DENLES USTEDES DE COMER



Objetivo: Enfatizar la importancia de vivir el Evangelio del servicio a favor de los más necesitados para poder configurase con Jesús Maestro y Señor de sus discípulos.

Iluminación: “Qué tengo que no haya recibido de Dios, y si lo recibí de Dios para qué presumir, mejor pongámoslos al servicio de quien los necesite” (1Cor 4,7).

1.    El mandato de Jesús.

Para profundizar en el mandamiento de Jesús: “denles ustedes de comer”, nos tenemos que remontar a la primitiva comunidad de Jerusalén, sólo así entenderemos como la Iglesia fue capaz de derrotar al imperio más poderoso del mundo y extender el Cristianismo hasta los confines de la tierra. El éxito del proyecto no se debió a una pastoral cimentada en grandes y elocuentes discursos sino en la práctica de la Caridad. Las comunidades y los cristianos eran hospitalarios, misericordiosos y compasivos. Cuando llegaba una familia a la ciudad la atendían, le buscaban hospedaje y que no pasara necesidades. Los peregrinos eran siempre bien acogidos y a nadie se le daba la espalda, los enfermos eran atendidos en casas particulares, fueron los primeros hospitales de la Iglesia, existía una preocupación común de que nadie pasara necesidades, los bienes se ponían en común y había un servicio privilegiado para los más pobres o los menos favorecidos, los huérfanos, las viudas y extranjeros. Viendo este testimonio la gente decían “miren como se aman” (Hech  )  y muchos se iban incorporando a las nuevas comunidades cristianas, tanto en Jerusalén, Antioquía, Siria, Roma, Efeso, hasta que el imperio fue derrocado y el cristianismo se convirtió en la religión oficial de Roma.

2.    La enseñanza de los Apóstoles.

“Asistían a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones” (Hech 2, 42). ¿Qué enseñaban los apóstoles? Enseñaban lo que Jesús les había enseñado a ellos: a vivir en comunión con Dios como hijos y con los demás como hermanos, los apóstoles aprendieron de Jesús el arte de vivir en comunión con Dios y con los hermanos. Jesús enseñó a sus apóstoles a descubrir el sentido de la vida, amándose, amando, dándose y entregándose en servicio a los demás. Jesús enseñó el camino de la verdad y del amor que llevan a la Paz, por la práctica de la justicia y del compartir, tanto los bienes materiales como los intelectuales y los espirituales.

3.    ¿Cómo enseñaba Jesús?

Jesús enseñaba con autoridad porque él decía lo que él ponía en práctica. Enseñaba con sus palabras, con sus milagros, con sus exorcismos y con su estilo de vida. Jesús con su Palabra llenaba de alivio, consuelo, paz y alegría a quienes la escuchaban con fe y atención.  Él enseñaba que el reino del mal había llegado a su término y que ahora comenzaba el reinado de Dios. Un Reino de Amor, de Paz y de Justicia. Reino en el cual nadie vive para sí mismo: todos somos iguales y vivimos para el Señor y para los hermanos (cfr Rm 14, 7- 8). Jesús hablaba de una “Presencia” que hacía posible la conversión y la construcción de una comunidad fraterna.


4.  El relato de Marcos.

Se fueron con Jesús en la barca, aparte, a un lugar solitario. Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos pues estaban como ovejas que no tienen pastor y se puso a enseñarles muchas cosas. Era ya una hora muy avanzada cuando se le acercaron los discípulos le dijeron, el lugar está deshabitado y ya es hora avanzada. Despídelos para que vayan a las aldeas y pueblos del contorno a comprarse de comer.

