EDUCAR PARA LA LIBERTAD Y EL SERVICIO


Educar para la Libertad

Monseñor Carlos Talavera Ramírez

"Despertar las conciencias implica respetar en cada persona lo que le es propio por naturaleza y lo que la gracia de Dios ha venido a redimir. Despertar las conciencias para que cada persona pueda asumir su responsabilidad ante sí mismo, ante su familia y ante la sociedad, es un desafío de la hora presente en el que la Iglesia, Madre y Maestra, ex-perta en humanidad, puede contribuir con su poder específico" (1)

Este respeto a cada persona y esta ayuda a la naturaleza, y colaboración con la gracia, se realizan mediante la educación, y de modo especial con la educación en y para la libertad, que es la verdadera educación.

Juan XXIII nos dijo en su encíclica Pacem in Terris: "La convivencia civil sólo puede juzgarse ordenada, fructífera y congruente con la dignidad humana si se funda en la verdad. Es una advertencia del apóstol San Pablo: Despojándoos de la mentira, hable cada uno verdad con su prójimo, pues que todos somos miembros unos de otros.

Esto ocurrirá, ciertamente, cuando cada cual reconozca, en la debida forma, los derechos que le son propios y los deberes que tiene para con los demás. Más todavía: una comunidad humana será cual la hemos descrito cuando los ciudadanos, bajo la guía de la justicia, respeten los derechos ajenos y cumplan sus propias obligaciones; cuando estén movidos por el amor, de tal manera que sientan como suyas las necesidades del prójimo y hagan a los demás partícipes de sus bienes, y procuren que en todo el mundo haya un intercambio universal de los valores más excelentes del espíritu humano.

Ni basta esto sólo, porque la sociedad humana se va desarrollando conjuntamente con la libertad, es decir, con sistemas que se ajusten a la dignidad del ciudadano, ya que, sien-do éste racional por naturaleza, resulta, por lo mismo responsable de sus acciones" . Que estas palabras sean el fondo sobre el cual reflexionemos nuestro tema.

¿De qué libertad hablamos?

Libre es quien dispone de sí mismo, el que actúa por propia decisión. Libertad es el ejercicio de la propia personalidad y capacidades para el propio desarrollo y para el de la sociedad. La libertad tiene dos aspectos: uno es la liberación de lo que subyuga al hombre y el otro es la capacidad, la energía y la voluntad para actuar.

La liberación de lo que subyuga se realiza en tres tipos de esclavitudes: uno, es la liberación de los que están sujetos a otra persona y no pueden actuar sino bajo su dependencia.

Otro, es la liberación de los que hacen el mal, porque están dominados por él. El mal no es propio de la naturaleza del hombre. Éste fue creado bueno y está hecho para el bien y su libertad está en hacer el bien. El mal ha llegado al hombre, después de haber sido creado, por un engaño hábil del Diablo. Por esto, la libertad del hombre requiere, necesariamente, la liberación del pecado. No conoce la experiencia de la libertad quien permanece en el pecado.

La experiencia cristiana conoce también otro tipo de liberación, poco y menos buscado, que es la liberación de la ley. Son muchos los que cumplen la ley a regañadientes y contra su voluntad. La doctrina cristiana enseña que es necesario liberar a los que cumplen la ley -la ley humana o la divina- sólo porque es una ley. Dios no quiere que seamos esclavos, ni de los hombres, ni de Él. Quiere que seamos sus hijos y por tanto libres ante Él y ante los demás.

La ley divina ciertamente es santa porque tiene la función de 'indicarnos' el bien; pero ni da la fuerza para hacerlo ni hace justo al hombre. También las leyes humanas justas nos indican el camino del bien, son un servicio para el bien del hombre, pero no son su destino, son señales para no perder el camino, pero los signos no libran de salirse del carril, ni son la meta del camino.

Los esclavos de la ley, los antiguos y los modernos fariseos, ignoran la libertad. Las leyes (incluida la divina) son letra que no da vida; más aún matan. "La letra mata, mas el Espíritu da vida"(3) . Comentando estas palabras de San Pablo, Santo Tomás dice que "por letra hemos de entender toda la ley exterior al hombre, incluso los preceptos de la moral evangélica, los cuales serían capaces de dar la muerte, si no existiese la presencia interior de la gracia sanante de la fe"(4). La muerte que da la ley es la muerte a la libertad. Porque el cumplimiento de la ley hecho a fuerza (sea porque alguien nos obliga, o sea porque nos lo impone la propia conciencia) no es la libertad para la que fuimos creados.

