La Inversión de Valores



Objetivo: Conocer y profundizar en la causa del desorden que vemos en la sociedad y en el mundo, para que podamos comenzar un orden nuevo y demos el verdadero valor a la persona y a las cosas. 





Iluminación. “Mi pueblo ha cometido un doble pecado: “Me dejaron a Mí, fuente de agua viva, y se cavaron pozos, pozos agrietados que no conservan el agua” (Jer 2, 13)

1. Lo que no es

El profeta Jeremías denunció en su momento el pecado de “idolatría” en el pueblo de Israel, diciendo: “Mi pueblo ha cometido un doble pecado: “Me abandonaron a mí fuente de agua viva, y se cavaron pozos, pozos agrietados que no conservan el agua” (Jer 2, 13). Este pecado de idolatría, hoy día es conocido como la “Inversión de valores”. Que no es otra cosa que el rompimiento del orden establecido por el Creador. Consiste en ver, pensar, valorar aceptar y amar de una manera distinta a como Dios lo hace, es decir, pretender vivir y buscar la felicidad al margen del Plan de Dios, sin Él y sin los demás. No dudamos en decir que este modo de ver las cosas es un verdadero rompimiento del diálogo que debe existir entre el hombre y su Realidad. Con esto a los seres humanos se les complica la vida para dar lugar a la frustración de la existencia y de la armonía que debe haber en toda sana convivencia humana.

2. El Orden en toda convivencia humana


En toda convivencia humana bien organizada y fecunda, hay que colocar el principio que todo ser humano es “persona”, es decir, una naturaleza dotada de inteligencia y de voluntad libre, y que por lo mismo es sede de derechos y deberes (Pacem in Terris # 9). Todos los seres  humanos han de gozar de una igualdad fundamental; todos y cada uno tienen el derecho natural al debido respeto de su persona, a la buena reputación, a la libertad para buscar la verdad.  
La verdad es que todo ser humano es un valor en sí mismo. La verdad es que todo ser humano tiene rostro, tiene dignidad. La verdad sobre el hombre-mujer es que es un ser original, no es copia de nada ni de nadie. Su desgracia es querer verse como otros se ven, pensarse como otros se piensan y hacer lo que otros hacen. Pronto se olvida que es único e irrepetible. Ser hombre significa ser responsable, consciente de sus derechos y de sus deberes. Responsable es el que vive de frente a sí mismo y de frente a los demás. Ser hombre significa ser libre con la capacidad de tomar sus propias decisiones y actuar con alegría, con fuerza y con amor. Ser hombre significa ser capaz de amar, dándose y entregándose  desinteresadamente a los demás, sin importar quien sea. Ser hombre significa ser capaz de salir de sí mismo, ir al encuentro de los otros para intercambiar los criterios, palabras, experiencias, vida. 


3. La mentira: fuente y madre de la Inversión de valores


Muchos son hoy día los hombres que viven en la mentira, la piensan, la honran, la hablan, caminan en ella y la defiende. ¿De qué mentira se trata? Hablamos de la mentira que es fuente de comportamientos neuróticos y hasta esquizofrénicos, y en la que viven una inmensa mayoría de hombres. La mentira, reduce al hombre de un fin en sí mismo a un simple medio o instrumento al servicio del “sistema”. Afirmamos que toda la violencia que se vive en nuestro país y en nuestros hogares está cimentada en la mentira que hace creer a muchos que el hombre vale por lo que tiene; que vale por lo que hace o por lo que sabe. Esta mentira genera clases de personas: de primera, segunda, tercera y mucho más. Genera odio y muerte, entre los países: es la causa de las guerras fratricidas que han existido a lo largo de la Historia de la Humanidad. Es más importante el petróleo que las personas; son más importantes las cosas que los seres humanos y se arremete contra ellos para destruirlos quitarles lo que tienen y dejarlos abandonados a su propia suerte, en la pobreza y hasta en la miseria.

