HAGAMOS AL HOMBRE A IMAGEN Y SEMEJANZA NUESTRA

OBJETIVO: Presentar un itinerario espiritual que nos ayude a ser discípulos misioneros de Cristo, para que siendo alabanza de su gloria el mundo tenga vida en Él.




Iluminación. “Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra: hombre y mujer los creó (Gn 1, 26-27). “De cualquier árbol del jardín podéis comer, más del árbol de la ciencia del bien y del mal, no comerás, porque el día que comiereis de él, morirás” (Gn 2,
17). “No es bueno que el hombre esté solo, démosle una ayuda adecuada” (Gn 2, 18).


1.     Hablemos del hombre.




Quiero comenzar esta primera reflexión a la luz de la Sagrada Escritura y pidiendo al mismo Espíritu Santo que inspiró al Autor sagrado que ilumine hoy nuestro entendimiento para que podamos todos comprender el sentido y significado de las palabras que el Señor nos dirige hoy y aquí a nosotros: “Hagamos al hombre”. Palabras tan actuales, hoy como ayer y siempre. ¿Cómo es el hombre que pretendemos poner en la calle?, ¿Cómo soy yo?, ¿Respondo al hombre que salió de las manos de Dios?

El hombre, todo hombre, es don y tarea. Somos seres no terminados, estamos en proceso de construcción. Jeremías en la casa del alfarero comprendió que existen humanos a quienes se les ha descompuesto la vida y necesitan re-iniciarse en su proceso de madurez humana. No basta con ponerles un “parche, un curita” sobre sus heridas, no basta, es más de nada sirve. Jesús ya lo dijo: “No se le puede poner un parche nuevo a un vestido viejo” (Mc 2, 21).
             
2.     ¿Qué hace falta? 

Hace falta. “Nacer de nuevo”, “Nacer de Dios, nacer de lo Alto”, “Nacer del Agua y del Espíritu (Jn 3, 1- 5). Nacer de nuevo para ser nueva creación que nace de la Pascua de Cristo, y poder  decir con el apóstol: “Hechura suya somos” (Ef 2, 10). Qué hermoso es poder decir en el Espíritu: “He salido de las manos de Dios como don, como regalo para los demás, para la Iglesia, para la Sociedad” (Ef 2, 1-9).

Creo que es válido decir que el mayor acto de amor que podemos hacerle a una persona es ayudarle a iniciarse en su proceso de realización humana-cristiana. “Oro y plata no tengo, pero lo que tengo te doy” (Hech 3, 6). Pedro es portador de fe, esperanza y amor, las virtudes teologales que son para el cristiano un verdadero camino de madurez y realización, de acuerdo a las palabras de Jesús, Autor y consumador de nuestra fe (Heb 12, 2) “Vengo para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). Hablamos de una vida plena, divina, que se recibe como “Don, como Gracia” y se vive en la Verdad, en la práctica de la Justicia, en Libertad  responsable  y en Solidaridad con todos. Como ven, no se trata de un simple progreso humano ni de un bienestar económico, sino a una vida plena, fértil y fecunda que es posible por la fe en Jesucristo que vino a traernos a Dios, no vino a hacernos ni ricos, ni poderosos.

Lo que  me atrevo a afirmar es que el hombre fue creado para la felicidad, para ser feliz, para vivir en la alegría. La alegría es el sacramento de la felicidad. Ésta es un don y es  respuesta. Es una disposición o actitud ante la vida. Como también es una opción de la voluntad.

3.     La Palabra de Dios. (Leer Génesis 1,1- 25). 

En esta lectura bíblica descubrimos la pedagogía de Dios, tanto para la primera creación como para la segunda, llamada también regeneración en Cristo. Tres etapas: Iluminación, separación y ornamentación. ¿Qué encontramos en ellas? Una catequesis sencilla que fortalecía la fe del pueblo de Israel y hoy, nos ayuda a comprender la pedagogía de Dios que pone en marcha su Plan de salvación. Plan que Cristo realizará en la historia cuando llegue la plenitud de los tiempos y el Espíritu Santo actualizará en nuestra vida, en el hoy de nuestros días.


