LA FAMILIA EN EL PLAN DE DIOS.

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                                                        I.            Crisis de la familia en el mundo actual.

Objetivo. Mostrar la situación de la familia en el mundo actual: sus amenazas, sus luces y sus sombras, para que nos preparemos a defenderla y a promoverla, si realmente la amamos.

1.      El Gran problema.
Hoy la Familia está siendo atacada como nunca por medio de “ideologías” que disfrazan la verdad sobre la familia, sobre Dios, sobre el hombre y sobre la Iglesia. En el intento de controlar el crecimiento de la población, el grupo de los más poderosos y ricos del mundo, han arremetido con todo contra la familia. Nosotros nos proponernos hablar de la familia natural que nace de la “unión consciente y libre entre un hombre y una mujer.  
El gran problema que tanto daño hace a la familia, es tanto la inmadurez humana, como la inmadurez en la fe; es no saber distinguir entre lo bueno y lo malo; es la falta de sabiduría que se manifiesta en la carencia de una conciencia moral, entendida ésta como la capacidad de elegir el bien en cada situación concreta. El problema nos lleva a los días del mismo noviazgo; los novios creen que se aman y cuando mucho, se gustan. La diferencia entre amor y enamoramiento puede compararse con una fruta verde y por lo tanto agria, con una que ha llegado a la madurez y por lo tanto, se encuentra en su punto, está comible.
El enamoramiento nace de los instintos y de los impulsos, abarca sólo aspectos de la persona. Estos aspectos pueden ser atractivos físicos, intelectuales o morales, como sería un cuerpo atractivo, una mente culta o una buena cartera. No así el amor, que no ve aspectos, sino que abarca a la persona en su totalidad, la valora, no por lo que tiene, sabe o hace, sino por lo que es, un ser humano. El enamoramiento es siempre el primer momento, pero no la meta; por lo tanto, se debe superar. Comienza por un aspecto, un detalle; algo que nos atrae del otro; de un alguien que nos presentan, que conocemos o con quien tenemos un encuentro especial. Pero el enamoramiento tiene que madurar, es decir, pasar al amor, y éste en sus diversas etapas, está llamado a llegar al amor de oblación.
El matrimonio entre personas que nada más están enamoradas es realmente un peligro, sobre todo en aquellas personas que están vacías de convicciones personales o de valores cristianos. Les falta discernimiento, les falta vida, les falta comunicación, no se conocen y esto les hace elegir equivocadamente. Se casan porque está de moda, por entrar en la onda o por necesidad.

2.      Instrumentalización.
Pasa la luna de miel y con ella pasa el enamoramiento, entonces, se da el “reinado de la instrumentalización” que convierte a uno y a otro en simples medios de placer o de trabajo. En esta situación los parámetros que rigen la vida de muchas familias son el aumento de la riqueza y el control de la población: más lujos, más bienes… y menos hijos. Lo que importa es tener cosas, lujos, dinero; la familia se convierte en carga y en estorbo, duele “invertir” en ella. Contemplamos la paradoja de tener dos salarios y la amenaza de más divorcios; casas más grandes y lujosas pero, también más vacías.

3.      La inversión de valores.
¿Qué sucede cuando la familia desconoce el sentido y la razón de su ser? ¿Qué sucede cuando la familia no se proyecta según el Plan de Dios? ¿Qué sucede cuando la vida, el amor, las ilusiones y las promesas no llegan a la madurez? La respuesta la encontramos en la Biblia: “Entonces se les abrieron a entrambos los ojos y se dieron cuenta que estaban desnudos” (Gn. 3, 7).
La desnudez no es otra cosa que encontrarse privados de los dones gratuitos de Dios. Adán y Eva habían perdido la capacidad de verse con los ojos de Dios, con los ojos del amor, de verse como lo que eran: personas que sienten, piensan y se expresan. Ahora, se ha dado lo que se llama “la inversión de valores”; los esposos pasan a verse como instrumentos de placer o de trabajo. En ellos, la nueva mirada brota de los instintos o de los impulsos; es decir, se miran con los ojos de la concupiscencia: ahora habitan en el reino de la lujuria, donde se valora a la persona por los adornos o por la apariencia física, por lo que tiene o por lo que produce.
4.      La frustración.
La inversión de valores está marcada por el reinado de la “Instrumentalización”. El regalo que ésta hace a la familia, no importa dónde se encuentre, en el campo o en la ciudad, en China o en México, produce síntomas de muerte y podemos, sin miedo, llamarle: “La frustración”, con un rostro específico que abiertamente quiero ponerle nombre propio: EL ABORTO entendido en un doble sentido: como asesinato de una persona humana en el vientre de la madre, o como asesinato de la vida, del amor, de las ilusiones, de las promesas, de los derechos y deberes de cada uno de los cónyuges. El aborto como frustración de la vida personal o familiar, para los cristianos siempre será un asesinato, fruto del odio y de la soberbia de los hombres.
El aborto físico es un crimen condenado por el cristianismo desde sus mismos orígenes. La Iglesia aplica la “Excomunión Latae Sentenciae” a quienes lo practiquen. Es un crimen que nunca puede ser lícito. Ningún médico, ni persona alguna puede disponer a su antojo de algo tan sagrado como es la vida de un inocente indefenso con el derecho a nacer. El ser humano, desde el seno materno, es una persona viviente. Por esta razón las familias cristianas tienen, frente al aborto, una triple responsabilidad:
·         Reconocer el derecho que tiene todo ser humano a las condiciones fundamentales de la vida. Lo que la madre lleva en su vientre no es un pedazo de carne, sino una persona con todas sus facultades. Un ser que siente, experimenta y recibe el ambiente de la madre.
·         Tenemos el deber de proteger el derecho a vivir de la persona que vibra en el seno materno.
·         Tenemos el deber de conservar el sentido de la maternidad como don de Dios a la mujer.

5.      La frustración del sentido de la familia.
Existen matrimonios que aparentemente lo tienen todo, o casi todo; sexo, dinero, comodidades, etc. Frente a los amigos aparecen como la familia ideal, pero detrás de las apariencias se oculta una realidad: un vacío de ser lo que deberíamos ser: el uno para el otro. La no proyección en la vida, según el Plan de Dios, conduce al matrimonio a un posible estado de vida que se manifiesta con un doble rostro:
·         Un estilo de vida llamado Conformismo, donde se vive haciendo lo que los demás hacen. La persona se convierte en copia de otros que a la vez responden a modelos que tampoco tienen identidad propia. Si los demás se emborrachan, le pegan a la señora, tienen por ahí otro frente, se gastan lo de la quincena, bailan, se matan, abortan, se divorcian, etc. Nos convertimos en esclavos de una sociedad masificada y masificadora. Nos convertimos en esclavos de la moda…y cuando ésta es el aborto…nos convertimos en asesinos de la vida.
·         Otro estilo de vida llamado Totalitarismo, en él se vive haciendo lo que los demás dicen. El otro o los otros imponen cómo se debe vivir, pensar, vestir, hablar; cuándo y cómo se deben tener relaciones sexuales, cuántos hijos se deben tener, a qué escuela deben asistir, en qué dios deben creer, etc. Son otros los que dicen: usted debe abortar, ya no puede tener más hijos. Cuando esto hacemos, estamos permitiendo que otros pisoteen y deformen la dignidad de la familia.
Estamos dejando que una sociedad masificada y masificadora nos convierta en instrumentos de placer o de trabajo al servicio de personas vacías o al servicio de intereses de monopolios sin escrúpulos.
Nosotros no somos ni calcomanías, ni títeres: somos y debemos ser personas libres y conscientes; hijos de Dios, redimidos con la preciosa sangre de Jesucristo.


6.      El vacío existencial.
Tanto el “Conformismo” como el “Totalitarismo”, fruto de la “Inversión de valores” dan a luz, lo que se llama “Vacío Existencial” “Vacío de familia”, que no es otra cosa que vacío de ser, vacío de vida, vacío de amor, vacío de valores, vacío de Dios. Este vacío es la nueva “matriz” que da a luz nuevas relaciones, nuevos comportamientos y nuevos síntomas que dan rostro al “aborto de la vida llamado frustración”
La consecuencia del vacío generado por el rechazo al Plan de Dios, tiene tres manifestaciones, tan palpables, que cualquiera las puede descubrir en su propio hogar, en sí mismo o en el rostro de otras personas: el aburrimiento, la agresividad y el aislamiento.
·         El aburrimiento. El aburrimiento es una enfermedad personal o familiar que no respeta fronteras, ni estratos sociales, ni religiones, ni edades. Por lo general comienza en aquellos matrimonios jóvenes que han dejado atrás “la luna de miel”. La han dejado atrás por una sencilla razón, se dejaron envenenar por la rutina; muy pronto se acostumbraron el uno al otro. Y los besos de antes ya no saben lo mismo. Las relaciones sexuales ya no son expresión del amor, sino que se hacen porque toca, porque lo piden los instintos de un marido borracho, capaz de violar a una esposa cansada. Tres son los hijos del aburrimiento: el alcoholismo, la prostitución y la angustia.
Los esposos aburridos, cobijados con el manto de la rutina, pronto comienzan a buscar compensaciones: relaciones sexuales fuera del hogar, bailes, modas y compras de cosas que no son necesarias; reuniones y borracheras con los amigos o con las amigas. El plato ajeno aparece más lleno, es decir, lo propio ya no satisface…la amiga, la comadre, la vecina aparece más apetecible.
Aparece la ambición del dinero, que exige ahorrar y trabajar al máximo, no importa que la familia cargue con las consecuencias. El hombre vive para el sexo, para el trabajo o para el dinero, es tan sólo un medio al servicio de…los instintos propios o ajenos. Se busca llenar el vacío del corazón con sexo, con alcohol, con cosas, pero nada ni nadie lo llena, todo lo contrario, mientras más se le pone, más se hunde y más pesa.
Encuentro en el matrimonio aburrido una enfermedad que hasta me da vergüenza decirla: “la impotencia sexual” que se manifiesta en el hombre como eyaculación prematura y en la mujer como frigidez.
El hombre aburrido, fruto de la instrumentalización, termina por hacer de su esposa un instrumento de placer; una persona que al pensar sólo en sí misma, y no tener en cuenta a su cónyuge como ser humano, ha comenzado a experimentar una castración psicológica que lo incapacita para amar la vida y para satisfacer sexualmente a su compañera. Mientras que la esposa, al no estar gozando de su dimensión sexual, termina por perder el apetito hacia su esposo, para comenzar a ver más allá de las fronteras del hogar. Una mujer frígida para su esposo, que al no haber perdido su apetito sexual, tiene frente a ella dos graves peligros: convertirse en sede de neurosis o en alguien con deseos de probar suerte en el campo de las infidelidades. Esto ha llevado a muchas esposas fieles y abnegadas en otros tiempos a prostituirse a sí mismas, no por paga, sino por un deporte llamado necesidad. Una mujer vacía de amor, a quien se le había negado el derecho de amar y de ser amada. La culpa ¿de quién será?
·         La agresividad. Ésta es inseparable del aburrimiento y pertenece al reinado de los impulsos. Cuando la agresividad es la reina del hogar, en él abundan: el odio, la envidia, la venganza, el miedo, los celos, los deseos de matar, el vocabulario sucio e inmoral, gritos, insultos, golpes, etc. Un hogar convertido en campo de batalla o de opresión, donde uno quiere ser el rey y que nada más sus chicharrones truenen; un hogar convertido en una fuente de futuras neurosis…y si no me lo creen, esperen…La violencia engendra violencia, ya que lo que se siembra es lo que se cosecha. Cuando los hijos comienzan a dirigirse a sus padres con palabras como éstas: “Mamá, te odio, porque tú no amas a mi papá, porque lo tratas mal” estamos entrando en el terreno de los partidos familiares que convierten el hogar en campo de batalla.
He conocido hijos que sienten un rechazo contra su padre sin poder explicarlo o desprenderse de él. La causa no es otra que los malos tratos que su padre daba a su madre en la primera etapa de su vida los hijos, y aún después. El único mecanismo de defensa del niño fue guardar en su inconsciente toda aquella agresividad que ahora se manifiesta con el nombre de Neurosis de regresión.
La familia ha caído bajo el dominio de los impulsos, se convierte en enemiga de la vida, dedica todo su potencial a destruirla, con el único pretexto que el otro o los otros son estorbos que ponen en peligro los intereses personales o familiares. Se prefiere el lujo, el trabajo, los objetos o los viajes a la persona humana, al hijo en el vientre de la madre. Por lo tanto, se debe abortar.
·         El aislamiento. El aislamiento mutila la más hermosa posibilidad del hombre y de la familia: Vivir para los demás. El aislamiento es decir no al diálogo. Es no compartir. Es encerrarse dentro de los límites de un yo enfermizo y asfixiado por la mediocridad y el egocentrismo. Es vivir en sí mismo y para sí mismo.
El aislamiento es la otra cara del individualismo que hace exclamar al hombre: Estando yo bien, los demás, allá ellos. Toda persona aislada, al no compartir, se atrofia, se mutila…se da muerte a sí misma. Es una muerta en vida…ha mutilado su capacidad de amar, de dialogar, de ser responsable; el bosquejo atrofiado de un hombre que le ha perdido el sentido a la vida, a la familia, al matrimonio…los demás le estorban…los niños son un fastidio; valía más haberme casado con otro o con otra…mejor el divorcio…mejor el aborto…Al llegar a este momento el otro es una carga; una cruz que pesa y que no vale la pena soportarla. Sólo queda el camino del suicidio espiritual que hunde a la familia en una eterna agonía, llamada “muerte crónica”: un matrimonio convertido en “aborto”.
7.      Ejemplos.
Hace tiempo le lancé esta pregunta a un matrimonio: ¿cuándo fue la última vez que le dijiste a tu esposa “te amo”? él me miró fijamente, como que quiso cambiar de color y antes que me respondiera, ella se adelantó diciendo: “hace 16 años, cuando éramos novios”. El esposo se limita a responder “es que tú me rechazas, ya estoy cansado de tus rechazos” ella, estallando en sollozos le responde: “es que tú nunca me preparas, nunca tienes una atención conmigo antes de nuestras relaciones sexuales…y nunca me complaces”
Hace apenas unos meses, un ingeniero en Colombia, miembro orgulloso de los A.A. me decía que un día sus hijas le cerraron el paso para hacerle esta pregunta: “Papá, queremos dialogar contigo”. “No tengo tiempo, tengo una reunión de negocios y me marcho inmediatamente”, fue la respuesta del padre. Ellas no se dieron por vencidas y le dijeron: “¿Cuánto nos cuesta una hora de tu tiempo? Ya nos cansamos de tener un papá cartera, que nos colma de regalos pero que no tiene cinco minutos para sus hijas. Por favor, papá, te amamos y queremos dialogar contigo para decírtelo; regálanos un poquito de tu tiempo”
Pudiera pasarme varias horas compartiendo otras experiencias que me permiten convencerme que el 90% o más de los matrimonios, de nuestra sociedad, presentan manifestaciones o síntomas de muerte; no viven una vida feliz. No gozan de armonía. No gozan sus relaciones sexuales. Sencillamente se soportan, se resignan a vivir una vida de amargura y de angustia.
Los hijos se van llenando de un falso respeto y van perdiendo la sensibilidad filial que de niños los hacía arrojarse sin miedo a los brazos de sus padres y decirles: “te amo y te quiero”
De vez en cuando me gusta preguntar a los jóvenes: ¿Cuándo fue la última vez que te acercaste a tu mamá o a tu papá y les dijiste “los amo”? Eso lo hacía cuando era niño, me responden, ahora les demuestro mi amor con obras, no con palabras. ¿Será cierto que las obras salvan? ¿No estaremos privando a nuestros seres queridos de verdaderas manifestaciones de cariño? Pudiendo liberarlos de la tristeza, del cansancio y de la angustia con una palabra llena de cariño, por vergüenza, miedo o no sé qué, nos quedamos mudos, con las palabras amarradas por un puñado de impulsos.
8.      Algo para tener presente.
En el matrimonio, la sexualidad está ordenada al amor conyugal del hombre y de la mujer. Razón por la cual, la intimidad corporal de los esposos es signo y garantía de comunión espiritual. Mediante ella, ambos esposos se dan uno a otro, con actos propios y exclusivos. Estos actos, cuando son verdaderas expresiones de amor, son honestos y dignos, significan y fomentan la recíproca donación y enriquecen mutuamente a los esposos con alegría y gratitud. (CATIC)
El amor conyugal, cuando responde a su auténtica finalidad tiene, además del bien de los esposos, otras manifestaciones entre las cuales, las más inmediatas y propias son “la procreación y la educación de los hijos” Qué grande y hermosa es la alegría de los padres que, en obediencia al dinamismo interior y profundo del amor, al estarse donando a su familia, ven crecer el fruto de su entrega mutua en unos hijos que son impronta de su imagen. Como dice el refrán: “De tal palo, tal astilla”. El Evangelio lo expresa en otra forma: “Lo que se siembra es lo que se cosecha.”




















II.            EL MATRIMONIO EN EL PLAN DE DIOS.
Objetivo: Presentar el Matrimonio como una alianza de personas en el amor, donde intervienen un hombre, una mujer y Cristo, para dar responder a la necesidad de la Parroquia de enriquecer el sentido de la Familia.
1.     El Matrimonio por la Iglesia es una Alianza.
La familia arranca de la comunión conyugal que el Concilio Vaticano 11 (GS 48) califica como “Alianza” por la que el hombre y la mujer se “entregan mutuamente, él a ella y ella a él. Entrega entre dos voluntades que libre y conscientemente deciden vivir el uno para el otro hasta que la muerte los separe.
El Catecismo de la Iglesia nos dice: El Matrimonio es una “Alianza”, por la que el varón y la mujer constituyen el consorcio ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges, a la procreación y educación de la prole, consorcio que es para toda la vida (Catic 1601).
La familia es una comunidad natural de vida, es una unidad viviente, entre los esposos, entre los padres con los hijos y entre los mismos hermanos. Unidad que se origina en el matrimonio. Es la célula de la sociedad humana. Al ser humano sólo le es posible comprenderlo dentro del contexto familiar. Y por contexto familiar entendiendo un padre (hombre), una madre (mujer), unos hijos y unos hermanos (perdón por tanta aclaración, pero en estos tiempos y en estos temas hay que ser cada vez más específicos por aquellos que de pronto crean sus “propias realidades”.
2.     Naturaleza del Matrimonio.
Hablemos del origen del Matrimonio. ¿Es o no querido por Dios? ¿Es Dios su Autor, o es invento de la Iglesia Católica? La Revelación que Dios hace de sí mismo y de su Misterio de Salvación nos dice que el Matrimonio hunde sus raíces en la misma Voluntad del Creador. De un extremo a otro la Escritura habla del matrimonio y de su “misterio”, de su institución y del sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas a lo largo de la historia, de sus dificultades nacidas del pecado y de su renovación en el Señor (Gn 1 26- 27; Apoc 19, 7-9; 1 Cor 7, 39).
a)      Antiguo Testamento.
Ø  “En el principio”, Dios dijo: “por eso deja el hombre a su Padre y a su Madre y se une a su mujer” (Mt 19, 4- 7). Unidad de dos, es no sólo estar juntos, sino vivir el uno para el otro.
Ø  “No es bueno que el hombre esté sólo” (Gn 2, 18ss). El hombre no fue creado para vivir en solitario, quien se aísla se muere. El hombre solo no se realiza, está necesitado de ayuda. Dios no creó al hombre para la soledad, pero tampoco para la poligamia.
Ø  “Voy hacerle una ayuda adecuada”. La mujer es la ayuda adecuada para el hombre y él lo es para la mujer; juntos lo son para su s hijos, y estos lo son para sus padres.
Ø  “De la costilla del hombre Dios formó a la mujer y la llevó ante el hombre”. Hombre y mujer participan de una misma naturaleza; de una misma dignidad: tienen un mismo valor fundamental.
Ø  “Esta vez sí que es carne de mi carne y huesos de mis huesos”. Es de mi misma naturaleza, es mi pariente más cercano: es mi prójima.

b)     Nuevo Testamento

En Jesucristo, por él y en él, Dios está revelando una nueva dimensión del amor: La donación y la entrega de sí mismo a los hombres (Jn 3, 16). Jesús viene a dar origen al nuevo Israel, el nuevo Pueblo de Dios la Iglesia, familia de los hijos de Dios. Por Jesús el amor conyugal adquiere un nuevo sentido al estar marcado por la caridad divina que él viene a traer a la Humanidad (Jn 10, 10).

Para Jesucristo el amor entre los esposos es una oportunidad de vivir la ley del amor en la perspectiva del Reino: El esposo, la esposas, es el >>primer prójimo<<, Jesús al subordinar el amor de los esposos al Reino de Dios, da un verdadero sentido al matrimonio, integrándolo a un proyecto de vida total, donde el compromiso matrimonial encierra la reciprocidad en el bien mutuo de ambos esposos. Varios son los textos bíblicos que dan a pie a decir que Jesús es el Fundador del Sacramento del Matrimonio.

Ø  En las Bodas de Caná. Jesús asistiendo a la Boda de hijos del pueblo de Israel reconoce el pleno valor de la vida conyugal y a la familia humana (Jn 2, 1. 11).
Ø  Jesús hace una defensa clara del matrimonio frente a los del grupo de los saduceos y mostrando con nitidez el carácter original del Matrimonio dentro del Plan de Dios: “El principio” era un hombre para una mujer y nua mujer para un hombre (Mt 19, 4- 7; Mc 10, 5)
Ø  Jesús defiende la #indisolubilidad del Matrimonio: “lo que Dios une que no lo separe el hombre” (Mc 10, 9) Jesús excluye radicalmente del Plan de Dios el divorcio físico y espiritual de los cónyuges que orienta a muchos a buscarse un segundo frente.
Ø  Jesús radicalmente dice  no a la poligamia y no al adulterio, como utilización instrumentalista e individualista que genera el vacío existencial de los hogares.
No al divorcio, no adulterio, no a la separación espiritual de los esposos, porque para la Iglesia la Familia es “imagen de la Trinidad”, y esto, a la luz de los Padres, la Trinidad es el fundamento de la Familia (Gn 1, 26), célula del Cuerpo Místico de Cristo.
c)      La doctrina de la Iglesia católica.
La Iglesia católica enseña que el Matrimonio, fundado por Dios desde el comienzo de la Humanidad por el acto creador de Dios, fue elevado por Cristo a la dignidad de sacramento. Esto significa que para los católicos. El Matrimonio, no es cualquier cosa, sino que en virtud de la acción de Dios es algo natural, sagrado, misterio sacramenta, que manifiesta la gracia de ser el fundamento de la familia cristiana y hace parte del plan de Dios.
El Matrimonio en el Señor es una Alianza sacramental por la que un hombre y una mujer constituyen entre sí una “comunidad de amor y vida hasta que la “muerte los separe”. Alianza por su carácter natural al bien de los esposos, así como a la generación, de los hijos. Alianza que fue elevado por Jesucristo, Nuestro Señor a la dignidad de sacramento (Derecho Canónico # 1055, 1).
Tanto la Biblia como la enseñanza de la Iglesia, ponen de manifiesto que la “alianza matrimonial” o “alianza sacramental” es origen y fundamento de la familia cristiana. “Compromiso” irreversible que encierra la reciprocidad en el bien común de ambos esposos y que permite hablar de las propiedades del Matrimonio a la luz del Plan de Dios.

