LA ORACIÓN EN LAS PRIMERAS COMUNIDADES DE LA IGLESIA

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La oración en la primitiva Comunidad.

Iluminación: “Por eso, también yo, al tener noticia de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestra caridad para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mis oraciones. Así, pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, que os conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente, que ilumine los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él, cuál la gloriosa riqueza otorgada por él en herencia a los santos,” (Ef 15- 18)

La eficacia de toda Pastoral es la Oración.

Toda actividad apostólica y eclesial ha de estar empapada de una vida oración íntima, cálida y extensa, como el testimonio que encontramos en el libro de los Hechos de los Apóstoles: “Se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones.” (Hch 2, 42) Ese había sido el ejemplo que recibieron de su Maestro, Jesús, el orante.

La eficacia pastoral de Jesús se debió a su intensa comunión con el Padre, alimentada con una íntima, profunda, intensa y frecuente oración. La oración de Jesús es uno de los mayores ejemplos para el ejercicio de nuestra pastoral. Jesús oraba de noche y predicaba de día. Jesús está en oración cuando recibe la unción del Espíritu Santo en el Jordán (Lc 3, 21). Prepara su ministerio con cuarenta días de intensa oración y ayuno en el desierto (cf Mt 4, 1ss). “Después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar” (Mt 14, 23). “De madrugada cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario, donde su puso a orar” (Mc 1, 35).

Con una noche de oración prepara la elección de los Doce (Lc 6, 12). Con profundo amor ora por sus discípulos: “¡Simón, Simón! Sábete que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo,  pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.” (Lc 22, 31-32) Con una intensa noche de oración se prepara para su Muerte de Cruz: “Sentaos aquí, mientras que voy allá a orar” (Mt 26, 36). “Sumido en agonía insistía más en su oración” (Lc 22, 44). Oró por sus verdugos en la Cruz y muere con una oración de entrega al Padre.

La súplica de los discípulos siempre ha de ser la misma: “Maestro, enséñanos a orar” (Lc 11, 1). Jesús atendió la súplica y nos dio algunas normas para la eficacia de nuestra oración: Pedir perdón, perdonar a los que nos ofenden y amar a los enemigos (Mc 11, 24-25; Mt 5, 44-45). La oración de Jesús nos pide practicar la humildad: “Cuando hagáis oración no seáis como los hipócritas que hacen oración para que los vean” (Mt 6, 5/). Y de manera especial nos invita a vigilar: “Vigilad y orad para no caer en la tentación” (Lc 22, 46).

La primera Comunidad siguió el ejemplo de Jesús.

Los primeros cristianos de Jerusalén conservan las horas judías de oración: “En cierta ocasión, Pedro y Juan subieron al Templo para la oración de la hora de nona.” (cf Hech 3,1). La 0ración que realizan tiene un contenido de acción de gracias y de alabanza:  “Hacia la media noche, Pablo y Silas estaban en oración cantando himnos a Dios. Los presos los escuchaban.”  (Hech 16,25) ¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo nuestro Señor! (Rom 7,25) y los patriarcas; de ellos también procede Cristo según la carne, el cual está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén.” ( Rm 9,5) “ Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues, por estar unidos a Cristo, nos ha colmado de toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos.” (Ef 1,3) “Al Rey de los siglos, al Dios inmortal, invisible y único, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.” (1 Tim 1,17)

La oración de petición en las primeras comunidades.

