6.- Llamados a
ser hombres y mujeres comprometidos
con la Obra
del Señor
Objetivo: Iluminar a los creyentes para
que valoren la importancia del compromiso cristiano y dediquen tiempo y
energías a buscar su lugar en el Cuerpo de Cristo para ser colaborados de
Cristo.
Del Encuentro con Jesucristo al compromiso
cristiano. “Salió de nuevo por la orilla del mar. Toda la gente acudía a
él, y él les enseñaba. Al pasar, vio a
Leví, hijo de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: «Sígueme.»
Él se levantó y le siguió. (Mc 2, 13- 14) Dios llama a los suyos para estar con
él y para enviarlos a predicar su Evangelio de amor a todos los hombres.
1.
“Cum pro missio” “Enviados con otros, en favor
de otros” Todo compromiso implica cierto grado de madurez, de
experiencia, de vida. Podemos afirmar que el compromiso cristiano hunde sus
raíces en la experiencia de encuentro con Jesús, resucitado, experiencia que se
encarna, que deja huella, y que es como el motor de la vida cristiana. Creemos
por eso que el compromiso nace de una doble certeza: La certeza de que Dios me
ama y que yo también lo amo a Él. El
término compromiso significa: “Enviados con otros, en favor de otros” Para
ayudar a otros a ser persona y más persona; para ayudar hacerse humano y
cristiano. Comprometerse para ayudar a otros a vivir con más dignidad El compromiso es con el Señor, que elige llama
y envía. Pero también con la Iglesia que busca, llama y envía en el nombre del
Señor Jesús.
“Yo estaré con ustedes hasta el fin de los siglos.” El compromiso
cristiano es fruto de una libertad afectiva que va encarnando una doble
certeza: La certeza de ser amado por Dios. Saber que mi Padre me ama, me
perdona, me salva y me ha dado el don de su Espíritu. Y la certeza de que
también yo lo amo, hago su voluntad y guardo sus Mandamientos. Cuando así es
entonces puedo tomar la firme determinación de seguir a Cristo, de servirle y
dar mi vida por Él y por los Él que ama. Ahora
me comprometo con otros y a favor de otros, y acepto todo lo que eso implica. Decimos con
el profeta Isaías: “Heme aquí, envíame a mí
Señor”. (Is 6, 9)
Las leyes del compromiso. Hablemos en clave: La clave es “Ser de
Cristo “Además, los que son de Cristo
Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias.” (Gál 5,
24)”. Todo el que es de Cristo es una nueva creación (1 Cor 5, 17) Por lo tanto
ama a Cristo y acepta el evangelio como “norma para su vida” y “vivir según el
Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. (Flp 1, 27) Esto implica tres cosas: “En
guerra santa contra mi pecado. Ejercitarse en Obediencia santa a la Palabra de
Dios. En la práctica de toda clase de obras buenas. (cf Ef 4, 13) El compromiso
evangélico ha de estar libre de egoísmos, envidias, deseos de venganzas, odios,
etc. Sin violencia y libre de toda
opresión. Cuando somos de Cristo encarnamos la disponibilidad para, en su
nombre desprendernos de personas, de cosas o de otros apegos que no nos dejan
realizar nuestras vidas a la luz del Plan de Dios. (cf Ef 1, 3- 8)
El sentido del compromiso es la pertenencia a Cristo. Es el
reconocer que soy propiedad exclusiva de Cristo, miembro de su cuerpo me hace
pensar que también soy propiedad de la Iglesia,
y por o tanto también de mi comunidad parroquial. La regla de oro de la
vida cristiana es “Ser de Cristo”. (cf Gál 5, 24) Ser su propiedad particular: es vivir para el,
que me amo y se entregó a la muerte por mí, (Gál 2, 20) es vivir en su voluntad teniendo el Evangelio como
norma de la vida, recordando siempre el evangelio de María: “hacer lo que el
nos diga, (Jn 2, 5) solamente entonces podemos decir que todo lo de Cristo es
nuestro, y nosotros somos de él. ( Para
ser libres nos liberó Cristo (Gál , 1. 13). Somos libres en la medida que nuestra
vida se fundamenta en la Verdad y en el Amor para que seamos capaces de amar
sin que nos cuesten tantos esfuerzos
La ley del compromiso es el Amor. El amar a los hermanos al estilo
de Jesús[1].
La Ley del compromiso me sumerge en la vida nueva, rompiendo siempre con
esclavitudes: saliendo del pecado y viviendo para Cristo en el Espíritu Santo.