3.     Las Propiedades del Matrimonio.
Las propiedades esenciales del Matrimonio son la unidad y la indisolubilidad, que en el Matrimonio cristiano alcanzan una particular firmeza por razón del Sacramento (Catic # 1645- 1646). Hablemos de ellas por separado:
a)             La Unidad.

La pareja es libre de casarse, pero si lo hacen, están obligados por el compromiso conyugal a vivir el Matrimonio de acuerdo al Plan de Dios, tal como lo revela el libro del Génesis:

Ø  Unidad entre un solo hombre y una sola mujer,
Ø  Como adultos conscientes, capaces de comprometerse con responsabilidad.
Ø  Como personas maduras, capaces de desprenderse gustos, amigos, estilo de vida, familiares para formar una sola carne.
Ø  Como personas conscientes de que casarse significa vivir en comunidad de amor, es decir, caminar juntos en la vida hasta envejecer juntos n exclusividad y en fidelidad.
Ø  Estar dispuestos a trasmitir la vida de acuerdo con las posibilidades reales de cada pareja. Una cosa es negarse a tener hijos, y otra a no poder hacerlo debido a obstáculos existentes por enfermedad o esterilidad.

b)     La indisolubilidad.
Ø  Que nadie separe lo que Dios ha unido (Mt 19, 6). Que nadie destruya la unidad original.
Ø  El Matrimonio es vocación y mandamiento; es don y respuesta. Exige renuncias y sacrificios, donación y entrega. Ser fieles hasta el final.
Ø  No hay lugar para el adulterio ni para el divorcio que llegan a ser una verdadera grieta de escape de los valores de la Familia, y a la vez, una puerta de entrada a presencias extrañas al Matrimonio: como son el alcoholismo, prostitución, drogadicción, triunfalismo, activismo, etc. en una palabra. El divorcio es fuente de futuras neurosis y de sufrimiento, tanto para padres como para hijos, a la vez que es escándalo para la sociedad.
No nos engañemos el divorcio ha sido, es y será contrario a la voluntad de Dios al poner en peligro y en juego la relación con Él, con la familia y a vez, pone en peligro, la realización personal, de los cónyuges como de los hijos.
4.     La finalidad del Matrimonio.
Pueden existe muchas y varadas razones por las que los hombres se casan, desde la de tener una seguridad, tener sirvienta, tener con quien desahogar los instintos o los impulsos, recibir amor, tener hijos, etc., razones que no dan una respuesta válida. La persona se ha de casar no con miras a recibir,, sino a dar. Me caso para dar amor, para amar a una persona como es y ayudarla a ser feliz, a realizare como lo que es, persona única e irrepetible. Lo que no está dentro de esta realidad desemboca en “instrumentalismo”.
Para la doctrina de la Iglesia, la finalidad del Matrimonio es la de formar una “comunidad de vida y de amor” (GS # 48). Comunidad que tenga como sujetos a ambos cónyuges y como meta buscar el bien mutuo de los dos; la procreación de los hijos, la educación de la prole.
El hombre de hoy empapado por medios de comunicación social y por la basura de la pornografía vive sumergido en la preocupación de aprender técnicas sexuales para realizar el acto sexual de manera que pueda proporcionarle placer, no se da cuenta que lo único que logra con sus técnicas es deshumanizar el sexo e instrumentalizar a su pareja. El camino, no son las técnicas sexuales, sino el cariño, la ternura y el amor que se le ponga a la relación sexual.
5.     Matrimonio como vocación
Dios nos llamó primero a la existencia, luego a ser sus hijos y miembros de la Iglesia por el Bautismo. Dios nos llama también a vivir una vocación concreta y específica como miembros que somos de la sociedad, de la familia y de la Iglesia. A unos los llama al sacerdocio, a otros al Matrimonio o a una vida célibe. Vocación que exige una respuesta de parte del hombre a vivir una relación sana y responsable, una relación de amor mutuo a la luz del Plan de salvación.
La vocación es una verdadera vocación de parte de Dios, se inscribe en la naturaleza misma del hombre y la mujer que salieron de las manos de su Creador con una misión, con un destino, con una tarea: “Vivir dándose y entregándose mutuamente el uno al otro, como esposos, y como padres, a los hijos y a los demás. “Hombre y Mujer los creó” (Gn 1, 27). El hombre es para la mujer y la mujer es para el hombre, un complemento, una ayuda adecuada (Gn 2, 18).
El hombre es por naturaleza en ser en relación, necesita de los demás y los demás necesitan de él. El hombre no fue creado para vivir en solitario, encerrado en sí mismo a alejado de su realidad, por eso Dios inventó el Matrimonio uniendo al hombre con la Mujer y dándoles una doble bendición: “Crezcan, multiplíquense y sean los dueños, amos y señores de la tierra”.
Con cuánta razón Pablo lo dejó dicho en la Sagrada Escritura: “Me pongo de rodillas delante del Padre, de quien recibe su nombre toda familia, tanto, en el cielo como en la tierra” (Ef 3, 14). Es el mismo Dios, Autor del Matrimonio quien ha dicho: Crezcan,  en cantidad y crezcan en calidad.
6.     El Matrimonio en el Señor
Hablemos del momento fundacional, ¿Qué es lo que se funda? Una Familia que hunde sus raíces en el momento en el que dos bautizados, hijos del Pueblo de Dios al que se unieron por el sacramento del Bautismo, deciden, libre y conscientemente unirse en el Señor para vivir su matrimonio con la ayuda de la gracia de Cristo.
Para los católicos casarse en el Señor significa que el matrimonio entre bautizados es un verdadero signo de la Nueva Alianza (Catic 1617) “Una alianza de amor para toda la vida”. Amor que puede madurar ser custodiado y profundizado solamente por el Amor. Aquel amor derramado en los corazones de los esposos el día que se encontraron sus voluntades, sus amores, para donarse mutuamente. Es el Amor de Dios el guardián del amor humano.
El Matrimonio cristiano, es pues, un pacto sagrado celebrado entre un hombre y una mujer ante el Ministro de Cristo y de la Iglesia. Para los cristianos, Cristo elevó la unión del hombre y la mujer a la dignidad de Sacramento. De manera que el pacto es sagrado; una imagen de la unión de Cristo con la Iglesia y fuente de gracia especial. Los recién casados llevan la invitación de parte de Cristo de dejarse  llevar por la corriente de la Gracia para que puedan vivir el amor como él mismo lo vivió: “Dándose, donándose, entregándose, gastándose por la Familia.

7.     La Familia y su identidad
La familia no es sólo un conjunto de personas a las que les “tocó” nacer bajo el mismo techo (cuando han tenido la mejor de las suertes). La familia es mucho, muchísimo más que ver nacer, crecer, reproducirse y morir a una serie de personas con rasgos físicos y de personalidad a veces semejantes. Si bien es cierto que la familia no se escoge, es menester optar por ella y aceptarla con un acto de voluntad y amor.
La familia es una comunidad natural de vida, es una unidad viviente, de los padres con los hijos, que se origina en el matrimonio. Es la célula de la sociedad humana. Al ser humano sólo le es posible comprenderlo dentro del contexto familiar. Y por contexto familiar entendiendo un padre (hombre), una madre (mujer) y los hermanos (perdón por tanta aclaración, pero en estos tiempos y en estos temas hay que ser cada vez más específicos por aquellos que de pronto crean sus “propias realidades”).
La identidad familiar es la manifestación de la gracia que Cristo da a los esposos en el mismo momento fundacional para que el esposo viva para su esposa y,  ella viva para él; para que los padres vivan para sus hijos y los hijos vivan para sus padres y los hermanos vivan para los hermanos.
La “identidad conyugal o matrimonial, o familiar, no se compra y no se vende, es el Don que Dios en Cristo a los esposos en el mismo momento que ellos se donan mutuamente para toda la vida. Identidad que no se acaba con la luna de miel, sino, que se prolonga a lo largo de la vida de los esposos para que realicen juntos el sentido del Matrimonio.
8.     La fidelidad del amor conyugal
La infidelidad puede llevar a la pérdida de la identidad familiar y al vacío existencial. “La unión íntima, en cuanto donación mutua de dos personas, así como el bien de los hijos, exigen la fidelidad de los cónyuges  urgen su indisoluble unidad” (CaTic 1646; GS # 48,1).
La Familia es por excelencia el lugar para vivir el Mandamiento regio: Ámense unos a los otros como yo os he amado” (Jn 13, 34), razón por la que Pablo exhorta a toda familia a “crecer en el amor” de unos para con otros y para con todos (1 Ts 3, 12). El cultivo del amor conyugal pide a los esposos ser fieles a las promesas que se hicieron frente al altar del Señor: ser fieles en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y en la abundancia.








        III.            LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DE LA FAMILIA.

Objetivo: Presentar los principios fundamentales de la Familia, para que con una conciencia más lúcida, los novios se preparen con responsabilidad para sus futuras nupcias.

1.     La Familia Comunidad de personas.

 La familia es una comunidad de personas, para las cuales el propio modo de vivir juntos es la comunión. Solo las personas son capaces de existir en comunión. La familia arranca de la comunión conyugal, llamado también “momento fundacional” o “alianza conyugal”, por la cual el hombre y la mujer se entregan y aceptan mutuamente (GS #48).

Juan Pablo II en su “carta a la familia” hizo una clara distinción entre “comunión” y “comunidad”. La comunión hace referencia  a la relación personal entre el “yo” y el “tú”. La Comunidad hacia una “sociedad”, un “nosotros”, la familia, comunidad de personas, es por consiguiente, la primera “sociedad” humana. La comunión de los cónyuges da origen  a la “comunidad” familiar.

2.     Fundamentos de la alianza del matrimonio.

V  El amor de los novios. La alianza conyugal o matrimonio tiene como fundamento, el amor que debe ser profundizado y custodiado solamente por el amor, aquel amor que es derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm. 5,5).

De frente al matrimonio, los novios han de poseer una libertad afectiva, es decir, que consiste en tener la certeza de ser amado y la certeza de que se ama y se puede vivir creciendo en el amor. Cuando se tiene esta doble certeza es entonces cuando se tiene la capacidad para elegir a un “tú” para formar la “unidad” que da el matrimonio en el “Señor”, de modo que lleguen a ser “una sola carne” (Gn. 2, 24). Porque nos amamos decidimos ser unidad; ser comunión; ser comunidad de vida y amor que vive en la verdad.
V  La elección personal. La comunión conyugal se basa de manera única, en la recíproca elección de los esposos; elección que descubre la plena verdad de la persona creada a imagen y semejanza de Dios; elección libre y consciente que brota de dos personas soberanas que son capaces de decidir por ellas mismas.

Cuando no existe la decisión personal de los que se van  a casar, sino que la voluntad de otros lo decide, o cuando existen presiones externas, se da un verdadero atropello a la dignidad de la persona. Nadie puede decidir por otros en cuestiones tan importantes como es el de comprometerse en donación y entrega para toda la vida. Hecho que solamente puede ser realizado por personas soberanas que eligen con soberanía, esto es, de manera libre y consciente dejar de “pertenecerse” para ser “don” para el ser que se ama; “para se ayuda adecuada” (Gn 2, 18).

3.     La alianza conyugal

Alianza significa Amor, pacto, donación y entrega mutua; dos amores que se donan mutuamente para hacer alianza y compromiso de vivir el uno para el otro. Es la base sólida de la unidad familiar y raíz de la “Identidad Familiar”. Esta identidad es  herencia y patrimonio, es don y respuesta; es acogida y apertura. Podemos decir que la identidad da rostro y sostiene la estructura familiar, cuando los miembros de la familia llegan a perder su identidad se crea un vacío del cual salen fuerzas desintegradoras
Alianza elevada por Cristo a signo o sacramento del cual nace la “familia cristiana”, llamada a ser “santuario de la vida”, portadora de la potencia creadora de Dios, llamada a cooperar con el Creador para dar vida a nuevos seres humanos, semejantes a ellos, no solamente “hueso de mis huesos”, sino imagen y semejanza de Dios, esto es, personas. De manera que la generación sea una continuación de la creación.
Alianza que reza: “lo que es tuyo es mío, y lo que es mío es tuyo”. Todos es de todos y todo se pone al servicio del bien común de la familia.
4.     Principios fundamentales  de la familia.

El hombre está llamado a vivir en la verdad y en amor. Vivir en la verdad es vivir en relación con Dios como hijo, con los demás como hermano y con las cosas como amo y señor. Quién invierta el orden de está fundamental mentalidad no vive en la verdad. Por el amor el hombre está llamado a vivir y a realizarse en la entrega de sí mismo.
·  La dignidad de la persona humana. El peor enemigo de la “dignidad humana” es la “inversión de valores”. Que ha sumergido y llevado al hombre a la pérdida de los valores familiares, y por lo tanto humanos. Muchos hombres y mujeres viven en una “gran mentira”, generada por una manera de pensar que genera actitudes de vida anticristianas y anti- humanas: Creer que el hombre vale por lo que tiene o por lo sabe o por lo que hace. Esta manera de pensar es la madre del “instrumentalismo” que hace hombres y mujeres ser “instrumentos” de trabajo o de placer.

Nadie vale por las cosas o el dinero que tenga; nadie vale por la figura del cuerpo o por la clase de trapos que lleve encima o por el modelo del carro que maneje. No son las cosas las que nos dan el valor fundamental a los seres humano, ni siquiera nuestras acciones, todo esto es accidental, lo esencial es la “dignidad de la persona”. Dignidad que grita el fundamento de nuestro valor: “El hombre vale por lo que es”. Dignidad que encuentra su fundamento en lo que somos: “Imagen y Semejanza” de Dios nuestro Creador, es fundamento y sede de los valores humanos, una perla preciosa que manifiesta el valor fundamental de la persona. La dignidad es expresada en la manera como nosotros nos relacionamos con la vida, con Dios, con las cosas y con los demás.
·  El principio de autoridad.  La autoridad no es poder, sino una fuerza de carácter moral, esto es lo que hace que sea legítima y auténtica y que tenga como finalidad el “Bien común” capaz de hacer crecer, florecer y favorecer el desarrollo de todo lo humano que hay en todos y cada uno de la familia. La autoridad comprendida de esta manera es un verdadero servicio: nadie está por encima de nadie. Cuando san Pablo habla del esposo como “cabeza” de la Iglesia, se refiere en un sentido religioso a que él es el primero en buscar la realización o salvación de todos y cada uno. (Ef. 5, 21ss.)

·         El principio de subsidiaridad. Para que el principio de autoridad funcione es necesario ser subsidiario, esto es, ser capaz aportar lo necesario para el crecimiento adecuado de los demás. “Tanta libertad cuánto sea posible, tanta autoridad cómo sea necesaria”. Le Escritura lo confirma cuando dice: “el padre que ama a sus hijos los reprende y corrige”.

“Recibe estas arras son prenda del cuidado que tendré que no falte lo necesario en nuestro hogar”. Sabemos que esta promesa hace referencia, no sólo a lo material, sino también a todo lo que sea posible aportar para la realización de la persona. Podemos pensar en comprensión, cariño, tiempo, alegría, motivaciones, etc.

Dentro de la familia cristiana no basta con estar juntos; mejor aún, esposos cristianos no son los que viven juntos, sino son aquellos que viven el “uno para el otro”. Y los dos, siendo unidad, se dan  sus hijos, construyendo con ellos la “Iglesia Doméstica”, lugar privilegiado donde se comparte la Palabra de Dios, la oración y se practica la caridad. La lógica del bien común se entiende entonces como el vivir en el bien, la verdad y la caridad; en la donación y entrega mutua. Solo entonces se puede comprender que amar es dar y recibir lo que no se puede comprar ni vender.
·  El principio de solidaridad. Prometo serte fiel en las “buenas y en las malas” “En la salud y en la enfermedad”. Amar hasta los extremos. Estoy aquí porque te amo, aún a pesar de tu enfermedad, no importa que ya no podamos tener relaciones sexuales, no importa que no puedas rendir con la eficacia de antes por tu enfermedad. Esto es posible cuando el otro o la otra vive en nuestro corazón. Somos solidarios cuando nos metemos en los zapatos del otro cuando me meto en su dolor, en su sufrimiento.

La solidaridad exige el acercamiento al otro, para tomar sobre sí su destino y su experiencia de dolor, pobreza o necesidad específica. El amor es fuerza solidaria.
En la familia se tiene la exigencia de educar para la solidaridad que nos pone de frente al destino universal de los bienes: “El que ve a su hermano pasar necesidades y no le ayuda es peor que un pagano”, esto es, que nadie pase necesidades entre los miembros de una misma familia. Dios ha creado los bienes para todos, de manera aplicada a la familia: “Todo es de todos”. Nadie tiene derecho apropiarse del bien que los demás necesitan para su realización. Se debe ir en contra del acaparamiento, del consumismo que hace gastar inútilmente y del derroche. Se debe favorecer la austeridad y el uso debido de las cosas, del compartir, de poner mis bienes al servicio de los demás.
La familia solidaria es el lugar más apropiado para practicar el Mandamiento Regio de Jesús: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado” (Jn 13, 34). Sin Jesús nadie puede guardar el “Mandamiento Regio”.
·  El Bien común. El bien común del matrimonio y de la familia. Cuando se tienen en cuenta las actitudes anteriores podemos hablar de cultivar y madurar en el amor poniendo siempre nuestra mirada en Aquel que es Padre y Autor de la familia, de acuerdo a las palabras del Apóstol Pablo: “Me pongo de rodillas delante del Padre de quien recibe su nombre toda familia...”    (Ef.3, 14).

Dentro de la familia cristiana nadie vive para sí mismo y nadie tiene como propio lo que de hecho es de todos.
“Te quiero a ti,...como esposa.. y me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida”. En otras palabras que expresan el mismo sentido los cónyuges mutuamente deciden entregarse “todo”: el amor, la fidelidad, la honra y la duración de su unión hasta la muerte, el cuerpo y los bienes.
5.     Ser ayuda adecuada para los otros.
“No es bueno que el hombre está solo” (Gn 2, 18) A la luz de esta realidad puede la mujer ser la ayuda adecuada para el hombre y este para la mujer, los dos juntos para sus hijos, y estos para sus padres, ya que el  bien de los esposos son también los hijos y el bien de ellos es también de los hijos, y es además, constituido por el valor de la persona y por todo aquello que representa medida de su dignidad. No la familia no hay lugar para los individualismos, esto es, nadie vive para sí mismo. Cada uno de los miembros es un regalo para los demás.
Es en  la entrega de sí mismos, mediante la cual los esposos, los padres, los hijos o los hermanos se encuentran plenamente, se realizan y se santifican. Entrega que debe ser renovada y garantizada constantemente, ante muchas formas de oposición que la Iglesia encuentra por parte de los partidarios de una falsa civilización del amor y del progreso. Hermanos amemos nuestras familias. Quien ama a su familia se ama a sí mismo.
En efecto, de la familia nacen los ciudadanos, y estos encuentran en ella la primera escuela de esas virtudes sociales como la justicia, la honradez, el respeto, la veracidad, la generosidad, la solidaridad, etc., que son el alma de la vida y del desarrollo de la sociedad misma.
La familia como comunidad de vida y amor es espacio privilegiado para cultivar la “civilización del amor”. Lugar donde toda la belleza humana es descubierta, liberada y cultivada mediante el  cultivo de las virtudes cristianas: viviendo en comunión con Dios y con las demás familias.  La “Civilización del amor” está cimentada en tres bases que consolidan y entrelazan la estructura familiar: El amor que expulsa el odio; la verdad que hecha fuera la mentira y la falsedad; la vida que llena los vacíos de muerte. Donde hay amor, verdad y vida ahí está Cristo. El es el Camino (El Amor), la verdad y la Vida. La presencia de Cristo en la familia asegura la entrega, el amor limpio y la fuerza para vencer los obstáculos o barreras que puedan levantarse entre los miembros de la familia. AMEN.








