5, 1ss), quienes se gastaban la vida haciéndose daño a sí mismos y haciendo daño a otros. Nadie da lo que no tiene, cuando el corazón se encuentra enfermo, del interior solo brota enfermedad y muerte. El Encuentro con Cristo será siempre, liberador y gozoso, es decir; Cristo, al quitarme mis cargas y poner su paz en mi corazón, lo convierte en fuente de agua viva que brota para la eternidad (cf Jn 7, 37-38). Es imposible entrar en oración, alabanza y adoración, sin tener un encuentro personal con Dios. La alabanza, es fuente de sanación cuando brota de un corazón reconciliado, limpio, puro y justificado (cf 1 Tim 1, 5).

El Encuentro con Cristo deja en nosotros una nueva identidad, la de hijos de Dios, y además, deja en nosotros la semilla de la Alabanza; el poder de Dios, para que podamos comenzar una nueva historia de salvación, historia conducida por El Señor. El Encuentro está entre la misericordia y la bondad de Dios y entre la miseria del hombre enfermo por el pecado (cf Lc 15, 11ss). Por parte del hombre, todo lo que exige, es el dejarse encontrar por Jesús, Buen Pastor (cf Lc 15, 4), que encuentra a la samaritana (cf Jn 4, 7). “Si conocieras el don de Dios y supieras quien es el que te pide, tu le pedirías a Él. Y El te daría “Agua viva” (Jn. 4, 10).

Sanación de la mente.

De la manera de pensar depende nuestra armonía interior; depende nuestra paz y por ende nuestra felicidad. ¿Cómo es nuestra manera de pensar acerca de Dios, de nosotros mismos, de los demás y de la vida misma? La manera de pensar, puede ser una fuente de enfermedad. El pensar de Dios como un ser lejano; como un Dios castigador, que castiga  a los malos y premia a los buenos. El pensar de nosotros de manera negativa, pesimista o derrotista: El pensar que los demás son nuestros enemigos, que no nos quieren o que hablan mal de nosotros; el pensar que valemos por lo que tenemos o ganamos; por los trapos que nos ponemos o por las cosas que tenemos; es fuente de enfermedad.

Nuestra enfermedad mental es la incredulidad San Pablo nos habla de los “incrédulos a quienes el dios de este mundo les ha embotado la mente  para impedir que vean brillar la gloria del Evangelio”. (cf 2 Cor. 4,4).  Espíritu incrédulo es aquel que se encierra en sí mismo creyendo que todo lo sabe y que todo lo puede.

Dios quiere sanarnos de la idolatría, que consiste, en tomar a la criatura como creador, en lugar de Dios. (Romanos 1, 18). “Aprisionan la verdad en la injusticia, porque habiendo conocido a Dios no le glorificaron como a Dios ni le dieron las gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció. El espíritu de idolatría es necedad; es autosuficiencia; es vanidad; es vacío. Una verdadera enfermedad. El idolatra lleva en su corazón la marca de la imperfección. Ha puesto a las personas, las cosas o las ideologías como centro de su vida en lugar de Cristo. Ha invertido los valores.

Sanación de la superstición.

La fuerza de estas enfermedades es la mentira. La superstición es fuente de enfermedades neuróticas y hasta esquizofrénicas. Consiste en el recurrir a los magos y brujos, al ocultismo o al espiritismo para buscar la sanación. Otros buscan el mal para los demás. El Profeta Isaías nos sobre avisa: “El Señor rechazó a su pueblo porque está lleno de adivinos y magos”.(Is. 2, 6)Muchísimos son los católicos que dejan la Iglesia para ir a buscar la salud o la solución a sus problemas con los agentes de Satanás. El uso de fetiches para buscar protección contra las fuerzas sobre naturales nos hace personas supersticiosas. (Dt 18, 9ss)

Sanación del corazón.

Hablar del corazón es hacer referencia a nuestros afectos, a nuestra voluntad y a nuestra capacidad de amar. ¿Cuáles son las enfermedades del corazón? Podemos mencionar al odio, miedos, la envidia, la avaricia, la ira y los complejos de culpa e inferioridad. Podemos añadir:

La abulia. Que significa ausencia de voluntad y todo lo que de ahí se deriva: cansancio, pereza, el aburrimiento, angustia, apatía, encontrar todo demasiado pesado y demasiado difícil. Todo esto lleva a la pérdida del sentido de la vida. Esta enfermedad está encontrando candidatos en adolescentes, jóvenes y hasta en hombres que no tienen deseos de Dios o de los valores morales.

El Machismo. Otra enfermedad del corazón es el deseo de poder y de conquista. Esta enfermedad está hoy día muy enraizada en nuestra cultura mexicana. Voluntad tiránica que produce mucho daño en las familias con el nombre de machismo. Esta enfermedad se da de manera especial en los hombres, en las mujeres se llama esclavitud, para muchos es la pasividad femenina. Mujeres incapaces de ser felices, que después de una breve aurora de juventud, al casarse se hacen esclavas de sus maridos y de sus hijos. Sólo cuando Cristo viene a sus vidas, encuentran la verdadera libertad que capacita para el amor. “Para ser libres nos liberó Cristo” (Gál 5, 1).