Él les contestó: “Denles ustedes de comer”. Ellos le dicen: ¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer? Él les dice: ¿cuántos panes tenéis? Id a ver. Después de haberse cerciorado le dicen cinco y dos peces, entonces les mandó que se acomodaran todos por grupos sobre la verde hierba. Y se acomodaron por grupos de 100 y de 50 y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo pronunció la bendición, partió los panes y se los iba dando a los discípulos para que se los fueran sirviendo. También repartió entre ellos los dos peces. Comieron todos y se saciaron y recogieron las sobras, doce canastos llenos y también lo de los peces. Los que comieron los panes fueron cinco mil hombres (Mc 6,32-44)
5.    ¿Qué nos pide Jesús?
Jesús pide a sus discípulos vivir como Él vivió: dándose y entregándose a los hombres para liberarlos de las fuerzas opresoras del mal; así ellos podrán difundir la caridad, mediante la práctica del mandamiento nuevo, que representa el magistral resumen del Decálogo divino entregado a Moisés en el Monte Sinaí. En la vida de cada día se nos ofrece la posibilidad de encontrar hambrientos, sedientos, enfermos, marginados, emigrantes. Como cristianos estamos invitados a mirar con mayor atención a sus rostros sufrientes; rostros que testimonian el desafío de la pobreza de nuestro tiempo.
Los obispos de México han afirmado enfáticamente que la vocación cristiana incluye el llamado a construir comunidades fraternas y justas; el compromiso de servir al hermano y buscar caminos de justicia, para ser así, constructores de paz.
6.    ¿Hemos captado la Intención del Maestro?
Marcos nos dice: “Sintió compasión de ellos porque andaban como ovejas sin pastor”. Ovejas, dispersas, cansadas, confundidas por la enseñanza de los falsos pastores y de los falsos profetas, de los brujos, adivinos y albureros. Jesús Maestro enseña, les habla del Reino de Dios, atiende a las ovejas enfermas y reúne a las ovejas dispersas.
Nosotros fácilmente nos quedamos con el “poder milagroso” de Jesús: ¡alimentar a cinco mil personas con solo cinco panes y dos peces. Veces vamos un poco más allá y vemos a Jesús como Aquel que satisface todas nuestras necesidades. ¿Qué pide Jesús a sus discípulos que manifiestan poca fe? Que se mantengan pacientes, solidarios y misericordiosos frente a millones de personas y familias que viven en la miseria y pasan hambre: “denles ustedes de comer” con el Pan de la Palabra y el Pan de la Eucaristía y además los compromete a construir el reino de la Paz y de la Justicia.
8. La Eucaristía mesa para la reconciliación.

Objetivo: Enseñar la relación entre los sacramentos de Eucaristía y  Reconciliación para reconocer la importancia de acercarse a comulgar con el vestido de bodas para no comulgar indignamente.

Iluminación: La Eucaristía, fuente y cumbre de la vida eclesial y proyecto de solidaridad para toda la humanidad, actualiza en todos los discípulos misioneros de Jesucristo la vocación y misión de ser artífices de la paz. En efecto, quien participa en la Eucaristía de manera activa, consciente y responsable, “aprende de ella a ser promotor de comunión, de paz y de solidaridad en todas las circunstancias de la vida”. (Qué en Cristo nuestra paz, México tenga vida digna).

1.   Eucaristía y Reconciliación.
La Eucaristía es el Sacramento del Amor y de la Paz. En ella somos perdonados y reconciliados. “Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano” (Mt 5, 23-24). No celebraríamos dignamente la Eucaristía sí estamos oprimiendo o explotando a nuestros hermanos; si estamos tomando ventaja de ellos o si hemos dado falso testimonio contra ellos. Deja tu ofrenda frente al altar, significa que la “persona” de tu prójimo es más importante que tu ofrenda.


“Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas” (Mt 6, 14- 15) La reconciliación con Dios y con los hermanos pide pedir perdón a quien hemos ofendido y dar perdón a quien nos ha ofendido, sólo entonces nuestras oraciones serán poderosas y podrán llegar hasta el mismo corazón de Dios.

No podemos celebrar correctamente el Sacramento de la Comunión con Dios si estamos peleados o divididos o si existe cualquier tipo de marginación o discriminación. “La Comunidad de los justos debe estar siempre abierta a los que no lo son, para ofrecerles el don del perdón misericordioso de Dios”.

El Cuerpo de Cristo no puede estar dividido. La Eucaristía es la comunión del cristiano con Dios, por el cuerpo y la sangre de Cristo, en el Espíritu Santo; al mismo tiempo que la comunión es la unidad de la comunidad. Cuando hablamos del cuerpo y la sangre de Cristo estamos hablando de la persona de Jesucristo que es inseparable del Espíritu Santo. Al recibir la comunión sacramental entramos en comunión con Dios y con todos los miembros del Cuerpo de Cristo, la Iglesia. Al no estar en comunión con la Iglesia, recibiríamos la comunión indignamente, por eso hemos de buscar el sacramento de la reconciliación para limpiar nuestras conciencias de los pecados que llevan a la muerte (cfr Heb 9, 14).
2.   La reconciliación

“Todo el que está en Cristo es hombre nuevo, lo viejo ha pasado lo que ahora hay es nuevo” (1 Cor 5,17). Lo viejo es el pecado que engendra la muerte y nos priva de la gracia salvadora de Cristo. Lo viejo es el corazón de piedra; una mente embotada y una voluntad débil; lo viejo es una vida de mentiras, odios e injusticias; que hacen a los hombres llevar una vida arrastrada. Lo nuevo es el amor, la verdad, la justicia, la libertad, el gozo, la paz… Escuchemos el grito del Apóstol, y con él, de toda la Iglesia: “Reconciliaos con Dios, os lo repito reconciliaos con Dios”  (2 Cor 5, 20).