                                                                                IV.            El Sacramento del Matrimonio.
Objetivo. Dar a conocer la finalidad del Sacramento del Matrimonio a los fieles para que lo valoren y lo acepten como Designio de Dios para la Familia Cristiana.
1.- ¿Qué es un Sacramento?
a) Todo sacramento es un encuentro con Cristo y con la Comunidad eclesial. Encuentro liberador y gozoso. Liberador porque es Cristo quien quita las cargas y gozoso porque permite experimentar el gozo y el triunfo de su Resurrección.
b) Los sacramentos son palabras y acciones del Verbo que expresan y realizan lo que significan. En cada sacramento es Cristo quien pronuncia su Palabra de Vida: ¨Quiero, queda sano¨. Así podemos decir que en los sacramentos Dios santifica toda nuestra vida, nos instruye y nos perdona.
c) Los sacramentos también son acciones y palabra de la Iglesia por el encargo de su Fundador. ¨Todo poder se me ha dado en el cielo y en la tierra, así como el Padre me envió, yo os envío a vosotros¨, ¨Soplando sobre ellos les dio el Espíritu Santo y les dijo: A quien le perdonéis los pecados le quedaran perdonados¨. (Mateo 28,18; Jn 19,23.)
d) El matrimonio en el Señor es el fundamento de la familia cristiana sobre la cual se construye la verdadera comunión de la familia: entre los esposos, los padres, los hijos, las hermanas, los hermanos, los parientes y demás familiares.
2.- El matrimonio como vocación.
Dios nos llamó primero a la existencia, luego a ser sus hijos y miembros de la Iglesia por el bautismo. Dios nos llama también a vivir una vocación concreta y específica como miembros de la sociedad, de la familia y de la Iglesia.
· Así a unos los llama al sacerdocio.
· A otros al matrimonio y
· A otros a una vida célibe.
El matrimonio es una verdadera vocación de parte de Dios a un estado de vida, esto exige una respuesta por parte del hombre. Este llamado que Dios hace a un hombre y a una mujer a formar juntos un matrimonio incluye:
· Dios nos llama a vivir una relación sana y responsable.
· Dios nos llama a vivir una relación de amor mutuo a la luz del Plan de Salvación.
La vocación al matrimonio es signo de una llamada que viene de Jesucristo, quien invita a los esposos a dejarse llevar por la corriente de su Gracia que los llevará a vivir el amor como Él lo vivió: dando Vida.
Para un católico bautizado que vive de su fe en el Hijo de Dios, el sacramento del matrimonio, le garantiza la presencia de Dios en su vida.
3.- Naturaleza del matrimonio.
Hablemos del origen del matrimonio. ¿Es o no querido por Dios? ¿Tiene como autor al mismo Dios o por el contrario es un invento de la Iglesia Católica como lo afirman algunas llamadas sectas religiosas? Veamos lo que dice la Biblia:
A. Antiguo Testamento.
“ En el principio”……usando las palabras de Jesús, Dios dijo:
“No es bueno que el hombre esté solo”
El hombre no puede vivir solo, ni realizarse solo, sino en la unidad de dos y por consiguiente en relación con otra persona humana, se trata de la relación recíproca del hombre con la mujer y de la mujer con el hombre.
“Voy a hacerle una ayuda adecuada”
La mujer es la ayuda adecuada para el hombre y éste lo es para la mujer. Se trata de una ayuda recíproca y complementaria.
“De la costilla que Yaveh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre” (Gn 2,18-25)
Hombre y mujer han sido creados a imagen y semejanza de Dios: ambos son seres humanos con el mismo valor, no vale mas el hombre que la mujer ni la mujer mas que el hombre. Ciertamente se trata de una compañera de vida y con la que el hombre se puede unir como esposa, llegando a ser con ella una sola carne
y abandonando por eso a su padre y a su madre, para ayudar a realizarse mutuamente y realizar el mandato de Dios de transmitir la vida formando una comunión de amor: “sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra”.
“Está vez sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos”
Término semítico que expresa la intimidad y la proximidad entre los seres humanos. “Esta es mi pariente mas cercano” Mi media naranja, mi otro yo.
“Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer”.
Unidad de los dos, es no solamente vivir uno al lado del otro, sino sobre todo, vivir el uno para el otro.
El texto de las bodas del joven Tobías con su pariente Sara nos revela la voluntad de Dios de unir a dos personas que se aman y que libre y conscientemente desean vivir el uno para el otro: “Tu creaste a Adán y para él creaste a Eva, su mujer para sostén y ayuda”. “Yo no tomo a esta mi hermana con deseo impuro, mas que con recta intención”.
En Tobías la recta intención es la de bendecir el nombre de Dio y el donarse a una mujer que lo acoge y se dona a él en reciprocidad.
B. Nuevo Testamento.
Jesucristo, por Él y en Él, Dios está revelando una nueva dimensión del amor: la donación y la entrega de sí mismo a los hombre. (Jn 3,16) Jesús viene a dar origen al nuevo Israel, a un pueblo nuevo, la familia de los hijos de Dios. A la luz del Evangelio predicado por Jesús, el amor conyugal adquiere un nuevo sentido al estar marcado por la caridad divina que Él viene a traer.
Para Jesús el amor entre los esposos es una forma de vivir la ley del amor en la perspectiva del Reino: El esposo, la esposa, es el primer prójimo. Jesús al subordinar el amor de los esposos al Reino, da un verdadero sentido al matrimonio, integrándolo a un proyecto de vida total, donde el compromiso matrimonial encierra la reciprocidad en el bien mutuo de ambos esposos.
Varios son los textos bíblicos que dan pie para decir que Jesús es el Fundador del Sacramento del Matrimonio:
a) Jesús reconoce pleno valor a la vida conyugal y a la familia humana asistiendo a las bodas de Caná. (Jn 2,1-11), pero la supera en una comunidad donde los hombres son hijos de Dios no por los lazos de la carne, sino por la acción del Espíritu Santo.
b) Haciendo una defensa clara del matrimonio frente a los del grupo de los saduceos y mostrando con nitidez el carácter original del matrimonio dentro del Plan de Dios: “En el principio.”. Un hombre para una mujer y una mujer para un hombre (Mfc 10,5; Mt 19,4-7).
c) Jesus defiende la indisolubilidad del matrimonio: “Lo que Dios une que no lo separa el hombre”. Jesús excluye del Plan de Dios el divorcio físico y espiritual de los cónyuges que orientan a muchos a buscarse un segundo frente. Jesús radicalmente dice NO a la poligamia y NO a la utilización individualista que genera el vacío existencial de los hogares.
A la luz de la Palabra de Dios podemos afirmar que la familia es imagen de la Trinidad y esto, por que según los Padres, la Trinidad es el fundamento de la familia. (Gn 1.26), célula del cuerpo místico de Cristo, lugar de los carísimas y de servicios recíprocos, es sin mas Iglesia Doméstica o pequeña Iglesia.
C. La Doctrina de la Iglesia
La Iglesia Católica enseña que el Matrimonio fundado desde el comienzo de la humanidad por el acto creador de Dios, fue elevado por Cristo a la dignidad de sacramento. Esto significa que el matrimonio para cristianos no es cualquier cosa, sino que en virtud de la acción de Dios es algo natural y sagrado, misterio sacramental, que manifiesta la Gracia de Cristo como fundamento de la familia cristiana y hace parte del Plan de Dios.
El matrimonio en el Señor, es una “Alianza sacramental por la que un hombre y una mujer constituyen entre sí una comunidad de amor y vida hasta que la muerte los separe”. Alianza ordenada por su carácter natural al bien de los esposos, así como a la generación y al bien de los hijos. Esta alianza fue elevada por Jesucristo Nuestro Señor a la dignidad de sacramento”. (Derecho Canónico # 1055,1).
Tanto la Biblia como la enseñanza de la Iglesia pone de manifiesto que la alianza matrimonial o sacramento es origen y fundamento de la familia cristiana. Compromiso irreversible que encierra la reciprocidad en el bien mutuo de ambos esposos y que nos permite hablar de las propiedades del matrimonio.
4.- Propiedades del Matrimonio.
Las propiedades esenciales del matrimonio son: la unidad y la indisolubilidad, que en el matrimonio cristiano alcanzan una particular firmeza por razón del sacramento. (C.#1056)
a) La Unidad
Somos libres de casarnos o no casarnos, pero si lo hacemos estamos obligados a vivir el matrimonio de acuerdo al Plan de Dios, tal como lo revela el libro del Génesis:
Ø Entre un solo hombre y una sola mujer.
Ø Como adultos conscientes, capaces de comportarse no responsabilidad.
Ø Como seres capaces de desprenderse para dejar padre y madre para formar una sola c arme.
Ø Conscientes de que casarse significa unirse para vivir en comunidad de amor, es decir, caminar juntos por la vida hasta envejecer juntos en exclusividad y fidelidad.
Ø Estar dispuestos a transmitir la vida de acuerdo con las posibilidades reales de cada pareja. Una cosa es negarse a tener hijos, y otra el no poder hacerlo debido a obstáculos existentes por enfermedad o esterilidad.
b) La Indisolubilidad.
“No es bueno que el hombre este sólo”(Gn 2,18). Dios no creó al hombre para la soledad, como tampoco para la poligamia. El Plan de Dios en sus orígenes, no acepta la poligamia como tampoco acepta la instrumentalización entre los cónyuges, por ser ésta una verdadera fuente del vacío existencial que lleva al matrimonio a la búsqueda desesperada del divorcio. El divorcio atenta contra el Plan original de Dios manifestado en las Sagradas Escrituras: “Que nadie separe lo que Dios ha unido” (Mt 19,6). Los cónyuges quedan unidos por el sacramento del matrimonio hasta que la muerte los separe.
La doctrina de la unidad y de la indisolubilidad exige la donación mutua y a la misma vez excluye toda la infidelidad. El sacramento del matrimonio es al mismo tiempo vocación y mandamiento para los esposos cristianos, para que permanezcan siempre fieles entre sí, por encima de toda prueba o dificultad. Dentro del Plan de Dios para el matrimonio podemos afirmar que el divorcio no sólo es contrario a la voluntad de Dios, sino además, dañino a la integridad de la persona humana.
v El divorcio es una verdadera grieta de escape de los valores de la familia y a la vez es puerta de entrada de otras presencias ajenas al matrimonio, como el alcoholismo y la prostitución que mas tarde o mas temprano llevan al fracaso de la existencia.
v El divorcio del matrimonio es fuente de futuras neurosis y sufrimiento, tanto para los padres como para los hijos, a la vez que es escándalo para la sociedad.
v No nos engañemos, el divorcio ha sido, es y será, contrario a la voluntad de Dios, pone en juego la relación con Él y la realización personal, tanto de los cónyuges como de los hijos.
5.- La finalidad del matrimonio.
Pueden existir muchas razones por las que los hombres se casan, desde la de tener una seguridad, tener sirvienta, tener con quien desahogar los instintos y los impulsos, recibir amor, etc., razones que no dan una respuesta valida. La persona se ha de casar, no con miras a recibir, sino a dar. Me caso para dar amor, para amar a una persona como es y ayudarla así a ser feliz, a que logre su realización personal. Todo lo que no esté dentro de esta realidad es instrumentalismo.
La Iglesia considera el matrimonio como una verdadera comunidad de vida y amor, que para realizarla, no basta con ser capaz de expresar una buena voluntad; se han de buscar las condiciones que hagan posible la creación y la duración de esta comunidad: cierta capacidad afectiva y una aptitud psicológica y espiritual para comprometerse por entero a la pareja.
La finalidad del matrimonio tal cual la encontramos en la Doctrina del Vaticano II, (GS #48) es la de formar una verdadera comunidad de amor que tenga como sujetos a ambos cónyuges: el bien mutuo de los dos. Esta descripción varía de la finalidad que expresaba el Derecho Canónic del 17, el cual ponía en primer término la procreación y la educación de los hijos; el fin secundario es la ayuda mutua y el remedio a la concupiscencia. (C.1013).
El hombre de hoy alimentado por los medio de comunicación social y por la basura pornográfica vive sumergido en la preocupación de aprender técnicas sexuales para realizar el acto sexual de manera que pueda proporcionarle placer, no se da cuenta que al hacer esto está deshumanizando al sexo. El camino no son las técnicas sino el amor y la ternura entre los esposos.
6.- Los efectos de la Gracia del sacramento.
A) LA UNIDAD.
El matrimonio si no se destruye por la debilidad o por la maldad humana, es en sí un gran bien, al ser una figura completa del amor humano, aunque no la única. Existe la caridad fraterna, signo de los discípulos de Jesús (Jn 13,34). El amor humano cuando es verdadero, no se da en él, egoísmo alguno, no busca utilidad alguna, piensa en los demás y no en la propia persona. Cuando este amor se hace historia en la vida del hombre, el matrimonio se convierte en signo de la Alianza de amor entre Cristo y la Iglesia: signo sagrado. La unidad entre Cristo y la Iglesia es un signo de unidad indivisible que expresa la unidad que debe haber entre los esposos: la esposa debe estar unida a su esposo de manera espiritual y corporal, es decir, por el amor y por la igualdad de naturaleza.
B) LA DONACIÓN.
El amor es la entrega al otro para que sea mejor, para que se realice como persona, el amor es entrega y comunicación. En el matrimonio cristiano cada uno de los esposos está ahí para el otro dándose mutuamente con amor de donación; amor que construye la base de la igualdad entre desiguales. El amor de donación es amor de Ágape, amor pascual que elimina los residuos del egoísmo. Pide usando las palabras de Pablo, crucificar los intereses y caprichos personales (Gal 5,24).
La comunión es esencialmente interna y abarca todo lo que tenga importancia existencial para ambos esposos. Esta comunión, fruto del amor entre los esposos y signo de igualdad, conlleva la promesa del Redentor “Porque donde hay dos o tres por razón de mi nombre, allí estoy yo entre ellos”. (Mt 18,19-20). La presencia de Cristo en el Matrimonio genera una triple garantía:
1. Garantiza la realización del sentido de la comunidad. Sentido que se vive en la existencia amorosa expresada en servicio al otro, tanto en los momentos de amor y alegría como en los momentos de sufrimiento que exigen la renuncia de sí mismo. También aquí hacen eco las palabras del Señor Jesús: “El que quiera venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, cargue cada día con su cruz y sígame”. (Lc 9,23)
2. Garantiza un amor en estado de Gracia libre de individualismo egoístas. Cuando el amor es fiel, Dios lo utiliza para purificar el corazón de los esposos de todo apego egoísta y los introduce en la escuela de aprender amar como Dios ama: con amor de santidad. El amor en estado de Gracia por la acción del Espíritu Santo que derrama el amor de Dios en nuestros corazones (ROM 5,5), es el amor de Ágape que viene a salvar y transformar el amor de eros en oblación pura y sin mancha.
3. Garantiza la sanación del corazón del otro. El amor es fuente de responsabilidad por la salvación y por la sanación entre los esposos. Los dos tienen poder para dar vida y para quitar obstáculos en la búsqueda común de la intimidad compartida. Cristo en el corazón del hogar manifiesta su amor por medio de los esposos, por medio del respeto, del diálogo, del perdón, de la ayuda mutua, etc. Pero además, impidiendo que los esposos se hieran y lastimen mutuamente.
C) LA GRACIA EFICAZ
El sacramento del matrimonio produce Gracia eficaz para la familia y el pueblo de Dios. Esta Gracia no se agota con la luna de miel, o con el paso de los años, sino todo lo contrario se prolonga a lo largo de toda la vida y se expresa en el fruto del amor: los hijos. Los esposos puede, por la fuerza y Gracia del sacramento, en sus momentos difíciles, remover los obstáculos que los separan y pueden a la vez, traer al hogar los medio necesarios que actualicen la eficacia del sacramento.
 7.- Ministros y sujetos del matrimonio.
El matrimonio lo produce el consentimiento legítimo de las partes, manifestado entre personas jurídicamente hábiles, consentimiento que ningún poder humano puede suplir (C.1057,1).
El consentimiento matrimonial es el acto de la voluntad por el cual, el varón y la mujer se entregan y aceptan mutuamente en alianza irrevocable para constituir el matrimonio (C.1057,2).
Los mismos esposos son los instrumentos de Cristo para administrarse mutuamente el sacramento del matrimonio. Ellos por su propia palabra se comprometen en un compromiso sagrado: signo del amor de Cristo y de su Iglesia. El compromiso conyugal exige madurez humana y cristiana en ambos cónyuges.
8.- El matrimonio cristiano: Sacramento de Cristo y de la Iglesia.
En virtud del sacramento del Matrimonio los esposos, significan y participan el misterio de unidad y amor fecundo entre Cristo y la Iglesia. En esto radica la misión de la familia cristiana, llamada a ser signo vivo de Cristo y de la Iglesia en medio del mundo.
· Los padres son los primeros en evangelizar a los hijos, mediante la palabra y el testimonio de vida. Por su educación a los hijos en la fe, los cónyuges se constituyen en testigos y colaboradores de la fecundidad de la madre Iglesia como símbolo y participación de aquel amor con que Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella. (LG 41).
· La familia no debe encerrarse en sí misma, tiene una grave responsabilidad hacia la sociedad. Al proyectarse hacia otras familias para hacerlas partícipes de sus riquezas espirituales, manifiesta a todos la presencia viva del Salvador del mundo y la auténtica naturaleza de la Iglesia (LG 48): Iglesia servidora.
Como puede apreciarse la familia cristiana es signo y participación, imagen y participación, misterio de unidad y fecundidad e imagen viva y representativa de Cristo y de la Iglesia.
El Sacramento del matrimonio, en cuanto signo del amor de Cristo a su Iglesia, es el fundamento de la sacramentalidad de la Familia. Mientras los esposos permanecen en la fidelidad a aquello que constituye su matrimonio, permanecen también en la significatividad de aquello que hace de su matrimonio un sacramento; aunque el matrimonio se destruya, sigue manteniendo de hecho el exegitivo de permanencia y de pertenencia, como sacramento permanente. Así podemos comprender las palabras del Señor: “Quien abandone a su esposa y se case con otra comete adulterio”.
La familia es la expresión, la manifestación visible de aquel primer momento de la manifestación pública, eclesial y reconocida de consentimiento mutuo de entregarse exclusivamente el uno para el otro; así podemos comprender que la familia al igual que el sacramento del matrimonio, es signo y sacramento permanente del amor de Cristo a su Iglesia.
Los efectos de la Gracia del sacramento que unió a los esposos, ni desaparece, ni disminuye con los años, ni con la aparición de los hijos, sino que se proyecta a lo largo de toda la vida matrimonial. Se trata de la Gracia del vínculo de la cual participan ambos esposos como pareja. El vínculo encuentra su expresión más peculiar y su plenitud más realizante en la unidad y en la comunión familiar. Los hijos son la expresión más vivas grandiosa de la participación en el amor fecundo y creador de Dios, en la paternidad-maternidad divina. Así la familia cristiana Fosil parte integrante del sacramento del matrimonio.
Cada miembro de la familia ha de tratar de acuerdo a su edad, sexo y capacidad de aportar lo mejor de sí mismo, para que en casa, en la escuela, en la comunidad haya siempre paz, justicia y comprensión. Solo cuando todos se comprometen en la edificación de la estructura familiar reinará la alegría y el estímulo para todos.
9.- Problemas actuales del matrimonio.
1. La inversión de valores.
La familia ha sufrido importantes cambios en los últimos tiempos. Se han perdido en partes valores como la paternidad, maternidad, fraternidad, virginidad, etc. Me atrevo a decir que la fuente de la crisis familiar es la llamada “Inversión de Valores” que ha permitido que los padres busquen solo su desarrollo personal y dejan a un lado la responsabilidad de educar a los hijos, para delegarla totalmente a la escuela o a personas incapaces, que nunca podrán suplir a los padres.
2. El activismo de la vida moderna.
La Iglesia promueve y defiende la dignidad de la mujer y su igualdad con el hombre, pero también le preocupa el activismo de la vida moderna y la situación económica de muchas familias que obligan a la mujer a salir del hogar para cooperar en los gastos de la familia y satisfacer así sus necesidades. Situación que facilita la desintegración del hogar y propicia que los hijos por el abandono, tomen decisiones prematuras en lo referente al sexo, que se casen muy jóvenes y por lo tanto se propicie el divorcio por inmadurez humana, etc.
CUIDEMOS LA FAMILIA, HAGAMOS DE ELLA UN VIENTE DONDE SE GESTEN LOS VALORES CRISTIANOS Y HUMANOS.
PAZ Y BIEN.












                                        V.            LA FAMILIA, SANTUARIO DE LA VIDA

1. Lo que los Obispos nos han dicho
El tema de nuestra Asamblea: “La familia, santuario de la vida, buena nueva para el tercer milenio”, nos ha servido para reflexionar, con corazón y mente de pastores, sobre la realidad de la vida humana en la familia, contemplando su misterio y sensibilizándonos acerca de los principales problemas por los que está pasando en este inicio del milenio. Hemos retomado la doctrina de la Iglesia sobre la familia para poner a Cristo en el centro de su vida e iluminarla con su luz. Hemos orado juntos por todas las familias de México, haciendo nuestras sus alegrías y esperanzas, así como sus dolores y sufrimientos.

2. Dios es el Autor del matrimonio y la familia
La familia es un patrimonio humano. Si llegáramos a perderla, nos privaríamos de la célula vital de la sociedad, pues ella es formadora de las personas y comunidad fundamental sobre la que se apoya el conjunto de las relaciones sociales.
Reconocemos el esfuerzo de tantas familias por conservar los principios y valores de su identidad natural y cristiana; valoramos la lucha de muchos esposos por vivir la fidelidad, la indisolubilidad y la santidad del matrimonio, así como la generosidad de los padres por acoger, proteger y educar a sus hijos.
Sin embargo, constatamos con dolor que muchas familias se van desintegrando. Algunos ya no valoran el matrimonio como el camino para fundar una familia desde la base del amor de alianza fiel e indisoluble entre un hombre y una mujer. Es significativo en este sentido que hasta se llegue a querer “legitimar” una parodia del matrimonio, como son las llamadas “sociedades de convivencia”.

Los adolescentes y los jóvenes viven etapas hermosas de la vida; son tiempos de despertar a la libertad responsable, de ir madurando para el amor, para un proyecto de vida en común. Pero cuando se cede a la tentación de las relaciones prematrimoniales o se sufre la violencia injusta de la violación, se da con mucha frecuencia el hecho de la maternidad adolescente que, a menudo, termina en el aborto. Queremos ayudar a estas jóvenes madres solteras, ofrecerles comprensión, solidaridad y apoyo para que encuentren una solución humana y cristiana, ya sea aceptando generosamente conservar a su hijo o dándolo en adopción. También nos comprometemos a colaborar en la educación para una cultura del respeto mutuo y de la continencia hasta el matrimonio.

3. La sexualidad es un don de Dios, ordenado al amor y con una base biológica natural
El ser humano es varón o mujer, con diferencias biológicas, genéticas, psicológicas y espirituales que les complementan y enriquecen recíprocamente. Con la sexualidad, los esposos entran en comunión y a través de ella se convierten en padres, colaboradores de Dios para la transmisión de la vida. No se puede banalizar la sexualidad reduciéndola sólo a un medio de placer que instrumentaliza a las personas, como en el caso de la explotación de niños y mujeres, además de propiciar la transmisión de graves enfermedades como el sida y el papiloma humano.

En el sacramento del matrimonio, el amor de los esposos está llamado a ser único, indisoluble y santo. Esta verdad contrasta con la creciente mentalidad divorcista. Muchos consideran que el matrimonio es un arreglo privado que se puede deshacer cuando quieran.
La celebración del sacramento del matrimonio debe ser digna y acercar a todos los participantes al Señor Jesús, Esposo de la Iglesia. Nos preocupa que muchas veces se reduzca sólo a un evento social, no respetando su dignidad, principalmente en lo que se refiere al lugar, al ministro y demás circunstancias canónicas y celebrativas de la liturgia.

4. Dios ha querido que la familia sea el santuario de la vida.

A los esposos toca la decisión del número y espaciamiento de sus hijos, de manera responsable. Es grave que tantos esposos y quienes no lo son, recurran a medios anticonceptivos, llegando incluso a esterilizarse para evitar el embarazo o, lo que es peor, recurrir al aborto. No se puede ser católico y promover el “derecho” al aborto. Exhortamos al conocimiento sin prejuicios de los métodos naturales de regulación de la fecundidad y a la educación para ejercer la paternidad responsable.
Los hijos, fruto y signo del amor de los esposos, son un don de Dios. No pueden ser considerados como un “derecho” y recurrir a la procreación asistida por medios inmorales como la “fecundación in vitro” (FIVET). Por otro lado, nos parece injusto que tantos niños sean abandonados a causa del divorcio y queden como huérfanos de padres vivos.

Dios ha dado al hombre la capacidad de transformar la naturaleza. Los avances de la ciencia y la biotecnología, orientados éticamente, benefician a la familia. Respetando el estatuto y la integridad del embrión humano y rechazando la clonación humana, la ciencia se mantiene al servicio de la dignidad del hombre y no se frena en su avance. Por eso, lamentamos la existencia de embriones humanos congelados, como si fueran sólo “cosas” a disposición de otros, siendo verdaderos seres humanos.

5. La paz en la familia es fuente de paz para la Nación y la humanidad.
Por eso, nos entristece la presencia frecuente de la violencia intrafamiliar. La pobreza, la miseria y la falta de medios adecuados de salud son una violencia a la que se ven sometidas nuestras familias, provocando el doloroso fenómeno de la migración, que repercute directamente en la desintegración familiar. Lamentamos el asesinato de tantas personas, como por ejemplo el de las mujeres de Cd. Juárez, y que sea otra expresión de impunidad. Otra forma de violencia es el aumento del narcotráfico y la drogadicción que destruye a los adolescentes y jóvenes. En el panorama internacional, la violencia también ha lastimado a tantas familias con la muerte, la separación y el dolor por las guerras que siguen dándose, y la causa de la paz no ha encontrado suficiente eco en los corazones.
Ante éstas y muchas otras situaciones que afectan a nuestras familias, los Obispos de México nos sentimos impulsados por el Espíritu Santo a manifestarles la compasión del buen samaritano (cfr. Lc 10, 30-37). No podemos dejarlas a la orilla del camino, llenas de miedo y dolor, amenazadas por ladrones que les quieren quitar la fe, la paz, la unidad y la fidelidad, la alegría de los hijos, la serenidad del diálogo doméstico, la solidaridad con la vecindad, la hospitalidad.
Como fruto de nuestra Asamblea y a una sola voz, los Obispos queremos decir: ¡Basta! a toda destrucción de nuestras familias. Nos comprometemos a atender esmeradamente a la familia desde nuestro ministerio. Con toda la fuerza de la Nueva Evangelización, llamamos hoy a nuestros sacerdotes, a los consagrados y a los laicos a establecer un compromiso firme y audaz por anunciar, celebrar y servir el Evangelio del matrimonio, de la familia y de la vida en un espíritu de comunión. Es urgente que todos nos capacitemos. Promoveremos la formación de los agentes necesarios para impulsar esta nueva cultura; crearemos las estructuras indispensables y los proyectos adecuados para que se respete y defienda la vida humana en todas sus fases y se proteja y promueva una cultura ecológica, en la que se honre y ame la vida humana, pues el hombre es el centro de la creación.
Reiteramos nuestra opción por la familia, como prioridad básica de nuestra pastoral para que sea santuario de la vida, se promueva la paternidad y maternidad responsables a la luz del Magisterio, se reactive en todas las comunidades la catequesis familiar, se forme oportunamente a los jóvenes para la vida matrimonial y familiar, se acompañe y ayude a los esposos a fortalecer su relación matrimonial, se acoja con amor a las familias que atraviesan por una situación difícil y se acompañe a las personas que se encuentran en situación irregular a vivir un espíritu de conversión en un camino de paz con Dios y con su Iglesia.

