1. EL CAMINO DEL AMOR


1.  EL Camino del Amor


Objetivo: Mostrar un camino de espiritualidad de manera sencilla a todos los que quieran tomar la vida en serio y vivir el Evangelio para que podamos identificarnos con Jesús el Señor, como sus discípulos y testigos del Amor.

Iluminación: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar.  Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 28-29).

1.      El camino de la felicidad.
 Dios es Amor y creó al hombre por amor y para amar, a imagen y semejanza suya, los creó (Gn 1, 27). El Amor de Dios es la fuerza de la Redención: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn 3, 16).No debe haber cosa más importante, valiosa y digna para el hombre que aprender a amar, para que la experiencia de la vida le haga gritar, aunque sólo sea una vez en la vida, con la fuerza de sus pulmones: "Lo que importa es amar". Sólo los hombres que aman aprenden el camino de la felicidad, recordando que la puerta de ésta, sólo se abre hacia fuera, y sólo los que salen fuera logran conquistar una vida plena, fértil y fecunda, son capaces de alcanzarla. Aprender amar de manera intensa y apasionada, y no de cualquier otra manera para comprender que Dios a todos nos ama inmensa e incondicionalmente.

El arte de amar no admite dilaciones, es forjador de conciencias, de familias, de comunidades y de naciones. Es el camino para aprender a vivir en "comunión" con el Otro, con lo otro, con los otros y consigo mismo. Es el camino para cultivar y proteger la "perla preciosa" que todo ser humano lleva en su interior: su "dignidad humana", sede de valores, derechos y deberes. El arte de amar es el guardián del crecimiento integral, y a la vez, es el camino de la madurez humana. El hombre sólo se realiza amando, entendiendo el amor como un darse y entregarse en servicio, al estilo de Jesús, en favor de otros para que tengan una vida más digna, y se hagan así más personas y mejores personas.

2.      El amor nos hace personas.

El amor es la esencia de la responsabilidad y de la libertad, sin las cuales el hombre se queda convertido en un simple hilacho humano, en un simple bosquejo de persona. Sólo a la luz del amor, el hombre descubre el sentido de su existencia y puede darle a su vida orientación y sentido, cultivando lo que realmente de humano lleva en su interior: la bondad, la justicia, la verdad y la unicidad. Con cuánta razón el evangelista san Juan nos dijo: "Todo el que ama ha nacido de Dios, conoce a Dios y permanece en él" (1 Jn 4,7). El amor es la fuerza que todo lo puede. Acorta distancias, reconcilia a los enemigos, une lo que está separado, nos lleva a la verdad que nos hace libres (Jn 8, 32), honestos, sinceros e íntegros, nos pone de pie y nos hace caminar hacia nuestra realización plena, llevando una vida donada y entregada, como regalo para los demás. Ese es el sentido de la "fracción del pan", de la que Jesús hizo su Mandamiento: "Hagan esto en memoria mía" (Lc 22, 19).

3.      El Amor y el Nuevo Nacimiento

El arte de amar, para quien quiera aventurarse en el camino del amor tiene como exigencia primordial el "Nuevo Nacimiento" (Jn 3, 1-5) No se trata de ponerle un parche a la vida, de nada serviría (Mc 2, ). Todas las cosas tienen que hacerse nuevas, recordando las palabras del Señor Jesús: "Yo soy el que hace las cosas nuevas" (Apoc 21, 5). El camino que él nos propone ha sido recorrido y transitado por él, en primer lugar, y por muchísimos discípulos y discípulas que a lo largo de los siglos han seguido sus huellas: "La Cruz" es el camino que nos lleva a la "Resurrección". Cuando pasamos de la muerte a la vida, aparecen las señales del amor: la paz y la alegría, la verdad y la justicia, la solidaridad y el servicio. San Pablo, testigo de todas estas cosas nos dijo: "Todo el que es de Cristo, está crucificado con él, muriendo al pecado y viviendo para Dios" (Gál 5, 24-25). Verdades que encuentran su fundamento en las palabras del Evangelio; "Si el grano de trigo no muere, estéril se queda" (Jn 12, 24).

