9. EL PROYECTO DE DIOS ES JESUS




        El Proyecto de Dios: Jesús.

Objetivo: Mostrar a Jesús de Nazareth, no sólo como el liberador de todo hombre, sino también como  Maestro que enseña a vivir “lavando pies a los demás” para ayudarles a vivir con dignidad y hacerse protagonistas de su propia historia y a tomar en sus manos  las riendas de su propio destino.

1.           ¿Quién es Jesús de Nazaret?
Para la Biblia, Jesús de Nazareth, es el Hijo de Dios (Mc 1, 1);un hombre, nacido de Mujer, (Gál 4, 4) aprobado por Dios con signos y señales, (Hech 2, 22); recorrió todos los caminos de Galilea anunciado el Reino de Dios, curando a los enfermos, hizo caminar a los cojos, ver a los ciegos, abrió los oídos de los sordos e hizo hablar a los mudos; abrazó  y limpió a los leprosos, liberó a los oprimidos (Lc 7, 21). Dio de comer a los hambrientos y de beber a los sedientos. “Se pasó la vida haciendo el bien y liberando a los oprimidos por el Mal” (Hech 10, 38). Amó a todos hasta el extremo (Jn 13, 1). Al final de sus días, “el sistema conformado por las fuerza de los políticos, de los poderosos y de los religiosos que vieron él una amenaza a sus intereses, le dieron muerte de cruz por medio de gente malvada (Hech 2, 23), pero, Dios lo liberó de las ataduras de la muerte y lo resucitó de entre los muertos (Hech 2,24); para sentarlo a la “Derecha del Padre” y ser constituido como “Señor y Cristo”. (Hech 2, 36)
Jesús de Nazareth es el hombre que recibió en vida el Espíritu Santo sin medida, ahora,Jesús el Cristo resucitado, es Aquel que da el Espíritu Santo a los que hacen Alianza de comunión con Él: los que creen en su Nombre, lo obedecen y lo aman.
Este es el relato salvador, de la primera predicación Apostólica. Mensaje que tiene que escucharse, creerse, vivirse y ser anunciado. Mensaje poderoso, capaz de cambiar la vida de grandes pecadores (cfrRom 1, 15), de llenar los vacíos del corazón y encender a los hombres y mujeres con el Fuego del Amor divino (cfrLc 12, 49). Hombres y mujeres que se apasionen por el Reino de Dios y su Justicia. Sobre todo por la justicia económica que nos hace pensar en el “Gran Criterio”: Dios creó todo para todos, y por lo mismo todo ser humano tiene el derecho de participar del Bien común, patrimonio de toda la humanidad

2.           El Mensaje que libera y salva
Querido lector, la fe cristiana enseña que el Dios de Israel nos ha enviado un poderoso Salvador; el Señor en Persona ha venido a visitar y redimir a su Pueblo (cfrLc 1, 68). San Juan en el prólogo de su Evangelio nos dice: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14). Jesús es el “Dios que se hizo hombre para amarnos con un corazón de hombre”. Hombre como nosotros, igual en todo menos en el pecado. “Vino a los suyos, y ellos no lo recibieron” (Jn 1, 11).
Deseo presentarte el Mensaje que hoy conocemos como el Kerygma, que los Apóstoles anunciaban en forma de cuento, con sencillez, claridad y valentía: “Escuchad Israelitas”, dice el Apóstol Pedro en día de Pentecostés. Dios irrumpe con Poder en todos los que lo escuchan con atención, con disponibilidad y con sencillez. El  Mensaje es la semilla de la Fe. Su contenido es la persona de Jesús, el Cristo, y de sus acontecimientos salvíficos: su vida, su predicación, milagros y exorcismos, su muerte y su resurrección, su ascensión al Cielo y el don del Espíritu Santo a su Iglesia.