Llamamos a las universidades, escuelas y maestros católicos a cumplir con su vocación de formar a sus alumnos en la recta conciencia moral sobre los temas de la sexualidad, el matrimonio, la familia y la vida, en comunión y fidelidad al Magisterio de la Iglesia. Asimismo, les pedimos que implementen una investigación permanente sobre estos temas, por caminos éticos y respetuosos de la dignidad de la persona, sin excluir la creación de facultades y consejos de bioética de acuerdo a la doctrina de la Iglesia católica.

Nos dirigimos a los medios de comunicación masiva, teniendo en cuenta su enorme influencia en la sociedad. Queremos trabajar con ustedes en un esfuerzo conjunto para la elaboración de contenidos que respeten y promuevan el matrimonio, la familia y la vida.
Invitamos a los empresarios a que tomen en cuenta el necesario apoyo a la familia de sus trabajadores no sólo en el aspecto económico, sino también educativo, moral y de sano esparcimiento. Una empresa que apoya a la familia se fortalece y cumple con su compromiso social.

Exhortamos a los legisladores a impulsar la creación y aprobación de leyes que promuevan y defiendan los derechos de la familia y la dignidad del ser humano, desde la fecundación del óvulo hasta su muerte natural, como lo establece la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos.

Invitamos a nuestras autoridades y a toda la sociedad a hacer de la familia una causa común. Los llamamos a unirnos como una sola familia mexicana para construir nuestra Nación a través de una cultura del amor, del matrimonio, de la familia y de la vida.
Hacemos también un llamado a las familias a considerar que son fuente de vocaciones a la vida sacerdotal, consagrada y laical. Les pedimos que oren por las vocaciones y tengan un corazón dispuesto a responder a Dios que llama a consagrarse a Él y a su Iglesia.

6. Familias: no tengan miedo, confíen en Jesucristo y en la intercesión de nuestra Madre de Guadalupe y San José.
Las exhortamos a que generosamente respondan y se comprometan a vivir su identidad y misión a ejemplo de la Sagrada Familia, alimentadas y fortalecidas por la Palabra de Vida y de los sacramentos, especialmente el de la Eucaristía. Sus hermanos Obispos queremos caminar con ustedes y, con corazón de pastores unidos al Buen Pastor, nos comprometemos a trabajar para que tengan vida y la tengan en abundancia (cfr. Jn 10, 10) y sea cada familia un santuario de la vida y una buena nueva para el tercer milenio.
¡Que Jesucristo Resucitado, vencedor de las ataduras del pecado y de la muerte, sea nuestra fuerza para construir todos y juntos la nueva cultura de la vida!
Por los Obispos de México:
Mons. Luis Morales Reyes. Arzobispo de San Luis Potosí
Presidente de la CEM

Mons. Abelardo Alvarado Alcántara
Obispo Auxiliar de México. Secretario General de la CEM










                                                                                 VI.            LA FAMILIA SOBERANA
Objetivo: Mostrar la importancia de la soberanía de familia cristiana que merece respeto y admiración y como fuente de valores humanos, para que sea promovida y protegida.

1.     La Familia Soberana

La familia soberana es la que tiene “soberanía”; aquella que hunde sus raíces en el “Momento Fundacional”, llamado también “Alianza Conyugal” o “Sacramento del Matrimonio” donde dos voluntades se encuentran y en un acto de soberanía deciden ser “Unidad”, ser uno, y “ser el uno para el otro”; deciden vivir queriéndose mutuamente siempre, hasta que la muerte los separe. Sólo entonces se puede entender que el amor conyugal, uno y exclusivo, no es un sentimiento, sino la decisión de entregarse y donarse a una persona para que ella se realice y sea feliz.

La Familia Soberana es aquella en la que se vive el uno para el otro; en ella todos son importantes y valiosos; lleva en sí misma el poder de tomar decisiones propias, ya que fueron él y ella los que consciente y libremente decidieron unir sus vidas, ser el uno para el otro y los dos vivir para su prole. Ningún organismo estatal o grupo que represente intereses particulares pueden tomar el lugar de decidir en nombre de la “Familia Soberana”, sobre todo, en cuanto, a los hijos y a su educación se refiere. En este sentido el Papa Juan Pablo pide a las familias que se reconozcan como “Sujeto de derecho social” y las invita a conservar su “Identidad Familiar”.


2.     La familia soberana tiene Identidad

Los católicos creemos que los dones de Dios nos llegan por medio de la Iglesia, así la Identidad familiar es el patrimonio que la Iglesia, Pueblo de Dios da a la familia cristiana. Identidad familiar quiere decir: “Ser-con”: Ser padre con mis hijos; ser esposo con mi esposa; ser esposa con mi esposo; madre con mis hijos; ser hijo con mis padres; ser hermano con mis hermanos. Cuando ya no se vive para la familia en sentido pleno, aparece el vacío existencial que desenmascara el mundo de las apariencias y de las falsas relaciones.

La Identidad familiar da “Soberanía” a la Familia; la reviste de poder y fuerza moral para que se cultiven los valores sociales la integridad, la sinceridad y la honestidad, a la vez que las virtudes cristianas, como la fe, la esperanza y la caridad.

Esto me hace pensar en la “Gracia Conyugal”, el “Don de Cristo a los esposos”. Creemos con firmeza que la presencia de Cristo en la “Familia Soberana” garantiza tres cosas:

·  La realización del sentido del Matrimonio.
·  Que los esposos se amen es estado de Gracia.
·  Y que tengan el poder para vencer los obstáculos y las tentaciones que el mundo les presenta.

La “soberanía familiar es poder para vencer la tentación del aborto, del adulterio, del divorcio, del alcoholismo, del consumismo desmedido y sacar fuera del hogar todo aquello que atenta contra la familia. La Familia es “Proyecto divino llamada a ser comunidad de Vida y Amor; Iglesia Doméstica, Patrimonio de la humanidad. Vale la pena cultivar los valores de la Familia.

Hermanos y hermanas con preocupación les ruego amen y defiendan su familia, ella es el campo propicio para cultivar la “Civilización del Amor” que se fundamenta en tres hermosas columnas: El amor que vence al odio; la verdad que es más fuerte que la mentira y la vida que destruye la muerte. (cfr. Jn. 14, 6)


3.     Evangelizar a la propia familia. (E. N. # 71)

Evangelizar es sembrar la “acción de Dios”. Es enseñar a la gente el arte de vivir en comunión. Es enseñar a distinguir entre lo bueno y lo malo. Malo es todo aquello que impide que en la familia exista armonía. Bueno es todo lo que ayuda a la familia a realizarse como comunidad de vida y de amor: La familia es el lugar donde nadie vive para sí mismo, sino para los demás. Nos dice el documento de Puebla que en el hogar cristiano el amor tiene cuatro rostros:
1.                    El amor paternal: amor de padres a hijos.
2.                    El amor filial: amor hijos a padres.
3.                    El amor conyugal: amor entre los esposos
4.                    El amor fraterno: amor entre hermanos

4.     Directrices de acción. Educación humana

Recordemos que los padres son los primeros educadores de sus hijos. Ellos poseen una autoridad y una misión educadora con respecto a sus hijos. Estas dos características tropiezan con una influencia extra familiar que reciben los hijos, por lo que es de vital importancia que los padres estén conscientes de que deben impartir a sus hijos una educación, una orientación sexual, religiosa, etc. Es una obligación irrenunciable, aunque últimamente hay despistados que creen que se debe dejar que los hijos las escojan por sí mismos, pero eso es muy peligroso, porque los padres, deben ser los formadores y si no lo hacen ellos lo harán otros (y.. ¿Quién sabe cómo?).

Digamos también que los hermanos, pueden y deben educarse unos a otros. A pesar de su diferencia de edad, sexo y temperamento, los hermanos constituyen una comunidad viva de educación mutua y eficaz.

Mencionemos algunas directrices de acción:

1.      La dignidad de la persona: la persona no puede ser valorada por lo que tiene. “Tú no eres un algo” “Tú no eres un objeto” “Tú no eres una cosa”. “Tú eres un Alguien con nombre propio” “Eres un Sujeto” “eres Persona original, única e irrepetible y capaz de amar.
2.      La justicia familiar: dar al otro lo que le corresponde: reconocimiento, aceptación y respeto incondicional. Darle al otro la oportunidad de hacerse persona. Lo que pide enseñar al niño a distinguir entre lo bueno y lo malo; como además pide enseñar a rechazar lo malo y hacer lo bueno.
3.      La responsabilidad y la libertad. Educar en familia en la responsabilidad y en la libertad para que de ella broten las personas autónomas.
4.      Cultivar la capacidad intrínseca de amar a todos y a cada uno de los miembros de la familia. Cada uno es un don para los demás, y los otros lo son para él.
5.      Cultivar el sentido de igualdad: Todos somos iguales, tenemos el mismo valor fundamental: somos poseedores de una y única dignidad humana.


5.     La Educación en la fe: elementos para tener en cuenta.

1.      La Palabra de Dios en la Familia es fuente de vida y de conocimiento. Compartir la Palabra en familia de padres a hijos y de hijos a padres, de hermano a hermano, de manera especial cuando  la Palbra va acompañada por el testimonio y el buen ejemplo.
2.      La vida de oración. Familia que reza unida permanece unida. La oración es una virtud que se aprende en familia.
3.      Los Sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Reconciliación. Por lo tanto, a la luz de la familia el Sacramento del Matrimonio.
4.      La Caridad, hacia dentro y caridad hacia fuera, como, manifestación de la presencia de Dios en el seno familiar.
5.      El Apostolado. Familia eres Misionera comparte con otras Familias lo que sabes, lo que tienes y lo que eres.


6.     El Método para enseñar en la familia

1.      El testimonio de vida. (E. N. # 41) “Las palabras mueven, pero los ejemplos arrastran (San Agustín)
2.      La enseñanza hablada.  Mensaje explícito de manera especial en el cultivo de los buenos hábitos. Existen derechos y deberes sobre la vida personal y familiar (E. N. # 29)
3.      La amistad familiar. Cuando falla el testimonio y la palabra entonces los padres tienen un tercer camino: La amistad. Hacerse amigos de sus hijos. Cuando existe la amistad no es gravoso corregir a los hijos como tampoco el dejarse corregir. Amigo significa amado.

7.      El fundamento de la familia cristiana.


Tres son los Fundamentos esenciales de la familia cristiana: Cristo, el amor y la vida de cruz. La Familia puede tener dinero, lujos, placeres, viajes y muchas otras cosas, pero si no tiene a Cristo, si se termina el amor y si no existe la capacidad para superar los obstáculos, la familia puede correr el peligro de desintegrarse.
A.    Cristo. Camino, Verdad y Vida (Jn 14,6) La ausencia de Cristo en la Familia es causa de desintegración, mal trato e infidelidades. La presencia de Cristo en el corazón de los esposos garantiza tres cosas:
·         Que se realice del sentido del matrimonio: El bienestar de los esposos, la procreación de los hijos y la educación de la prole.
·         Amarse en estado de gracia sin egoísmos y opresiones. El pecado mata el amor.
·         la fuerza para vencer los obstáculos que se puedan presentar en la familia. Los problemas en la familia son oportunidades para crecer en el amor.

B.     El Amor. El Mandamiento Regio del Amor que hace de la familia una comunidad de vida y de amor; es decir, de servicio y donación mutua. El Mandamiento Regio exige a los miembros de la familia tres cosas:
·  Unirse a Jesús. La comunión con Jesús para poder dar frutos de vida.
·  Salir del pecado. Actitud  permanente de conversión que permita la purificación del corazón
·  Tener la Gracia del Espíritu Santo: el Poder de Dios que nos permite ver a Jesús en uno mismo y en los demás, reconocer que los demás no nos son extraños, sino miembros de un mismo cuerpo,  aceptar a los otros como don de Dios y cargar con sus debilidades

C.    La vida de cruz. Cuando en la familia el otro es “mi razón de existir” todo encuentro inter familiar genera gozo, genera vida. Los demás no son una carga y no cuesta invertir en la familia. No obstante hemos de hablar de cruz, entendida como un estilo de vida, como una razón de ser que se manifiesta en:

V  La humildad familiar. La humildad es la mejor aliada del amor, de la donación y de la entrega en la familia. Es la fuerza que vence el individualismo, el machismo, en consumismo,  y otras enfermedades culturales que dañan la integración y la armonía familiar. La vida de cruz es un verdadero servicio a la familia y a la Iglesia. Humildad es vivir sirviéndose mutuamente en Familia: ¡¡¡Qué nadie se quede fuera ¡!!

V  El amor fraterno. El amor es fuerza que genera confianza y expulsa los miedos, las envidias y los resentimientos. Cuando la familia es una comunidad de amor los hermanos aprender a cuidarse mutuamente, comparten los bienes personales, existe una preocupación mutua entre ellos y un hábito de perdonarse.

V  La vida en castidad. (Tit 2,2ss) La castidad es dominio propio; es la fuerza del respeto incondicional en la pareja. La castidad tiene dos dimensiones: rechazar el mal y hacer el bien. Rechazar  y vencer el mal (Rm 12, 21). Los males que hacen daño  a la familia son muchos: alcohol, adulterios, rencores, pornografía, divisiones, engaño, hipocresía, etc. En la Familia soberana es el lugar y el ambiente donde se cultivan los valores familiares y de las virtudes cristianas.

La familia soberana es don y tarea, no está hecha, sino que se hace en la cotidianidad de cada día, mediante pequeñas o grandes manifestaciones de amor, reconocimiento personal, de aceptación mutua, de respeto, de perdón y con el cultivo del diálogo interpersonal.
La Familia soberana, es aquella que tiene libertad para decidir un estilo de vida que la mantenga en unidad, libre de apegos y unida por el amor familiar. Posee el ojo biónico para descubrir los elementos que son extraños al seno familiar.
La familia soberana es portadora de luz y fuerza para no dejarse arrastrar por el “consumismo” de una sociedad derrochadora y consumista. La Familia soberana sabe, es su especialidad, conservar el recto orden: Primero las personas y después las cosas, las fiestas o los gustos personales.

Señora del Sagrado Corazón ruega por nosotros.










                                                                            VII.            LA DIGNIDAD HUMANA.
Objetivo: Detallar la importancia de la dignidad humana en la familia, para fomentar el respeto incondicional a la persona, la aceptación de los otros en su realidad y la defensa de los derechos humanos

1.     ¿Porqué hablar de la dignidad humana?
Pretendo comenzar esta reflexión con cinco preguntas: ¿Cómo te piensas? ¿Cómo te miras? ¿Cómo te valoras? ¿Cómo te aceptas? ¿Cuánto te amas? La respuesta es personal y brota de un modo de ser al que corresponde un modo de actuar. La Sagrada Escritura nos habla en el Salmo primero de dos modos de ser, de dos estilos de vida que nos hacen pensar en los dos caminos que nos propone el Señor en el Evangelio de San Mateo cuando nos habla del camino estrecho y del camino ancho (Mt 7,13s).
La Escritura nos presenta dos clases de hombres, uno es llamado justo y el otro insensato o malvado; los que hacen el bien y los que hacen el mal. ¿Nos pensamos como Dios nos piensa? ¿Nos miramos como Dios nos mira? ¿Nos valoramos como Él nos valora? ¿Nos aceptamos como Él nos acepta? ¿Nos amamos como Él nos ama? Los caminos o estilos de vida que nos propone el Evangelio son: el camino de la Verdad y del Amor que llevan a la vida de frente al camino de la mentira y de odio que llevan a la muerte.
¿Qué vemos a nuestro alrededor? Una multitud de hombres y mujeres que caminan al margen de su realización humana, y una reducida minoría, que ha tomado en serio la cuestión de la dignidad humana. Nuestras mujeres son realmente valoradas? ¿Cuál es la enseñanza que hemos recibido en la familia y en la sociedad? La herencia cultural que hoy poseemos ha recibido una doble influencia: de la familia y del ambiente en el que nos movemos. Somos testigos que existen luces y sombras, realidades muy positivas y a la vez muy negativas. Personas que son fruto del encuentro amoroso de sus padres; nacieron un hogar, rodeadas de cariño, afecto y ternura; fueron educadas en el amor por el testimonio y las palabras de sus padres, y de grandes se casaron por amor y con un hombre que las ha amado y respetado.
Pero, también vemos y nos encontramos con personas que han sido maltratadas desde el seno de su madre. Crecieron en medio de la violencia familiar. Mujeres, maltratadas primero por sus padres, después por sus hermanos, luego por sus esposos y por último por sus hijos. Tal vez, no sea el caso de ustedes, pero la realidad, es que la mujer no siempre ha sido vista y educada en los valores humanos: Yo soy hijo de una cultura machista en la cual las niñas eran enseñadas que para lo único que servirían el día de mañana era para casarse, atender su casa, tener los hijos y quitarle las ganas a su varón. Mientras que los varoncitos eran formados como pequeños amos y señores de sus hermanas; es decir, como seres superiores a la mujer. No creo que sea el caso de ustedes, pero, somos testigos que las preferencias de los padres por los hijos varones sobre las niñas, ha sido y es, causa de conflictos familiares.
Hablar hoy de la dignidad humana es un tema de importancia vital si queremos tener familias y comunidades unidas, llenas de armonía; la Iglesia es una Familia en la que todos son valiosos, importantes, dignos e iguales en dignidad.
2.     ¿Qué nos dicen los Derechos Humanos?
Todos los seres humanos son iguales por nobleza, dignidad y naturaleza sin distinción que provenga de raza, sexo o religión. Por ello todos poseen los mismos derechos y obligaciones fundamentales. A la mujer se le debe reconocer – por respeto que se debe a su dignidad de persona humana-  la igualdad con el hombre en todos los derechos ordenados a la participación en la vida cultural, económica, social y política del Estado. La dignidad humana es la sede de todos los derechos y deberes que hacen referencia, tanto, a hombres como mujeres.
Los Derechos Humanos para nada contradicen la enseñanza del Magisterio de la Iglesia y la de la Sagrada Escritura, en la cual encontramos los derechos humanos dichos de manera negativa: No matarás, No robarás, No levantarás falso testimonio, No codiciarás los bienes ajenos, No cometerás adulterio. Desde el siglo XII A.de C. en los Mandamientos de la Ley de Dios encontramos los derechos de Dios y del hombre.
La Iglesia cada vez que predica la conversión y el amor al prójimo está invitando a guardar los derechos humanos cuya finalidad es la misma que la de los Mandamientos de la Ley de Dios: El Amor y el Servicio al prójimo y a todo ser humano.

3.     ¿Qué dice la Biblia?
Para la Biblia toda persona tiene una dignidad absoluta e inalienable porque es capaz de abrirse al Absoluto, pero finalmente tiene dicha dignidad porque ha sido creada por el Absoluto a su imagen y semejanza, porque está llamada a resucitar y a participar de la vida personal e intima de Dios por toda la eternidad. La dignidad humana es la sede de todos los derechos y deberes de la persona.
“Hagamos al hombre a imagen  y semejanza nuestra; hombre y mujer los creó.” (Gn 1, 26-27) Para la Sagrada Escritura Hombre y Mujer, ambos son poseedores de una misma dignidad y de una igualdad esencial; a la misma vez, existe una diversidad y una complementariedad. “Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente” (Gn 2, 7) El todo hombre es grandeza y a la vez es miseria; es grande y es finito.  “No es bueno que el hombre esté sólo, démosle una ayuda adecuada” (Gn 2, 18) 
La mujer es la ayuda adecuada para el hombre y el hombre es la ayuda adecuada para la mujer. Ambos son la ayuda adecuada para sus hijos y los hijos la ayuda adecuada para sus padres. Hombre y Mujer fueron creados en estado de armonía; armonía con Dios, consigo mismo, con los demás y con la naturaleza. El ser humano, ser social por excelencia, no fue creado para vivir en solitario, el hombre solo no se realiza, necesita de los demás y los demás necesitan de él. “De cualquier árbol del jardín podrás comer, más del árbol de la ciencia del bien y del mal, no comerás, porqué el día que comieras de él morirás sin remedio” (Gn 2, 17) Siglos más tarde el Deuteronomio repite al Pueblo las mismas palabras del Génesis: “Frente a ti está la vida o la muerte, la bendición y la maldición” (Dt 30, 15)
La Literatura sapiencial nos remite a lo mismo: Dios a dado al hombre libre albedrío. Dios quiere que todo hombre sea responsable de sí mismo y de los demás: Protagonista de su propio destino: “Dios ha puesto frente a ti el agua y el fuego, la vida o la muerte” (Eclo 15, 16) Dios propone y el hombre dispone.
No obstante, como ya se ha dicho, existe hoy en día un muy marcado crecimiento en la conciencia de la igualdad y dignidad de todos los hombres, pero también es cierto que existen situaciones que violentan la dignidad humana y colocan al ser humano en situación de esclavitud, frente a las cosas, las ideologías y frente a otros seres humanos.

4.     ¿Qué dice la Iglesia?
Toda la Doctrina Social Cristiana gira en torno a la persona humana, a sus derechos humanos, a su dignidad. La dignidad humana es centro, eje y objeto de la enseñanza social de la Iglesia. Pero, la dignidad no entendida de manera abstracta, sino considerando al ser humano concreto, histórico, real. De manera que estimule a las personas a la acción y al compromiso.