El Amor que sólo viene de Dios, se ha manifestado en Cristo Jesús, nacido para nuestra salvación y  para manifestarnos el rostro del Padre que es Amor: "Quien me ve a mí, ve al Padre (Jn 14, 7) Cristo Jesús es el revelador del Padre y de todo hombre. Él es lo que nosotros estamos llamados a ser. Ahora los que creemos en su Amor podemos corresponder con amor Aquel que nos amó primero; podemos salir afuera y amar a los demás y a todo lo que Dios ama. Qué hermosas las palabras de san Pablo: Dios ha derramado su Amor en nuestros corazones con el Espíritu Santo que nos ha dado" (Rom 5, 5). Nos hace partícipes de su esencia para que seamos amor entregado de Cristo a los otros, a todos.

4.      Creer en el Amor de Dios.

Creer en el amor es aceptar que el arte de amar es el mejor, y él único camino de humanización y personalización. El hombre fue creado por amor, con amor y para amar. Realizarse como persona es el camino de la felicidad orientado siempre a vivir de encuentros interpersonales; encuentros liberadores y gozosos que van dejando el sabor de la satisfacción, aún a pesar de las aparentes derrotas del camino. Las huellas de tentaciones y crisis no superadas están ahí, invitando a sacudirse y aprender de las experiencias de la vida. El hombre decide ponerse de pie y retomar al camino que lo lleva a la Plenitud. Camino que se hace con otros, y siempre a favor de otros, ya que nadie se realiza sólo (Gn 2, 18). Creer en el Amor es estar abiertos a la Palabra, a la acción del Espíritu, al servicio como donación y entrega gratuita para seguir las huellas de Jesús que por amor se donó y entrego por mí, por todos, por su Iglesia (Gál 2, 20; Ef 5, 2; Ef 5, 25).

5.      La Escuela de la vida al servicio del Amor.

Las primeras lecciones de la vida se reciben en la Familia, los padres son los primeros educadores. Recordemos el principio filosófico: "Nadie da lo que no tiene". Cuando el hombre o la familia están vacíos de amor, lo único que se puede esperar es el maltrato violento y agresivo, la falta de educación en los valores, la desintegración familiar y civil.Hoy, todo hombre que piense en serio y quiera ser protagonista de su propia historia, ha de aceptar el desafío de trabajar con todo en la "humanización de la educación, de la economía, de la política y de la religión".

Humanizar significa trabajar en la "Civilización del Amor" y en la "Construcción de un universo ordenado" en el que todo hombre sea visto como un fin en sí mismo, y no como un medio al servicio del sistema o de intereses egoístas. Existen en la escuela de la vida algunas lecciones fundamentales, que serían lo primero que se tiene que enseñar desde los primeros años de la existencia. Sería como el poner los cimientos de la estructura en cada ser humano. "La Civilización del Amor ha de cimentarse en tres columnas que dan consistencia al "Edificio Espiritual": La Verdad, el Amor y la Vida. El objetivo que nos involucra a todos es hacer de la Humanidad, una gran Familia; una Comunidad en la que todos seamos hijos del Dios Amor, Hermanos y Servidores unos de los otros según el Mandamiento Regio de Jesús (Jn 13, 34- 35).

6.      Lo que todos debemos saber.

La primera lección. Tú no eres un algo, eres un alguien, valioso, importante y digno. Tener conciencia de la propia dignidad, valor intrínseco que ayuda a dar respuesta a cinco preguntas fundamentales de la existencia humana: ¿Cómo te piensas? ¿Cómo te miras? ¿Cómo te aceptas? ¿Cómo te valoras? y ¿Cómo te amas? Cada respuesta será válida y constructiva si se da a la luz del Amor. Qué hermoso es hacer nuestras las palabras de Isaías: "Eres de gran valor y Yo te amo" (Is 43, 4).

La segunda lección: Aprende a distinguir entre lo bueno y lo malo. Lo bueno es todo lo que ayuda a realizarse como ser humano, persona. Lo malo es todo aquello que impide tu realización como lo que eres, un ser único e irrepetible. Es el momento para empezar a aprender hacer juicios prácticos y a llamar a las cosas por su nombre y encontrarles el sentido. La persona es más importante que las cosas, y éstas han de estar al servicio de la persona. Este es el momento para iniciarse en el mundo de los valores, como el compartir.

