EL QUE QUIERA SER EL PRIMERO QUE SEA EL ÚLTIMO Y EL SERVIDOR DE TODOS

El que quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos.


El relato evangélico
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En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero él no quería que nadie  lo supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará”. Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo pedir explicaciones.

Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó: “¿De qué discutían por el camino?” Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.

Después tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “el que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que reciba a mí, no me recibe a mí, sino aquel que me ha enviado”. Palabra de Dios. (Mc 9, 30- 37)

Explicación del texto.

“Porque iba enseñando a sus Apóstoles”. Muchos son los que dicen hoy día que Jesús tenía enseñanzas secretas para sus discípulos. ¿Será eso una realidad? ¿Será una la enseñanza de Jesús para sus discípulos y otra para la gente que se acercaba a él para oírlo o para ser curadas? Leamos con sencillez la Escritura; con fe y espíritu de conversión, y nos daremos cuenta que la “enseñanza” de Jesús es una, única, y es para todos que los que crean en él y se abran a su acción amorosa y liberadora. Por el “Encuentro personal” con Jesús al discipulado. El discípulo es aquel que tiene un maestro. Jesús Maestro elige a sus discípulos y los invita a seguirlo, a dejarse enseñar por él. Podemos ser creyentes y no ser discípulos de Jesús. Como creyentes podemos ser personas religiosas, piadosas, estudiosas de la Biblia y no haber hecho una “opción por Jesucristo” como nos llama a la perfección cristiana” (Mt 5, 48; Lc 6, 36)

¿De qué discutían por el camino?
¿Qué buscaban los discípulos? Buscaban los primeros lugares; ser los primeros; discutían sobre el poder carismático de Jesús; no habían entendido. El hombre que se decide a seguir a Jesús, lo acepta como su Salvador, como su Maestro y como su Señor para que pueda estar el el camino de hacerse discípulo. La vida del discípulo está marcada con actos concretos que lo identifican con su Maestro y le ayudan a conformar su vida con él. El llamado es para todos. Todos somos llamados a ser discípulos de Dios. Le enseñanza de Jesús es la misma, pero se vive según el estado de vida y el llamado recibido.

Muchos son los que dicen hoy día que el “Cristianismo” está en crisis. Los que estamos en crisis somos los cristianos que nos negamos a identificarnos con el Maestro. Que no queremos tener “identidad cristiana” y conformar nuestra vida con el Pobre de Nazaret. Los muchos conocimientos, los buenos sentimientos, los títulos humanos o eclesiásticos, los buenos deseos o buenos propósitos, no son suficientes, y, no nos dan la identidad cristiana. Lo que realmente nos identifican como cristianos es “el amor fraterno”, la caridad cristiana que se expresa y manifiesta el servicio que implica “Guardar los Mandamientos”.

“Tomando a un niño lo puso en medio de ellos, lo abrazó, y les dijo: el que recibe en mí nombre a uno de estos niños a mi me recibe”. ¿Qué significa para Jesús hacerse como niños? ¿Qué significa tener alma de niño? Jesús mismo se hizo niño, nació como hombre para servirnos con corazón pobre y humilde, haciendo siempre la voluntad de su Padre. El camino para hacer niños es el camino del nuevo nacimiento: dejar de ser fariseos para hacerse publicanos que buscan los últimos lugares, para luego hacer como niños. Estos dos hombres fueron al templo a orar, sólo uno de ellos salió justificado, es decir, perdonado y renovado para comenzar una vida nueva (cfr Lc 18, 10- 17)
                          
El niño es dependiente de alguien, sus padres, sus familiares, sus amigos. Confía en los que le aman. Jesús quiere que sus discípulos sean como niños en sus manos, que se dejen moldear por él, para que un día sean como él: servidores de los demás. Hacerse niño es hacerse discípulo de Jesús para tener alma de servidor que no se busque a sí mismo.

El Hecho en cuanto tal.

Muchos son hoy día los que dicen que Jesucristo fue un “revolucionario”. ¿Un revolucionario mas? ¿Un revolucionario como los que surgen de vez en cuando entre nosotros? ¿Revolucionario violento, vengativo, movido por las malas pasiones? Por supuesto que no. Los revolucionarios de este mundo, siendo realistas, no son más que buscadores de fortuna, fama, poder o prestigio. “Ambicionan lo que no pueden alcanzar, y entonces, combaten y hace la guerra” (Snt. 3, 16-4,3) Es cierto que Jesucristo, estoy de acuerdo, fue un revolucionario. Él inició, una revolución, la única capaz de cambiar el Mundo: “La revolución del servicio” a la que él designo y dejó como mandamiento: “lavar pies”. “Ustedes me llaman Maestro y Señor, y en verdad lo soy; si pues. Yo siendo maestro y Señor, les he lavado los pies, hagan ustedes lo mismo”.