5.     La Gran mentira

En el papel, según la ley de Dios y de los hombres todos somos iguales, todos tenemos derechos y deberes, todos tenemos acceso al bien común, pero en la práctica, de acuerdo a lo que vemos y conocemos por la experiencia, no obstante, existan muchos avances y muchos sean los logros que se han obtenido en favor de la reivindicación de la Mujer, la realidad es que existe aún mucha opresión, explotación y marginación de la Mujer en todos los países y culturas. Mucho falta por hacer. La causa de la opresión y explotación, de la miseria de muchos, del sufrimiento y minusvalía de las mujeres por parte de una sociedad enferma y enfermiza es la “gran mentira” que hace aparecer para muchos como si la mujer fuera un ser inferior al hombre. “La gran mentira” genera  “la Inversión de valores”. Esta  inversión es la “madre del Vacío existencial”


·         Pensar que vales por lo que tienes. Las cosas no son el fundamento de tu dignidad. Tu valor no te lo da la moda, los trapos, el carro, la casa ni siquiera otras personas, ni tu aspecto físico.
·         Pensar que vales por lo que haces o por lo que sabes. Todo eso es accidental. Lo esencial, es lo que eres: persona, un ser valioso en sí mismo, una perla preciosa. (Carlos Talavera Ramírez).
 “La Dignidad es esa “Perla preciosa” que eres tú mismo y llevas en lo más profundo de tu ser y que usando las palabras de la Biblia (Gn 2, 15) has de “cuidar y cultivar”. Cuida, protege, defiende lo que realmente eres: un ser único e irrepetible porque Dios te hizo original. Cultiva los dones y talentos, la capacidad que tienes para amar y para caminar.
Dos son los modos de valorar a la persona: uno por su actuar y el otro por su ser, cuando la persona es valorada por su actuar da lugar a que pensemos que unos son más dignos e importantes que otros, en cambio cuando el fundamento se sustenta en el ser, la dignidad humana es “algo” que poseen todas las personas por el sólo hecho de existir; ese “algo” es una categoría que no cambia, ni aumenta ni disminuye y es igual para todo ser humano.
La Doctrina Social Cristiana coloca la dignidad humana en el ser de la persona misma que ha sido creada a imagen y semejanza de Dios.
El Concilio Vaticano II nos ha dicho que a consecuencia del pecado, nuestra conciencia se oscurece y no es tan evidente reconocer la dignidad de la persona humana (GS 21). San Pablo nos aclara lo anterior diciendo: “una mente embotada por el pecado no puede conocer a Cristo”. (Ef 4,17) No puede conocer la verdad y no puede poseer el amor que llevan a la vida; porque el corazón se ha endurecido, se ha perdido la moral y se cae en el desenfreno de las pasiones (Ef 4,18).
6.      La enseñanza de la Iglesia

a)      La dignidad de la persona humana por su origen.
1)      El hombre y la mujer son creados, es decir, son queridos por Dios. Ambos tienen una dignidad que nunca se pierde, que viene inmediatamente de Dios su creador. Los dos son la misma dignidad “imagen de Dios” y ambos reflejan la bondad y la sabiduría de su creador. (Catic 369) La Iglesia nos enseña que todo ser humano, por el hecho de ser persona, Dios ha puesto en su interior su belleza, su bondad y su verdad. Por naturaleza todo ser humano participa, de manera natural,  de los dones de su Creador.
2)      Por haber sido hecho a “Imagen de Dios”, el ser humano tiene dignidad de persona. Es ante todo un “alguien” capaz de conocerse, de poseerse, darse y entregarse libremente y entrar en comunión con otras personas. (Catic 355)
3)      Redimidos por Cristo. Toda persona, lo sepa o no, LO ACEPTE O NO, ha sido redimido por Cristo. Todo ser humano vale lo que vale la Sangre de Cristo. Cristo murió por todos y por cada uno de manera personal para que seamos libres del pecado y de la muerte, para que seamos libres de miedos, traumas, ataduras y podamos amarnos a nosotros mismos y a los demás, a la creación y a Dios.
4)      Santificados por el Espíritu. Dios ha dado a todos su Espíritu para que lo reconozcamos como Padre, para que reconozcamos a los demás como hermanos y para que lo sigamos hacia una vida de plenitud, gracias a la conversión que transforma el corazón, mente, valores, conducta y nos lleva a tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús.
5)      Con vocación personal. Todo ser humano es único e irrepetible porque Dios lo hizo original, es responsable, libre y capaz de amar, para cada persona tiene un proyecto, una tarea, una misión, un llamado, el cual podemos aceptar o rechazar, abandonar o descuidar. La primera vocación de todo ser humano es al Amor que nos lleva a la Verdad, a la Libertad, a la Justicia, a la Solidaridad, sólo cuando el ser humano responde al Don de Dios puede alcanzar su plenitud, esto es, ser cada vez más persona, más libre, más autónomo, más hijo de Dios, más humano.

b)     La dignidad de la persona humana por su naturaleza.

ü  Cuerpo espiritualizado o espíritu corporeizado. El ser humano ha sido creado como unidad de cuerpo y alma, no es ángel ni bestia sino ser humano tan importante es el cuerpo como el alma, la Doctrina Social Cristiana nos enseña a no despreciar la vida corporal, más bien se debe de amar y honrar al propio cuerpo que ha de ser visto como creación de Dios.
ü  Ser sexuado. Todo ser humano existe como varón o como mujer por naturaleza existe atracción mutua y en el hecho de la unidad de dos se realiza la complementación. La diferenciación sexual implicada en la corporeidad confiere al ser humano un doble modo de instalarse en el mundo y de relacionarse socialmente. La sexualidad no se reduce a la genitalidad más bien marca todo el ser y el actuar de la persona. Es buena como todo lo que Dios hizo, es Don que asegura la procreación y genera placer a los cónyuges y une profundamente al matrimonio que se realiza por amor, como también puede ser ocasión de pecado.
ü  Por naturaleza es persona, dotada de libre albedrío tiene por sí misma derechos y deberes que dimanan de su propia naturaleza.

7.     ¿Qué significa ser persona?
Digamos que Dios ama al hombre -  mujer, por lo que es: persona. Un ser orientado hacia lo que todavía no es, pero que está llamado a ser: Una plenitud. Es decir, no estamos hechos, nos estamos haciendo.
1)      Ser persona significa tender hacia su propia realización. Significa encontrar su propia plenitud en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Todo ser humano ha sido creado para ser don de Dios para los otros. Toda persona existe para los demás.
2)      La persona es un alguien, un sujeto, un ser amable que merece ser amado; un ser respetable que merece ser respetado; toda persona debe ser respetada por sí misma: un alguien que decide por sí mismo.
3)      Toda persona ha de ser vista como un ser social, solidario y subsidiario, no fue creado para vivir en solitario sino para relacionarse con los demás, necesita de los demás para desarrollarse y alcanzar su plenitud tanto en el dar como en el recibir. Nadie es tan suficientemente rico que no necesite de los demás, y nadie es tan suficientemente pobre que no tenga algo para compartir con los demás.
4)      El trabajo. Toda persona de acuerdo al plan de Dios se realiza mediante el trabajo. El trabajo fortalece, construye y dignifica a la persona y a la familia; con su trabajo el hombre es colaborador de Dios, es el jardinero del Paraíso (Gen 2,16).
5)      El ser político. La persona para la Doctrina Social Cristiana es un ser político en referencia a la política del bien común y no a la política partidista aun cuando ambas son necesarias, la Iglesia no participa de la política partidista. Por ser político el ser humano forma sociedades organizadas con miras al bien común. La DSC entiende la política como el arte de servir con otros en miras al bien común y nunca al bien partidista (GS 74).
6)      El ser humano es un ser de cultura. La cultura es obra de la persona humana y está al servicio de la persona humana para salvaguardarla, por eso es importante evangelizar la cultura para hacer posible un mundo cada vez más humano, más fraterno, más justo y más solidario.
7)      El ser humano es un ser perfectible puede ir alcanzando su plenitud y su madurez humana en la medida que se proyecte hacia lo que todavía no es pero que está llamado a ser; su tarea nunca termina y consiste en conocerse cada vez más y en ser mejor persona cada día.
8)      Por último sabemos que por naturaleza todo ser humano es finito y su cuerpo se desintegra, la existencia humana es temporal, la muerte significa su final pero no su fin. La semilla de la eternidad que lleva en sí misma la persona, se levanta contra la muerte.


c)      Dignidad de la persona humana por su destino.

1.                      La vida del hombre no termina con la muerte, sino que posee un destino trascendente e inmortal, trascendente significa que la persona se remite a Dios y lo reconoce como su Creador; en cada ser humano existe un espíritu inmortal que anhela y busca profundamente a Dios.
2.                      El llamado a la Santidad, es el llamado que Dios hace a todos los seres humanos para vivir con Él y como Él. Todo bautizado está llamado a la santidad, a la perfección y no sólo a ser más o menos bueno. (NMI 31).
3.                      Ayudado por la Gracia. Cristo es la compañía que Dios ha dado al hombre, que por medio de su Espíritu es presencia real en nuestras vidas y Señor de la historia. Cristo es nuestra fuerza y nuestra fuente de motivaciones. La fe en Cristo es el encuentro con una Persona que provoca una verdadera transformación en la vida del pecador, para seguirlo, para tratarlo con intimidad y servirlo en los demás especialmente en los menos favorecidos de la sociedad.

5. El gran peligro.
Cuando la dignidad  de la persona es subordinada a cualquier tipo de intereses, sean los que sean, significa ignorar su valor, su dignidad propia e intrínseca, es decir, significa cosificarla, instrumentalizarla, y por lo tanto despersonalizarla. La dignidad hace referencia al valor propio e intrínseco de la persona, en tanto que el respeto y la estima que se merece por su ser personal, significan que la persona humana jamás debe ser tratada como medio, sino como un fin valioso en sí mismo y no en otros.
1)      Los enemigos de la dignidad humana.
A la luz de la enseñanza de la Biblia y de la DSC podemos decir que el enemigo de la dignidad humana es el pecado, que desfigura la imagen de Dios en el hombre y destruye su semejanza, sin embargo para un mejor entendimiento tenemos que llamarlo por su nombre. Encuentro que el arma del pecado para desvirtuar o destruir la dignidad de la persona es en primer lugar la mentira, que hace al hombre invertir los valores que a la vez generan en el interior de todo ser humano un “vacío existencial” madre y matriz de la frustración, de la agresividad, aislamiento, servilismo, elitismo, proselitismo, esclavitud, vicios, injusticias, discriminación, racismo, consumismo, totalitarismos, conformismos y muchos más.
A lo anterior podemos decir que la peor ofensa contra la dignidad humana es la manipulación, una modalidad de pecado que enceguece al hombre, la manipulación es hija de la mentira que mira al hombre como objeto, cosa, lo instrumentaliza, lo manipula y luego lo desecha, lo bota o lo destruye. Pecamos contra la dignidad de la persona humana cuando lo vemos como un “algo” y no como un “alguien”, cuando se le reduce a un simple medio y no se le valora como lo que es “un fin en sí mismo”. Ver al hombre como un simple “voto”, como un simple cliente, como un instrumento de trabajo o de placer, atenta contra la dignidad humana. Pensemos en la misma Iglesia que no siempre respondemos a la manera como Dios mira, piensa, valora y acepta a las personas. Muchas veces las valoramos por el color de la piel, por los trapos que traen encima, por la marca de carro o el título que poseen, somos proselitistas y elitistas, modos de ser y de actuar a los que Pablo llama “vivir y actuar en la carne”, estilo de vida que no es grato a Dios (Rm 8,1-9).
2)      ¿Qué significa ser Imagen y semejanza de Dios?

1)      Eres “imagen de Dios” porque hablas, te comunicas. Puedes entrar en diálogo amoroso y liberador con tu Creador, con otros seres humanos, contigo misma  y con la misma creación. Mujer sabes decir las mismas palabras de Dios: palabras amables, limpias y veraces.
2)      Eres  “imagen de Dios “porque sabes mirar como Dios mira, descubriendo que las cosas son buenas y las personas fueron creadas “muy buenas”.
3)      Eres “Imagen de Dios” porque sabes escuchar. Escuchas el clamor de los otros; escuchas a Dios y te escucha a sí mismo. “La grandeza y dignidad de la mujer”, lo mismo que la del varón, arranca de su capacidad de escuchar el mensaje del reino de Dios y entrar en él.
4)      Eres “imagen de Dios” porque puede caminar con los pies sobre la tierra, es decir, con dominio propio. Te auto posees. Te auto dominas. Te auto confrontas. El ser humano no fue creado para arrastrarse, para llevar una vida arrastrada.
5)      Eres “Imagen de Dios” porque puede dominar a las plantas y a los animales. Pero, nunca otros seres humanos.

6)      Eres “imagen de Dios” porque formas parte de una creación gratuita, siendo así gracia. Todo lo que eres y tienes es don: tu vida es regalo porque Dios mismo es regalo. Eres regalo de Dios para tu familia y para toda la humanidad.











                                                                          VIII.            Los rostros de la persona.

Objetivo. Dar a conocer la importancia de saber responder a la pregunta sobre el ser humano, para fortalecer en todos el ser personal.
Decir que la mujer y el hombre tienen rostro, es aceptar que existen, que tienen dignidad, que son valiosos en sí mismos: no son otros los que le dan el valor a la mujer y al hombre; ellos son queridos y amados por Dios en sí mismos. Decir que la mujer tiene rostro es reconocer su dignidad y su igualdad fundamental con todos los seres humanos. Todos salimos de las manos de Dios. Decir que la Mujer tiene rostros es reconocer su grandeza, su vida interior, sus criterios y su pensamiento. Cuatro son los rostros de la persona que nos ayudaran a conocernos mejor:
1)      Eres un ser original. No es fácil comprender lo que significa ser original, ser único, ser irrepetible, cuando en nuestra sociedad reina el conformismo; se vive haciendo lo que otros hacen; vivimos en una sociedad masificada y masificadora, esclava de las modas o de estilos de vida impuestos; maneras de vivir que desfiguran a los seres humanos. Cada persona es única e irrepetible porque Dios te  hizo original. No fuiste creada para ser copia de otros o de otras. Nunca quieras verte como las demás. No hay otro que piense como tú, que siente como tú, que ame como tú; por eso eres una maravilla; Dios no se repite en sus criaturas.
2)      Eres un ser responsable. Ser responsable en la vida significa vivir de frente a sí mismo y de frente a los demás. Responsable de los pensamientos, palabras, obras y omisiones, es decir, somos responsables por el mal que se hace o por el bien que se deja de hacer. Sin miedo digamos que la responsabilidad es el termómetro de la madurez humana. Hay una persona madura, ahí donde hay responsabilidad.

3)      Eres un ser libre. Ser libres significa poder elegir entre una cosa y otra; significa decidir por sí mismo; tener convicciones propias. No uses mal tu libertad. Muchas son las personas que se autodefinen como hombres o mujeres libres que pueden hacer lo que quieran con su dinero o con sus cuerpos. La frase clásica que se usa: “haz con tu cuerpo lo que quieras que para eso eres libre”, ha llevado a muchos al libertinaje, a la irresponsabilidad y por lo tanto terminan deshumanizándose y despersonalizándose. La libertad nos sitúa de frente a dos preguntas: Libres: ¿de qué? Y libres: ¿Para qué?

4)      Eres un ser capaz de amar. No sólo debemos reconocer esta hermosa verdad, sino también, hemos de reconocer que fuimos creados por amor, y fuimos creados para amar. Decir que somos seres capaces de amar es aceptar el sentido de nuestra vida. ¿Qué entendemos por amor? Según la Biblia, amar es entregarse, es donarse, es acoger al otro en su realidad; es ayudarle a ser lo que debe ser. (Jn 3, 16; 1 de Jn. 4, 7-9). Muchos son las personas que se pasan la vida demostrando que aman mucho; algo que ellas ignoran es que el amor no se demuestra, se ama y basta. El amor: ni se compra ni se vende.

Lo anterior nos dice que como persona tienes la capacidad de ser creativa.  Que puedes tomar decisiones por ti misma. Eres capaz de elegir bien en cada situación concreta de tu vida. Porque eres un ser capaz de amar eres un ser para la renuncia, para el sacrificio y para la donación y entrega. Razones por las que toda Mujer es la primera que está llamada a ser protagonista de su propio desarrollo, y ser la primera en respetarse y en tener una concepción clara de lo realmente es,  esencialmente en su persona y en su vida. No permitas que nadie te cosifique y te instrumentalice. Que nadie te rebaje a ser instrumento de trabajo o de placer. Que nadie te manipule. La manipulación es la peor de las ofensas contra la dignidad las personas.


6. El gran desafío
El gran desafío, es educar al ser humano, a la familia, a la Iglesia y a la sociedad: a hombres y mujeres, en el Amor a la Verdad, en el Amor en la Justicia y en la Libertad. Educarnos en los Valores, sin las cuales seguiremos siendo, usando las palabras de Víctor, K. Frankl, simples bosquejos de personas, hilachos humanos: oprimidos y opresores. El reconocimiento de la dignidad intrínseca de toda persona, el esfuerzo por garantizar sus derechos fundamentales y el empeño por crear las condiciones que le permitan alcanzar su perfección, son datos que el mensaje cristiano ha transmitido al hombre de nuestra época. Escuchemos a Jesucristo, promotor y defensor de la persona humana darnos la clave para el reconocimiento, la aceptación y el respeto a toda persona sin distinción de raza o religión.

7.  La enseñanza de Jesús.
“Si se mantienen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos y conocerán la verdad y la verdad les hará libres”. (Jn 8, 31- 32) El amor a la verdad, a la libertad y a la vida es el fundamento de todo juicio práctico y de toda acción a favor de todos los seres humanos queridos y amados por Dios de manera incondicional e incansable. El amor a la verdad nos lleva al rechazo de la mentira, del odio y de la injusticia.
El Señor sabe que donde hay opresión, no hay libertad, no hay vida, no hay amor. Donde no hay libertad, hay esclavitud, y por lo tanto, la capacidad para amar se atrofia. Permanecer en su palabra para no desviarnos ni a izquierda ni a derecha. Desviarse a la derecha es caer en una situación en la cual se vive haciendo lo que otros hacen: Desviarse a la izquierda es caer en un “modo” de vida haciendo lo que otros dice. El ser humano se convierte en copia o en títere de una sociedad masificada y masificadora. Ninguno de estos estados de vida realiza. Ninguna da una felicidad estable y verdadera ya que el ser humano es reducido a un simple medio o instrumento al servicio de otros.
A la luz de la palabra podemos hoy responder a las preguntas esenciales sobre la vida: ¿Quién eres?, ¿De dónde vienes?, ¿Para qué estás aquí? Generalmente hago  las siguientes preguntas a las mujeres que se encuentran sumergidas en cualquier problemática, especialmente, en casos de identidad personal: ¿Cómo te miras? ¿Cómo te piensas?, ¿Cómo te valoras?, ¿Cómo te aceptas? Y ¿Cómo te amas?
¿Te miras cómo Dios te mira?, ¿Te piensas cómo Dios te piensa?, ¿Te valoras cómo Dios te valora? ¿Te aceptas y te amas como Dios te ama? La verdad es que no tenemos ni la mente ni la mirada y mucho menos el corazón de Dios. Urge ser educados en la Verdad en la responsabilidad y en la libertad, para que lleguemos a tener la mente, la mirada y los sentimientos de Cristo. La verdad para nosotros no es un concepto, no es un principio abstracto, no es una cosa. Es una persona. Jesús, el Hijo de Dios que nos dijo: “Yo soy en camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6). La verdad es lo real, lo firme, lo estable, lo verdadero, no se impone a la fuerza, sino que se acepta, se acoge y se vive.
Ver a toda mujer y reconocer en ella su dignidad requiere de todo ser humano vivir en la verdad. Sólo entonces podremos hacerle justicia a la mujer, dándole nuestro respeto admiración y reconocimiento. El gran desafío para todos, para hombres y mujeres es aprender a vivir en la verdad, lo que implica:
1)      Pensar la verdad. Para sacar de la mente todos los criterios patriarcales, machistas, feministas, consumistas, conformistas o totalitaristas, para ver la Mujer, como un fin en sí mismo, como una perla preciosa. Mujer vales por lo que eres.
2)      Honrar la verdad. Honras la verdad cuando reconoces  tu propia dignidad y la dignidad de los demás. Honras la verdad cuando te valoras por lo que eres. Cuando te piensas y te miras con amor; cuando te aceptas como eres y te proyectas buscando una mejor calidad de vida.
3)      Hablar la verdad. Fuera de tu mente y de tus labios toda mentira. Fuera juicios despectivos y condenatorios sobre la mujer. Hablar la verdad es hablar bien de la Mujer, de su vocación y misión, de sus derechos y de sus deberes, de sus cualidades y talentos.
4)      Caminar en la verdad. Es reconocer que no fuiste creada para llevar una vida arrastrada, permitiendo que otros sean los que piensen por ti, que decidan por ti. Arrastrarse es dejar que otros hagan tu historia; que seas manipulada y usada sólo como instrumento de placer o de trabajo. Caminar en la verdad es poner tus dos pies sobre la tierra y caminar con tu cabeza en alto, con dignidad, siendo la protagonista de tu propia historia. Caminar en la verdad implica rechazar todo lo malo, es decir, todo aquello que impida que te realices como mujer. Implica también cultivar la belleza, la unicidad, la bondad y la verdad.
5)      Defender la verdad. En referencia a la Mujer, es respetar y defender los derechos de toda mujer y de todo ser humano. Es ayudarle a remover los obstáculos que impiden que  realice su ser de Mujer. Defender la verdad es abrirle a la mujer campos de acción para que desarrolle su capacidad de ser ella misma, como mujer, esposa, madre, profesional… como un ser capaz de amar.

8. Una ayuda que no miente.

El mayor acto de amor que podemos realizar a favor de los demás, no es darles cosas, dinero o propiedades, sino el  ayudarles a iniciarse en su proceso de realización humana para que lleguen a ser lo que deben ser. Lo primero sería ayudarles a tomar conciencia de su dignidad personal, para luego, ayudarles a ponerse en camino como personas protagonistas de su propia historia. Para que lleguen a ser personas con un grado de madurez y de plenitud que respondan al Plan maravilloso que Dios tiene para cada una de sus criaturas.

Algo que se ha de decir que toda claridad es que Dios no nos da las cosas hechas, nos da la semilla para cultivarla y un día comer de sus frutos. El hombre, todo hombre, es invitado por Dios a ser protagonista de su propio destino; Dios quiere que cada ser humano tome las riendas de su destino en sus propias manos. A esto se le llama ser responsables y no títeres del destino o de los demás.

























IX.            LA ESPIRITUALIDAD MATRIMONIAL
OBJETIVO: Mostrar los fundamentos del modo humano y cristiano de vivir en familia, en la cual todos sus miembros son importantes, para promover el amor a la primera comunidad, y su  importancia en la sociedad.
“Así como la Iglesia se somete a Cristo, de la misma manera las mujeres deben respetar en todo a sus maridos. Maridos amen a sus esposas como Cristo Amó a su Iglesia y se entregó por ella” (Ef 5, 24- 25).
1.     La espiritualidad matrimonial

La espiritualidad matrimonial no es un área de la vida que pueda separarse o aislarse de otras áreas, como de la vida física, de la vida social o de la vida intelectual, la vida apostólica, la vida política o profesional. Para el cristiano la espiritualidad matrimonial es la totalidad de la vida, en la medida que sea motivada, animada y determinada por el Espíritu Santo. Tenemos vida espiritual y espiritualidad matrimonial en la medida que nos dejemos motivar y conducir por el Espíritu Santo que guía a los hijos de Dios (Rom 8, 14).

Lo primero que tenemos que aprender con respecto a la vida espiritual o sobre la espiritualidad, es que la Biblia, no divide a la persona en una parte espiritual y en otra material.

En la Biblia, la persona humana es considerada como un todo y no como un alma que habita en un cuerpo. La persona, es un cuerpo espiritualizado o es un espíritu encarnado, es una totalidad. Cuando San Pablo habla de una “vida según la carne” y de una “vida según el espíritu”; cuando hace referencia a aquellos que “desean las cosas de la carne, y de aquellos que desean las cosas del espíritu” (Rom 8, 4-5).