3.         Un Mensaje que se cree.
Creer es lo único que se pide para entrar en la Vida, comenzando un “proceso de rompimiento con lo que oprime y deshumaniza, para ir adentrándose en los terrenos de la Libertad creadora de “hombres nuevos”. A la pregunta: ¿cuál es el contenido de la fe? Pretendo responder desde mi experiencia personal:
Lo primero es creer que Dios me ama incondicional e incansablemente, pero, no solamente a mí, sino, también a todo ser humano. Este amor de Dios a la Humanidad se ha manifestado en Cristo Jesús que un acto de amor se donó y se entregó por todos los hombres, sin hacer de acepción de personas. Con palabras de  san Pablo: “murió para que nuestros pecados sean perdonados y resucitó para nuestra justificación” (Rom 4, 25) “Nos amó y se entregó por todos” (Ef 5, 1) “Amó a su Iglesia y se entregó por ella” (Ef 5, 25)
En un segundo lugar, creer en el hombre, creado a “imagen y semejanza de Dios” (Gn 1, 16- 27). Al hombre creación de Dios, su valor no se lo dan sus cosas, ni los otros, ni los gobiernos. Todo hombrees un valor en sí mismo, poseedor de una dignidad, sede de todos sus derechos como ser humano. El fundamento de su dignidad, no es otro, que el amor de Dios. Dignidad que tiene que ser protegida y cultivada en el despliegue de sus potencialidades en la donación y entrega al Reino de Dios en servicio a los demás, especialmente a los menos favorecidos.

4.           Un Mensaje que se vive
El grito que es escuchado:“Señor quédate con nosotros”. Nos dice el Evangelio de san Lucas que Cristo resucitado se acercó a dos de sus discípulos que se alejaban de Jerusalén para volver a su aldea de Emaús; iban de regreso a la vida de antes. En sus palabras había tristeza, dolor, amargura, fracaso. Tres años siguiendo a Jesús, su amado Maestro, todo fue inútil, todo se perdió. las esperanzas de haber encontrado al Mesías, al Liberador de Israel. Jesús se hace el encontradizo y entra en conversación con ellos, les abre la mente y les explica las Escrituras; a los discípulos les arde el corazón, vuelve a ellos la esperanza y el deseo de Dios, por eso piden: “Señor, quédate con nosotros porque atardece y el día ya ha declinado”. El grito, la súplica, manifiesta el “deseo de Dios”, oculto y reprimido en muchos corazones; La respuesta del Resucitado fue inmediata: “entró para quedarse”. Ellos lo reconocieron al partir el pan. Este es un acto de inmolación y de consagración en la presencia de Dios a favor de la Humanidad.
Acto que se convierte en invitación, en mandato: “Hagan esto en memoria mía[1]”. Inmolación que garantiza la unidad entre fe y vida, entre inteligencia y voluntad, es el único medio para tener una vida integra, en la cual no hay lugar para el “divorcio entre el discurso y la actividad”; es el modo para cerrar la brecha entre ricos y pobres. Unidad que es el fundamento del compromiso solidario con los pobres y desde los pobres; es la garantía del respeto a los derechos humanos. Sólo por el camino de compromiso, libre y consciente, podemos crecer  y madurar como personas, nunca de manera aislada, sino con otros y siempre a favor de los demás, para todos juntos trabajar en la construcción de la llamada “civilización del amor”.

5.         Un Mensaje que se celebra.
El camino de Emáus es nuestra vida[2]. Los conflictos, las crisis, las tensiones y frustraciones nos llevan, veces a perder la esperanza en la vida y experimentamos el desaliento, el desgano, la indiferencia, y sentimos el deseo de abandonarlo todo. Es necesario el re-encuentro con la Palabra que Jesús dirige como luz que ilumina nuestra realidad. Al grito de los humanos: “Señor, quédate con nosotros”, Jesús responde entrando en casa, para eso vino, su delicia es estar con los hombres.
Jesús entró para quedarse, se sentó a la mesa con ellos y lo reconocieron al partir el pan (Lc 24, 29). Se les había caído el velo, lo reconocen, su grito es unánime: Es el Señor. Pero, Él desaparece. Ellos salen corriendo a toda prisa, llenos de alegría, regresan a Jerusalén para dar testimonio de la Resurrección de Cristo. De esa primera Misa, había nacido la Iglesia Misionera. La “Obra del Señor ha retomado su Camino.”
El Camino de Emaús es nuestra vida, ¿Cuántas veces caminamos derrotados y sin esperanza?, diciendo el Señor no me escucha, las cosas no salen como quisiéramos y sentimos el deseo de abandonar el Camino.  El Señor se nos acerca para darnos su Palabra, y así recobramos el aliento.
Él sólo espera una pequeña oportunidad para entrar en nuestra “casa” porque ha venido para quedarse. Las palabras de la Biblia: “Yo estoy a la puerta y llamo, si alguno escucha mi voz y me abre la puerta entraré en su casa y comeré con él y él conmigo” (Apoc 3, 20). Son tan actuales, hoy como ayer, y lo serán siempre. El Kerygma tiene poder para actualizar en nuestra vida la “Esperanza Mesiánica”: el fin del reinado de la muerte y de la esclavitud. Por eso es Buena Nueva, es Mensaje de Salvación, es Palabra de Vida.
Pretendemos al dar el Kerygma sembrar, despertar y ayudar crecer en la fe en “Aquel que nos amó y se entregó[3] a la muerte para alcanzarnos el perdón de los pecados y resucitó para nuestra justificación” (Rm 4,25), “y ha sido constituido Señor y Cristo” (Hech 2, 36), para guiar nuestras vidas y hacer de ellas donación para los otros.