El Mundo cambiaría si hombres y mujeres, camináramos por las calles, por los barrios, poblados o ciudades con una toalla en la mano y una cubeta de agua en la otra buscando a quien lavarle los pies. Buscando ayudar a otros a tener una mejor calidad de vida o ayudando a crecer en la fe. Jesús: dijo: “Vayan por todo el mundo y hagan discípulos míos, bauticen en el nombre de Padre del Hijo y del Espíritu Santo y enseñen a obrar todo lo que yo les he enseñado” (cf Mt 28, 20) Hacer discípulos siendo a la vez discípulos…enseñando a obrar, obrando, es decir, hacer, vivir, poner en práctica al estilo del Maestro. Esto es dar vida al mundo, a la familia, a la Iglesia…En la “revolución del amor y del servicio, las armas son las “armas de Dios” llamadas también las “armas de la Luz”. (Rm 13, 12-14) Estas armas son la bondad, verdad, la justicia, el perdón, la Palabra de Dios, la fe, la oración (cf Ef 5, 9; 6, 12ss) Estas armas son poder, energía de Dios que nos ayudan a resistir al Diablo y a lo que Pablo llama “el día malo” y después de haber vencido en todo, permanecer firmes (Ef 6, 12ss).

A los revolucionarios por Jesús se les llama “discípulos”, “misioneros”, “testigos del Evangelio”. Todos somos llamados, pero, no siempre respondemos al designio de Dios. El precio que hemos de pagar para poder dar vida al Mundo es “la cruz”. No habrá servidores auténticos del Reino de Dios, sino queremos participar de la cruz de Jesús.  Los que quieran ser primero, estar por encima, tener los mejores y primeros lugares, que se bajen de su pedestal para ir al último puesto: “Los últimos serán los primeros”, es decir, buscar ser servidores y no, ser servidos. Los que quieran ser grandes, que se hagan pequeños y los que quieran reinar que se pongan a lavar los pies. “Déjense lavar los pies”, para que puedan luego, lavárselos a otros, especialmente a los menos favorecidos. El modelo es el Maestro: “Jesús siendo de condición divina, no se aferró a su igualdad con Dios. Sino que se despojó de sí mismo, tomando la condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz” (Fil 2, 5ss)

“Si alguno quiere ser el primero que sea el último y el servidor de todos.”

Esto es el “Cristianismo”. ¿Servidores de quién? Y ¿servidores de qué? Servidores de Cristo, el Siervo de Dios, que con su muerte de cruz y con su resurrección nos ganó el perdón de los pecados y el don del Espíritu Santo, para que nosotros sigamos sus huellas. Servidores de todos al estilo del Buen Samaritano…los enfermos, los presos, los extranjeros, los presos, los débiles moralmente, los pobres, las viudas, los huérfanos, la familia, la Iglesia, la Patria…Llamados a ser servidores de la verdad, de la vida, del amor, del bien común, servidores de todos, en todo lo que ayuda al hombre a realizarse como hombre, como cristiano y como discípulo de Jesús, Nuestro Señor. Para que nuestro servicio sea de calidad, según el servicio de Jesús, purifiquemos nuestro corazón de egoísmos, envidias, búsquedas de intereses personales para que no seamos servidores de la intriga, de la venganza, de las malas pasiones para que no seamos instrumentos de división y no demos muerte en vez de vida.

El servicio de calidad nos pide prepararnos, tener conocimientos, ser profesionistas, sólo que eso no basta. Es necesario, tener caridad para humanizar nuestro servicio. Le servimos a hombres y mujeres de carne y hueso, personas, “creadas a imagen y semejanza de Dios”. Que nuestro servicio sea humano y cristiano ha de ser de calidad y debe tener como fundamento a Jesús, Camino, Verdad y Vida (Jn 14, 6). Servicio en el “amor fraterno” es un camino seguro de realización que nos humaniza y nos hace mejores hombres y mujeres. Tratemos al otro como hermano, como a un hijo de Dios, en nombre del cual servimos. En Cristo, es decir, en nombre del amor, no por obligación, ni por quedar bien, sin buscar halagos, no por que toca, sino, porque  “Somos siervos vuestros por Jesús” (2 Cor 4, 5). Cuando servimos por obligación o porque toca ese servicio no nos realiza, solo nos cansa. Sirvamos con sentido, no seamos serviles; tanto el servilismo como el proselitismo son enemigos del servicio verdadero; sirvamos en amor y con amor, y lo demás “nos viene por añadidura”. Lo demás… es el reino de Dios, y sólo los que se hace como niños entran en él. Reino que pedimos cuando rezamos el “Padre Nuestro”.

Aplicación a nuestra vida.

Todos comenzamos a servir en la carne, es decir, con defectos y en medio de muchas debilidades. Gracias a la acción del Espíritu Santo y a nuestras decisiones, nuestro corazón se va limpiando y purificando, vamos alcanzando la perfección cristiana, mediante la cual disminuye “el reinado del mal” y aparece el “reinado de las virtudes cristianas” en nuestras vidas. Es la conversión del corazón que nos trae una fe sincera, una conciencia recta y una gran disponibilidad para servir a Dios en los demás, en todos.

Cómo discípulos de Jesús tengamos en cuenta lo esencial del llamado: “Estar con él” para después “ser enviados”. Estar con Jesús, a sus pies, escuchando su palabra con la disponibilidad de ponerla en práctica. Estar con Jesús significa vivir en comunión con él para poder llegar a tener sus mismos sentimientos; sus mismos pensamientos y sus mismas preocupaciones; sus mismas luchas y sus mismos intereses. Sólo entonces podemos tener de manera habitual la disposición de hacer la voluntad de Dios y de amar al prójimo hasta dar la vida por él.

Reflexión por grupos y compartir algunas experiencias.

Testimonios que estén fundamentados en la Palabra de Dios.

Oración. Pido a Nuestro señor que ilumine la mente de todos, fortalezca nuestra voluntad y dilate nuestro corazón para que podamos servidores según su corazón. Amén.


Canto y despedida.

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