No sólo entre los pueblos, también entre familias y dentro de la familia se vive en la mentira y se experimentan sus estragos. Es común escuchar decir: “Mi esposo tiene un carácter fuerte”, ¿Cómo es eso?, Lo que la señora quiere decir es que su esposo es violento, agresivo, iracundo, cuando se enoja no piensa, no escucha, no entiende y es capaz de cualquier cosa. Ese es más bien un carácter neurótico, de alguien que arrastra una historia de dolor y de miseria con él, que hace que sus comportamientos, más que humanos sean los de una bestia. Permítanme decirles que el carácter fuerte es amable, generoso y servicial. 


4. Podemos hablar de tres mentiras:

      La primera mentira es, creer o pensar que los seres humanos valen por lo que tienen, o por lo que saben y por lo que hacen. Esta mentira, genera clases de personas de primera, segunda, tercera y más…. Los que tienen y los que no tienen; los que tienen más y los que tienen menos. Estas personas encuentran su valor en las cosas, en los lujos, en el dinero, etc.

      La segunda, aplicada a la familia, consiste es creerse los amos y señores de la pareja. Para estos hombres, la mujer es tan solo un objeto de su propiedad. Que ella tan sólo está para servirles, obedecerles y ser su instrumento de placer. Cuidado con que ellas se rebelen en busca de libertad, se sienten humillados, desplazados, y reaccionan con gritos, insultos, amenazan, golpean, y se hacen las víctimas. Para estos hombres ellos son quienes dan valor a los demás. Por lo tanto exigen que se les rinda tributo, respeto y sumisión. Pero también la mujer puede que solo vea a su marido y lo valore como un instrumento de placer o de trabajo.

      La tercera mentira es, creer o pensar que es la voluntad de Dios que vivamos en la miseria: golpeados y maltratados por un  destino ciego y opresor. Creer que unos nacen para ser opresores y otros para ser oprimidos. Unos para gobernar y otros para ser gobernados. Unos nacen para estar por encima y otros para estar bajo sus zapatos. Unos nacen para gozar y otros para sufrir, ¡¡¡qué mentira!!!

Lo anterior me lleva a afirmar que la fuente de los comportamientos agresivos, de la violencia, la agresión y la opresión en las familias, me atrevo a decirlo, es la ausencia de toda “Verdad, la ausencia de Amor y la ausencia de Vida”. A esta  triple ausencia le podemos llamar “Vacío Existencial”, “caos, confusión, desorden” (cfr Gn 1, 1). En este Vacío, reinan los instintos y los impulsos, no hay lugar para la voluntad iluminada por la razón. Recordemos que la Inteligencia y la Voluntad son los pilares que sostienen la “Dignidad Humana”.  Mediante la inteligencia conocemos y hacemos juicios prácticos. Con la voluntad deseamos y queremos el bien.


5.  ¿De dónde viene el Vacío?  

Su madre es la “Inversión de Valores”. No hablamos de un Vacío absoluto, sino de una ausencia de vida, de paz, de alegría, de amor, de libertad, de justicia, de un sano humanismo. Pero a la misma vez, en ese “Vacío –Caos” encontramos angustia, depresión, desesperación, desilusión, aflicción, tristeza, miedo, odio, complejos de culpa y complejos de inferioridad. El Vacío es la casa del machismo, del totalitarismo, del conformismo y otros… Los profetas del antiguo Testamento llamaron a la inversión de valores “idolatría”.
“Ídolo es lo que ponemos en el corazón en lugar de Dios” (Jer 2, 13-14).

En el Vacío del Corazón reina el desamor, la soberbia, la lujuria y todos los demás defectos de carácter. El Vacío existencial genera personas posesivas, celosas, controladoras; hombres y mujeres que actúan con prepotencia como si tuvieran derecho sobre la vida de los demás. Son personas manipuladoras, sus armas favoritas para salirse con la suya son la mentira, el chantaje, la amenaza, la agresión. Minimizan las virtudes de los demás y maximizan los defectos de  los otros, mientras que de sí mismos, maximizan sus valores y minimizan sus defectos. No tengamos miedo en reconocer que toda violencia, tanto en las calles como en los hogares, en los montes como en las ciudades, tiene como fuente de origen, el “Vacío Existencial”, que su vez es hijo de la “Inversión de valores”.


6.  ¿Qué es la Inversión de Valores? 

