He venido a arrojar un fuego sobre
la tierra y cuánto desearía que ya estuviera
Iluminación: «He venido a arrojar
un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! 50. Con
un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se
cumpla! 51. «¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo
aseguro, sino división. 52. Porque desde ahora habrá cinco en una casa y
estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; 53. estarán
divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la
hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la
suegra.» (Lc 12, 49- 53)
Hay un deseo en el corazón de Dios
que ni los pecados de todos los hombres han podido apagarlo. Es un deseo
eterno, el “deseo de dar a los hombres,
Espíritu Santo” Para de ese modo habitar entre ellos, caminar con ellos y hacerlos
partícipes de lo Él es y de lo que Él tiene. ¿Qué hace Dios para realizar en la
historia su deseo? Dios, en su eternidad hace un “Proyecto, un Plan de Vida.”
Un Plan de Vida que san Pablo lo incluye en cuatro Bendiciones: Le elección, la
filiación, la redención y la santificación para hacer de los hombres una “Alabanza
de su Gloria”(Ef 1, 3- 13) Proyecto de
vida y salvación que Dios empieza en la Creación. Después hace Alianza con un
pueblo que libera de la esclavitud para que sea luz de las naciones. El pueblo
falla y Dios promete hacer una Nueva Alianza. Al llegar la plenitud de los
tiempos Dios envió a su Hijo nacido de mujer, para sacar a su pueblo del pozo
de la muerte (Ez 37, 12s) y darle Espíritu Santo (Gál 4, 4- 6). El evangelio de
Juan lo dice: “Tanto amó Dios al mundo que le envió a su propio Hijo para que
todo el que crea en él, tenga vida eterna.
La Encarnación es la obra
perfectísima que el Espíritu Santo realizo en las entrañas de María, para que
su hijo, verdadero Dios y verdadero hombre, bautizara con Espíritu Santo y
fuego, tal como lo hizo con Juan Bautista y con su Madre Isabel (Lc 1, 41;Lc 3,
16) El sentido del milagro de las Bodas de Caná, es para enseñarnos que la religión
judía, de la Ley, había sido incapaz de dar el “Vino nuevo” Será Cristo, muerto,
resucitado y glorificado quien dará el Espíritu Santo. Es Jesús, quien viene
encender el “Fuego de Dios” en el corazón del que crea y se bautice. (Mc 16,
15) Tal como lo dice san Lucas: “He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y
¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!” Se trata del fuego de Dios, el
fuego del amor y de la evangelización. Fuego que quema, quema y quema, pero no
destruye, purifica y hace las cosas nuevas (2 Cor 5, 17; Apoc 21,5) Jesús viene como fuego y como luz (Jn
8, 12) Viene a iluminar las tinieblas que hay en el corazón de los hombres (Ef
5, 7) para que con su Luz reconozcan su pecado (Jn 16, 8) para que libre y
conscientemente huyan de la corrupción del pecado y puedan participar de la
Naturaleza divina (2 Pe 1, 4) “Huyan de las pasiones de la juventud y buscan la
fe, la esperanza, la caridad y la rectitud de vida” (2 Tim 2, 22; 1 Ts 1, 3) En
el fuego de Dios encendido en nuestros corazón podemos quemar toda la basura,
toda impureza y toda maldad que divide y aparta del bien y de Dios.
A la luz de lo anterior, podremos
entender las palabras de Jesús: “¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la
tierra? No, os lo aseguro, sino división.” La división es entre los que creen y
los que no creen. Entre los que tienen el Espíritu Santo y los que tienen el
espíritu del Mundo. Entre los que viven según el Espíritu y los que viven según
la “carne” “Entre los que tienen fe y los que no la tienen, unos son
justificados y otros no agradan a Dios con sus obras, creándose entonces una
división (Gál 5, 16.21-22; Rm 8, 6-9) La primera división es en el interior de
hombre: el pecado divide e inicia la lucha entre el bien y el mal; entre el ego
y el amor, entre el hombre viejo y el hombre nuevo. Cristo nos dejó una palabra
lapidaria a los creyentes que mezclan la luz con la tinieblas: “El que no junta
desparrama” (Mt 12, 30) San Pablo nos advierte que mezcla entre el pecado y la
gracia, entre la luz y las tinieblas entre Cristo y el diablo, entre el templo
de Dios y los ídolos (2 Cor 6, 14- 16) Por eso exhorta a separase del mal: “Huyan
del adulterio” (1 Cor 3, 18) Toda mezcla resulta en tibieza y nos dice el
apocalipsis de san Juan: “A los tibios los vomitaré de mi boca” (Apoc 3, 15s)
Es el hombre que haciendo el mal y permaneciendo en él, “El salario del pecado
es la muerte, en cambio Dios nos da la vida en Cristo Jesús” (Rm 6, 23) “todos
han pecado y están privados de la gloria de Dios (Rm 3, 23) Para el que crea,
hay una esperanza, una Buena Nueva: la justicia de Dios se ha manifestado en
Cristo, muriendo por nuestros pecados y ha resucitando para que recibiéramos el
Espíritu Santo (cf Rm 4, 25; 5, 5- 6)
Cristo es nuestra Paz, Salvación, Sabiduría
y nuestra Redención (cf 1 Cor 1, 30)
Jesús con su pasión, muerte y resurrección ha reconciliado a judíos y gentiles entre ellos y con Dios.