6.         Un Mensaje que renueva y trasforma estructuras.
Jesucristo nos invita a caminar poniendo la mirada en el futuro, el pasado ya pasó, no se puede volver a atrás: “Quien ponga su mano en el arado y mire hacia atrás no sirve para el Reino de Dios”[4]Es una invitación a proyectarse en la vida, buscando nuevos horizontes buscando alcanzar la Meta. Nada se pierde, el pasado fue una experiencia, hay que sacarle una enseñanza, hacerla presente y lanzarse hacia el futuro. Escuchemos al Señor Jesús decirnos:“Ahora yo voy a hacer nuevas todas las cosas” (Apoc 21,5) El encuentro con el Señor Jesús hace de todo hombre una “nueva creación[5]” en lo que todo lo viejo va pasando para dar lugar a nuevas estructuras, nuevos estilos de vida  orientados hacia el amor, la verdad, la libertad, la justicia, el bien común, etc. El encuentro con el Cristo de Dios divide la vida de los hombres en un antes y en un después; dos estilos de vida, uno produce frutos de muerte y otro de vida[6].
Es una vida animada por la esperanza, que madura en la caridad y como sello de autenticidad tiene el compromiso personalizante que hace al hombre salir de sí mismo para ir al encuentro de su realidad y transformarla, con otros que trabajan a favor de otros[7]. Este estilo de vida nos ayuda a descubrir los Rostros del Dios de la Biblia que se ha revelado en Jesucristo (Jn 14, 7) como Padre, Amor, Misericordia, Perdón, Libertad.