No es lo mismo “pérdida de valores” que “Inversión de valores”. En ésta, el ser humano, la persona, no es vista como lo que es: un valor, un fin en sí misma. Afirmamos que a la persona, su valor no se lo dan las cosas, ni el dinero, ni los lujos, ni otras personas, ni siquiera la pareja o los hijos. Pensemos que muchos se creen superiores a otros por el grupo de amigos que bien pueden ser de cierto estrato social, no importa, que sean amigos de personajes importantes, no son ellos los que dan el valor fundamental y esencial a los seres humanos.

Cuando le damos más valor a los lujos, a las cosas, al dinero, al sexo, cuando ponemos a unos por debajo de otros, estamos cultivando la Inversión de valores, estamos cavando nuestra propia fosa. La persona es reducida a un  medio que se posee, se usa y luego se le puede desechar o se le destruye. Para la Inversión de valores la persona está por debajo del dinero, de los lujos, del sexo, de la empresa; es vista como un cliente, como un voto, como un algo. El otro, el que no piensa como yo, el que no está de acuerdo, el que no rinde, el que contradice es visto como enemigo a la puerta, al que hay que desaparecer.


7.  ¿Cómo se vive en el reino de la Inversión de Valores?

      La Inversión de valores ignora a los que no tienen, no saben, no pueden. El otro es reducido a la nada, no existe. Podrán vivir en la misma casa, pero la indiferencia los hace ser invisibles, no se les toma en cuenta. El otro es un cero a la izquierda.

      El ser humano es reducido a cosa, a un simple objeto, a un algo. Una cosa no piensa, no se expresa, no cuestiona, no se defiende, está ahí. A las cosas se les usa luego se les bota.

      El ser humano después de ser cosificado pasa a ser “instrumento de trabajo o de placer”. La instrumentalización de las personas es reflejo de una visión utilitarista. El otro es importante, tiene cierto valor en la medida que me sea útil, que me sirva.

      Después de que los seres humanos son convertidos en objetos y en instrumentos, al servicio de algo o de alguien, pasan a ser manipulados, se les convierte en títeres. La manipulación es la peor ofensa contra la dignidad humana. El hombre es un ser manipulable y a la vez es un ser manipulador.

      Por último, cuando se le ha exprimido, cuando ya no es útil a la causa, se le desecha, se le tira, se le bota o se le destruye. Esto lo vemos en la política, en las empresas y entre las mafias, pero, no pocas veces es visto en las familias y aún en los grupos religiosos.


8. La inversión de valores genera hombres inmaduros


La inmadurez humana es causa y fuente de violencia familiar y social. Pensemos en  un momento en los novios que se conocen, se gustan, se enamoran y se casan... El enamoramiento se fija en un aspecto de la persona. El enamoramiento corresponde a la etapa inmadura del amor. Los novios se valoran  por el cuerpo bonito, por el dinero que tienen, por el título que poseen, por la marca de carro, por una cuenta bancaria, por los trapos que traen encima… pero no se aman con un amor maduro. El amor acepta a la persona en su totalidad. La persona inmadura, aquella que es superficial y que fácilmente es arrastrada por el conformismo, por el totalitarismo, por el hedonismo… y que además, no se valora correctamente, al ser portadora de un “trauma, nunca pasa del enamoramiento al amor. Termina la “luna de miel” y se entra en el juego de las manipulaciones, humillaciones y maltrato. Al principio todo era perfecto, las ilusiones y muestras de amor, cobijaban los defectos a los que no se les daba mucha importancia. Pasa el tiempo con el enamoramiento, para dar lugar al Vacío Existencial que a su vez es la matriz donde se gesta la “frustración existencial”, causa y fuente de la violencia familiar que va dejando heridas graves en las personas, especialmente en  los niños.