El apóstol no está dividiendo  a la persona humana en dos partes: espíritu y carne. San Pablo de modos de ser, de vivir, de comportarse, de frente a sí mismo y de frente a los demás. Para el Apóstol la carne, es sin más una vida mundana, pagana, vida de pecado.

2.     Dos modos de ser, dos modos de actuar

Cuando San Pablo habla de “la carne”, no está hablando de deseos sexuales o de “naturaleza humana”. El está hablando sobre el pecado y la vida mundana o pagana. De esta manera podemos entender con claridad cuando él hace referencia a las “obras de la carne” (Gál 5, 19-21). Un modo de vida que no es aprobado por Dios y que incluye, no sólo los pecados del sexo, sino, también los pecados de idolatría, celos, envidia, mal carácter. Estilos de vida, como el legalismo, el rigorismo, el perfeccionismo, corresponden a “la carne”.

De la misma manera Pablo designa “la carne” como “espíritu de esclavitud” (Rom 8, 14); “espíritu del mundo” (1Cor 2, 12); “espíritu del anticristo” (1Jn 4, 3); o “espíritu del error” (1Jn 4, 6). En el Evangelio encontramos que existen los “espíritus malos”, “espíritus impuros”, “espíritus de debilidad (Lc 13, 11); “espíritu sordo y mudo” (Mc 9, 25). Esto para ayudarnos a comprender que la “vida según la carne”, es una vida motivada por malos espíritus, por espíritus mundanos o por valores mundanos o paganos.

Mientras que la vida según el Espíritu es un vida motivada por el espíritu del bien o Espíritu Santo. En la Biblia, tiene vida espiritual el que es movido por el Espíritu de Dios y no por cualquier otro espíritu. Lo opuesto a la carne es el Espíritu Santo. De la misma manera que lo opuesto a la vida espiritual es la vida mundana o sin fe. ¿Qué espíritu nos guía? Será por eso que San Juan nos dice: “No se crean de cualquier espíritu, sino examinen los espíritus para ver si son de Dios” (1Jn 4, 1), San Pablo nos dice: “Y no se conformen con este mundo” (Rom 12, 2). En vez de eso busquemos los caminos de Dios, los caminos del Espíritu.

3.     La identidad y la espiritualidad conyugal

La gracia conyugal recibida en el Sacramento del Matrimonio da a los esposos “identidad conyugal”. La identidad es el “ser con…”, esposo con mi esposa y esposa con mi esposo; padres con nuestros hijos e hijos con nuestros padres. Esta identidad brota del momento fundacional, llamado también alianza conyugal o sacramento del matrimonio. Gracia que acompaña a los esposos a lo largo de toda su vida, y que al venir los hijos se convierte en “Identidad Familiar”. El cultivo de la “identidad” pide un estilo de vida que llamamos espiritualidad matrimonial, conyugal o familiar. Cuando se pierde esta identidad, desaparece la espiritualidad cristiana para dar lugar en la familia al “Vacío existencial”, matriz en la que se gesta la descomposición y la frustración familiar.
4.     La fuente de la espiritualidad cristiana

La fuente de toda espiritualidad cristiana es la “Fe hecha experiencia de vida”, la cual hoy día es conocida como “Encuentro personal con Cristo”. Sin esta experiencia, muchísimos son los matrimonios que han recibido el sacramento del matrimonio, pero, en ellos no se ve ninguna espiritualidad cristiana. Pasada la luna de miel, ya sin mascarillas, comienzan los insultos, los gritos, los golpes y otros actos violentos. Después de la “Experiencia del Encuentro con Cristo”, también los Sacramentos, la Palabra de Dios, la Oración y la donación mutua  son fuente de espiritualidad conyugal.
Lo primero para entender la espiritualidad familiar es aceptar que ésta no es un compartimiento de la existencia: No se le puede reducir a la lectura de la Biblia, a la práctica de algunas devociones, o de ciertos rezos; veces se piensa que persona espiritual es la que tiene algunos conocimientos bíblicos o realiza algún trabajo en la Iglesia. Lo cierto es que solo hay espiritualidad cristiana, donde hay “vida espiritual”, y sólo hay vida espiritual, ahí donde el Espíritu Santo se mueve, guía y hace de la Familia una Comunidad de amor y de vida cimentada en la Verdad, en la Caridad y en la Libertad (cf Jn 14, 6). La vida espiritual es el elemento interior mientras que la espiritualidad sería lo exterior, lo que se manifiesta, lo que se escucha, lo que se ve y se palpa.
Lo cierto es que la espiritualidad conyugal está presente en la totalidad de la existencia humana: en la economía, educación, cultura, amistades, trabajo, política, religión, deportes, diversiones, vida familiar, vida íntima o sexual entre esposos, en la relaciones entre padres e hijos y entre hermanos, etc. Pensemos, que pasaría sí a la política se le quita la espiritualidad, ¿Qué quedaría? ¿Qué sería si a un acto sexual entre los esposos se le quita la espiritualidad? Lo único que quedaría, sería el dominio de los instintos, el puro placer. Quitar la espiritualidad es retirar del acto sexual el cariño, la ternura, el amor. Trabajar sin espiritualidad sería como tener relaciones sin amor. La espiritualidad conyugal pide hacerlo todo con amor, con madurez humana y con responsabilidad con la intención de dar vida y felicidad a la pareja. De esta manera podemos hablar de la dinámica del amor, camino de madurez y exigencia para conservar y cultivar el amor primero, la identidad familiar y la realización del Sentido de la familia.
5.     Las Columnas de la espiritualidad matrimonial

Dos son las dimensiones que sostienen la espiritualidad de los esposos; dos columnas que mutuamente se complementan y se fusionan entre sí para dar consistencia al edificio de la espiritualidad. Una sin la otra lleva al deterioro, a la búsqueda de compensaciones y a la frustración existencial:
a)      La dimensión humana.
El matrimonio es constituido por dos personas: dos seres humanos: UN HOMBRE Y UNA MUJER. Pensemos en la persona que es un ser original, responsable, libre, capaz de amar. Un ser en proyección que tiene como tarea aprender amar para poder darse, donarse y entregarse libre y conscientemente a su “Familia” con alegría, con fuerza, con amor.

b)      La dimensión de la fe.
Hablamos de una vida centrada en la Palabra de Dios, en los sacramentos, en la práctica de la caridad y del ejercicio de las virtudes cristianas que permita a los esposos ayudarse a santificarse mutuamente. Qué hermoso es que los esposos se piensen, se valoren y se acepten a la luz de la fe, entonces podrían amarse incondicional e incansablemente, hasta la renuncia y el sacrificio. No dudemos en decir que la espiritualidad matrimonial es ante todo “espiritualidad bíblica”, ya que Dios, Autor de la Biblia es también el Padre y el Autor de la Familia.
A los nuevos esposos se les debe señalar el camino que les ayuda a pasar del enamoramiento al amor. Del amor de “eros” al amor de “ágape”, fuerza para toda renuncia y para cualquier sacrificio que exija la donación y la entrega mutua. La dinámica del amor que permite a los esposos “vivir el uno para el otro”, está cimentada en cinco principios y en cinco idiomas, llamados las “lenguas del amor”  que hacen posible una sana comunión y una comunicación iluminada por la verdad. Lo anterior no siempre es fácil, sobre todo cuando existen traumas o cuando en alguno de los conyugues es inmaduro. La inmadurez humana siempre será fuente de sufrimientos, de manipulación, y está siempre ahí como una amenaza a la dignidad de la familia.
6.     La dinámica del amor

1.                      El reconocimiento personal mutuo. El otro, la otra, es un ser personal, es un alguien, es una persona con dignidad; éste es el primer principio de una sana convivencia interpersonal. La persona piensa, se comunica, se expresa, ama, se dona, es libre. Cuando se le reduce a cosa y se quiere poseer  como un algo, como propiedad absoluta; cuando se busca dominar a la pareja se está entrando en los terrenos de la “Instrumentalización personal”. El peor enemigo de la espiritualidad conyugal es la “instrumentalización”: reducir al otro en instrumento de trabajo o de placer.

2.                      La aceptación incondicional mutua. El otro, la otra, es original, único, e irrepetible, con defectos y con valores a quien se le debe amar incondicionalmente. Aceptar al otro como es y no exigirle lo que no tiene o lo que no puede dar, es propio de personas inteligentes y maduras. Es cierto que los amores humanos son condicionados, no obstante, digamos con toda claridad que amar es reconocer y aceptar al otro como es, en su realidad personal.

3.                      El respeto personal mutuo. Respeto que debe ser de pensamiento, palabra y obra. Se falta al respeto cuando, estando en la intimidad, abrazados y besándose, uno de los dos piensa en alguien más. Es un adulterio espiritual que mata el amor, profana el santuario que es la familia y es un fraude porque se entrega lo que pertenece por derecho al conyugue. El respeto pide que el vocabulario, tanto, entre los esposos, como entre padres e hijos sea con palabras amables, limpias y veraces. Es una verdadera falta de respeto hacer el otro un instrumento de placer. El Apóstol recomienda: “Respétense mutuamente por reverencia a Cristo” (cf Ef 5, 21).

4.                      El perdón personal mutuo. El perdón debe ser un hábito que se cultiva en la familia. ¿Cuántas veces nos hemos de perdonar? “Setenta veces siete”, es decir, siempre. Perdonar es la decisión de amar a una persona como es, permanentemente, es decir, siempre. Muchas veces él dijo algo que ella lo entiende mal y se da por ofendida; otras veces, él quiere tener relaciones sexuales y ella no está disponible y él se da por ofendido. “Enójense pero que el enojo no les dure todo el día, no le den lugar al diablo” (cf Ef 4, 26).
5.                      El diálogo interpersonal. El diálogo sólo se da entre personas que se saben iguales. Sí él se piensa más que ella, no habrá diálogo, pero de la misma manera si ella se piensa inferior a él, no habrá comunicación. El diálogo pide apertura y acogida, es fuente de conocimiento, y por ende de amor y de fidelidad. Cuando él habla, que ella lo haga el centro de atención, y de la misma manera cuando ella hable, que él calle y la haga el centro de atención. Ambos tienen el derecho de hablar el mismo tiempo, si él habla cinco minutos, así ella, tiene el derecho de ser escuchada cinco minutos. Los dos son igualmente importantes y valiosos (Gn 1, 27).

7.     Las lenguas del amor

La espiritualidad de los esposos cristianos es siempre una respuesta a la docilidad del Espíritu que hace de ellos un don, un regalo del uno para el otro (cf Gn 2, 18). Esposos cristianos no son los que viven juntos, sino, los que viven el uno para el otro (cf Jn 6, 34-35). Él vive para ella y ella vive para él, ambos viven para sus hijos y éstos viven para sus padres. Podemos hablar de cinco lenguas del amor que son el modo de vivir los cinco principios del amor.
Y  Las palabras que confirman.
La espiritualidad pide un estilo propio de comunicación interpersonal, que deben los esposos cultivar a lo largo de la vida. Las palabras que confirman al otro como lo que es persona, mujer, esposa, madre, amiga. “Qué hermosa te ves”, “Qué bien te queda ese vestido”, “Te amo”, “Te extraño”, “Me agrada estar contigo”, “Eres lo mejor que me ha sucedido en mi vida”. Se trata de buscar los valores de la persona para hacerla sentir importante, valiosa y digna. No se vale mentir, sería ser hipócritas. Pueden ser valores físicos, morales, creativos, como por ejemplo: “Me gusta llegar a casa y encontrar todo en su lugar, los niños limpios y tú acogedora y agradable”. Ella puede responderle con el mismo lenguaje: “Me gusta que eres un padre responsable y un esposo cariñoso, responsable”, “Me encanta que me abraces, me beses, me hagas el amor… eres mi hombre y te deseo”.

Y  El tiempo de calidad. 
La calidad hace referencia a la excelencia que ha de haber en la entrega, en la comunicación y en los servicios. Cuando se dialoga se han de apagar los ruidos, tanto internos como externos para que pueda resaltar la calidad, que pide hacer del interlocutor el centro de atención. Pide dar satisfacción a los gustos del cónyuge, sobre todo en el trato personal que hace desear para el otro lo que se desea para sí mismo.
Y  Los regalos.
Es el campo de los detalles, una manera de decir: “Te amo, te pienso, estás siempre en mi mente, te traigo éstas flores”. Simplemente un detalle que bien pueden ser unas galletas, unos chocolates, un perfume, una prenda de vestir. Cuando las posibilidades lo permiten puede ser un carro, una casa, etc. Cuando en cambio, no existen los recursos, bastaría con escribir en un pedazo de papel o de cartón una frase amorosa: “Te amo”, o una insinuación a estar juntos. Tener presente los aniversarios y las fechas más sobresalientes.

Y  Los servicios.
Cuando él sirve, ella es la reina, y cuando, ella es la que sirve, él es el   rey.
Los servicios de él hacia ella bien pueden ser: llevarla a cenar fuera de casa, poner la ropa en la lavadora, preparar el desayuno para que ella siga descansando, ayudar con el aseo de la cocina o de la casa.
De ella hacia él: desde prepararle su mejor platillo, prepararle sus zapatos, etc.
Y  El toque físico.
Hablamos de las caricias, masajes, que bien pueden ser en los pies o en la espalda. Caminar tomados de la mano o abrazados. Acariciar el pelo o el rostro de él o de ella. Es necesario que cada de los cónyuges sepa cuál es la lengua que habla cada uno de ellos, y a la vez saber cuál es la lengua que habla el otro para cuando se quieran comunicar, usen la lengua adecuada. Ambos pueden hablar más de una lengua como mecanismo de comunicación.

8.     La dimensión de la Fe

La fe cristiana es confianza que elimina los miedos, los celos y las inseguridades. La fe, es apertura y acogida; es don y respuesta; es donación, entrega y servicio en el Señor a la familia, a los otros. La fe es la vida de la espiritualidad, como el amor es el alma de toda espiritualidad cristiana. La vida expulsa la muerte y el amor eliminan los odios, los resentimientos y las humillaciones. La fe, la esperanza y el amor son inseparables y hacen de la espiritualidad conyugal una fortaleza. Varios son los elementos que según san Juan Crisóstomo han de estar presentes en la familia, “Iglesia doméstica” para que sea lo que debe ser: “Una comunidad de vida y de amor” con una espiritualidad cimentada en la verdad e iluminada por la caridad.
1.                      La Palabra de Dios. La Palabra engendra la fe, la fortalece y la hace germinar (Is 55, 9-10). La espiritual conyugal iluminada por la Palabra de Dios hace de la familia un foco de evangelización como Madre y Maestra, familia evangelizada y evangelizadora. La Palabra de Dios es Norma de Vida para los esposos cristianos: “Respétense mutuamente unos a los otros por referencia a Cristo”. El respeto que nace de la Palabra es el “guardián” del amor humano y signo seguro de fidelidad mutua.

2.                      La Oración individual y comunitaria. “Familia que reza unida permanece unida”. La espiritualidad debe beber de la “oración” como de su fuente para no secarse, para permanecer siempre verde y para dar frutos permanentes (cf Jn 15, 1-7). La oración, además de ser comunitaria o familiar, ha de tener momentos de oración individual. Los esposos tienen la responsabilidad de cuidar que nadie perturbe el encuentro de su cónyuge con el Señor. Todo encuentro con el Señor es Sagrado.

3.                      Una vida centrada en los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Reconciliación. La Eucaristía es el Sacramento del Amor que sella y protege la espiritualidad, para que sea signo de entrega y donación entre los esposos que se aman como “Cristo amó a su Iglesia y dio su vida por ella” (Ef 5, 25).

4.                      La práctica de la caridad. Caridad hacia adentro y caridad hacia afuera, es la caridad sin fingimiento que recomienda el Apóstol (Rom 12, 9). La caridad, hace que la espiritualidad conyugal sea fuente de actitudes y comportamientos que hacen de la Familia un sacramento del Amor de Dios. La espiritualidad animada por la caridad ayuda a los esposos a descubrir y realizar el sentido del Matrimonio en la donación y entrega mutua. Tres actitudes sostienen esta espiritualidad: La amabilidad, la generosidad y la servicialidad que se viven, primero hacia dentro de la familia y después hacia fuera.


Conclusión. Urge que eduquemos a la Familia en la Verdad y en el Amor para que pueda ser escuela del más rico humanismo, y ser, Iglesia Doméstica, Sacramento del Amor de Dios.


“Familia sé lo que eres: escuela del más rico humanismo”.













              X.            PADRES, PRINCIPALES EDUCADORES DE SUS HIJOS
 El objetivo del Tema.  “Despertar las conciencias para que cada persona pueda asumir su responsabilidad ante sí mismo, ante su familia y ante la sociedad.
1.     Introducción

El título de esta reflexión me hace decir: Para formar hombres íntegros…con corazón humano, está la familia…en la que los padres son los primeros educadores de sus hijos…tarea que no se puede postergar, ni abandonar, ni poner en las manos de otros. El proverbio popular nos dice: “Es más padre el que cría que el que engendra”. De la misma manera pudiéramos decir, es más padre el que educa que el engendra y que sólo se preocupa por el alimento material”.
Hablar de la educación de los hijos es hablar de la gravísima responsabilidad que tienen los padres de educar a sus hijos. Esta responsabilidad es una consecuencia lógica de su paternidad y maternidad. Engendrar un hijo es crear una nueva vida humana, y ésta es necesario que llegue a su plenitud. Juan Pablo II recuerda esta responsabilidad con estas palabras: «Los padres son los primeros y principales educadores de sus propios hijos, y en este campo tienen incluso una competencia fundamental: son educadores porque son padres». Sin embargo, los padres no pueden realizar esta función ellos solos. Necesitan ayuda. Comparten la misión educadora con otras personas e instituciones. Una de estas instituciones es precisamente la escuela. Los padres confían a la escuela y a los maestros la educación de sus hijos sin renunciar a su responsabilidad principal.
Los padres no pueden traspasar a los maestros y a la escuela su propia y peculiar responsabilidad de educar a los hijos. Esto significa también que los maestros no pueden sustituir a los padres, sino que han de ayudarles y complementarlos en la tarea educativa.
2.     Desarrollo del tema

Educar es cultivar  lo que realmente hay de valor en cada ser humano. Hablamos de una educación para la vida que forme personas íntegras y felices. La felicidad es posible ahí donde se alcanza la realización personal…ahí donde hay una persona madura…capaz de caminar con los pies sobre la tierra, con dominio propio, siendo su propio dueño…siendo capaz de salir de sí mismo para ir al encuentro de su realidad. Esto pide una realización integral en la cual se han de cultivar actitudes, principios, creencias, convicciones, conocimientos, valores y virtudes. Esta gama de elementos entrelazados y  vinculados entre sí, dan consistencia a una estructura sólida, firme y férrea de hombres y mujeres que en el futuro podrán formar familias estables y forjar una sociedad próspera, justa, pacifica en la cual coexistan las buenas costumbres y los valores humanos.
La Biblia nos dice: “Enséñame amar por la mañana y seré feliz toda mi vida”. Por la mañana, es decir, en mi edad temprana, en mi infancia. Que desde temprano se comience a conocer la vida, a dar respuestas a lo que la vida nos presente. Saber de donde venimos, para que estamos aquí y saber para donde vamos. Sabiendo que somos peregrinos en este mundo, y nada más. Esto ya es parte del conocimiento del sentido de la vida.
3.     Todo hombre es un buscador de valores, de sentido

 En el fondo lo que busca es sentirse bien, ser feliz. Muchos se casan para ser felices, otros trabajan día y noche para ganar mucho dinero y ser felices; otros se divierten y derrochan lo que tienen y hasta la vida para sentirse bien y ser felices, otros se pasan la vida compitiendo con otros, haber quien tiene más, o quien tiene mejor carro…y al final nada, aparece el vacío, el caos, la frustración…que llena de angustia, de agresividad y de soledad a muchas familias…sencillamente no aprendieron a vivir con sentido…se les nubla la mente, se endurece el corazón y se pierde el sentido moral. Pierden hasta la capacidad de sonreír
4.     La formación de la “conciencia moral”.

Las actitudes y los principios  determinan nuestros actos. La sana educación exige la formación de actitudes que permitan a los niños ir adquiriendo una “conciencia moral”. Ésta es como el farol que guía al barco a puerto seguro. Es voz que se escucha en el interior del ser humano para señalarle lo que está bien o mal hecho.
La actitud existe antes de la acción. Toda acción personal es manifestación de algo ya existente en la psicología de las personas. ¿Cómo me comporto frente al dinero? ¿Frente al sexo? ¿Frente a la droga? ¿Frente a los otros? ¿Frente al poder? Existen criterios buenos y criterios malos. Es malo porque no favorece la realización del niño. Por ejemplo: “Cuanto tienes cuanto vales”. “Haz a los demás lo que quieras que los demás te hagan a ti”. El problema de muchos padres de familia es que ellos mismos no se han preocupado por cultivar la “conciencia moral”. Son muchos los no saben distinguir entre lo bueno y lo malo… a lo malo le llaman bueno, y a lo bueno le llaman malo. Lo bueno es lo que ayuda a una educación sana que ayude al hombrea alcanzar su madurez y lo malo es lo que impide la realización humana.
La conciencia moral es el órgano de la vida, como el ojo es el órgano de la vista. Un hombre puede tener conciencia psicológica y puede a la vez tener una conciencia práctica y no tener conciencia moral. Muchos son los que estudian para ganar todo el dinero del mundo, creen que de esa manera van a ser felices… otros quieren ser famosos, poderosos… al final son manipuladores, estafadores, explotadores y opresores.
La conciencia moral da al hombre una triple capacidad: Capacidad para distinguir entre lo bueno y lo malo. La capacidad para rechazar el mal, la manipulación, la falsedad, el engaño, etc. Y la capacidad para hacer el bien, de compartir lo que se sabe, lo que se tiene y lo que se es…sé es capaz de encontrar el sentido  de la vida y realizarlo.
Ésta educación no se da en las escuelas, ni en las universidades…no obstante puedan existir maestros buenos y maduros…ahí se educa para el saber…se dan conocimientos para el día de mañana ser famosos, poderosos o ricos…Para formar hombres íntegros…con corazón humano, está la familia…en la que los padres son los primeros educadores de sus hijos…tarea que no se puede postergar, ni abandonar, ni poner en las manos de otros.
5.     ¿Cómo educar a los hijos?

Existen dos caminos que se entrelazan y se apoyan uno en el otro:
·         El testimonio de vida. No basta el solo testimonio como tampoco las solas palabras.
·         y la enseñanza con palabras. En casa, en la familia se aprende el “arte de amar”  el “arte de vivir en comunión” y el “arte de servirse mutuamente”.

La familia es el campo por excelencia para practicar el “Mandamiento del amor: “Ámense unos a los otros, como yo os he amado” (Jn 13, 34). Esposos efectivos, son  a la misma vez padres efectivos. Y éstos no son los que viven juntos, sino, los que viven uno para el otro y los dos viven para sus hijos. Esta es la primera de las enseñanzas que los padres han de trasmitir a sus hijos.
6.     Los padres efectivos velan por los derechos de sus hijos.