La libertad como capacidad, energía y voluntad para actuar, que es el otro aspecto de la libertad, constituye realmente una nueva experiencia, un nuevo modo de ser del hombre, la verdadera experiencia de ser hombres. Vaclav Havel habla de la "revolución existencial" que se produce en el interior del hombre cuando experimenta y ejercita la libertad. Esta libertad es la que libera del miedo en que viven quienes son incapaces de expresar lo que son y de manifestar su propia identidad.

El cristianismo, la vida cristiana, es un llamado a la libertad. "Para ser libres nos libertó Cristo"(5) . Es un llamado a vivir el bien sin el peso de cargar algo impuesto y con la alegría continua de realizar ese bien por propia decisión. Dicho de otra manera, el hombre libre es el que está de tal manera identificado con el bien, que discierne, quiere, busca y hace espontáneamente el bien, porque naturalmente le pertenece y le satisface; así cumple toda ley sin ser forzado ni externa ni internamente. Es la expresión más pro-funda de su mismo ser. Esta es la libertad que la Iglesia ha recibido la misión de dar a los hombres, es su misión

Esta experiencia cristiana, pues, no choca con la vigencia de la ley, más aún, es la única que garantiza el cumplimiento de la ley de manera estable. Urs Von Baltasar dice al respecto: "Nuestros actos más íntimos de fe, de amor y de esperanza, nuestras disposiciones de ánimo y los sentimientos, nuestras resoluciones más personales y libres: todas estas realidades inconfundibles que nosotros somos, están impregnadas de tal forma por su aliento, que el último sujeto -en el fondo de nuestra subjetividad- es Él (el Espíritu Santo)"(6) . Santo Tomás afirma: "El Nuevo Testamento es el Espíritu Santo en cuanto construye en nosotros la caridad que es la plenitud de a ley. Era necesario darnos una ley del Espíritu que, obrando en nosotros el amor, pudiese vivificarnos"(7).

La verdadera libertad, por tanto, nos hace cumplir toda la ley, pero nos libera de ella y de la esclavitud de quien es 'forzado' a algo que no viene de dentro de nosotros, sino de fuera. Esta libertad, su consiguiente felicidad y su poder transformador de las relaciones humanas, es la que Jesucristo ha querido para nosotros. Esta es la libertad que predica y es capaz de dar la Iglesia.

El. P. Ellacuría, hablando de libertad, escribió: "tanto la libertad personal como la social y política sólo es tal efectivamente cuando se puede ser y hacer lo que se quiera -[dentro de lo que]se debe o se es permitido- ser y hacer. ... Pero, si además de no darse las condiciones reales para ejercitar las libertades y los derechos formales, se da una dominación y una opresión positiva que impide aún más aquel ejercicio, es no sólo irreal sino positivamente ideologizado e hipócrita hablar de libertad".

Las bases de la libertad

La Apología de Sócrates también nos enseña que educar en y para la libertad tiene un necesario nexo con la verdad y que se realiza en primer lugar liberando del miedo y enseguida impulsando a la persona al servicio a los demás. Platón pone en sus Diálogos, estas palabras en boca de Sócrates:

"Temer a la muerte es creerse sabio sin serlo y creer lo que no se sabe. En efecto, nadie conoce la muerte ni sabe si es el mayor de los bienes para el hombre. Sin embargo, se la teme, como si supiese con certeza que es el mayor de todos los males. ¡Ah! No es una ignorancia vergonzante creer conocer una cosa que no se conoce?"

"Respecto a mí, atenienses, quizá soy en esto muy diferente de los demás hombres y si en algo parezco más sabio que ellos, es porque no sabiendo lo que nos espera más allá de la muerte, digo y sostengo que no lo sé. Lo que sé de cierto es que cometer injusticias y desobedecer al que es mejor y está por cima de nosotros, sea dios, sea hombre, es lo más criminal y más vergonzoso. Por lo mismo, yo no temeré ni huiré nunca de males que no conozco y que son quizá verdaderos bienes; pero temeré y huiré de males que sé con certeza que son verdaderos males".

"Buen hombre, ¿Cómo siendo ateniense y ciudadano de la ciudad más grande del mundo por su sabiduría y su valor, cómo no te avergüenzas de no haber pensado más que en amontonar riquezas, en adquirir crédito y honores, en despreciar los tesoros de la verdad y de la sabiduría y de no trabajar para hacer tu alma tan buena como puede serlo?"