9. La frustración existencial


La frustración existencial es hija del Vacío y nieta de la Inversión de valores, que a su vez hunde sus raíces en la “Gran mentira”. El ser humanos es un ser aún no terminado. Está llamado a orientar su vida hacia la madurez humana, hacia la Plenitud, hacia los otros y hacia unos valores que tiene que realizar. La no proyección, lo convierte en simple bosquejo de persona, en un hilacho humano. Aparecen en su vida las señales visibles de que no está respondiendo a su vida, ha habido desviaciones o estancamiento. Tal vez, nunca aprendió a caminar con los pies sobre la tierra, por eso ha llevado una existencia arrastrada. Aparece el dominio del mal genio, de los instintos o de los impulsos. Otras veces es gobernado desde fuera, otros son los que piensan y deciden por él. Los hijos de la frustración pueden ser:

      El aburrimiento. La enfermedad del siglo. No sé qué hacer con mi vida. En pareja, es común escuchar: los besos ya no saben a lo de antes. Las relaciones sexuales se hacen por que toca; todo es obligación: el deber por el deber.

      La agresividad: el reinado de los instintos. La ira, el odio, la envidia, los gritos, los deseos de matar. Se trata del no diálogo. El hombre aburrido en casa prefiere seguir trabajando en la empresa, quedarse en la calle o irse un par de horas con los amigos al bar o a cualquier parte, la familia le aburre, los actos religiosos le aburren, solo se siente bien en la diversión.

      El aislamiento: la no comunicación, el no diálogo: camas separadas. Frente a las amistades todo es apariencia; se usan mascarillas, se recurre a la hipocresía para fingir una sonrisa.

      La pérdida del sentido de la vida. Qué desemboca en: la depresión, la desilusión, la desesperación, el desmoronamiento, el desfloramiento, la aflicción, la tristeza… personas apáticas y abúlicas.


10. Los cuatro aliados de la violencia interpersonal


1.      El miedo. El peor enemigo de la emancipación humana. Miedo al mañana, a la soledad, a la pobreza, a lo desconocido, a tomar decisiones… miedo a proyectarse en la vida. Miedo a la autoridad, los abuelos, los padres, después, a los esposos, a los patrones, al gobierno…

2.      El odio. Es el desamor que se recibe en casa, especialmente en los primeros años de la infancia por medio de gritos, insultos, palabras negativas, golpes, desprecios humillaciones, insultos, abandono, despreocupación, irrespeto, no aceptación, el resentimiento y el rencor etc. En el odio reina la ira y la indiferencia. Cuando una persona es gobernada por la fuerza de la ira, pierde el control de sí misma, no se relaja, no escucha, no razona, no piensa, no dialoga, no respeta, los otros no importan… y cuando estorban hay que destruirlos.

3.      El complejo de culpa. Es fuente de ansiedad, remordimientos y de angustia, por lo mismo, de comportamientos neuróticos.

4.      El complejo de inferioridad. El sentimiento de inferioridad hace que se baje la autoestima y que cualquier desaire se convierta en una ofensa a su persona. Cuando se posee el complejo de inferioridad la persona se siente humillada, y busca los medios para sobre valorarse en el hogar, usando el maltrato con la pareja como mecanismo para sentirse rey y amo absoluto en el hogar. No se le puede llevar la contraria, porque encontraría la excusa perfecta; sería como darle la oportunidad para desahogarse por medio del insulto, gritos, golpes, amenazas, etc.

Los complejos no permiten ver la realidad, porque enceguecen a las personas. Los acomplejados, por un lado, para sentirse importantes, necesitan maltratar a la pareja para sentirse dignos, respetados, reconocidos e importantes. Un ejemplo, lo tenemos en el hombre machista que se siente amo y señor en su casa. Por otro lado, la ceguera no permite que la víctima tome sus propias decisiones, piense por sí misma, cree que nació para sufrir, para ser maltratada, se conforma con ser así. Otros son los que piensan, deciden, hablan por ella. Es una situación de miseria humana.