La Palabra de Dios nos dice: “Velen por los derechos de los demás y practiquen la justicia” (Is 56,1). La Práctica de la justicia nos lleva a la paz. Esto nos hace afirmar tres cosas:
·         Habrá paz y alegría en las familias cuando cada cual reconozca, en la debida forma, los derechos que le son propios y los deberes que tiene para con los demás.
·         Más todavía: una comunidad humana será cual la hemos descrito cuando los ciudadanos, bajo la guía de la justicia, respeten los derechos ajenos y cumplan sus propias obligaciones;
·         Cuando estén movidos por el amor, de tal manera que sientan como suyas las necesidades del prójimo y hagan a los demás partícipes de sus bienes, y procuren que en todo el mundo haya un intercambio universal de los valores más excelentes del espíritu humano. El derecho a tener una familia estable. El derecho a tener en casa los elementos esenciales para el sano desarrollo.

La fuente de donde brotan los derechos y los deberes es la “Dignidad Humana”, intrínseca a toda persona.
7.     Los padres efectivos enseñan a sus hijos a vivir en la verdad.

La verdad es lo estable, lo real, lo verdadero. La verdad no se impone, no atropella, no mal trata, no oprime. La verdad es que todo ser humano es único e irrepetible porque es original. La verdad es que las cosas no nos dan el valor. Nadie vale por lo que tiene, “Vales por lo que eres” y eres un ser individual, no hay dos que piensen, sientan amen como tú. “Tu eres, tú y tus circunstancias”…no permitan que sus hijos sean copia de nada ni de nadie. Vivir de frente a la verdad pide a la familia practicar la justicia frente a la dinámica del amor:
1)      el reconocimiento personal mutuo. Soy un alguien, no soy un algo. Un alguien que piensa, siente, se expresa, se comunica, es capaz de amar, etc.
2)      la aceptación personal mutua. “Yo soy yo y mis circunstancias”. No quieras que sea como tú eres porque me echas a perder.
3)      el respeto mutuo. Es la admiración y el reconocimiento que el otro es una maravilla en sí mismo. Poseedor de una dignidad, única.
4)      y el perdón mutuo. Padres efectivos son los que enseñan a vivir reconciliándose mutuamente en el hogar.
5)      Abiertos a un diálogo interpersonal que admite apertura y acogida y la aceptación de que somos personas iguales en dignidad.
La verdad del hombre tiene que brillar ante los esclavos de la mentira para que ésta pierda su fuerza. "Si os mantenéis en mi Palabra seréis verdaderamente mis discípulos, conoceréis la verdad y la verdad os hará libres". El lugar propio de la verdad está en la conciencia, que, en cada hombre, es el lugar propio de Dios. Tiene que construirse el hombre interior basándose en la verdad para derrotar al hombre en la mentira que se convierte en un opresor. Y la verdad que construye al hombre es la realidad, es decir, la verdad de Dios, la verdad del hombre, la verdad de la sociedad.
8.     Los padres efectivos enseñan a sus hijos a practicar la justicia.

La práctica de la justicia permite reconocer la igualdad fundamental que existe en todos los miembros de la familia. La preferencia por alguno, por ser hombrecito o mujercita, es fuente de conflictos familiares que pueden distanciar y hasta crear rivalidades entre los hermanos. 

a.      ¿Cuando no existe la justicia en familia?

No hay justicia cuando se no se propicia el diálogo familiar. Cuando no se vive de encuentros inter familiares. Cuando no se busca el bien de los otros. Cuando papá no tiene tiempo para jugar con sus hijos o para revisar con ellos las tareas. No hay justicia cuando la educación de los hijos solo recae en uno de los padres. Casi siempre la mamá, ya que el papá dedica tiempo de más al trabajo, al deporte o los amigos.

     b.    ¿Cuándo si hay justicia?
La justicia comienza por uno  mismo y consiste en darle a cada uno lo que le es propio: Los esposos viven uno para el otro. Los padres viven para sus hijos. Los hijos viven para sus padres y los hermanos para sus hermanos. Hay  justicia cuando se piensa al otro de manera correcta.  Cuando se valora a la persona de manera apropiada y existe el respeto mutuo. Cuando se acepta a los otros de manera adecuada y se ama de manera correcta, es decir, sin llegar al desprecio de los demás.  Hacer justicia es reconocer la dignidad y la importancia de cada uno de los miembros de la familia. En la familia todos son importantes. Los hijos hacen justicia a sus padres cuando les honran, les respetan, les obedecen. Cuando no se les exige lo que no pueden darles. Hay justicia cuando se administra los bienes que entran a casa de manera correcta.

9.     Los padres efectivos son responsables y equilibrados

La persona es un ser original, responsable, libre y capaz de amar. Si queremos madurar como personas busquemos ser responsables de nuestros pasos y asumamos nuestras limitaciones, debilidades y equivocaciones como vía de superación de las mismas. Podemos resumir que responsabilidad es sinónimo de madurez. La madurez no se mide por la edad, sino por el desarrollo personal y la modalidad de su comportamiento. Algunos de sus rasgos son los siguientes:
·         Capacidad de adaptarse a las distintas situaciones de la vida.
·         Autonomía tanto en sus actos como en sus ideas y emociones.
·         Responsabilidad de sus propios actos.
·         Capacidad de auto cuidado.
·         Desarrollo de relaciones afectivas y sociales en las que se produzca un intercambio positivo de satisfacciones.

Si nuestra función como padres es ayudar a nuestros hijos a alcanzar una madurez física, psíquica, emocional y social, contribuiremos a que se desarrollen como personas libres.

10. Los padres efectivos enseñan a sus hijos a caminar en la libertad.
Las personas sueñan con su libertad, pero están enamoradas de sus cadenas” (K. Gibrán). La libertad se basa en la verdad. La mentira está en el origen del miedo, es la base fundamental de la esclavitud, da una falsa fuerza al despotismo, hace posible la manipulación de las conciencias y todo tipo de dictadura. La mentira está en la base del hedonismo, del afán del dinero y del poder opresor. La fuerza del consumismo y de la dictadura no es física, está en la mentira y en el miedo de muchos. La libertad es esencial a nuestra condición humana. Enseñar a vivir en la libertad no es tarea fácil…pide el ejemplo, el testimonio, armonía entre lo que se dice y lo que se hace, entre lo que se vive y lo que se pide. Cuando se usa mal la libertad se cae en el libertinaje.
La liberación de lo que subyuga se realiza en tres clases de esclavitudes:
1)      Una, es la liberación de los que están sujetos a otra persona y no pueden actuar sino bajo su dependencia. No hagas a tus hijos servilistas, ayúdalos a ser libres.
2)      Otra, es la liberación de los que dependen de las cosas, (juguetes, carros, modas, etc. porque están dominados por ellas. No hagan sus hijos seres oprimidos.
3)      Y otra es la liberación del pecado. “Todo el que obra el pecado se hace esclavo”. (cf Rm 6, 20)
El mal no es propio de la naturaleza del hombre. Éste fue creado bueno y está hecho para el bien y su libertad está en hacer el bien. El mal ha llegado al hombre, después de haber sido creado, por un engaño hábil del Diablo. Por esto, la libertad del hombre requiere, necesariamente, la liberación del pecado. No conoce la experiencia de la libertad quien permanece en el pecado.
Libres ¿de qué? Libres del mal: de toda manipulación, falsedad, mentira, engaño, odio, vicios, esclavitudes…Libres de la esclavitud de las cosas y de la esclavitud de  las personas…
¿Libres para qué? Libres para ser responsables de sí mismos y de los demás. Libres para servirnos, para ser solidarios y libres para conocer la verdad en el amor. Los padres efectivos e inteligentes siempre estarán atentos para evitar ser un papá cartera que llena a sus hijos de lujos innecesarios, sino más bien, han de enseñar a sus hijos el recto uso de las cosas, evitar el consumismo y el derroche tan lleno de injusticias. A los niños se les ha de explicar el por qué no siempre se les puede comprar lo que otros padres si compran a sus hijos.
a.           Lo que se dice de la libertad.
Recibimos desde lo social mensajes confusos acerca de lo que es la libertad, confundiéndola en muchas ocasiones con el libertinaje:
1)      Hacer lo que me da la gana, entendiendo con ello la ausencia de compromisos, de vínculos, de responsabilidades.
2)      Manifestaciones que responden a un dejarse llevar por los impulsos y las pasiones, por las tendencias imperantes, aunque éstas nos lleven a la pasividad y la dependencia, y/o formas de destrucción.
3)      Es libre quien opta, responde, realiza, se responsabiliza y actúa. No da libertad lo que nos tiraniza (drogas, alcohol, etc.), lo que nos cierra puertas para el futuro o lo que nos impide relacionarnos con los demás, aunque nos sintamos libres para elegirlo. La auténtica libertad surge de la convicción y elección interior de nuestra voluntad y conciencia.
Dentro de las familias en ocasiones se ha confundido el educar en libertad con el dejar hacer; estos niños sin autoridad verán reflejada esta ausencia de límites en problemas de maduración (inseguros, dependientes, demandantes, etc.). Los límites nos ayudan a crecer seguros, y crecer nos hace libres.
b.           Una persona libre.
Una persona es libre cuando tiene la capacidad de elegir lo que considera más adecuado en cada momento de su vida, siendo capaz de asumir las responsabilidades que impliquen sus decisiones. Libre es quien dispone de sí mismo, el que actúa por propia decisión. La Libertad es el ejercicio de la propia personalidad y capacidades para el propio desarrollo y para el de la sociedad. La libertad tiene dos aspectos: uno es la liberación de lo que subyuga al hombre y el otro es la capacidad, la energía y la voluntad para actuar.
c.           Analicemos cada término de esta definición:
1. Capacidad de elección. Tendremos mayor capacidad de elección cuando:
·         Manejemos la mayor y más precisa información de las posibles alternativas de nuestra decisión. Por tanto, cuanta mayor formación tengamos, mayor será nuestra visión de las cosas.
·         Seamos capaces de renunciar. Toda elección supone quedarnos con algo y prescindir de algo. Si nos duele perder o prescindir de lo no elegido, nos sentiremos incapaces de hacer elecciones y desearemos que los demás lo hagan por nosotros, resintiéndonos después de nuestra falta de libertad y de nuestra dependencia.
2. Elegir lo más adecuado. Entendemos que lo más adecuado será aquello que responda a nuestras necesidades y que nos encamine hacia el bienestar como personas:
·         Es básico tener una visión global de nosotros mismos. No sólo somos: Yo cuerpo, Yo mente, Yo emociones o Yo social. Las elecciones que sólo escuchan necesidades parciales impiden el desarrollo de las otras partes.
·         La búsqueda de nuestro bienestar como personas no se basa en el simple hecho de alcanzar satisfacciones inmediatas y efímeras; éstas, en ocasiones, pueden incluso distanciarnos de planes futuros.
·         En la medida en que tengamos un proyecto de vida globalizador tendremos una visión más clara de aquello que puede ayudarnos a alcanzarlo, y de esta forma conseguir satisfacciones más plenas y duraderas.
3. Asumir responsabilidades. Poder ser responsables de nuestros pasos y poder asumir nuestras limitaciones, debilidades y equivocaciones como vía de superación de las mismas.
Tras este análisis de la definición de persona libre podríamos resumir que libertad es sinónimo de madurez. La madurez no se mide por la edad, sino por el desarrollo personal y la modalidad de su comportamiento. Algunos de sus rasgos son los siguientes:
·         Capacidad de adaptarse a las distintas situaciones de la vida.
Autonomía tanto en sus actos como en sus ideas y emociones.
·         Responsabilidad de sus propios actos.
·         Capacidad de auto cuidado.
·         Desarrollo de relaciones afectivas y sociales en las que se produzca un intercambio positivo de satisfacciones.
Si nuestra función como padres es ayudar a nuestros hijos a alcanzar una madurez física, psíquica, emocional y social, contribuiremos a que se desarrollen como personas libres.
d.           Ayudándoles a crecer libres.
No podemos olvidar que la educación es el medio para llegar a ser libres y responsables.
Si tenemos clara nuestra función como padres, educaremos a nuestros hijos en la libertad. Esta función consiste en ayudarles a crecer para que un día puedan realizar su propio proyecto personal. Conceptos básicos de esta función son:
Seguridad: Para poder crecer de una forma sana necesita sentirse seguro y con confianza en sí mismo para ir dando pasos en su aprendizaje.
Autonomía: Aprender a valerse por sí mismo. Esto no se adquiere de una vez para siempre, el niño deber ir ganando en autonomía junto con su desarrollo; cada vez se sentirá más capaz.
Decisión: Necesita aprender a tomar sus propias decisiones (siempre acordes con su edad), que respondan a su escala de valores.
Responsabilidad: Ganar en autonomía y tomar sus propias decisiones implica adquirir unas responsabilidades. Aprender a llevar sus propias responsabilidades le ayudará a sentirse más libre.
11.                Los padres efectivos enseñan a sus hijos a vivir en el amor.
El amor pide donación entrega, tiempo, palabras…pide negarse a sí mismo para poder darse a los demás. El proverbio dice: “Nadie da lo que no tiene”. A amar se aprende amando, es decir, negándose y renunciando a sí mismo para salir e ir al encuentro del otro…El amor pide apertura y acogida. Podemos recordar aquí algunas lenguas del amor:
·         Palabras que confirman. Palabras amables, limpias y veraces. ¿Cuándo fue la última vez que escuchaste de parte de alguien de la familia: “Te amo”? “Que bien te salió ese dibujo” “Felicidades campeón por tus calificaciones”.
·         Tiempo de calidad. Este tiempo se vive alrededor de la mesa. Se presta atención al otro; cuando el otro (o la otra) habla se le hace el centro de nuestra atención.
·         Tiempo de regalos. Cada uno de los miembros de la familia es un regalo para los demás.
·         Tiempo de servicios. Mamá no puede ser la sirvienta de todos. Se deben delegar los servicios según la edad y la madurez.
·         Tiempo para el toque físico. El amor es expresivo y debe manifestarse con palabras y con toque físico.

Cuando no se cultiva el amor en la familia, los hijos salen a buscarlo fuera del hogar.
  12.  El principio de autoridad.
El esposo es cabeza de la familia” Cabeza en sentido espiritual significa ser principio de vida, ser el primero. La autoridad en la familia es un servicio que tiene como finalidad vigilar y ayudar a cada uno se sus miembros a crecer como personas. Para que el niño pueda conseguir la seguridad básica que necesita para alcanzar su autonomía, precisa sentirse contenido y protegido. De esta forma irá aprendiendo todo aquello que necesita para manejarse cada vez con más independencia. Si los hijos tuviesen que decidir ellos sobre lo que está bien o mal y sobre dónde les beneficia estar en cada momento, dejándoles a su libre albedrío, adoptarían una actitud indolente y se sentirán inseguros y desprotegidos.
Una persona se siente libre cuando es capaz de protegerse y cuidar de sí misma, y para ello debe aprender cómo hacerlo; sólo podrá conseguirlo si reconoce la autoridad en quien sabe y tiene experiencia. El autoritarismo es manifestación de una enfermedad que genera muerte espiritual. Los hijos del autoritarismo son el rigorismo, el legalismo, el perfeccionismo, el machismo, y otros.
Las normas de la autoridad familiar deben apoyar el crecimiento de todos, es decir:
1)      Responden a las necesidades de los miembros de la familia.
2)      No son arbitrarias.
3)      Se dan con claridad.
4)      Se podrán formular de forma positiva: potenciando lo que se debe hacer más que las prohibiciones.
5)      La firmeza no estará reñida con el afecto: se ponen porque nos preocupan, no porque estemos enfadados o dolidos con ellos.
6)      Deben ser razonables y razonadas: explicarles la razón de cada norma les ayudará a adquirirla si ésta es consecuente.
7)      En la medida en que vayan siendo mayores, tendremos más en cuenta sus opiniones sobre las normas que les atañen, aunque la decisión última la tengamos los padres.
Los niños que crecen sin autoridad verán reflejada esta ausencia de normas en problemas de maduración. Todo proceder que infantilice y sobreproteja, impide al niño crecer de forma autónoma.


















                                                                                                  XI.            Conflictos familiares.
Gálatas 5, 13 – 15; 6, 1 – 3
1.      Introducción
Todas las parejas que se casan llevan consigo muchos deseos y grandes ilusiones. La mayoría de las veces las familias no logran realizar esa felicidad debido a los conflictos familiares que van surgiendo a lo largo del camino.
Muchas personas cuando hemos tenido una experiencia de encuentro con el Señor, hemos llegado a pensar que ahora si va a ser posible vivir sin conflictos y sin problemas, la desilusión es grande. Los conflictos están a la puerta sólo que ahora tenemos una capacidad especial para vencerlos y sobre todo para evitarlos.
Los padres se quejan que los hijos no les corresponden, no les hacen caso y no se avienen a ellos. Los hijos, por su parte, protestan y critican a sus padres. No se entienden, hay otra mentalidad y otro estilo de vida.
Muchos hijos, y aún los mismos padres prefieren estar fuera del hogar, con los amigos, en la calle, en el trabajo. La única razón son los conflictos en el hogar. Algunos de estos conflictos pueden ser fuertes, otros más suaves y ligeros.
2.      Los conflictos más frecuentes.
Los conflictos son fuertes y profundos en la medida que afectan la convivencia familiar. Podemos afirmar que una fuente, quizá la más principal, es la brecha generacional: abuelos, padres e hijos. Tres generaciones, cada una con su pensar, sentir y actuar distinto y diverso. Los avances y los cambios rápidos de la sociedad han creado mundos distintos…las generaciones no se entienden.
·         Los padres. Acusan a los hijos de querer ser independientes, pero dentro de la misma casa y alrededor de la misma mesa y por lo tanto usando las mismas cosas. Dicen que no se interesan por los problemas de la familia, especialmente los de índole económico. No aceptan la manera de pensar y los comportamientos de los padres.
·         Los hijos. Acusan a sus padres de anticuados y pasados de moda. Autoritarios y absorbentes, “quieren tenernos siempre con ellos”…”para todo hemos de pedir permiso”
·         Los hermanos. La falta de inteligencia o entendimiento entre los hermanos u otras personas que viven en la casa, es fuente de conflictos, especialmente cuando hay enfermos o vicios. El otro es una carga.

3.      Los conflictos ligeros
Muchas y variadas pueden ser las causas de estos conflictos que, aunque ligeros, pueden llegar a causar serios problemas en la familia. Podemos destacar entre otros: el factor económico, el horario de salidas y el regreso a la casa, especialmente los domingos, días de fiesta o de carnaval.
4.      Las causas de los conflictos
Hemos de excluir la mala voluntad, los conflictos surgen a pesar de la buena voluntad. Las principales fuentes pueden ser:
a)      Los cambios culturales en la sociedad
La fuente de los conflictos humanos es la diversidad de pensamiento. “Cada cabeza es un mundo” No pensamos igual. Modos de pensar deferente nos pueden llevar a tener grandes conflictos. Miremos un poco la forma de pensar de nuestros padres, comparada con la nuestra, estamos en mundos distintos, en culturas diferentes. Esto se refleja en los gustos, comida, vestido y actitudes. Cambios en la forma de ver al joven de hoy. Hace treinta o cuarenta años, cuando nuestros padres eran jóvenes, las costumbres sobre el noviazgo eran totalmente otras, al menos en muchos aspectos.
b)     Los males morales
Otra fuente de conflictos es la inmadurez humana y las desviaciones, tanto de hermanas como de hermanos, o cuando se ha caído en un vicio que lleva a realizar acciones que no están bien y causan malestar a los demás miembros de la familia, (la droga, borracheras y otros vicios), los padres protestan, se incomodan, se alarman y temen al qué dirán.
c)      La inversión de valores
Cuando se valora al otro por lo que tiene, sabe, o produce; se da en la familia el reinado de la instrumentalización. Instrumentos de placer o de trabajo. Se dan exigencias y se imponen deberes, verdaderas cargas que agobian a la familia. Esta inversión de valores es fuente de vacíos y de frustraciones que manifiestan lo que realmente se vive en la familia.
d)     La vida misma (Rm. 7, 14 ss)
La realidad del pecado en cada uno de los miembros de la familia es siempre una amenaza para el hogar. La vida del hombre es una lucha: por un lado quiere hacer el bien, pero por otro es el mal el que se le presenta…contrariedades, contratiempos, egoísmos, envidia, etc.
e)      La falsedad, la mentira y el engaño
La mentira es fondo pantanoso y arenoso que no construye relaciones firmes, estables y verdaderas. La mentira más común en la que vive mucha gente es la de pensar que se vale por lo que se tiene, se sabe o se hace. Esto divide a la familia y a la sociedad.
5.      La solución a los conflictos
La solución a los conflictos humanos dentro de la Familia la encontramos en la madurez humana y cristiana de cada uno de sus miembros. En la disponibilidad de vivir en comunión, amándose y sirviéndose mutuamente unos a los otros. El “Arte de vivir en comunión”. Lo que exige remover los obstáculos que separan o dividen. Enumero algunas actitudes que se deben cultivar.

a.      La serenidad y la comprensión.
Perder los nervios y el alboroto nunca son medios de solución. El vocabulario amable baja los temperamentos agitados. Conservar la calma frente a la tempestad del otro es un signo de victoria frente a los conflictos y frente al pecado.
b.      La comprensión mutua.
La comprensión mutua, signo del amor y de la madurez humana, lleva al arreglo sereno y sin conflictos frente a cualquier problema. Somos diferentes, pensamos y sentimos y tenemos diferentes modos de amar, pero, pero podemos respetarnos, aceptarnos y llegar acuerdos en común para bien de la familia.
Los mayores tienen la experiencia y la sabiduría que no tienen los jóvenes. Los jóvenes, en cambio, descubren enfoques a los problemas actuales que requieren de nuevos planteamientos. Los padres pueden aceptar que la solución a los problemas del pasado no siempre da respuesta a los problemas de hoy día. Los hijos aceptan y comprenden a su vez, que la experiencia y sabiduría de los padres puede ser válida, ayer, hoy y mañana.
c.       El diálogo sereno y objetivo.
El diálogo sólo se da entre personas que se ven como iguales y a la vez distintas. Exige un esfuerzo mutuo de todos los miembros de la familia para encontrar los mejores caminos que lleven a la convivencia familiar. El diálogo requiere madurez para aceptar el punto de vista del otro.
El diálogo familiar debe ser libre y sereno, y ha de darse en la máxima libertad y respeto, siempre como expresión del amor.
d.      El afecto y la unión.
El afecto es cariño, es amor. De todos para todos. El amor es presencia del poder de Dos en el hogar, es el poder de la fe. Cristo viene a unir la familia, derramando en ella grandes dosis de comprensión y capacidad para el sacrificio, el respeto y la caridad. El amor es la mejor y más grande fuerza para vencer los conflictos familiares. “Vencer con el amor el mal” es el camino más seguro para arreglar los conflictos en el familia.
e.       Vivir en la verdad y en la práctica de la justicia.
La verdad hace referencia a lo estable, a lo firme, a lo real. Hace, además, relación a la comunión con Dios, con los demás y con las cosas. Hablar la verdad, caminar en la verdad y honrar la verdad, es algo que se debe fomentar en familia, ya que la verdad es el fundamento de la libertad yde la justicia. No a las palabras grosera, no a las mentiras, ni grandes, ni pequeñas.
6.      Disgustos entre esposos.
Los problemas entre los padres influyen en los hijos. El mal de uno hace mal a todos. Cuando existen los conflictos entre los esposos, aparece el clima tenso y el mal humor se refleja por todas partes hasta llegar a ser fuente de enfermedades neuróticas para los hijos.
v  Los padres tienen la obligación de tratar de evitar que sus problemas repercutan en el hogar.
v  Tienen la responsabilidad de traer la alegría al hogar y de ser constructores de paz y de la unidad familiar.
v  En caso de conflictos íntimos, han de aprovechar las ausencias de sus hijos para discutir o dialogar su problema.
v  Tienen el serio deber de no desprestigiar la imagen del otro cónyuge.
v  No a los partidos en el hogar.