"Que ha sido Dios el que me ha encomendado esta misión para con vosotros es fácil inferirlo por lo que os voy a decir. Hay un no sé qué de sobrehumano en el hecho de haber abandonado yo durante tantos años mis propios negocios por consagrarme a los vuestros, dirigiéndome a cada uno de vosotros en particular, como un padre o un hermano mayor puede hacerlo y exhortándoos sin cesar a que practiquéis la virtud"(8) .

La libertad se basa en la verdad. La mentira está en el origen del miedo, es la base fundamental de la esclavitud, da una falsa fuerza al despotismo, hace posible la manipulación de las conciencias y todo tipo de dictadura. La mentira está en la base del hedonismo, del afán del dinero y del poder opresor. La fuerza del consumismo y de la dicta-dura no es física, está en la mentira y en el miedo de muchos.

La verdad del hombre para tiene que brillar ante los esclavos de la mentira para que ésta pierda su fuerza. "Si os mantenéis en mi Palabra seréis verdaderamente mis discípulos, conoceréis la verdad y la verdad os hará libres"(9).

El lugar propio de la verdad está en está en la conciencia, que, en cada hombre, es el lugar propio de Dios. Tiene que construirse el hombre interior basándose en la verdad para derrotar al hombre en la mentira. Y la verdad que construye al hombre es la realidad, es decir, la verdad de Dios, la verdad del hombre, la verdad de la sociedad.
Ø La verdad de Dios es que:

Él nos ha llamado a ser sus hijos, a participar de la naturaleza divina y, por tanto, a tener la experiencia de la libertad propia de sus hijos. La libertad que Él nos da es en primer lugar la liberación del pecado y enseguida es la fuerza para realizar su voluntad con osadía y grandeza de corazón en la historia en su momento presente. Él nos enseña que "donde está el Espíritu del Señor allí está la libertad"(10). La educación para la libertad que da la Iglesia siempre consistirá en ayudar al hombre a entrar en contacto con la fuente de la libertad.

Ø La verdad del hombre está en que:

- Participando de las cuatro naturalezas creadas que conocemos (mineral, vegetal, animal y espiritual) y de la naturaleza divina, el hombre no puede ser tratado como si fuera sólo materia con vida. Manipular el poco desarrollo de la inteligencia o la escasa fuerza de voluntad que hay en muchos, constituyen un acto inmoral que destruye la libertad de los seres humanos.

- También es una verdad que el hombre está hecho para actuar conforme a su naturaleza material, espiritual y divina; y, por tanto, no es para una vida ni puramente animal ni puramente espiritual, ni puramente divina. La exclusión de uno de estos componentes perjudica la libertad del hombre. El hombre tiene que aprender a manifestar su espíritu y su vida de hijo de Dios, a través de su cuerpo. 

- Es verdad que el hombre está hecho para darse y hacer el bien a los demás y que así adquiere la madurez humana. La sociedad es siempre la conjugación de auténticas libertades que, sin presiones, realizan el bien común.

- Es verdad que el hombre fue creado para el trabajo y que con él se hace más hombre, se perfecciona, contribuye a la creación y construye la sociedad. Por eso mercantilizar el trabajo es una manipulación y una reducción inmoral del hombre

- Es verdad que el hombre, con la experiencia de estas realidades, adquiere conciencia de sí mismo, conoce su identidad y se libra del engaño que enajena, del consumismo, del tecnologismo, del economicismo, de las dictaduras etc., que esclavizan.

Ø La verdad de la sociedad está en que:

- Ésta se construye por la conjugación de las decisiones de las personas que la constituyen. De hecho, nunca nadie puede construir una sociedad para otros. Son los miembros de cada sociedad quienes con sus decisiones, sus indecisiones o la ausencia de ellas, dan forma o dejan que otros pretendan formarles su sociedad. Las personas que conviven forjan su tipo de convivencia, construyen algo superior a su individualidad. La convivencia y la sociabilidad propia del ser humano se realizan en la libre interacción responsable, en la mutua complementación, en el libre uso de los carismas o capacidades personales para el servicio al Bien Común. Esto pide a cada uno la aportación, no sólo de su actividad o de sus bienes, sino de su ser mismo.

- Los seres humanos libres, ejercitando su libertad conjuntamente con otras personas, adquieren la experiencia de construir la subjetividad de la sociedad, la capacidad social de ser sujeto responsable de su bien-ser y de su bienestar.