11. El fruto de la violencia

 
En Aparecida los Obispos nos dijeron: “Esto nos debería llevar a contemplar los rostros de quienes sufren. Entre ellos están las comunidades indígenas y afro-descendientes, que en muchas ocasiones no son tratadas con dignidad e igualdad de condiciones; muchas mujeres que son excluidas, en razón de su sexo, raza o situación socioeconómica; jóvenes que reciben una educación de baja calidad y no tienen oportunidades de progresar en sus estudios ni de entrar en el mercado del trabajo para desarrollarse y constituir una familia; muchos pobres, desempleados, migrantes, desplazados, campesinos sin tierra, quienes buscan sobrevivir en la economía informal; niños y niñas sometidos a la prostitución infantil ligada muchas veces al turismo sexual; también los niños víctimas del aborto. Millones de personas y familias viven en la miseria e incluso pasan hambre. Nos preocupan también quienes dependen de las drogas, las personas con discapacidad, los portadores de VIH y los enfermos del SIDA que sufren de soledad y se ven excluidos de la convivencia familiar y social. No olvidamos tampoco a los secuestrados y a los que son víctimas de la violencia, del terrorismo, de conflictos armados y de la inseguridad ciudadana. También los ancianos, que además de sentirse excluidos del sistema productivo, se ven muchas veces rechazados por su familia como personas incómodas e inútiles. Nos duele, en fin, la situación inhumana en que vive la gran mayoría de los presos, que también necesitan de nuestra presencia solidaria y de nuestra ayuda fraterna. Una globalización sin solidaridad afecta negativamente a los sectores más pobres. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y opresión, sino de algo nuevo: la exclusión social. Con ella queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son solamente “explotados”, sino “sobrantes” y “desechables” (DA 65).

Frente a esta situación queremos empeñarnos en la construcción de una sociedad, de una iglesia  y de unas familias que tengan como columnas la “Verdad, el Amor y la Vida”, pilares de la “Civilización del Amor”, la cual permite cultivar lo realmente humano que Dios ha puesto en el corazón del hombre: la verdad, la belleza y la bondad. Una comunidad en la que los oprimidos, los explotados, los marginados sean incluidos; se les valore por lo que son, personas con una dignidad que debe ser respetada y promovida.

12. El Proceso de regeneración


No soñemos, la recuperación y la restructuración de una persona que se encuentra en ruinas, no es automática, no es por arte de magia, no hay recetas, “no se le puede poner un parche nuevo a un vestido viejo” (Mc 2,21). Hablemos de tres valores fundamentales que sin ellos, la persona humana no pasa de ser un simple bosquejo de persona. Se nos puede haber endurecido el corazón y haber embotado la mente; pudimos haber perdido la vergüenza y la moral, haber derrapado en el desenfreno de las pasiones y haber tocado fondo, no obstante, todo eso, es posible ponerse de pie para comenzar el proceso que nos lleva a la “Casa del Padre”, el camino puede ser difícil, pero es posible con nuestra colaboración y la ayuda del Señor. No sólo con la ayuda de Dios, y no sólo con nuestra colaboración, tiene que ser con los dos: Dios y el hombre.


13. ¿De qué valores se trata?

      El primero, es el valor de la introspección: hacer un alto en la vida para entrar dentro. El hombre tiene un adentro y un afuera, quien solo se queda fuera se deshumaniza y despersonaliza. Quien quiere vivir dentro sin salir fuera, igualmente se deshumaniza. El hombre se hace persona entrando y saliendo para volver a entrar y volver a salir, para vivir de encuentros interpersonales. Muchos son los que hacen de su existencia una carrera loca cayendo en el desenfreno de la vida, mientras que otros caen en el pozo del individualismo, viven para sí mismos… sin conocer la solidaridad, la compasión, el amor y el sabor de la donación y de la entrega.

      El segundo valor, es el autoanálisis. Se entra dentro para poseerse, tener control de sí mismo y conocerse. No me conozco de oídas, es decir, por las palabras de otros. El conocerse a sí mismo, pide despertar las potencias del alma: Memoria, inteligencia y voluntad. Pensarse para conocerse. Con la inteligencia puedo hacer juicios prácticos y darme cuenta que me he equivocado, que he cometido errores.
Puedo encontrarme conmigo mismo y darme cuenta que estoy vacío que he desfigurado mi rostro. También redescubrir mis valores, mis cualidades y mis mejores potencialidades para responder a la vida y sus preguntas: ¿Quién soy, de dónde vengo, para qué estoy aquí y para dónde voy? El gran Sócrates nos ha dicho: Hombre conócete a ti mismo. Gracias a esta reflexión se puede decir: soy violento, soy conflictivo, soy manipulador; puedo encontrarme con mis miedos, complejos, resentimientos y más.  Por otro lado, la experiencia del encuentro con el yo enfermo y débil, y aún a pesar de lo anterior, puedo decir de mí mismo: soy persona, soy valioso, soy importante y soy hijo de Dios. Ha comenzado un cambio en la manera de pensarme, de sentir de mi mismo, ha comenzado mi conversión.