Muchos de nosotros lectores asiduos de la Biblia receptores de los Sacramentos, nos gloriamos de ser cristianos y no nos damos cuenta que nuestros criterios son paganos o mundanos y por lo mismo no manifestamos regocijo en nuestras oraciones, en nuestros cantos y en nuestras alabanzas. Hay enfermedades del corazón que impiden que hombres y mujeres se realicen en forma plena, que impiden que el Reino de Dios crezca en nosotros o que nos impiden vivir sencillamente una vida normal. Estas enfermedades son: el miedo, el odio, complejo de culpa y complejo de inferioridad. Podemos hablar de cuatro enfermedades:

El miedo, la inseguridad, los celos, llevan al hombre a encerrarse en sí mismo y lo convierten en un ser agresivo; miedo al papá, miedo al abuelo, al tío, al gobierno, al que dirán, a enfrentarse a la separación familiar, miedo a la pobreza, miedo a quedarse sólo sin el amor de  los demás.

El odio mamado en casa; sentirse despreciado, rechazado, abandonado por los demás, el odio es ausencia de amor, de acogida y de apertura es fuente de maltrato, de guerras y conflictos. Nace desde las comparaciones entre hermanos, en las preferencias de alguno sobre los demás y de las acusaciones pasivas que lanzan en la cara a los niños: si tu no hubieras nacido yo hubiera estudiado, tendría un mejor trabajo, etc.

El sentido de culpa. La culpa es fuente de comportamientos neuróticos llenos de angustia y de muerte. Nace de los señalamientos o acusaciones recibidas. De acciones no superadas, como el aborto, accidentes, fracasos sentimentales o económicos. Por causar sufrimiento o destruir la familia.

El complejo de inferioridad. Sentirse menos que los demás, ya sea en economía, belleza física, en conocimientos, en cultura, en relaciones sociales, por el estatus social. Nace también de las comparaciones desde pequeños nos van etiquetando como los menos inteligentes, los más feos, los menos importantes.

El camino de  la humanización para encontrar la salud integral.

Qué importante es humanizar la familia, fomentando el diálogo y los valores humanos practicando la dinámica del amor, por menos con estos cinco principios: El reconocimiento personal, la aceptación mutua, el respeto incondicional, el perdón mutuo y el dialogo interpersonal, el cual implica conocer y practicar las “lenguas del amor” que son las palabras que confirman, el tiempo de calidad, los detalles, los servicios y el toque físico, especialmente en la familia, como de la “Civilización del Amor” cimentado en la Verdad, la Justicia, la Responsabilidad y la Libertad que nos llevan a la Solidaridad que se manifiesta en el Servicio, en la Donación y en la Entrega para ser, un “un don de Dios, un ser para los demás”.

Jesús resucitado es el “ser viviente y vivificador” que viene a los enfermos y les dice: Vengo para que tengan vida y en abundancia (Jn 10, 10). Él nos da lo que Él tiene para que seamos como Él. Un servidor para sus hermanos. La salud que Cristo realiza en los enfermos es para servir, como lo hizo en la suegra de Pedro (cf Mc 1, 30), el ciego Bartimeo, convertido en discípulo de Jesús (cf Lc 18, 35), el endemoniado de Geraza (cf Mc 5, 1-20), el leproso (Mc 1, 40), la mujer samaritana (Jn 4, 7ss), la hemorroisa (cf Mc 5, 25), el mismo Zaqueo (Lc 19, 1- 11).

Vivir de encuentros con Jesús, el Señor.

Los lugares de encuentro con Jesús los podemos encontrar en la Sagrada Escritura. Para vivir de encuentros es importante saber que Él también nos busca hasta encontrarnos. Se hace el encontradizo para experimentar nuestro deseo de conocerlo, amarlo y servirlo. Le gusta experimentar nuestras debilidades y cargar con nuestras miserias (cf Lc 15, 4-6). Los lugares de encuentro como medios de sanación interior son:

La Palabra de vida. Palabra sanadora, liberadora, reconciliadora que nos conduce  a la salvación por la fe en Cristo Jesús. (Mc 1, 40; Jn 8, 31- 32; 1 Cor 5, 17-18; 2 Tim 3, 14-16). Palabra que se escucha se medita y se pone en práctica  para que se haga vida en nosotros.
La Oración íntima, cálida y extensa: «Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, bien plantados, para que los vea la gente. Os aseguro que con eso ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. (Mt 6, 5- 6) La oración modelo que Jesús dejó a los suyos es la oración dominical: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre, venga tu reino y hágase tu voluntad…”
La oración de alabanza es el arma poderosa para vencer y echar fuera le irreligiosidad, la impiedad y la idolatría. Alabanza que conversión, testimonio y contemplar las maravillas de dios en nuestra vida y en la vida de los demás.
La Liturgia de la Iglesia. Los Sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Confesión, dos grandes medios de sanación: “Mi paz les dejo”, “Reciban el Espíritu Santo” “Para que perdonen los pecados” (cf Jn 20, 19-20)
Las Obras de Caridad. Obras de Misericordia, amar a los pobres, compartir con ellos el pan, la casa y el tiempo (Mt 25, 31- 40).
La pequeña Comunidad: “Donde dos o tres se reúnen en mi Nombre, yo estoy en medio de ustedes” (Mt 18, 20). Sin comunidad el hombre se queda solo y solitario. Sin quien compartir, ni crece ni madura.

Busquemos al Señor con un corazón sincero y Él se dejará encontrar por nosotros. (Jer 29, 13)




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