- Las personas que conviven en cada poblado necesitan, consiguientemente, tener la experiencia comunitaria de la capacidad y de la responsabilidad de realizar la construcción del bien común.

- Soljenitzin denunció la falsedad y el carácter ilusorio de las esperanzas que no se basan en la responsabilidad y la consiguiente incapacidad de las democracias tradicionales para oponerse a la violencia y al totalitarismo. Allí el individuo goza de libertades y de garantías pero, en definitiva, ellas no sirven para nada: él solo es víctima del funcionamiento del sistema, que lo ayuda a dejarse esclavizar; lo condena al aislamiento si no acepta ser esclavo; y si quiere encontrar un sentido superior a su vida, lo hace incapaz de mantener su identidad, de defender su interioridad y de superar su angustia por la supervivencia. Los esclavos más satisfechos de su esclavitud se encargan de tratar así a quienes quieren vivir su identidad; ellos no son libres, sirven al sistema y a su mantenimiento. La vida en la mentira requiere una multitud miedosa que quiere justificar su esclavitud. La vida en la mentira a la vez esclaviza y hace que quienes se dejan esclavizar a ella, sirvan de sostén a la permanencia de la mentira.

- Es miope creer que la 'democracia madura' es el ideal en el que el hombre pueda tener una vida digna e independiente. No son los mecanismos de la democracia, sino la formación a las personas lo que hace crecer la sociedad. No son las leyes ni los partidos de oposición los que garantizan la erradicación de la violencia, sino la revolución existencial basada en el encuentro con Cristo que nos da la conversión, la comunión y la solidaridad. Sin Él surgirán nuevas formas de violencia.

Estos tres aspectos de la verdad son básicos para la formación en y para la libertad. Vivir en la verdad, no sólo conocida teóricamente, sino experimentada en su concretez, es el elemento fundamental de la libertad. En torno a esta verdad vivida se generan las respuestas libres que desarrollan una libertad sólida y madura.

La realidad pide siempre respuestas que partan de la auténtica propia identidad y de la estructura familiar, del barrio, de los varios aspectos de la vida social y de los requerimientos del bien común. La rectitud de las diversas respuestas se funda siempre en la revolución existencial que renueva los valores en cada persona y que asegura una reconstrucción de la sociedad.

La dirección que hay que tomar está constituida, pues, por la nueva experiencia del ser, el nuevo enraizamiento en el universo, el saber asumir una responsabilidad superior, la nueva relación interior con el prójimo y con la comunidad humana. Todo esto es la revitalización de valores de confianza, sinceridad, responsabilidad, solidaridad y verdadero amor, un nuevo espíritu con contenido verdaderamente humano.

Así se desvanece el miedo ante los mitos y ante lo desconocido, porque la mente que vive la ascesis de la verdad no puede aceptar la mentira ni su respuesta inauténtica a la realidad. El hombre que tiene miedo lo padece porque ha entregado la autenticidad de su vida, que es lo único verdaderamente alienable que hay en él. A este respecto, Víctor Frankl dice que "la cualidad del hombre de ser libre no es un "factum", sino simplemente una facultad. Siempre que el hombre se deja llevar, se deja auténticamente llevar, y esto quiere decir que, como libre que es, renuncia, abdica, con el fin de verse disculpado como no libre, ... una forma de comportamiento típicamente neurótico: la abdicación del Yo a favor del Ello -la renuncia a la propia personalidad y existencialidad a favor de la facticidad"(11).

Sin embargo, aún dentro de esa "vida en la mentira", permanece la orientación fundamental hacia la verdad, que nunca se puede perder como constitutiva del ser, aunque quede como algo dominado y pisoteado. Esta realidad es, a la vez, origen de la tristeza propia de la esclavitud dentro de la mentira, y también la fuerza aliada, dentro de la plaza tomada por el enemigo, para hacer la liberación del esclavo. Cuando alguien hace ver la falsedad que hay en la mentira empieza la liberación y el rescate de la identidad.

Tareas de la pedagogía de la libertad

La ayuda para llegar a la libertad y al servicio empieza alentando el descubrimiento de la propia identidad. Ésta se obtiene en profundidad por el encuentro con Jesucristo, el único que "manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación"(12) . El encuentro personal con Jesucristo es absolutamente necesario a los seres humanos para conocer lo que somos, para apreciar nuestra identidad. El hombre es objeto de revelación; las solas ciencias no dan a conocer la profundidad del ser humano.