7.      Los conflictos entre hermanos.
Las quejas y los roces entre hermanos son meramente ocasionales. Los conflictos provienen de:
v  Las preferencias de los padres por alguno de sus hijos. Gastan más en los hermanos que en las hermanas.
v  La sensibilidad de hermanos o hermanas que se sienten víctimas dentro de la familia. Se creen menos favorecidos, con menos oportunidades. Esta sensibilidad puede ser enfermiza.
v  Las relaciones bruscas que pueden producir el carácter introvertido de alguno de los hermanos: timidez, complejos, pesimismo, etc.

8.      Casos difíciles.
Casos por enfermedad, física, psíquica o moral, requieren una atención especial. Los enfermos, a pesar de todo, son carne y sangre de la familia. Son personas que necesitan de especial atención. La medicina es el amor, el cariño y el afecto.
v  En la familia, el más delincuente, sigue siendo hijo o hermano. Está comprobado que del mejor centro de rehabilitación es la familia; la familia caliente de amor y de comprensión.
v  Cuando existen casos difíciles en el hogar, la familia debe aprender a vivir en un espíritu de alegre sacrificio y gozosa oblación a Dios de las molestias que los casos difíciles impongan.
v  Cuando existen en la familia casos patológicos, se requiere una mayor dosis de responsabilidad familiar, comprensión, ternura y compasión.







X11. La familia, escuela del amor.

Objetivo. Mostrar la importancia de educar en la familia, para la vida, mediante el cultivo de los valores familiares como el amor, la responsabilidad y la libertad para poner las bases de una estructura familiar firme.
1.      La estructura familiar.
Las primeras lecciones de la vida se reciben en la Familia, los padres son los primeros educadores. Recordemos el principio filosófico: "Nadie da lo que no tiene". Cuando el hombre o la familia están vacíos de amor, lo único que se puede esperar es el maltrato violento y agresivo, la falta de educación en los valores, la desintegración familiar y civil. Hoy, todo hombre que piense en serio y quiera ser protagonista de su propia historia, ha de aceptar el desafío de trabajar con todo en la "humanización de la educación, de la economía, de la política y de la religión". Humanizar significa trabajar en la "Civilización del Amor" y en la "Construcción de un Universo ordenado" en el que todo hombre sea visto como un fin en sí mismo, y no como un medio al servicio del sistema o de intereses egoístas. Y pensar que todo esto tiene su origen en la Familia.
Existen en la escuela de la vida algunas lecciones fundamentales, que serían lo primero que se tiene que enseñar desde los primeros años de la existencia. Sería como el poner los cimientos de la estructura en cada ser humano. "La Civilización del Amor ha de cimentarse en tres columnas que dan consistencia al "Edificio Espiritual": La Verdad, el Amor y la Vida. El objetivo que nos involucra a todos es hacer de la Humanidad, una gran Familia; una Comunidad en la que todos seamos hijos del Dios Amor, Hermanos y Servidores unos de los otros según el Mandamiento Regio de Jesús: “Ámense los unos a los otros”  (Jn 13, 34- 35).
2.      Lo que todos debemos saber para enseñarnos mutuamente.
La primera lección. “Tú no eres un algo, eres un alguien, valioso, importante y digno”. Tener conciencia de la propia dignidad, valor intrínseco que ayuda a dar respuesta a cinco preguntas fundamentales de la existencia humana: ¿Cómo te piensas? ¿Cómo te miras? ¿Cómo te aceptas? ¿Cómo te valoras? y ¿Cómo te amas? Cada respuesta será válida y constructiva si se da a la luz del Amor. Qué hermoso es hacer nuestras las palabras de Isaías: "Eres de gran valor y Yo te amo" (Is 43, 4)
La segunda lección: “Aprende a distinguir entre lo bueno y lo malo”. Lo bueno es todo lo que ayuda a realizarse como ser humano, persona. Lo malo es todo aquello que impide tu realización como lo que eres, un ser único e irrepetible. Es el momento para empezar a aprender hacer juicios prácticos y a llamar a las cosas por su nombre y encontrarles el sentido. La persona es más importante que las cosas, y éstas han de estar al servicio de la persona. Este es el momento para iniciarse en el mundo de los valores, como el compartir.
La tercera lección. “Aprender a rechazar el mal y hacer el bien” (Is 1, 16). Enseñarnos a caminar en el amor para no llevar una vida arrastrada.  El Apóstol San Pablo nos invita y nos exhorta a llevar una vida moral cimentada en el amor: Que vuestra caridad no sea fingida; detestad el mal y adheríos al bien; amaos cordialmente los unos a los otros, estimando en más cada uno a los otros. Sed diligentes y evitad la negligencia. Servid al Señor con espíritu fervoroso” (Rom 12, 9- 11). Este es el camino para aprender a vencer el mal genio, el mal carácter, el mal hablar, el egoísmo y cualquier tipo de maldad, pues el amor es fuente de alegría, de hospitalidad y sinceridad.
Urge por eso, educar al hombre en la dinámica del amor, para que se inicie en el camino que lleva a la realización humana con otros a quienes debe reconocer como personas valiosas en sí  mismas; las acepte por lo que son, y las respete incondicionalmente, y así pueda vivir de encuentros interpersonales, compartiendo lo que sabe, lo que tiene y lo que es, un ser que se humaniza viviendo de encuentros con otros a quienes acoge como seres iguales en dignidad y a quienes se entrega para ayudar a crecer como personas. Tengamos como norma: "Nadie se realiza solo, necesitamos de los demás y los demás necesitan de nosotros". Tanto, para crecer en las virtudes como en los vicios, necesitamos con quien hacerlo: otros seres humanos.
Es el camino de las virtudes humanas y cristianas que nos propone el Apóstol san Pablo: “Bendecid a los que os persiguen; no maldigáis. Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran. Tened un mismo sentir los unos para con los otros. No seáis altaneros; inclinaos más bien por lo humilde. No os complazcáis en vuestra propia sabiduría. No devolváis a nadie mal por mal; procurad el bien a todos los hombres. Siempre que sea posible, y en cuanto de vosotros dependa, vivid en paz con todos. No os toméis la justicia por vuestra mano, queridos míos; dejad lugar a la ira, pues dice la Escritura: Mía es la venganza; yo daré el pago merecido, dice el Señor. Antes al contrario, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; haciéndolo así, amontonarás ascuas sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien” (Rom 12, 15- 21).
 “Con los ojos fijos en Jesús, el Autor y Consumador de nuestra fe” (Hb 12, 2) vamos aprendiendo paso a paso a ser con él, instrumentos valiosos en las manos de Dios Amor, para irradiar lo que llena nuestro corazón en el rostro de los hombres. La fundadora del Movimiento focolar, Chiara Lubich, nos legó un itinerario, que puesto en práctica es capaz de hacer de la Familia y de la misma Humanidad, una Comunidad de Vida y de Amor para ir entendiendo que lo que importa es amar.

1.      AMAR POR PRIMERO.
La primera característica que mejor distingue el amor de Dios Padre es su absoluta gratuidad. La salvación no se compra ni se vende. Su Amor se contrapone radicalmente al amor del mundo. Mientras este último se basa en la correspondencia y la simpatía (amar a los que no nos aman o nos son simpáticos), el amor del Padre Celestial es del todo desinteresado; se da a todas sus criaturas independientemente de la respuesta que pueda llegar. Es un amor cuya naturaleza es tomar la iniciativa comunicando todo lo que posee. En consecuencia, es un amor que construye y que transforma. El Padre Celestial nos ama no ya porque seamos buenos, espiritualmente bellos y por eso merecedores de atención y benevolencia; sino al contrario, amándonos crea en nosotros la bondad y la belleza espiritual de la gracia, haciéndonos ser amigos e hijos suyos.
El amor verdadero, es el primero en amar. O sea que no espera ser amado para luego amar, sino que comienza siempre como hizo el Eterno Padre que envió a Jesús a morir por nosotros, cuando éramos pecadores (Rom 5, 6), ¡ nosotros no amábamos a Dios! Y El fue el primero en amarnos (1 Jn 4, 10). El auténtico amor cristiano es el primero en amar. Prueben, háganlo, verán que revolución surge a su alrededor viviendo un amor de este tipo. Escuchemos la Palabra de Dios.
“En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados” (1Jn 4, 10). Solo Dios ama incondicionalmente, los amores humanos son interesados y condicionados, razón por la que el Apóstol nos exhorta a tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús (Flp 2, 5) “que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8,9).
Dios ha tomado la iniciativa, nos ha amado por primero, sin que hayamos tenido mérito alguno para que comprendamos que la “salvación” es un don gratuito e inmerecido que no se compra ni se vende. San Pablo en el himno Cristológico nos dice: “Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor” (Ef 1, 4).Elegidos por amor desde la eternidad sin méritos personales. Somos una manifestación del amor de Dios que tomó la iniciativa para llamarnos a  la existencia y nos ha dado destino: ser adoptados como hijos suyos, llamados a pertenecer a Jesucristo y a formar parte de su pueblo santo (Rom 1, 7).
Dios es Amor y es, el Totalmente Libre para crearnos de la nada, para enviarnos a su Hijo, (Jn 3,16) darnos Espíritu Santo (Rom 5,5) y hacer de cada ser humano un “hombre nuevo”, responsable, libre, creativo y capaz de amar (2Cor 5, 17; Gál 5, 1.13). Dios no exige a nadie lo que antes él no nos ha dado, pero, la hermosa noticia es que nos amó primero, y nos llama al Amor gratuito. Digamos que la vida del hombre se divide en dos, el antes de conocer a Cristo y el después de encontrarse con él. Nadie da lo que no tiene, sólo cuando se ha tenido la experiencia de salvación y liberación, el amor de Dios es derramado en nuestros corazones para que amemos como Dios nos ama: inmensa e incondicionalmente. Ahora podemos tomar la iniciativa y amar por primero, salir de nosotros mismos e ir al encuentro de los otros para irradiarlos con el amor de Cristo.
Amar por primero pide salir fuera para ir en la búsqueda de “los hijos pródigos”: de los que nos ofendido o se han distanciado. No hay que esperar, si la montaña no viene a ti, ve tú a la montaña. Si ha habido enojos o malos entendidos, no den lugar a los resentimientos, al odio, a las venganzas, es el momento de escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica: “Por tanto, dejando a un lado la falsedad, hablad verdad cada cual con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros. Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis oportunidad al diablo” (Ef 4, 25- 27) “No seas vencido por el mal, sino vence con el bien el mal” (Rom 12, 21).El Amor es una fuerza creativa que nos libera, nos reconcilia, nos sana, nos promueve. Nos ayuda a ser cada vez más amables, generosos y serviciales.

2.      AMAR A TODOS.
Otra característica del amor de Dios Padre es su universalidad. Dios ama a todos indistintamente. El tiene como medida la ausencia de todo límite y toda medida. Por otra parte, este amor suyo no podía ser gratuito y creativo si no estuviese totalmente proyectado allí donde hay una necesidad o un vacío que colmar. Precisamente por esto el Padre Celestial ama también a esos hijos que son ingratos o rebeldes o están alejados; es más, se siente particularmente atraído hacia ellos (ChiaraLiubic).
Amar a los que nos aman, nos ha dicho el Señor Jesús no es muy difícil: “Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman” (Lc 6,32). El Señor invita a los suyos a ser compasivos y misericordiosos para con todos (Lc 6, 36), que nadie se sienta excluido porque la voluntad de Dios nos ha sido revelada: "Dios, nuestro Salvador... quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (1Tm 2,3-4). Cristo vino por todos, y no sólo por el pueblo de Israel. El murió por todos, para que los pecados de todos fueran perdonados (Ef 1, 7). Cuando se comprende que el amor de Dios es universal comenzamos abrir nuestra mente y nuestros ojos para aceptar a los demás como hermanos, y a extender nuestra mano para compartir con ellos los dones que el Señor nos ha dado para nuestra realización y para ayuda de los otros, especialmente de los menos favorecidos. Los peores enemigos de nuestra salvación y por lo tanto de la dinámica del amor, serían entonces el “individualismo y el relativismo” que hacen decir: “estando yo bien los demás allá ellos” y “Cuánto tienes, cuánto vales”.
Para el Apóstol Pablo, todos, judíos y gentiles, pobres y ricos, hombres y mujeres somos contemplados con la misma mirada divina: “Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro divisorio, la enemistad, y anulando en su carne la Ley con sus mandamientos y sus decretos, para crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo. De este modo, hizo las paces y reconcilió con Dios a ambos en un solo cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la Enemistad. Vino a anunciar la paz: paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca. Por él, unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu”. (Ef 2, 13- 18)La universalidad del amor nos pide tener la mirada de Dios y pensar a todos como Dios los piensa, para reconocer a todos como personas valiosas, importantes y dignas. Aceptar a todos y respetarlos incondicionalmente.
El amor evangélico nos lleva a amar a todos, sin excluir a nadie y a comportarnos como verdaderos hijos del Padre Celestial, es decir, imitando su amor, sobre todo en las características que hemos puesto de relieve: la gratuidad y la universalidad. Entonces, trataremos de ser los primeros en amar con un amor generoso, solidario, abierto a todos, especialmente hacia aquellos vacíos que podamos encontrar a nuestro alrededor. Trataremos de amar con un amor desapegado de los resultados. Nos esforzaremos en hacernos instrumentos de la liberalidad de Dios, haciendo partícipes a los demás de los dones naturales y de gracia que hemos recibido de Él. Dejándonos guiar por esta Palabra de Jesús, veremos con ojos nuevos y con un corazón nuevo a cualquier prójimo que pase a nuestro lado, cualquier ocasión que la vida diaria nos ofrezca. Y allí donde nos encontremos trabajando (familia, colegio, ambiente de trabajo, hospital, etc.), nos sentiremos impulsados a dispensar este amor que es propio de Dios y que Jesús trajo a la tierra, el único capaz de transformar el mundo (Chiara Lubich)

3.      HACERSE UNO.
El amor verdadero ama al otro como así mismo y sabe hacerse uno con los otros. Por ejemplo, si uno sufre saber sufrir con él; si uno está alegre saber estar alegre con él. Por ejemplo, si vas a una boda con mala cara estás equivocado. Hay que gozar con el que goza. O si vas a ver a un enfermo, no se te ocurre reírte o pensar en otra cosa. No, hay que sufrir con él, hay que vivir lo que el otro vive (ChiaraLubic). Hay que hacerse uno con el otro. Por lo tanto no es un amor sentimental, es un amor concreto. Hacerse uno con el otro a la luz del Amor es hacerse solidario cargando con sus debilidades, haciendo propio el problema del otro; tener disponibilidad para compartir según su necesidad y de acuerdo a las propias necesidades (Rom 15, 1). “Quien ve a su hermano pasar necesidad y no le ayuda es peor que un pagano” (1 de Jn 3, 17) Hacerse uno con el enfermo, con el secuestrado para ayudar a pagar su rescate, con el padre desempleado que no puede pagar la inscripción de la escuela de sus hijos. No esperemos que vengan a pedirnos, tomemos la iniciativa y salgamos a buscar con quien hacerse uno por amor y nunca para quedar bien.

4.      VER A JESUS EN EL OTRO.
El otro, los otros, el enfermo, el pobre, el extranjero, etc., son lugares teológicos en donde podemos encontrarnos con Dios. Ver a Jesús en el otro implica poseer la mirada de Jesús para vernos como él nos mira, con amor, respeto, admiración. Lo primero es dejarse encontrar por el Señor Jesús que busca a las ovejas perdidas hasta encontrarlas (Lc 15, 4), es decir, las ama hasta el extremo (Jn 13, 1). Hoy se habla de darle sentido a la vida. Es decir orienta tu vida hacia Dios. Búscalo de todo corazón y él se dejara encontrar por ti (Jer 29, 13). El hombre busca a Dios y él busca al pecador, el encuentro es posible porque Dios se deja encontrar, se hace el encontradizo, como el caso de la mujer samaritana (Jn 4) y Zaqueo (Lc 19,1ss). Lugar por excelencia para encontrarse con el Señor es el propio corazón (Mt 6).
Después de encontrar a Dios en nosotros mismos, ahora vayamos a buscarlo en los demás. Si no somos capaces de encontrarlo en los otros, significa que tampoco lo hemos encontrado en nosotros, seguimos vacíos, ciegos y sordos. Reconocer a Cristo en el rostro de los pobres es un signo profético de crecimiento y madurez humana que supera el reconocer al otro como persona y poder amarlo con el amor de Cristo, aceptarlo como hermano y cargar con sus debilidades. El otro es de mi misma naturaleza, me pertenece y yo le pertenezco a él, somos miembros unos de los otros (Rom 12, 5). Hijos de un mismo Padre (Gál 3, 26) Hermanos unos de los otros, somos una fraternidad (Mt 9, 23) llamados a servirnos unos a los otros (Jn 13, 13). Somos entonces, una Comunidad de hombres y mujeres con los mismos sentimientos de Cristo (Flp 2, 5).

5. AMAR AL ENEMIGO.
El amor cristiano, el que nos ha traído Cristo, no tiene fronteras. No podemos encerrarlo en círculos familiares ni egoístas. Jesús nos pide amar a Dios y al prójimo.   "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15, 13).Pero sabemos de un amor más grande: “Perdónalos Padre porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34): el verdadero amor cristiano ama también al enemigo y se abre al perdón sin límites: “Perdona setenta veces…” (Mt 18,22), es decir siempre. Perdonar es amar con el mismo amor con el que Cristo nos amó y dio su vida por nosotros.Los discípulos de Jesús son llamados a amar también al enemigo, y  hacer el bien, y reza por él (Lc 6, 27). Este amor al enemigo es la revolución típica de nuestro cristianismo, yo no he encontrado esto en ningún otro lado. Amar al enemigo es algo típicamente cristiano, es típico del cristiano. La única revolución capaz de salvar al mundo. Escuchemos al fundador de esta revolución decirnos:
“Pero a vosotros los que oís, os digo: amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen; orad por los que os vituperan” (Lc 6, 27-28) Además: el amor verdadero, el que Jesús trajo a la tierra quiere…Jesús quiere que sea recíproco. Por eso nos dejo su Mandamiento: “Ámense los unos a los otros como yo os he amado” (jn 13, 34).Que uno ame al otro y viceversa, de modo tal que se llegue a la unidad, esa unidad de la cual Jesús habló en su testamento, en su oración sacerdotal. Es justo el mandamiento nuevo que vino a la tierra con Jesús: “Ámense mutuamente como yo los amé” Porque El quiere que nosotros imitemos a la Santísima Trinidad, como se aman las Personas en la Trinidad. Que también entre nosotros cristianos nos amemos de esta forma.

6. AMARSE RECIPROCAMENTE.
El amor recíproco está cimentado en dos columnas: la apertura y la acogida, para que el amor sea auténtico. “Effata”, significa abrirse a la acción de Dios y de los hermanos. Effata significa entonces dejarse amar por los otros, dejarse servir y ayudar, es sentarse a la mesa con ellos para compartir lo que generosamente pueden ofrecer. Para que se dé un encuentro interpersonal hay que remover las barreras de soberbia, egoísmo, autosuficiencia. Hay que bajarse del “árbol de grandeza” como Zaqueo, (Lc 19,1-10). Hay que bajarse por la acción del Espíritu Santo del “caballo” como Pablo en el Camino de Damasco (Hch 9). Dejarse amar por los pobres es reconocer y aceptar que también ellos son sujetos de la Evangelización. Evangelizar es amar…  y dejarse amar.
7.AMAR CON OTROS.
En el Reino de Dios, nadie se realiza solo (Rom 14, 8). Necesitamos de los otros y ellos necesitan de nosotros. Buen servidor no es el que hace muchas cosas, pero las hace sin los demás. El arte de amar nos enseña a servir con otros, caminar con ellos y aprender de los demás, dejando que también aprendan de nuestros aportes. El hombre se realiza amando y el amor se expresa en la donación, entrega y servicio. Si negamos a otros la oportunidad de ser amando, sería negarles la oportunidad de realizarse, y a la vez, nos empobreceríamos al despreciar su ayuda. “Ya estamos completos”, es una mentira. Todos somos importantes, y tenemos algo que los demás necesitan, ellos a la vez, poseen algo que nosotros podemos necesitar.
Seamos personas abiertas al “Compromiso Cristiano”. El compromiso es el “ser enviados con otros a favor de otros” para ayudarles hacerse más y mejores personas. Es poner en práctica el evangelio de Jesús que nos invita al “Amor reciproco” al darnos su Mandamiento Regio: Ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Jn 13, 34). Este es el Amor que hace unidad, libera y hace fraternidad. El “Amor recíproco” es lo que nos identifica como “discípulos de Jesús, amigos suyos, pueblo de su propiedad” (Rom 1, 7; Gál 5, 24). Somos de Cristo por que nos amamos y nos servimos unos otros. Busquemos siempre el bien de los demás, como el Señor Jesús lo hizo, en eso está la gloria de Dios.

La cultura del amor.
El amor es paciente, es servicial, el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuentas el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se alegra por la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta... el amor no pasará jamás» (1Cor 13, 4-8a).
1.      Amar es confiar en lo que dice y en su palabra
2.      Amar es coquetear como cuando eran novios
3.      Amar es dedicarle el tiempo suficiente al otro
4.      Amar es buscar la oportunidad para una segunda luna de miel
5.      Amar es atenderle con esmero y cariño
6.      Amar es sorprender a la pareja con una llamada o un mensaje diciendo: "te amo"
7.      Amar es no dejarse absorber por el trabajo
8.      Amar es manifestar admiración por sus cualidades y habilidades
9.      Amar es querer al cónyuge más que a todos los hijos juntos
10.  Amar es tomarse con humor las contrariedades del día
11.  Amar es corregirle de una manera amable
12.  Amar es sorprender con una invitación
13.  Amar es saber descubrir el deseo de intimidad conyugal que el otro está pidiendo
14.  Amar es decirle "te entiendo" de corazón
15.  Amar es mostrar preocupación permanente hacia sus cosas
16.  Amar es tener detalles especiales con su familia
17.  Amar es escuchar con atención lo que nos quiere contar
18.  Amar es besarse, abrazarse, tomarse de la mano
19.  Amar es llegar a casa y no descargar el mal humor que se trae
20.  Amar es salvar de situaciones embarazosas
21.  Amar es anticiparse a una necesidad sin que el otro tenga que pedir ayuda
22.  Amar es saber pedir "perdón"
23.  Amar es no irse a la cama disgustados, sin haber hecho las pases
24.  Amar es celebrar sus triunfos
25.  Amar es conocer los gustos del otro y procurar satisfacerlos

No olvides que amar es... la acción, o amamos al cónyuge con hechos o no le amaremos. Es una tarea donde hay que poner la inteligencia y hacer operativa la voluntad. Amar es dar siempre sin cansarse y sin esperar nada a cambio.

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