“Una vez libres, fueron donde los suyos y les contaron todo lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y ancianos. Al oírlo, todos a una elevaron su voz a Dios y dijeron: «Señor, tú hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos; tú dijiste por el Espíritu Santo, por boca de nuestro padre David, tu siervo: ¿Por qué se agitan las naciones, y los pueblos maquinan vanos proyectos? Se han congregado los reyes de la tierra y los jefes se han aliado contra el Señor y contra su Ungido. «Porque verdaderamente en esta ciudad se han aliado Herodes y Poncio Pilato con los extranjeros y la gente de Israel contra tu santo siervo Jesús, a quien has ungido, para realizar lo que tu poder y tu voluntad habían predeterminado que sucediera. Y ahora, Señor, ten en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos proclamar tu palabra con toda valentía. Extiende tu mano para realizar curaciones, signos y prodigios por el nombre de tu santo siervo Jesús” (Hch  4,24-30) “Consciente de su situación, marchó a la casa de María, la madre de Juan, por sobrenombre Marcos, donde se hallaban muchos reunidos en oración.”  (Hch 12,5) “Ante todo, doy gracias a mi Dios por medio de Jesucristo, por todos vosotros, pues vuestra fe es reconocida en todo el mundo.  Dios, a quien doy culto en mi espíritu predicando el Evangelio de su Hijo, es testigo de lo mucho que me acuerdo de vosotros,” (Rom 1, 8-9); “Doy gracias a Dios, a quien, como mis antepasados, rindo culto con una conciencia pura, cuando continuamente, noche y día, me acuerdo de ti en mis oraciones.” (2 Tim 1,3).

La oración es dirigida al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Espíritu Santo, al igual que conducías, a la primera iglesia, te pedimos que guíes nuestros pasos en este tercer milenio de cristianismo, y pon en nuestros labios y en nuestro corazón el mensaje de Jesús, para que lo transmitamos con la misma valentía, claridad y entusiasmo de los primeros cristianos. Amén. 

Al Padre. “Así que doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra” (Ef 3, 14) “Dando gracias siempre y por todo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.” (Ef 5,20).

Al Hijo: “Mientras lo apedreaban, Esteban hacía esta invocación: «Señor Jesús, recibe mi espíritu.» Después dobló las rodillas y dijo con voz sonora: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado.» Y diciendo esto, se durmió. (cf Hech 7,59- 60).

Al Espíritu Santo:De igual manera, el Espíritu viene también en ayuda de nuestra flaqueza. Como nosotros no sabemos pedir como conviene, el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indescriptibles. Y el que examina el interior de las personas ya sabe lo que anhela el Espíritu, y que, cuando intercede en favor de los santos, lo hace conforme a la voluntad de Dios” (Rm 8, 26-27).

Para la Iglesia primitiva el Espíritu Santo actualizaba la  “Obra de redentora de Jesús” en el corazón de los hombres y en las comunidades: Guía y da testimonio de Jesús en nuestras vidas (cf Hch , 8) “En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y Cristo” (Rm 8, 14- 17)

“Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual os ha puesto el Espíritu Santo como vigilantes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con la sangre de su propio hijo”. (Hch 20, 28) “Ahora os encomiendo a Dios y a su palabra de gracia, que tiene poder para construir el edificio de los creyentes y daros la herencia con todos los santificados.” (Hch 20, 32).

Las primeras comunidades oraban con María, la Madre: “Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres, de María la madre de Jesús y de sus hermanos” (Hch 1, 13) Mujer de profunda intercesión como lo dice la Biblia. Oraba en la Anunciación (cf Lc 1, 26- 38), en la Visitación cf Lc 1, 39- 55), en la Presentación (cf Lc 2,22ss), en el primer milagro de Jesús (cf Jn 2, 1-5), en la Misión de Jesús, la Madre lo escucha y lo sigue: “Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte.»  Pero él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la cumplen.” María es la primera escuchar y obedecer la Palabra (cf Lc 1, 38) Por eso es  la primera creyente y la primera discípula de Jesús  (Lc 8, 20) María es fiel hasta el final: Presente, “junto a la Cruz del Señor” (cf Jn 19, 25).

Oremos con la Palabra de Dios: Dicho esto, se puso de rodillas y oró con todos ellos. Entonces rompieron todos a llorar y, arrojándose al cuello de Pablo, le besaban, afligidos sobre todo porque había dicho que ya no volverían a verle. Después fueron acompañándolo hasta la nave (Hch 20, 36- 38). En medio de oraciones y ayunos oremos por los servidores de la Comunidad al despedirlos a una Nueva Misión.Y todo Misionero o Sacerdote, hace oración por la Comunidad que lo despide y por la Comunidad que lo recibe.

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