A la luz de esta verdad fundamental, quien quiera ser libe tiene que decidir romper con "la vida en la falsedad", en todas sus dimensiones -personal y social- para 'vivir siempre en la verdad', para "ser de la verdad"(13). Quien ha encontrado a Jesucristo y se ha entregado a Él, no permite que su conciencia sea compartida por otra persona o cosa que no sea el Señor Jesucristo. El descubrimiento de la mentira en todas sus formas es el preámbulo del descubrimiento de nuestra identidad y de nuestra responsabilidad. Por tanto, el análisis de nuestras personas, de nuestra familia, de nuestro barrio, de nuestro trabajo, de nuestra recreación y de nuestra participación social y política, nos conducirá a "la vida en la verdad". La pedagogía para educar para la libertad y el servicio tiene que propiciar una nueva experiencia de ser.

Es necesario descubrir lo que es nuestro, de nuestra naturaleza, la falsedad de nuestras e inclinaciones y al mismo tiempo nuestros traumas, miedos y condicionamientos, las falsedades que afectan nuestras relaciones con los demás y nuestra vida social. Este trabajo debe realizarse continuamente en la vida para permanecer en la libertad.

La conversión sincera, que consiste en orientar el camino de nuestra vida y en darle la orientación permanente hacia Aquel que es la Verdad, es el principio de la libertad y del auténtico servicio. Viene enseguida la liberación de nuestras esclavitudes con la actuación especialmente cuidadosa y amorosa del Espíritu Santo, cuya presencia final-mente nos impulsa hacia el bien. El Espíritu Santo, autor principal de la libertad de los cristianos, nos da la experiencia de querer y hacer el bien por propia decisión, sin ser forzado ni externa ni internamente para realizarlo. Esto nos da la profunda y verdadera experiencia de ser hombre.

Vivir en la verdad es estar siempre enfrentando la propia responsabilidad: debemos saber lo que cuesta hacer el bien, tener la experiencia del valor real que han tenido nuestras determinaciones y la conciencia de la participación real del poder de Dios en nuestra acción. De manera semejante es necesaria la experiencia de la comunidad, des-cubriendo comunitariamente la responsabilidad común y el poder comunitario para el mejoramiento de todos.

"La vida en la verdad" facilita el discernimiento en situaciones concretas, incita a cada paso la imaginación para encontrar nuevos caminos de hacer el bien y nos da la fuerza necesaria para vivir cada paso en libertad. Cuando alguien comienza a "vivir en la verdad", que es la antesala de "la vida en libertad", necesita compartir su vida de verdad y de libertad con otras personas, y esto produce las 'comunidades de base'.

Estas comunidades son el principio de una nueva experiencia de relaciones humanas, un apoyo mutuo en la vida de fe y de verdad. La "revolución existencial" que se produce dentro de la vida en comunidades pequeñas renueva los valores que dan sentido a la existencia, de modo especial el valor comunidad, que exige el servicio mutuo y la complementariedad. Es la experiencia sentir las necesidades de otros y la experiencia del servicio y de sus efectos. Así se construye la comunidad de la caridad. La caridad, plenitud de la ley, es, antes que precepto, una fuerza, un dinamismo de la libertad para responder a las necesidades de los demás.

Los ámbitos de la libertad

Víctor Frankl había definido al neurótico "como el hombre que conmuta la interpretación de su existencia, de un "poder-llegar-a-ser-continuamente-de-otra-manera" a un "tener-que-ser-así-de-una-vez-y-no-de-otro-modo"(14). La verdad de que podemos siempre ser de otra manera abre los horizontes no sólo de nuestra propia conciencia, sino de la familia, del vecindario, de la escuela, del trabajo, de la sociedad y de la Igle-sia. En todos estos ámbitos hay que descubrir cualquier falsedad que estorbe la verdad en su esplendor. Se trata de una conversión continua que libera cuando se descubre la verdad y nos conduce a actuar, sin miedo a la nueva experiencia. La "vida en la verdad" constituye el trasfondo de una sana vida personal, familiar, social y política. Como con-versión personal y rebelión ante la falsedad constituye un acto verdaderamente moral. No se trata de un acto político, es una confrontación entre "la vida en la verdad" y "la vida en la mentira".

Al descubrirse la verdad de estos ámbitos, emerge la conciencia social y la responsabilidad por ellos. Y esta conciencia es también la base firme de la libertad personal para servirlos. La familia, la sociedad, la política y la Iglesia necesitan de hombres libres, convertidos, que vivan la verdad de su pertenencia a esos ambientes y sean libres para servirlos.