7.         Jesús es el Revelador de Dios y de todo hombre.

a)     Jesús nos revela a Dios y al hombre.
Dejen que los niños vengan a mí”, dijo Jesús a sus discípulos. Los niños fueron los primeros en ver en el rostro de Jesús la Imagen del Dios Invisible.[8] Cuando uno de los discípulos, Felipe, le hace al Señor la pregunta que viene a ser fundamental para la fe cristiana: “Maestro muéstranos al Padre y eso nos basta”[9]. Jesús responde: “¿Tanto tiempo hace que estoy con ustedes y todavía no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre”[10]. Jesús nos habla las palabras del Padre, da testimonio del Padre, da gloria al Padre y nos revela al Padre, Él es Uno con el Padre. La Bondad, el Amor, la Verdad, la Vida, la Santidad, la Misericordia, el Poder del Padre[11] han tomado rostro humano en la Persona de Jesús de Nazareth, para así, Dios amarnos con corazón de hombre, de modo que podemos afirmar que Jesús nos revela al Padre, y es a la vez, el Revelador de todo hombre. Él es, lo que nosotros estamos llamados a ser, hijos en el Hijo, hermanos en Cristo, y en Él, servidores de los demás. Es Jesús quien nos ha dicho: “El que quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos” (Mc 10, 43).
b)     Dios es Padre nuestro[12].
El ser Padre es el primer rostro de Dios. Padre es el Nombre personal de Dios que Jesús nos ha revelado en el Nuevo Testamento: “Padre, les he revelado tu Nombre” (Jn 17, 6). Dios es Padre porque es Creador y fuente de vida. “Escucha Israel, el Señor que te creo te dice: no tengas miedo, yo te conozco y te llamo por tu nombre…” (Is 43, 1-5). San Pablo en la carta a los Efesios nos dice: “Me pongo de rodillas delante del Padre de quien recibe su nombre toda familia, tanto en el cielo como en la tierra” (Ef 3, 14). Dios es nuestro Padre porque nos ha “elegido y llamado” a cada uno por su nombre, es decir, nos llamó, movido por su amor, a la existencia: “Me formó en el seno materno”; pero el texto que mejor nos explica la paternidad de Dios nos habla de un amor muy viejo: “Desde antes de la creación del mundo Dios nos eligió en Cristo para estar en su presencia, santos e inmaculados en el amor”; “y nos destinó a ser adoptados como hijos suyos mediante Jesucristo” (Ef 1, 4-5).Jesús nos enseñó a llamar a Dios: Padre Nuestro.
En la carta a los Gálatas nos dice la Sagrada Escritura: “Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu que clama en nosotros: “ABBA PADRE”. (cfrGál 4, 6). El Mismo Jesús Nuestro Señor nos dice: “Todos ustedes son hermanos” (Mt 23, 8). Ese es el Gran Deseo de Dios, tener una familia en la cual todos se sientan sus hijos, se reconozcan como hermanos; familia en la que ha de haber una solicitud mutua, una reconciliación continua y un compartir sin límites.
c)     Dios es Amor
Dios es Amor[13]. No se trata de confundir a Dios con un amor cualquiera, sino de identificarlo con aquel amor que hemos descubierto en Jesús y que nos llevó a entregar la vida por sus hermanos.
 “Dios es amor, y conocer a Dios es amarnos los unos a los otros. Pues todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios” (1 de Jn 2, 29). El amor es una gracia que nos antecede, no la hemos inventado nosotros, sino, don del mismo Dios de gracia. El amor no es algo que nosotros hacemos, no podemos crear el amor. El amor es limpio, puro y divino. El amor de nuestro Padre celestial es además,  incansablee incondicional, está siempre disponible a salir en busca de todos, de buenos y de malos.
En la Parábola del hijo pródigo[14] vemos que el Padre toma la iniciativa para salir al encuentro del hijo menor que regresa, y hace una fiesta en su honor, pero también, su amor de padre bueno, lo hace salir en busca del hermano mayor que lleno de celos se niega a entrar en la casa y encontrarse con su hermano que ha vuelto a Casa. “Hijo mío, todo lo mío es tuyo”. Lo que cuenta no es saber que Dios es amor y nos ama, sino el de tener experiencia de su amor. Desde la experiencia del encuentro con Jesús Buen Pastor, el hombre va encarnando una doble certeza: la certeza de que Dios lo ama y la certeza de que también,él lo ama, porque el Mandamiento nos dice: “El que ama a Dios que ame también a su prójimo” y “Amar al prójimo es amar a Dios” (1Jn 4, 11-12).
La experiencia de saberse y sentirse amado por Dios es el motor de la “vida nueva”, sin esta vivencia todo es frío, todo cansa y aburre.
d)     Dios es Perdón
Para Dios perdonar es amar. Es crearnos de nuevo. Dios nos perdona porque es misericordioso y tiene misericordia para con todos los pecadores. Dios nos perdona porque  nos ama. Frente al pecado del hombre Dios manifiesta su Poder, perdonando, dando de su misericordia a los pecadores que se decidan a volver a la “Casa del Padre”. No hay pecado que Dios no perdone cuando existe el arrepentimiento. Escuchemos a Dios hablarnos en la Sagrada Escritura: Es el Dios de los perdones (Neh 9, 17). Y de las misericordias (Dn 9, 9). Dios perdona al pecado que se acusa (Sal 32, 5). Es un Padre que perdona todo a sus hijos (Sal 103, 8-14).