La tercera lección. Rechaza el mal y haz el bien. Es un momento precioso para poner en práctica el libre albedrío, escoger entre el bien y el mal, entre lo malo y lo bueno. Muchos son los que a lo bueno le llaman malo y a lo malo bueno. Realidad que ha llevado a muchos al "vacío existencial" y a la "inversión de valores", fuente de guerras, guerrillas, divorcios, destrucción familiar, divisiones, tanto entre los individuos como entre las naciones. El hombre no es visto como un fin en sí mismo, como un alguien, sino como un objeto que se le valora por lo que tiene o por lo que produce.Se le instrumentaliza, se le manipula, para luego desecharlo o eliminarlo.

La cuarta lección. Todos somos iguales en dignidad, hombres y mujeres, pobres y ricos, niños y ancianos, poseemos una misma dignidad. Nadie vale por lo que tiene o por lo que hace; valemos por lo que somos, seres humanos, personas que participamos de una misma naturaleza, somos iguales, pero distintos.

La quinta lección. Cada ser humano es único e irrepetible, a la vez que tenemos una originalidad y una diversidad que nos hace comprender que no existe "equidad de género". Como seres sexuados, somos distintos y somos complemento de unos para otros, de manera que decimos: El hombre es el complemento de la mujer y la mujer es el complemento para el hombre (Gn. 1, 27).

Urge educar al hombre en la dinámica del amor, para que se inicie en el camino que lleva a la realización humana con otros a quienes debe reconocer como personas valiosas en sí  mismas; las acepte por lo que son, y las respete incondicionalmente, y así pueda vivir de encuentros interpersonales, compartiendo lo que sabe, lo que tiene y lo que es, un ser que se humaniza viviendo de encuentros con otros a quienes acoge como seres iguales en dignidad y a quienes se entrega para ayudar a crecer como personas. Tengamos como norma: "Nadie se realiza solo, necesitamos de los demás y los demás necesitan de nosotros" (cf Gn 2, 18). Tanto, para crecer en las virtudes como en los vicios, necesitamos con quien hacerlo: otros seres humanos.





2.   Al Amor se responde con amor.

Iluminación: Y volvió a decirle por segunda vez: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo por tercera vez: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro se entristeció porque la tercera vez le dijo: ¿Me quieres? Y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.(Jn 21, 16-17).

1.      Las dimensiones del Amor
San Agustín habló de las dimensiones del Amor. Para el santo de Hipona, son cuatro. Una hacia arriba, amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas. Otra dimensión hacia abajo. Amar la creación en la que Dios puso al hombre como centro y corona. Dios ama al hombre por lo que es, y a las cosas porque están al servicio de los hombres. Una tercera dimensión es hacia fuera, amar a los demás, a todos sin hacer acepción de personas. Y la última dimensión hacia dentro, es decir, amarse a uno mismo. De las cuatro dimensiones sólo dos son Mandamientos: Amar a Dios y al prójimo. Podemos y debemos amar la Creación que Dios creó para todos; podemos y debemos amarnos a nosotros mismos, como punto de partida, pero, el amor a Dios y al prójimo está por encima de todo lo demás.

Quien se ha encontrado con el Amor de Dios manifestado y revelado en Cristo adquiere la experiencia de que Dios lo ama inmensamente, de manera incondicional e infinita, Esta experiencia es tan fuerte que transforma al pecador en discípulo de Cristo, tanto ontológica como existencialmente. Experiencia que sea hace en su interior fuente de espiritualidad cristiana,en fuerza para amar a Dios, a sí mismo y a los demás, El Papa Francisco lo ha dicho con toda autoridad. Lo primero de esta espiritualidad transformadora es "creer que Dios me ama" con Amor gratuito e inmerecido. Fuerza que me llevó a confiar y abandonarme en las manos misericordiosas de Dios que es Amor (1 Jn 4,8-16) Y que no permite que nos falte su Gracia, aún en los momentos más difíciles de nuestra vida, por eso nos invita a poner todas nuestras preocupaciones en sus manos (1 Pe 5, 7).
2.      La Obra de del Padre.