Al descubrirse la verdad de estos ámbitos, emerge la conciencia social y la responsabilidad por ellos. Esta conciencia es la base firme de la libertad personal para el servicio. La familia, la sociedad, la política y la Iglesia necesitan de hombres libres, convertidos, que vivan la verdad de su pertenencia a esos ambientes y sean libres para servirlos.

La Iglesia en la educación para la libertad y el servicio

Václav Havel dice: Una mejoría "de las estructuras, que sea real, profunda y estable, hoy no puede partir de la afirmación de ésta o de aquélla mala copia de un proyecto político tradicional y en definitiva sólo externo, sino que tiene que partir -más que nunca y más que en otras partes- del hombre, de la existencia del hombre, de la reconstrucción sustancial de su posición en el mundo, de su relación consigo mismo, con los otros hombres y con el universo. El nacimiento de un modelo económico y político mejor, hoy más que nunca, debe partir de un cambio existencial y moral más profundo de la sociedad: no es algo para lo que baste con pensar y actuar, como para comprarse un coche nuevo, se trata de algo que -si es que no se trata sólo de una nueva variante de la antigua confusión- sólo puede ocurrir como expresión de una vida que cambia".(15)

Por otra parte, el Concilio Vaticano II define así el objetivo de la verdadera educación: "se propone la formación de la persona humana en orden a su fin último y al bien de las sociedades"(16). En este tono están las palabras que dijera el P. Félix Varela al hablar de educación "Se trata de formar hombres de conciencia en lugar de farsantes de la sociedad, hombres que no sean soberbios con los débiles, ni débiles con los poderosos".

Ya que la libertad es propia de la naturaleza humana y la gracia de Dios la asume y la redime, la educación exige el escrupuloso respeto de la conciencia, y su formación, para que cada uno madure y asuma sus responsabilidades ante sí mismo, ante los demás y ante Dios. Es esa libertad de la que habla Don Quijote: "la libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos: con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra, ni el mar cubre".

El Santo Padre recordó en Camagüey: "La Iglesia tiene el deber de dar una for-mación moral, cívica y religiosa, que ayude a los jóvenes cubanos a crecer en los valo-res humanos y cristianos, sin miedo y con la perseverancia de una obra educativa que necesita el tiempo, los medios y las instituciones que son propias de esa siembra de virtud y espiritualidad para el bien de la iglesia y de la Nación". Y en su Homilía en Santa Clara agregó: "la familia, la escuela y la Iglesia deben formar una comunidad educativa donde los hijos de Cuba puedan crecer en humanidad".

El pueblo de Cuba valora, como toda Nación, el legado de aquellos miembros de la Iglesia que se dieron a la tarea de buscar una educación adecuada para todos, desde el padre de la patria, Carlos Manuel de Céspedes: hasta los pensadores como José Martí, El P. Félix Varela, José de la Luz y Caballero, así como otros contemporáneos nuestros, como Mons. Carlos Manuel de Céspedes, los obispos actuales, los que escriben en las revistas diocesanas; todos ellos son testimonio de lo que es dar la vida en favor de los demás. A los laicos de hoy les toca en este nuevo siglo, siglo de los laicos, tomar el estandarte de la libertad de los hijos de Dios y ser así los protagonistas en la obra de salvación del mundo al que Dios ama.

El P. Varela vio que esta transformación hará posible la salvación del individuo y de la sociedad: "No hay Patria sin virtud, ni virtud con impiedad". Es por eso que los educadores son de alguna forma, pastores que deben estar al cuidado de sus ovejas. Como lo señala el profeta Ezequiel: "Lo juro por mi vida -oráculo del Señor- Mis ovejas fueron presa, mis ovejas fueron pasto de las fieras salvajes por falta de pastor; pues los pastores no las cuidaban, los pastores se apacentaban a sí mismos"(17).

José Martí escribió esta frase valiosa: "La felicidad general de un pueblo descansa en la independencia de sus habitantes. Una nación libre es el resultado de sus pobladores libres. De hombres que no puedan vivir por sí, no se hacen pueblos respetables y duraderos"(18).
Agradezco muy hondamente la amable invitación que he recibido para participar en esta Semana Social Católica. A través de ella Dios me ha concedido la gracia de colaborar con la Iglesia de este país hermano, que desde hace muchos años ha interpelado mi conciencia. Muchas gracias.



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