Guardar el Mandamiento Nuevo exige estar muriendo a uno mismo y viviendo para
los demás en Cristo Jesús. El que ama a Cristo guarda sus Mandamientos y sus
palabras (cf Jn 14, 21. 23) y ama a su prójimo, de manera que ya cumple la Ley
y los profetas,
El camino del compromiso es el servicio. El estilo de vida, estilo único que implica: “Un ser para
los demás.” Un regalo para la humanidad. Esto exige, entre otras cosas: No
vivir solo para sí mismo, eso es egocentrismo, es individualismo, es inmadurez
humana. Lo que exige: “Un culto más auténtico” “Una devoción más fervorosa” “Un sacrificio más global” “Una
vinculación más estrecha” “Una vida más entregada” como lo pide el
Señor Jesús: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis
‘el Maestro’ y ‘el Señor’, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y
el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies
unos a otros. Os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis lo que acabo
de hacer con vosotros. (Jn 13, 13- 15)
La llamada a
servir. Es llamada al desprendimiento y a la madurez. Que cada cual
ponga al servicio de los demás los dones que haya recibido, como buenos
administradores de las diversas gracias de Dios (1 Pe 4, 10). Dios nos llama, y sí Dios nos llama ¿Cómo debe de ser nuestra
respuesta? Tiene que ser inmediata. Dios nos llama a ser sus colaboradores en
la reconstrucción del universo y de la Iglesia, el camino exige doblegar
nuestra voluntades, para tomarnos de la mano de Jesús y de los hombres, si nos
soltamos de la mano del hombre, nos damos cuenta que nos estamos soltando de la
mano de Jesús y no tendremos fuerzas para caminar juntos de nuevo en nuestro
recorrido hasta la presencia de Dios. El camino también implica que vayamos
desapareciendo (Jn 3, 30), vaciándonos de nosotros mimos, aprendiendo a ser
invisibles para no realizar actos religiosos con el fin que nos vea la gente,
de quedar bien, o de que nos vaya bien (Mt 6, 1ss), recordando siempre que
somos colaboradores de Cristo y que a él le estamos sirviendo (1Ccor 4, 1; 3,9)
“Que cada cual ponga al servicio de los demás los dones que haya recibido, como
buenos administradores de las diversas gracias de Dios.” (1 Pe 4, 10)
Finalidad del compromiso es “la gloria y la honra a Dios” y “el amor y
el servicio a los hombres.” “Predicar
el Evangelio no es para mí ningún motivo de vanagloria; se trata más bien de un
deber que me incumbe. ¡Ay de mí si no predico el Evangelio!” Efectivamente, a pesar de sentirme libre
respecto de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más que
pueda.” (1 Cor 9, 16. 23) El objetivo no es otro, que la construcción de la Comunidad
Cristiana. Comunidad fraterna, solidaria
y servicial, en la cual se recibe la vida trinitaria; se vive y se comparte con
los hermanos la salvación de Dios manifestada en Cristo Jesús (cf Rm 3, 21).
Este objetivo, implica una doble mirada, a Dios y a la comunidad, queremos que
el pueblo florezca. Con el impulso del Espíritu, entre otras cosas: Buscamos
fortalecer los vínculos de la comunidad, Ayudamos a recordar que nadie puede
resistir solos contra el mal, Anunciamos que ya estamos reconciliados con Dios
en la Cruz de Jesús. Abrimos campos de acción para que nadie esté inactivo.
Tratamos de alentar a tener un corazón nuevo a los que nos rodean,
El fundamento
de la comunidad cristiana. “Pues nadie puede poner otros cimientos que
los ya puestos: Jesucristo.” ( 1 Cor 3, 11) La comunidad cristiana ha de
tener como fundamento a Cristo, o no es cristiana, es decir, no es comunidad
fraterna. En esta comunidad se ha de cultivar la Civilización del Amor. La
construcción de esta Comunidad implica
cultivar, entre otras cosas: un sentido de igualdad fundamental, vivir en la
verdad, practicar la justicia y la libertad interior. Las bases de la comunidad
cristiana son cuatro: El amor, que hecha fuera el odio. La verdad que hecha
fuera la mentira. La vida que hecha fuera a la muerte. La libertad, que hecha
fuera la esclavitud.
Las bases de la Comunidad
Cristiana son los valores del Reino que el Papa Juan XX111 recomienda a la
Iglesia y a la humanidad para lograr tener unas relaciones armoniosas y
pacificas entre los hombres. Pero, que a la misma vez, responden a la acción
del Espíritu en los cristianos para que respondan a la vocación original de
configurarse con Cristo (Fil. 2, 5) y reproducir su Imagen (Rom. 6, 29). Las
bases son el fundamento del edificio espiritual, realidad que es posible con el
Poder de Dios y con nuestras decisiones personales; es un camino de conversión
que permite expulsar los demonios de nuestro interior y de nuestra Comunidad de
acuerdo a las palabras del Evangelista Lucas (cnf. Lc 16, 16).
