PAPA FRANCISCO
Cuál es el verdadero ayuno
Cuaresma: tiempo privilegiado de
penitencia y de ayuno, pero, ¿qué penitencia y qué ayuno quiere del hombre el
Señor? El riesgo, de hecho, es «maquillar» una práctica virtuosa, ser
«incoherentes». Y no se trata solo de «elecciones alimentarias», sino de estilos
de vida por los cuales se debe tener la «humildad» y la «coherencia» de
reconocer y corregir los propios pecados.
Es esta, en síntesis, la reflexión que, al inicio del camino
cuaresmal, el Pontífice propuso a los fieles durante la misa celebrada en Santa
Marta la mañana del viernes 16 de febrero. Palabra clave de la meditación,
sugerida por la liturgia del día, fue «ayuno»: «Ayuno frente a Dios, ayuno que
es adoración, ayuno en serio», porque «ayunar es una de las tareas a hacer en
la Cuaresma». Pero no en el sentido de quien dice: «Como solo los platos de la
Cuaresma». De hecho, comentó Francisco, «¡esos platos hacen un banquete! No es
cambiar de platos o hacer el pescado de un modo u otro, más sabroso». Si no, no
se hace otra cosa que «continuar el carnaval».
Es la palabra de Dios, subrayó, la que amonesta que «nuestro ayuno
sea verdadero. Verdadero en serio». Y, añadió, «si tú no puedes hacer ayuno
total, ese que hace sentir el hambre hasta los huesos», al menos «haz un ayuno
humilde, pero verdadero».
En la primera lectura (Isaías 58, 1-9), a ese
respecto. «el profeta subraya muchas incoherencias en la práctica de la
virtud». Precisamente «esta es una de las incoherencias». El elenco de Isaías
es detallado: «vosotros decís que me buscáis, me habláis. Pero no es cierto» y
«en el día de vuestro ayuno os ocupáis de vuestros asuntos»: es decir, mientras
«ayunar es un poco despojarse», nos preocupa «ganar dinero». Y de nuevo:
«explotáis a todos vuestros trabajadores»: es decir, explicó el Papa, mientras
se dice: «Te agradezco Señor porque yo puedo ayunar», se desprecia a los
obreros que sobre todo «deben ayunar porque no tienen qué comer». La acusación
del profeta es directa: «He aquí, vosotros ayunáis para litigio y pleitos y
para dar puñetazos a malvados».
Es una doble cara inadmisible. Explicó el Pontífice: «Si tú
quieres hacer penitencia hazla en paz. Pero tú no puedes por una parte hablar
con Dios y por la otra hablar con el diablo, invitar al ayuno a los dos; esta
es una incoherencia». Y, siguiendo siempre las indicaciones de la Escritura
—«No ayunéis más como hoy, para hacer oír en las alturas vuestra voz»—
Francisco puso en guardia sobre el exhibicionismo incoherente. Y sobre el
comportamiento de quien, por ejemplo, recuerda siempre: «nosotros somos católicos,
practicamos; yo pertenezco a esa asociación, nosotros ayunamos siempre, hacemos
penitencia». A ellos preguntó idealmente: «Pero, ¿ayunáis con coherencia o
hacéis la penitencia incoherentemente como dice el Señor, con ruido, para que
todos la vean y digan: “Pero qué persona justa, qué hombre justo, qué mujer
justa?”». Esto, de hecho, «es un truco; es maquillar la virtud. Es maquillar el
mandamiento». Y es, añadió, una «tentación» que todos alguna vez hemos sentido,
«de maquillar en vez de ir en serio sobre la virtud, sobre lo que el Señor nos
pide». Al contrario, el Señor «aconseja a los penitentes, a esos que ayunan de
maquillarse, pero en serio: “Ayunad, pero maquillaos para que la gente no vea
que estáis haciendo penitencia. Sonreíd, estad contentos». Frente a tantos que
«tienen hambre y no pueden sonreír», esta es la sugerencia para el creyente:
«Tú busca el hambre para ayudar a los otros, pero siempre con la sonrisa,
porque tú eres un hijo de Dios y el Señor te ama tanto y te ha revelado estas cosas.
Pero sin incoherencias». A este punto, la reflexión del Pontífice fue aún más
profunda, provocada por la pregunta: «¿qué ayuno quiere el Señor?». La
respuesta llega también de la Escritura, donde en primer lugar se lee:
«Doblegar como junco la cabeza». Es decir: humillarse. Y a quien pregunta:
«¿Qué hago para humillarme?», el Papa responde: «Pero piensa en tus pecados.
Cada uno de nosotros tiene muchos». Y «avergüénzate», porque aunque el mundo no
los conozca, Dios los conoce bien. Este, por tanto, «es el ayuno que quiere el
Señor: la verdad, la coherencia». Después hay un añadido: «desatar los lazos de
maldad» y «deshacer las coyundas del yugo». El examen de conciencia, en este
caso apunta al objetivo sobre la relación con los otros. Para hacerse comprender
mejor, el Papa puso un ejemplo muy práctico: «Yo pienso en muchas empleadas del
hogar que ganan el pan con su trabajo» y que son a menudo «humilladas,
despreciadas». Aquí su reflexión dejó espacio al recuerdo personal: «Nunca he
podido olvidar una vez que fui a casa de un amigo cuando era niño. Vi a la
madre dar una bofetada a la empleada del hogar. 81 años... No lo he olvidado
eso». De aquí una serie de preguntas dirigidas idealmente a quien tiene
personas en servicio: «¿Cómo los tratas? ¿Como personas o como esclavos? ¿Les
pagas lo que es justo, les das vacaciones? ¿Es una persona o es un animal que
te ayuda en tu casa?». Una petición de coherencia que vale también para los
religiosos, «en nuestras casas, en nuestras instituciones: ¿Cómo me relaciono
yo con la empleada que tengo en casa, con las empleadas que están en casa?».
Aquí el Pontífice añadió otra experiencia personal, recordando un señor «muy
culto» pero que «explotaba a la empleada del hogar» y que, ante la
consideración de que se trataba de un «pecado grave» contra personas que son
«imagen de Dios», objetaba: «No, padre, debemos diferenciar: esta gente es
inferior».
Por eso es necesario «deshacer las coyundas del yugo, desatar los
lazos de maldad, devolver la libertad a los oprimidos, romper todo yugo». Y,
comentado al profeta que advierte: «compartir el pan con el hambriento, dejar
entrar en casa a las personas pobres y sin hogar», el Papa contextualizó: «Hoy
se discute si damos el techo o no a los que vienen a pedirlo...». Y las
indicaciones continúan: «Vestir uno que ves desnudo», pero «sin descuidar a tus
parientes». Es el verdadero ayuno, el que implica la vida cotidiana. «Debemos
hacer penitencia, debemos sentir un poco el hambre, debemos rezar más» dijo
Francisco; pero si «nosotros hacemos mucha penitencia» y no vivimos así el
ayuno, «la semilla que nacerá de ahí» será «la de la soberbia», la de quien
dice: «Te doy gracias, Señor, porque puedo ayunar como un santo». Y esto,
añadió, «es el truco feo», y no el que Jesús mismo sugiere «para no hacer ver a
los otros que yo ayuno» (cfr. Mateo, 6, 16-18). La pregunta para
plantearse, concluyó el Pontífice, es: «¿Cómo me comporto con los otros? ¿Mi
ayuno llega para ayudar a los otros?». Porque si esto no sucede, ese ayuno «es
fingido, es incoherente y te lleva sobre el camino de una doble vida». Es
necesario, por tanto, «pedir humildemente la gracia de la coherencia».
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