El Señor Jesús nos dijo una hermosísima verdad que debe iluminar la existencia de sus discípulos a lo largo de sus vidas: "Mi Padre siempre trabaja y yo también" (Jn 5, 17) a la luz de estas palabras el Apóstol pudo decirnos; "Todo lo que nos sucede es para bien de los que aman a Dios" (Rom 8, 28) Dios, Amor está a nuestro lado, en nuestro interior, nos acompaña, nunca nos deja solos, ha comenzado en nosotros su Obra, y no descansará hasta llevarla a feliz término (Flp  1, 6) La Obra del Espíritu Santo es hacer que el mundo crea en Jesús, para que creyendo se salve. El Dios Amor, es Luz que ilumina e irradia nuestros corazones tan llenos de tinieblas; con la fuerza de su Amor nos libera y derrama su amor en nuestros corazones para que lleguemos a ser como Él,  Amor, y lo amemos con el mismo amor con el que nos amó primero (1 Jn 4,7). Como olvidar aquella noche al principio de mi conversión en la que pedía al Señor que me enseñara a orar como oraban los carismáticos, Su respuesta fue inmediata: Ámame. Entendí que amar a Dios debería ser lo más importante de mi vida. La petición la repetí varias veces y en cada vez, su respuesta era la misma: Ámame.
3.      Amar es hacer la Voluntad de Dios.

A su petición le respondí, Señor, y ¿Cómo te voy amar si no te veo? Yo acostumbro a enamorarme según los cuerpos y según los trapos. Esa era mi verdad, no sabía amar, lo hacía según las apariencias. Tres días más tarde me acerqué a la "asamblea de oración", allí el Señor me iba a revelar su Voluntad, lo hizo por medio de la Iglesia. Cuando entré al salón, el sacerdote iba a comenzar a leer el evangelio. Espero un momento y me dijo, siéntese Uriel, sentí una cosa interior, parecía que Dios preparaba mi corazón para que recibiera su Palabra: "El que conoce mis Mandamientos y los guarda ese es el que me ama..." (Jn 14,21). De lo más profundo de mi ser salía mi respuesta a su Verdad: " Entonces no tengo que verte para amarte, basta con que crea en Tí Señor Jesús y te obedezca, guardando tus Mandamientos y tus Palabras (Jn 14, 21. 23). Amar es hacer la voluntad de Dios manifestada en sus Mandamientos, en su Palabra, en cada ser humano, creado por amor y con amor, y con quien Jesús se identifica, hasta decirnos: "Lo que a ellos les hagáis a mi me lo hacéis" (Mt 25, 40). De la mano de Jesús, sus discípulos aprendemos amar a Dios y amar al prójimo. La clave para conocer el Amor y lleguemos los discípulos a ser como el Maestro, es legado de Jesús para todos los suyos:  "Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón" (Mt 11, 29). Esto hace aparecer el "camino del Amor" como un camino estrecho, angosto, difícil, pero no imposible.

4.      El Mandamiento de Jesús.

Juan el evangelista, el discípulo amado, nos ha dejado el Mandamiento Regio de Jesús, el Mandamiento del Amor: "Ámense los unos a los otros como yo los he amado" (Jn 13, 34). Mandamiento que Marcos lo convierte en acción sanadora y liberadora: "Dadles vosotros de comer"; es el Mandamiento de Jesús a sus discípulos que buscaban desprenderse de aquel gentío hambriento y cansado que nos relata el evangelio de Marcos (Mc 6,30sss). Es la invitación del Maestro de Nazaret a salir del individualismo para ser  don, regalo para los demás, para los menos favorecidos. Al hombre de la mano tullida, a quien había puesto en medio de la asamblea, le ordena: "Extiende tu mano" (Mc 3,1ss). Extender la mano es compartir el don que se posee con los demás. "Que tienes de bueno que no lo hayas recibido, y sí lo recibiste para que presumir" (1 Cor 4, 7), alguien cerca  de ti lo necesita, comparte tu pan con alegría que hay más felicidad en dar que en recibir, según las palabras que Pablo atribuye al Señor Jesús (Hch 20, 35).

Sé que Dios me ama, y aún a pesar de mis debilidades, quiero vivir para amarlo con todo mi ser, y trabajar para que él sea amado por todos mis hermanos, los hombres y mujeres del Mundo por quienes Jesucristo entregó su vida por amor para redimirlos y sacarlos del pozo de la muerte. ¿Qué significa amar a Dios?  Amar a Dios significa hacer su voluntad que es amor para entrar en el Reino de los Cielos (Mt 7, 21) en el cual todos nos sabemos hijos amados de Dios, hermanos unos de los otros, comprometidos en la construcción de la Comunidad fraterna, viva, y solidaria.

5.      ¿Quién podrá guardar el Mandamiento Nuevo?