En el Padre Nuestro nos invita a dar perdón a quienes nos hayan ofendido. Jesús en la cruz oró por quienes lo crucificaban y los disculpó ante su Padre, diciendo: “perdónalos Padre porque no saben lo que hacen”[15].  El Señor Jesús hace lo que Él había enseñado con sus Palabras. ¿No nos había enseñado a amar aún a los enemigos?: “Ama a tu enemigo y ora por quien te persigue” (Mt 5, 44).
Por otro lado el mismo Señor nos enseña en la oración del Padre Nuestro que Dios no puede perdonar al que no perdona, y que para implorar el perdón de Dios hay que perdonar al propio hermano (Lc 11, 4). Para Jesús perdonar es amar incondicionalmente e incansablemente a quienes nos haya ofendido o complicado la vida, de la misma manera que Dios está dispuesto a perdonar nuestro pecado, sabiendo que Él perdona lo mucho y lo poquito, lo chiquito y lo grande.
e)     Dios es Libertad[16]
Decir que Dios es Libertad es creer que Él es el Totalmente libre. Libre para llamarnos a la existencia, libre para enviarnos a su Hijo, libre para redimirnos, libre para darnos el don de su Espíritu. Libre para darnos la herencia y dejarnos ir a derrocharla. Libre para ir en busca de los hijos pródigos, acogerlos en Casa y hacerles una fiesta. Dios es Libertad y fuente de toda verdadera libertad y filiación. San Pablo nos dice: “No habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino un espíritu de filiación, por el cual clamamos: Abbá, Padre” (Rom 8, 12-17).
“Donde está el Espíritu del Señor allí está la libertad” (2Cor 3, 17). No confundamos la libertad con el libertinaje[17]; éste deshumaniza y despersonaliza. El Espíritu Santo, no es espíritu de esclavitud, sino de libertad, de valentía que nos hace amar a Dios y acercarnos a todos los hombres para con valentía anunciarles el Evangelio de Cristo. “Para ser libres nos liberó Cristo de la esclavitud del pecado” (Gál 5, 1)Paraque vivamos en libertad como personas autónomas, capaces de decidir vivir haciendo el bien al estilo de Jesús (cfrHech. 10, 38)“Hermanos, habéis sido llamados a la libertad” (Gál 5, 13). Hombre libre es aquel que se posee a sí mismo; es capaz de dominarse, elegir entre dos  o más cosas y decidir por sí mismo. El hombre libre camina con los pies sobre la tierra, no se arrastra. La libertad es nuestra vocación. San Juan en su Evangelio nos muestra el camino de la libertad; dice a los que han abrazado la fe: “Permanezcan unidos a mi Palabra y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8, 31-32).Sólo ama el que es libre, y sólo se compromete a favor de los demás los que poseen cierta dosis de bondad y libertad.
Libres ¿De qué?, Libres de la esclavitud del pecado, del dominio de la cosas y de las personas que nos hacen llevar  una vida arrastrada. El Creyente es libre en cuanto que en Cristo ha recibido ya el perdón y el poder de vivir en la intimidad del Padre sin las ataduras del pecado, de la muerte y de la ley.
Libres ¿Para qué?, Libres para conocer la verdad, para servir al Señor y amar a los hermanos. Libres para ser amos y señores de las cosas, de nosotros mismos; libres para caminar con los pies sobre la tierra, con dominio propio, con dignidad[18].
El hombre fue creado por Dios por amor, con amor y para amar… pero la verdad es que solo, y en la medida que seamos libres, podemos conocer, manifestar y dar el amor de Dios a los demás. La experiencia del amor de Dios es el motor de arranque de la vida cristiana y de la vida familiar. Solo el amor llena los vacíos del corazón humano y orienta nuestra vida hacia la Verdad, la Justicia y la Solidaridad.
Dios siempre nos ama y llena nuestra vida de manifestaciones amorosas, liberadoras y gozosas. Todo lo bueno que tenemos y que hacemos nos habla del amor incondicional de Dios para cada una de sus criaturas. Nada ni nadie queda fuera del amor que Dios nos tiene. Él, nos manifiesta su bondad por medio de nuestros seres queridos, de amigos, familiares y por medio de acontecimientos. Por lo tanto, Dios quiere hacer de cada uno de nosotros instrumentos de su amor, para por nuestro medio hacer llegar su amor, su perdón, su liberación a todos los hombres, especialmente a los enfermos, a los pobres, a los débiles, a los marginados de la sociedad.

4. ¿Cómo es el Amor de Dios?
En Dios el amor es donación, entrega, promoción, servicio, liberación… para que el hombre al tener de lo suyo se realice como persona, como hijo de Dios.Los seres humanos dándose, y entregándose a los demás para ayudarlos a realizarse como personas importantes y valiosas comparten el amor de Dios que llevan en sus corazones. Para entender como es el amor de Dios tenemos que abandonar criterios rancios y torcidos sobre Dios, sobre el hombre y sobre la vida. La experiencia de Dios en nuestra existencia nos da una nueva mirada y una nueva comprensión de la realidad: Vernos y pensarnos como Él nos ve y nos piensa; valorarnos y aceptarnos como Él nos valora y nos acepta para que podamos amarnos como Él nos ama. La experiencia de Dios nos dice como es el amor que Dios nos tiene.
·    Personal y universal a la misma vez. Ama a cada uno de nosotros y ama todos los hombres. Nadie es excluido del amor de Dios. Cristo vino y murió por todos, buenos y malos, pobres y ricos, negros y blancos, hombres y mujeres.