Los frutos de
la Comunidad Cristiana. Se mantenían constantes en la enseñanza de
los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones. (cf Hech
2, 42- 47) Los frutos nacen del
Apostolado, es decir, de la Evangelización son innumerables, de acuerdo a las
necesidades de la Comunidad, sin embargo podemos resaltar algunos frutos que
resultan de las tres vertientes de la acción pastoral: Pastoral profética (cf
Mt (28, 19- 20) La Pastoral litúrgica: Celebrar la fe (cf 1 Cor 11, 25) La
Pastoral de la caridad (Jn 13, 13. 34) Una Pastoral al estilo del Buen Pastor
(Lc 15, 1ss) Lo que implica: La alegría del Anuncio (1 9, 16) Para salir fuera
a llevar la Buena Nueva. (Mc 16, 15) Para sanar de miedos, traumas, heridas de
la vida (Mt 10, 8s) Para llevar a los hombres a la reconciliación e integración
de comunidades. (Ef 4,1ss) Los frutos de la fe son los valores del Reino: El
compartir, la dignidad, la solidaridad y los servicios El fruto de la Pastoral de la Comunidad es el
hombre nuevo y las comunidades nuevas. El fruto puede ser de dos dimensiones;
en la parte espiritual y en la parte material.
En la parte espiritual tenemos las virtudes, los valores del Reino, los
frutos y los dones del Espíritu Santo (Is 11, 2). Esto es a lo que Pablo llama
la riqueza de la Palabra (Col. 3, 16); en otras palabras, la parte espiritual
es la “Santidad” sin la cual nadie verá al Señor. La parte material implica los
lugares apropiados para realizar “los apostolados”, los medios de
evangelización: libros, Biblia, la
radio, la televisión, el periódico, etc. Y esto cuesta, razón por la que todo católico debe ser
co-responsable del Apostolado de la Iglesia.
“Jesucristo,
siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8,9) “Así pues, queridos míos, de la misma
manera que habéis obedecido siempre —no sólo cuando estaba presente, sino mucho
más ahora que estoy ausente—, trabajad con sumo cuidado por vuestra salvación,
pues es Dios quien, por su benevolencia, realiza en vosotros el querer y el
obrar.” (Flp 2, 12- 13) No hagamos de la salvación nuestro negocio, pues la
salvación es un don gratuito e inmerecido, pero no barato. Don de Dios pagado a
precio de Sangre. Cristo Jesús murió para el perdón de nuestros pecados y
resucitó para darnos vida eterna. (Rm 4, 25) Los que predican y enseñan sobre
la “teología de la prosperidad” no han entendido el Evangelio de Jesucristo.
“Que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8, 9)
Hacer del Evangelio nuestra fuente de negocios o riquezas, no es grato a Dios,
es una abominación, es “vomito” según lo dice la Escritura (Apoc 3, 15) “Efectivamente, los que viven según la carne
desean lo que es propio de la carne; mas los que viven según el espíritu
buscan lo espiritual. Ahora bien, las
tendencias de la carne desembocan en la muerte, mas las del espíritu
conducen a la vida y la paz, ya que las
tendencias de la carne llevan al odio de Dios: no se someten a la ley de Dios,
ni siquiera pueden.
Así que los
que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne,
sino según el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que
no tiene el Espíritu de Cristo no le pertenece” (Rm 8, 5- 9) Recordemos Cristo
Jesús, el siervo de los pobres que nos invita a ser como él: pobre, humild y
mans de corazón (Flp 2, 5- 8; Mt 11, 29) Pablo,
el siervo de Jesucristo nos invita a enriquecer a otros con nuestra pobreza. “A
nadie damos ocasión alguna de tropiezo, para que nadie se mofe del
ministerio; antes bien, nos manifestamos
en todo como ministros de Dios, soportando con frecuencia tribulaciones,
necesidades y angustias; azotes,
cárceles y algaradas; fatigas, desvelos y ayunos. Y lo hacemos con nobleza, ciencia, paciencia
y bondad, con la ayuda del Espíritu Santo y apoyándonos en una caridad sincera;
ofreciendo un mensaje veraz y contando con el poder de Dios; usando las armas
de la justicia a diestra y siniestra.” Nuestra vida discurre entre el honor y
el agravio, entre la calumnia y la buena fama. Nos tienen por impostores, aunque
somos veraces; por desconocidos, aunque nos conocen bien; por moribundos,
aunque estamos vivos; por castigados, aunque no condenados a muerte; por gente
triste, aunque estamos siempre alegres; por
pobres, aunque enriquecemos a muchos. En fin, creen que no tenemos nada,
aunque todo lo poseemos. (2 Cor 6, 3- 10)
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