Ha unido lo que estaba separado. Ahora dos enemigos pueden ser hijos de Dios y
hermanos entre ellos. San Pablo con la fuerza del Espíritu grita: “Reconciliaos”
(2 Cor 5, 18) Reconciliarse significa volver a ser hijos de Dios; volver a ser
hermanos; esposos, padres, hijos, amigos. Esto es posible en virtud de la
sangre de Cristo y con la ayuda del Espíritu Santo (Ef 1, 7- 8) San Mateo en el
sermón de las Bienaventuranzas nos dice: “Dichosos los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5, 9) Los que generan guerras,
guerrillas, divorcios, rompen familias, manipulan para dividir, amenazan y
meten miedo, no son conducidos por el Espíritu Santo, sino por el espíritu del
mundo que con sus palabras y acciones, confunden, amenazan, aplastan, dividen y
matan.
El Espíritu Santo es Unidad,
Libertad, Amistad, Santidad, Verdad, Justicia… Él hace lo que es: une, libera,
reconcilia, santifica, guía en la verdad y nos hace justos para que vivamos en
Comunión, en Reciprocidad, Construyendo con su ayuda la “Civilización del Amor”
y ser protagonistas de nuestra propia historia, caminando con otros y
compartiendo con ellos “Nuestro Patrimonio Común” como seres “Responsables,
Solidarios y Serviciales,” al estilo del Señor Jesús, nuestro Salvador, Maestro
y Señor. Él es el Autor y Consumador de nuestra fe (Heb 12, 2) y nos invita a
vivir como Él vivió y al mismo tiempo hacer sus mismas obras:
27. «Pero yo os digo a los que me
escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, 28. bendecid
a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. 29. Al que te hiera
en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le
niegues la túnica. 30. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo,
no se lo reclames. 31. Y lo que queráis que os hagan los hombres,
hacédselo vosotros igualmente. 32. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito
tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. 33. Si hacéis
bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los
pecadores hacen otro tanto! 34. Si prestáis a aquellos de quienes esperáis
recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para
recibir lo correspondiente. 35. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced
el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande,
y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los
perversos. 36. «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo.
¿Qué hacer frente a la dictadura del Mal? Con la
Gracia de Dios y nuestros esfuerzos: en pie de guerra (Ef 5, 14) Fortaleceos
para la lucha (Ef 6 10) Revestíos con la armadura de Dios y revestíos de Jesucristo
(Rm 13, 13-14) Con las armas de Luz: la fe, la esperanza, la caridad (1 Ts 1, 3;
5, 8) La humildad, la mansedumbre, la misericordia, el perdón (Col 3, 12) La
justicia y la santidad (Ef 4, 23) La prudencia, la justicia, la fortaleza, la
templanza, la tenacidad, la piedad, el amor fraterno y la caridad (2 Pe 1,5ss)
Según el proyecto de Dios, manifestado en el primer libro de la Biblia. Nos
presenta tres lecciones para la vida: la Iluminación, la separación y la
ornamentación (Gn 1, 27) Sin la Verdad el corazón del hombre está sin Luz y sin
Dios. La separación hace referencia a “romper con el pecado” (1 Jn 1, 8) y la
ornamentación a cultivar las virtudes de Cristo y guardar sus mandamientos ( Jn
14, 21.23; 1 Jn 2, 3) La ornamentación son los dones del Espíritu Santo, (Gál
5, 22) y los frutos del Reino de Dios: Compartir el pan, la palabra, la casa,
el tiempo y el camino. (Mt 25, 31- 46) Lejos de todo protagonismo, siguiendo el
modelo de Jesús, dejemos que Él nos lave los pies, para que después nosotros
nos lavemos los pies unos a los otros (Jn 13, 13s) y vivamos el mandamiento del
Amor recíproco (Jn 13, 34) Con humildad y mansedumbre (Mt 11, 29)
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