Una respuesta válida nos pide responder a otra pregunta que Jesús hizo a Pedro y hoy nos hace a todos nosotros: Pedro, ¿Me amas? (Jn 21, 15-19) Para que podamos ser "pertenencia del Señor",  la clave es el Amor. Para que podamos ser sus servidores, la clave es el Amor. Amar a Dios y al prójimo. Quien no guarde los Mandamientos de la ley de Dios, no puede amar al Señor. Quien no esté en comunión con Cristo, no puede amar a Dios, pues nadie da lo que no tiene. Sin la Gracia del Espíritu Santo no podemos guardad el Mandamiento Regio de Jesús.  Recordemos una verdad teológica de san Pablo: "El pecado paga con la muerte, pero Dios nos da la vida en Cristo Jesús" (Rom 6, 23). El Mandamiento del Amor sólo lo guardan los que son de Cristo, aquellos que están muriendo al pecado y viviendo para Dios (Gál 5, 24) Los que han pasado de la muerte a la vida (1Jn 3, 14)  y que el Apóstol llama: "Nueva creación" (2 Cor 5, 17).

Hombres y mujeres que se han encontrado con Cristo Jesús, están en el Camino, siguen las huellas del Maestro de Nazaret, su anhelo es ser como Él: Hijos de Dios, hermanos y servidores unos de los otros; hombres y mujeres enriquecidos con la "pobreza de Jesús" (2 Cor 8, 9) que han hecho del conocimiento de su Maestro el "ideal de sus vidas" (Flp 3,  4ss). Trabajan para que Cristo sea conocido amado y servido por todos. A esto san Pablo lo llamó: Un vivir para Cristo (Flp 1, 21), a quien tanto en la vida como en la muerte le pertenecemos (Rom 14, 8); en Él vivimos, nos movemos y existimos (Hch17, 28).

6.      ¿Por qué tenemos que amar a Cristo?


  • Porque él nos amó primero (1 Jn 4, 10). 
  • Porque él nos lo pide: “Tengo sed”. Es “La invitación que brota de las páginas de la Biblia: Ustedes me aman si hace lo que yo os digo” (Jn 15, 13) 
  • Porque nos conviene: ver sus manifestaciones en nuestra vida (Jn 14, 21.23)
  • Para ser sus amigos y discípulos. (jn 15, 13-15) 
  • Para no ser anatemas (1 Cor 16, 22)

1.  En la escuela de Jesús.

“Con los ojos fijos en Jesús, el Autor y Consumador de nuestra fe”(Hb 12, 2)vamos aprendiendo paso a paso a ser con él, instrumentos valiosos en las manos de Dios Amor, para irradiar lo que llena nuestro corazón en el rostro de los hombres. La fundadora del Movimiento focolar, Chiara Lubich, nos legó un itinerario, que puesto en práctica es capaz de hacer de la Humanidad una Comunidad de Vida y de Amor para ir entendiendo que lo que importa es amar.

1.      AMAR POR PRIMERO.

La primera característica que mejor distingue el amor de Dios Padre es su absoluta gratuidad. La salvación no se compra ni se vende. Su Amor se contrapone radicalmente al amor del mundo. Mientras este último se basa en la correspondencia y la simpatía (amara los que nos aman o nos son simpáticos), el amor del Padre Celestial es del todo desinteresado; se da a sus criaturas independientemente de la respuesta que pueda llegar. Es un amor cuya naturaleza es tomar la iniciativa comunicando todo lo que posee. En consecuencia, es un amor que construye y que transforma. El Padre Celestial nos ama no ya porque seamos buenos, espiritualmente bellos y por eso merecedores de atención y benevolencia; sino al contrario, amándonos crea en nosotros la bondad y la belleza espiritual de la gracia, haciéndonos ser amigos e hijos suyos.

El amor verdadero, es el primero en amar. O sea que no espera ser amado para luego amar, sino que comienza siempre como hizo el Eterno Padre que envió a Jesús a morir por nosotros, cuando éramos pecadores (Rom 5, 6), ¡no amábamos a Dios nosotros! Y El fue el primero en amarnos (1 Jn 4, 10). El auténtico amor cristiano es el primero en amar. Prueben, háganlo, verán que revolución surge a su alrededor viviendo un amor de este tipo. Escuchemos la Palabra de Dios.
“En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados” (1Jn 4, 10). Solo Dios ama incondicionalmente, los amores humanos son interesados y condicionados, razón por la que el Apóstol nos exhorta a tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús (Flp 2, 5) “que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8,9).