3.   ¿Qué significa reconciliarse?

Reconciliarse significa volver a ser hijos; volver a ser hermanos; volver a ser padres, esposos y amigos. Significa restablecer la Alianza de Comunión, de solidaridad, de amor con Dios y con la Iglesia. Significa volver a los brazos del Padre de las Misericordias; al Dios de todo consuelo. Significa volver a Casa: “volver a la armonía interior y exterior” que en Cristo el Padre ofrece a la humanidad.

4.   Signos de la reconciliación de Jesús.

V  Jesús acoge a los publicanos y pecadores, se sienta con ellos a la mesa y se hace amigos de ellos para enseñarnos que los pecadores también son llamados a sentarse a la Mesa con el Padre celestial.
V  San Pablo en la carta a los Gálatas nos dice: “Llegada la plenitud de los tiempos Dios envió a su Hijo, nacido de Mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la Ley y para que recibiéramos la filiación adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a vuestros corazones el Espíritu Santo de su Hijo que clama en nosotros: Abba, Padre” (Gál. 4, 4- 6). Jesús se hizo hombre para redimirnos del pecado y traernos el Espíritu Santo que nos hacernos hijos de Dios.
V  Jesús perdonó los pecados al paralítico, “Hijo, tus pecados te son perdonados” (Mc 2,5) Lucas nos describe como Jesús perdonó los pecados en casa de Simón el Leproso, a la mujer que le había lavado sus pies con sus lágrimas y le había secado sus pies con sus cabellos: “Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados te son perdonados, porque ha mostrado mucho amor” (Lc 7,47).
V  Jesús reconcilió a Zaqueo con la comunidad que lo odiaba y no lo dejaba conocer al Mesías, como signo de reconciliación Zaqueo repartió la mitad de sus bienes a los pobres y se comprometió a regresar cuatro veces más de lo que había robado. (Lc 19,8).

5.   La iniciativa es de Dios.

San Juan en su primera carta nos dice: “En esto consiste el amor: no en que hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de expiación” (Jn  4, 10) Así lo comprendió el profeta Oseas al comparar a su esposa adultera con el pueblo de Israel. Dios amaba a su Pueblo: lo sacó de Egipto, tierra de esclavitud; lo enseñó a caminar, lo llena de bendiciones, pero el Pueblo ofrecía incienso a los ídolos para agradecerles por la lluvia, los frutos de la tierra y otras bendiciones (cfr Os 11, 1- 5). El corazón del profeta henchido de amor hacia su esposa decide poner fin esa situación de infidelidades, idolatrías y adulterios: “Me la llevaré al desierto; la seduciré; le hablaré al corazón; le mostraré el Valle del Acor; le regresaré sus villas. Allí me responderá como en su juventud; me llamará esposo mío, purificaré sus labios y dejará de invocar a sus ídolos”. (Os 2, 14ss) Lo que Oseas hizo con su esposa, es lo que Dios quiere hacer con cada pecador que por ignorancia o por soberbia ha dejado la casa del Padre para irse como el hijo pródigo a un país lejano. En el Evangelio de Lucas encontramos las parábolas del Padre de toda misericordia:

6.   La misericordia del Señor.

“Un padre tenía dos hijos, el menor de ellos le dice padre: dame la parte de herencia que me corresponde. El padre repartió su herencia y pocos días después el hijo menos dejó la casa paterna para irse a un país lejano donde derrochó sus bienes de fortuna viviendo como un libertino (Lc 15, 11ss).

¿Dónde es el país lejano? El país lejano es el mundo, en el cual se valora al hombre por lo que tiene, por lo que derrocha; se le valora por el color de la piel, por los trapos o por la marca de carro; por el cuerpo bonito o por la élite social a la que pertenece. En el mundo se pierde la capacidad de decidir por sí mismo…otros son los que piensan y los que deciden; a aquel joven no se le permitía comer ni siquiera lo que los cerdos comen… había caído en un estado de descomposición humana; un simple bosquejo de persona, un hilacho humano… Había caído en la sepultura de la que nos habla el profeta Ezequiel: “Yo mismo abriré vuestras sepulturas; yo mismo os sacaré de vuestras sepulturas; “os llevaré a vuestro suelo; os quitaré el corazón de piedra; os daré un corazón nuevo e infundiré mi espíritu en vuestros corazones” (Ez 37, 12ss). Dios para sacarnos de la sepultura ha enviado a su Hijo (Jn 3, 16; Gál 4, 4-6; Hech 10, 38).