      El tercer valor es la proyección. Pide salir de uno mismo para ir al encuentro de la realidad. La palabra experiencia se compone de tres vocablos: ex = salir; peri = ir hacia; encia = realidad. Salir para ir al encuentro de “Mi realidad”. Como persona me invita a salir del “individualismo y del relativismo” para vivir de encuentros con los demás (los otros, familia, sociedad), con Dios, con la naturaleza y con unos valores que están en mi interior como anhelos o suspiros esperando que yo los descubra, los libere y los haga resplandecer mediante el uso de su ejercicio. El ser humano es un ser en proyección, su vida está orientada hacia lo que todavía no es, pero que tiene que llegar a ser. Una persona madura, plena, libre, abierta a la verdad. Aquí es donde se entiende el refrán popular: caminante no hay camino, el camino se hace al caminar. No se vale arrastrarse, se debe caminar con los pies sobre la tierra, es decir, con dominio propio y con dignidad.


14. La exigencia del proceso


El proceso es lento, fatigoso y lleno de obstáculos porque se posee una mente servil; mente de esclavos. No obstante es posible levantarse. El proceso tiene un punto de partida: la irrupción de la luz en las tinieblas del corazón. Una sacudida, un acontecimiento, una palabra, un ejemplo que nos presente la vida, todo esto con el fin de despertar la conciencia e iniciarse en el proceso de humanización y personalización.

      Digamos que no se vale volver la mirada atrás: No se puede vivir en el pasado, te convertirías en estatua de sal. En Venezuela es común escuchar: “Pa´ trás, ni pa´ agarrar impulso”. Jesucristo nos dijo: “Quién pone su mano en el arado y mira hacia atrás, no es digno de mí” (Lc 9, 62).

      Afirmemos que no se vale desviarse ni a la derecha ni a la izquierda (Josué 1, 7). Desviarse significa entrar a la opresión y a la esclavitud de una sociedad masificada y masificadora, viviendo como otros viven o haciendo lo que otros dicen, bajo el yugo del conformismo y del totalitarismo, del consumismo y del hedonismo.

      Orientemos la mente, la voluntad y el corazón hacia el Bien, hacia Dios, hacia los pobres, hacia un ideal que bien pudiera ser la familia, el estudio, un valor a realizar…

      Pero, digamos con certeza que la exigencia primigenia es elegir el camino que Dios nos propone: Jesucristo, Buen Pastor que busca a la oveja perdida hasta encontrarla (cf Lc 15, 4).

15. ¿Quién nos va a conducir?

El guía lo llevamos dentro, es conocido como la “Conciencia Moral”. El lugar donde Dios se comunica con el hombre con el fin de despertar su conciencia e invitarlo a salir de una situación de enfermedad, de esclavitud de opresión para cultivar lo realmente humano que hay en su interior. Despertar a los dormidos para que acepten la invitación de volver a la casa del Padre. "Despertar las conciencias implica respetar en cada persona lo que le es propio por naturaleza y lo que la gracia de Dios ha venido a redimir. Despertar las conciencias para que cada persona pueda asumir su responsabilidad ante sí mismo, ante su familia y ante la sociedad, es un desafío de la hora presente en el que la Iglesia, Madre y Maestra, experta en humanidad, puede contribuir con su poder específico". Esto ocurrirá, ciertamente, cuando cada cual reconozca, en la debida forma, los derechos que le son propios y los deberes que tiene para con los demás. Más todavía: una comunidad humana será cual la hemos descrito, cuando los ciudadanos, bajo la guía de la justicia, respeten los derechos ajenos y cumplan sus propias obligaciones; cuando estén movidos por el amor, de tal manera que sientan como suyas las necesidades del prójimo y hagan a los demás partícipes de sus bienes, y procuren que en todo el mundo haya un intercambio universal de los valores más excelentes del espíritu humano (Monseñor Carlos Talavera).

¡¡¡Ánimo, nos espera el abrazo del Padre!!!





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