Dios ha tomado la iniciativa, nos ha amado por primero, sin que hayamos tenido mérito alguno para que comprendamos que la “salvación” es un don gratuito e inmerecido que no se compra ni se vende. San Pablo en el himno Cristológico nos dice: “Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor” (Ef 1, 4).Elegidos por amor desde la eternidad sin méritos personales. Somos una manifestación del amor de Dios que tomó la iniciativa para llamarnos a  la existencia y nos ha dado destino: ser adoptados como hijos suyos, llamados a pertenecer a Jesucristo y a formar parte de su pueblo santo (Rom 1, 7).

Dios es Amor y es, el Totalmente Libre para crearnos de la nada, para enviarnos a su Hijo, (Jn 3,16) darnos Espíritu Santo (Rom 5,5) y hacer de cada ser humano un “hombre nuevo”, responsable, libre, creativo y capaz de amar (2Cor 5, 17; Gál 5, 1.13). Dios no exige a nadie lo que antes él no nos ha dado, pero, la hermosa noticia es que nos amó primero, y nos llama al Amor gratuito. Digamos que la vida del hombre se divide en dos, el antes de conocer a Cristo y el después de encontrarse con él. Nadie da lo que no tiene, sólo cuando se ha tenido la experiencia de salvación y liberación, el amor de Dios es derramado en nuestros corazones para que amemos como Dios nos ama: inmensa e incondicionalmente. Ahora podemos tomar la iniciativa y amar por primero, salir de nosotros mismos e ir al encuentro de los otros para irradiarlos con el amor de Cristo.

Amar por primero pide salir fuera para ir en la búsqueda de “los hijos pródigos”: de los que nos ofendido o se han distanciado. No hay que esperar, si la montaña no viene a ti, ve tú a la montaña. Si ha habido enojos o malos entendidos, no den lugar a los resentimientos, al odio, a las venganzas, es el momento de escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica: “Por tanto, dejando a un lado la falsedad, hablad verdad cada cual con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros. Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis oportunidad al diablo” (Ef 4, 25- 27) “No seas vencido por el mal, sino vence con el bien el mal” (Rom 12, 21).El Amor es una fuerza creativa que nos libera, nos reconcilia, nos sana, nos promueve. Nos ayuda a ser cada vez más amables, generosos y serviciales.

2.      AMAR A TODOS.

Otra característica del amor de Dios Padre es su universalidad. Dios ama a todos indistintamente. El tiene como medida la ausencia de todo límite y toda medida. Por otra parte, este amor suyo no podía ser gratuito y creativo si no estuviese totalmente proyectado allí donde hay una necesidad o un vacío que colmar.Precisamente por esto el Padre Celestial ama también a esos hijos que son ingratos o rebeldes o están alejados; es más, se siente particularmente atraído hacia ellos (ChiaraLiubic).

Amar a los que nos aman, nos ha dicho el Señor Jesús no es muy difícil: “Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman” (Lc 6,32). El Señor invita a los suyos a ser compasivos y misericordiosos para con todos (Lc 6, 36), que nadie se sienta excluido porque la voluntad de Dios nos ha sido revelada: "Dios, nuestro Salvador... quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (1Tm 2,3-4). Cristo vino por todos, y no sólo por el pueblo de Israel. El murió por todos, para que los pecados de todos fueran perdonados (Ef 1, 7). Cuando se comprende que el amor de Dios es universal comenzamos abrir nuestra mente y nuestros ojos para aceptar a los demás como hermanos, y a extender nuestra mano para compartir con ellos los dones que el Señor nos ha dado para nuestra realización y para ayuda de los otros, especialmente de los menos favorecidos. Los peores enemigos de nuestra salvación y por lo tanto de la dinámica del amor, serían entonces el “individualismo y el relativismo” que hacen decir: “estando yo bien los demás allá ellos” y “Cuánto tienes, cuánto vales”.

Para el Apóstol Pablo, todos, judíos y gentiles, pobres y ricos, hombres y mujeres somos contemplados con la misma mirada divina: “Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro divisorio, la enemistad, y anulando en su carne la Ley con sus mandamientos y sus decretos, para crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo. De este modo, hizo las paces y reconcilió con Dios a ambos en un solo cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la Enemistad. Vino a anunciar la paz: paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca. Por él, unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu”. (Ef 2, 13- 18)La universalidad del amor nos pide tener la mirada de Dios y pensar a todos como Dios los piensa, para reconocer a todos como personas valiosas, importantes y dignas. Aceptar a todos y respetarlos incondicionalmente.