7.   Jesús Pastor busca a los hijos pródigos.

Jesús el Señor es un Buscador; busca las ovejas perdidas y descarriadas, y las busca hasta encontrarlas. ¿Dónde las busca? A donde se han ido a meter: en situaciones de pecado, de injusticia, de mentira, de odio: Él se mete a los basureros, e irrumpe en nuestra vida de pecado para decirnos: “andas equivocado, vuélvete al camino que lleva a la casa del Padre”.

Pregunto: ¿Ya te dejaste encontrar? El que te busca es Cristo Jesús, el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas. ¿Qué significa dejarse encontrar?
·       Reconocer que tu vida es un caos; que estás vació; que no eres feliz.
·       Reconocer que te has equivocado; que erraste en el blanco; la regaste,
·       Reconocer que estas necesitado de ayuda, tu sólo no puedes llegar a la Meta.
·       Reconocer que esa ayuda está cerca, junto a ti, se llama Cristo Jesús, escúchalo y ábrele la puerta de tu corazón (Apoc 3, 20)


8.    Los dones del Buen Pastor

El Profeta Oseas nos habló de unos desposorios del Señor con  todo aquel que quiera pertenecer a Jesucristo y formar parte de su Pueblo santo: “Me casaré contigo para siempre, me casaré contigo en justicia y en derecho, en afecto y en cariño: Me casaré contigo en fidelidad y conocerás al Señor”. (Os 2, 21) Jesús es el Buen pastor y es el Esposo que como novio busca a la novia para desposarse con ella. Trae en sus manos la dote: tres regalos que sólo Él puede dar a todo aquel o aquella que se decida a entrar en comunión con Él:

V  El primer regalo es el don de su Palabra. La Palabra es luz que ilumina y da vida. La Palabra de Dios nos lleva a tomar de nuestra pecaminosidad.
V  El segundo es el don del perdón y de la misericordia. La Palabra nos lleva a un “juicio” en el cual Satanás será echado fuera. Pide arrepentimiento y separación.
V  El tercero es el don de la fidelidad y el conocimiento del verdadero amor. Los frutos de la tierra: la paz y la dulzura espiritual; el gozo que brota de un corazón reconciliado.

En las palabras de la consagración Cristo dice: “Este es mi Cuerpo que será entregado… y esta es mi Sangre que será derramada para el perdón de los pecados”, nos recuerda a las palabras del Apóstol:

Mas ahora en Cristo Jesús, los que en otro tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca por la Sangre de Cristo, porque Él es nuestra Paz: el que de los dos pueblos hizo uno sólo, derribando el muro que los separaba, la enemistad, anulando en su carne la Ley de los mandamientos con sus preceptos, para crear en sí mismo de los dos un solo pueblo, haciendo la paz, y reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, por medio de la Cruz, dando en sí mismo muerte a la enemistad. Vino a anunciar la Paz: Paz a vosotros que estabais lejos y Paz a los que estabais cerca. Pues por Él unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu. (Ef 2,13-18).

En Cristo y por Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros (Ef 5,2) somos perdonados y reconciliados. En Él quiso Dios reconciliar todo cuanto existe, restableciendo la Paz por la Sangre de la Cruz, el perdón que Dios nos ofrece no exige nada a cambio, es completo y gratuito, no hay méritos personales, tan sólo hemos de creer que Dios nos ama y que ese amor se ha manifestado en Cristo Jesús que nació para nuestra salvación, murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación (Rom 4,25) y ha sido constituido Señor y Mesías (Hech 2,36) y ha dado a la Iglesia el ministerio de la reconciliación. El perdón se recibe como regalo de la misericordia de Dios y no por méritos personales de gente que se siente merecedora de todo y moralmente superiores a los demás. La reconciliación está en el corazón de la vida cristiana; la reconciliación fraterna presupone la reconciliación con Dios, fuente de Gracia y perdón que se expresa y realiza en el Sacramento de la penitencia.

La unión con Cristo que se realiza, renueva y fortalece en la Eucaristía nos capacita para nuevos tipos de relaciones sociales, pacificas, pues es sacramento de comunión entre hermanos y hermanas que aceptan reconciliarse en Cristo y entre ellos. Sólo esta constante tensión hacia la reconciliación nos permite comulgar dignamente con el cuerpo de Cristo.
9.   

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