·    Incansable e incondicional: Dios no se cansa de amarnos como tampoco nos pone condiciones. Con amor paciente busca sin cansarse a las ovejas perdidas, y las busca hasta encontrarlas. Los amores humanos son condicionados, utilitaristas y pragmáticos, en Dios en cambio, su amor es incondicional. Nos ama, a pesar de que hagamos cosas malas, y aún, sabiendo que lo vamos a rechazar.

·    Eterno e infinito: no tiene límites y no cambia, nos ama siempre y hasta siempre. El corazón de Dios es como un mar inmenso de amor. No podemos abarcarlo ni tocar fondo, pero su voluntad es que los hombres nos sumerjamos en el mar de su amor, nademos en él y nos empapemos con su gracia.

Dios quiere dar al hombre un corazón grande en el cual habite la bondad, la justicia, la paz, el gozo… Sólo cuando Dios ensancha nuestro corazón, podemos salir de nosotros mismos para ir al encuentro del amor… aceptando que somos dones de Dios para el Mundo, para la Iglesia, para la sociedad… El hombre se realiza en la medida que camine en la vida con un corazón lleno de amor, como fuerza que lo hace darse y entregarse al estilo del Buen Samaritano[19],  como don de Dios para los demás.
¿Será suficiente con saber que Dios es amor y nos ama?, ¿Perdona el Señor nuestros pecados, aún a pesar de nuestra voluntad?, ¿Qué es lo que impide que experimentemos el amor que Dios nos tiene? La respuesta siempre será personal, cada uno responde desde su libertad. Dios a nadie obliga a creer en Él y aceptar sus dones, el hombre decide.

Conclusión
El sentido de alteridad finalmente tiene como meta, además de la construcción de una comunidad fraterna, solidaria, y siempre proyectada a promover la preocupación mutua, la reconciliación continua y el compartir permanente, tanto entre individuos como entre los pueblos y las naciones. Comunidad cimentada en las columnas de la verdad, la bondad y la justicia (cfrEf 5, 9); fundamentos esenciales de la civilización del amor, única prueba de que la perspectiva de Alteridad es eficaz. Misión ardua y difícil, pero el que tiene fe en sí mismo, en los demás y esperanza en la vida, es capaz de contribuir con un cambio personal de dimensiones trascendentes a edificar un mundo más humano.
Lo anterior es posible cuando el hombre toma su vida en serio y se decide por encontrar o darle sentido a la vida, tarea ésta que el hombre puede realizar a lo largo de toda su existencia, hasta llegar al último suspiro. Darle sentido ala vida implica a toda la persona: inteligencia, voluntad, corazón, sentimientos, emociones, todo el ser individual y comunitario. El rabino judío Harold S. Kushner recomienda cultivar tres valores que irán llenando los vacío del corazón: amables, generosos y serviciales; una lengua amable que responde a un corazón lleno de amor; ser generosos y bondadosos en la entrega, donación de frente a los demás; ser serviciales, siempre con la disponibilidad alegre de compartir la vida en servicio, libre y  desinteresado. El lugar primero para ejercer estos valores es la familia, después la escuela, el lugar de trabajo, los amigos, la comunidad, hasta llegar a los confines de la tierra.





[1] 1 Cor. 11, 25
[2]Lc. 24, 13ss
[3]Gál 2,20
[4] Lucas 9 , 62
[5] 2 Cor 5, 17
[6]Efesis 5, 8-9
[7]Xosé Manuel Gutiérrez Prieto, ¿Por qué comprometerme?
[8] Col 1, 15
[9]Jn 14, 7
[10]Jn 14 8- 9
[11]Jn 14, 6; Lc 15. 1- 31
[12] Mt. 6,9.
[13]1Jn. 4, 7-20.
[14]Lc 15, 11- 31
[15]Lc 23, 34
[16] 2 Cor 3, 16.
[17]Gál. 5, 1
[18]Xosé Manuel Gutiérrez Prieto, ¿Por qué comprometerme?
[19]Lc 10, 29ss


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