El amor evangélico nos lleva a amar a todos, sin excluir a nadie y a comportarnos como verdaderos hijos del Padre Celestial, es decir, imitando su amor, sobre todo en las características que hemos puesto de relieve: la gratuidad y la universalidad. Entonces, trataremos de ser los primeros en amar con un amor generoso, solidario, abierto a todos, especialmente hacia aquellos vacíos que podamos encontrar a nuestro alrededor. Trataremos de amar con un amor desapegado de los resultados. Nos esforzaremos en hacernos instrumentos de la liberalidad de Dios, haciendo partícipes a los demás de los dones naturales y de gracia que hemos recibido de Él. Dejándonos guiar por esta Palabra de Jesús, veremos con ojos nuevos y con un corazón nuevo a cualquier prójimo que pase a nuestro lado, cualquier ocasión que la vida diaria nos ofrezca. Y allí donde nos encontremos trabajando (familia, colegio, ambiente de trabajo, hospital, etc.), nos sentiremos impulsados a dispensar este amor que es propio de Dios y que Jesús trajo a la tierra, el único capaz de transformar el mundo (ChiaraLubich)

3.      HACERSE UNO.

El amor verdadero ama al otro como así mismo y sabe hacerse uno con los otros. Por ejemplo, si uno sufre saber sufrir con él; si uno está alegre saber estar alegre con él. Por ejemplo, si vas a una boda con mala cara estás equivocado. Hay que gozar con el que goza. O si vas a ver a un enfermo, no se te ocurre reírte o pensar en otra cosa. No, hay que sufrir con él, hay que vivir lo que el otro vive (ChiaraLubic). Hay que hacerse uno con el otro. Por lo tanto no es un amor sentimental, es un amor concreto. Hacerse uno con el otro a la luz del Amor es hacerse solidario cargando con sus debilidades, haciendo propio el problema del otro; tener disponibilidad para compartir según su necesidad y de acuerdo a las propias necesidades (Rom 15, 1). “Quien ve a su hermano pasar necesidad y no le ayuda es peor que un pagano” (1 de Jn 3, 17) Hacerse uno con el enfermo, con el secuestrado para ayudar a pagar su rescate, con el padre desempleado que no puede pagar la inscripción de la escuela de sus hijos. No esperemos que vengan a pedirnos, tomemos la iniciativa y salgamos a buscar con quien hacerse uno por amor y nunca para quedar bien.

4.      VER A JESUS EN EL OTRO.

El otro, los otros, el enfermo, el pobre, el extranjero, etc., son lugares teológicos en donde podemos encontrarnos con Dios. Ver a Jesús en el otro implica poseer la mirada de Jesús para vernos como él nos mira, con amor, respeto, admiración. Lo primero es dejarse encontrar por el Señor Jesús que busca a las ovejas perdidas hasta encontrarlas (Lc 15, 4), es decir, las ama hasta el extremo (Jn 13, 1). Hoy se habla de darle sentido a la vida. Es decir orienta tu vida hacia Dios. Búscalo de todo corazón y él se dejara encontrar por ti (Jer 29, 13). El hombre busca a Dios y él busca al pecador, el encuentro es posible porque Dios se deja encontrar, se hace el encontradizo, como el caso de la mujer samaritana (Jn 4) y Zaqueo (Lc 19,1ss). Lugar por excelencia para encontrarse con el Señor es el propio corazón (Mt 6).

Después de encontrar a Dios en nosotros mismos, ahora vayamos a buscarlo en los demás. Si no somos capaces de encontrarlo en los otros, significa que tampoco lo hemos encontrado en nosotros, seguimos vacíos, ciegos y sordos. Reconocer a Cristo en el rostro de los pobres es un signo profético de crecimiento y madurez humana que supera el reconocer al otro como persona y poder amarlo con el amor de Cristo, aceptarlo como hermano y cargar con sus debilidades. El otro es de mi misma naturaleza, me pertenece y yo le pertenezco a él, somos miembros unos de los otros (Rom 12, 5). Hijos de un mismo Padre (Gál 3, 26) Hermanos unos de los otros, somos una fraternidad (Mt 9, 23) llamados a servirnos unos a los otros (Jn 13, 13). Somos entonces, una Comunidad de hombres y mujeres con los mismos sentimientos de Cristo (Flp 2, 5).

5. AMAR AL ENEMIGO.

El amor cristiano, el que nos ha traído Cristo, no tiene fronteras. No podemos encerrarlo en círculos familiares ni egoístas. Jesús nos pide amar a Dios y al prójimo.   "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15, 13).Pero sabemos de un amor más grande: “Perdónalos Padre porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34): el verdadero amor cristiano ama también al enemigo y se abre al perdón sin límites: “Perdona setenta veces…” (Mt 18,22), es decir siempre. Perdonar es amar con el mismo amor con el que Cristo nos amó y dio su vida por nosotros.Los discípulos de Jesús son llamados a amar también al enemigo, y  hacer el bien, y reza por él (Lc 6, 27). Este amor al enemigo es la revolución típica de nuestro cristianismo, yo no he encontrado esto en ningún otro lado. Amar al enemigo es algo típicamente cristiano, es típico del cristiano. La única revolución capaz de salvar al mundo. Escuchemos al fundador de esta revolución decirnos:

“Pero a vosotros los que oís, os digo: amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen; orad por los que os vituperan” (Lc 6, 27-28) Además: el amor verdadero, el que Jesús trajo a la tierra quiere…Jesús quiere que sea recíproco. Por eso nos dejo su Mandamiento: “Ámense los unos a los otros como yo os he amado” (jn 13, 34).Que uno ame al otro y viceversa, de modo tal que se llegue a la unidad, esa unidad de la cual Jesús habló en su testamento, en su oración sacerdotal. Es justo el mandamiento nuevo que vino a la tierra con Jesús: “Ámense mutuamente como yo los amé” Porque El quiere que nosotros imitemos a la Santísima Trinidad, como se aman las Personas en la Trinidad. Que también entre nosotros cristianos nos amemos de esta forma.

5.      AMARSE RECIPROCAMENTE.

El amor recíproco está cimentado en dos columnas: la apertura y la acogida, para que el amor sea auténtico. “Effata”, significa abrirse a la acción de Dios y de los hermanos. Effata significa entonces dejarse amar por los otros, dejarse servir y ayudar, es sentarse a la mesa con ellos para compartir lo que generosamente pueden ofrecer. Para que se dé un encuentro interpersonal hay que remover las barreras de soberbia, egoísmo, autosuficiencia. Hay que bajarse del “árbol de grandeza” como Zaqueo, (Lc 19,1-10). Hay que bajarse por la acción del Espíritu Santo del “caballo” como Pablo en el Camino de Damasco (Hch 9). Dejarse amar por los pobres es reconocer y aceptar que también ellos son sujetos de la Evangelización. Evangelizar es amar…  y dejarse amar.

7.  AMAR CON OTROS.

En el Reino de Dios, nadie se realiza solo (Rom 14, 8). Necesitamos de los otros y ellos necesitan de nosotros. Buen servidor no es el que hace muchas cosas, pero las hace sin los demás. El arte de amar nos enseña a servir con otros, caminar con ellos y aprender de los demás, dejando que también aprendan de nuestros aportes. El hombre se realiza amando y el amor se expresa en la donación, entrega y servicio. Si negamos a otros la oportunidad de ser amando, sería negarles la oportunidad de realizarse, y a la vez, nos empobreceríamos al despreciar su ayuda. “Ya estamos completos”, es una mentira. Todos somos importantes, y tenemos algo que los demás necesitan, ellos a la vez, poseen algo que nosotros podemos necesitar.

Seamos personas abiertas al “Compromiso Cristiano”. El compromiso es el “ser enviados con otros a favor de otros” para ayudarles hacerse más y mejores personas. Es poner en práctica el evangelio de Jesús que nos invita al “Amor reciproco” al darnos su Mandamiento Regio: Ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Jn 13, 34). Este es el Amor que hace unidad, libera y hace fraternidad. El “Amor recíproco” es lo que nos identifica como “discípulos de Jesús, amigos suyos, pueblo de su propiedad” (Rom 1, 7; Gál 5, 24). Somos de Cristo por que nos amamos y nos servimos unos otros. Busquemos siempre el bien de los demás, como el Señor Jesús lo hizo, en eso está la gloria de Dios.









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