Etapa de Iluminación


En el principio la tierra  era caos, confusión y tinieblas… “Hágase la luz”. Y la luz se hizo. Cuando se llega a una casa que está a obscuras, en tinieblas, que ha sido invadida y saqueada por los ladrones  lo primero que hacemos es encender la luz, para así, ver el desorden que hay dentro de la casa. Cuando el hombre no tiene la luz del Evangelio, su vida es un desorden y ni siquiera se reconoce el caos y el vacío que se lleva dentro. En el principio como hoy lo primero que Dios hace cuando quiere salvar, sanar o liberar a una persona o a una comunidad es darle una palabra que viene como Luz a iluminar las tinieblas. 

El Salmo 109 nos dice: “Tú Palabra es luz en mi camino, lámpara para mis pies”. La Palabra es la Verdad que echa fuera la mentira, la falsedad, el engaño, fuente de enfermedades.


Etapa de Separación


Primero separa la luz de la obscuridad; luego, las aguas de arriba y de abajo y aparece el firmamento; después las aguas de lo seco y aparece el mar y la tierra. “Todo era bueno, bello”, Dios hace las cosas bien hechas, las hace bellas, buenas y bonitas. La Vida nueva exige muchas separaciones. Sin las cuales todo será confusión en nuestra vida: ¿De qué quiere Dios que nos separemos? Existen muchos apegos en nuestra vida, verdaderas esclavitudes que nos oprimen y nos privan de libertad… y de una vida plena.

Etapa de Ornamentación


Dios llena la tierra de toda clase de plantas, el firmamento de luces; el mar de peces, el cielo de aves y la tierra de animales. Y cuando todo estaba preparado, Dios crea al hombre como corona y culmen de su Creación: “Hombre y mujer los creó”, iguales en dignidad, complemento uno del otro. Ahora Dios dice: “Todo está muy bien; está muy bueno; está bellísimo”. 

Dios bendice la obra de sus manos; le da al hombre autoridad sobre los peces del mar, las aves del cielo, sobre los  animales y sobre las plantas y los árboles frutales: “Todo ha sido creado para el hombre y para todos los hombres”, “Dios creó todo para todos”. Con su bendición el Señor dio al hombre su primer mandamiento: “Creced y multiplicaos, llenen la tierra y sométanla”. ¿Cuáles son los ornatos en nuestra existencia?, ¿Cuál es la belleza de nuestra vida?

La primera página del Génesis nos presenta una catequesis tan sencilla que nos ayuda a comprender la pedagogía de nuestro Creador. ¿Puede haber separación sin iluminación?, ¿Puede haber ornamentación sin iluminación y sin separación? 


4.    . ¿Cómo podrá el hombre someter la tierra? 

Para esta tarea Dios le ha dado al hombre talentos, dones, capacidades para que trabaje la tierra; el hombre trabajando desarrolla sus potencialidades: Ha recibido de Dios inteligencia, voluntad, cinco sentidos, que son las ventanas del alma y dos manos para trabajar.

 “Hombre y mujer los creó”.  Dios los bendice y les dice: “sean fecundos y multiplíquense, llenen la tierra y sométanla”. Dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los animales que se mueven sobre la tierra” (Gn 1, 27-28). El hombre y la mujer salieron de las manos de Dios bellos y hermosos, en estado de armonía, se complementan mutuamente, son el uno para el otro. En armonía con Dios, consigo mismo, con los demás y con la naturaleza. Había un orden perfecto: Dios Creador, el hombre corona de la Creación, los animales y las cosas que fueron creadas para el hombre y para todos los hombres. 

Digámoslo desde ahora: Todo fue creado para todos los hombres. La voluntad de Dios es que todo hombre y toda familia tenga lo necesario para vivir con dignidad. La pobreza y la miseria de muchos tiene su origen en el pecado del hombre que ambiciona y arrebata lo que en verdad otros necesitan para vivir. 

5.    En el segundo relato (Gn  2, 4bss)

“El hombre, tomado del barro de la tierra,  es aliento de Dios”. El hombre creado del polvo de la tierra es “aliento de Dios”, es grandeza y miseria, es “centro de la creación”. Dios hace para él, un “edén”,  un paraíso en el cual hay árboles de frutos deliciosos, manantiales de agua que se convierten en ríos, hay en el edén perlas y joyas preciosas. En el centro del paraíso están dos árboles: “el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal”.

El hombre recibe una palabra: protégelo y cultívalo, El edén es don y tarea, es gracia y responsabilidad. Hasta el mejor jardín requiere de un jardinero. En el edén de Dios, el hombre es el jardinero, su trabajo es proteger, cuidar y cultivar los dones que Dios gratuitamente ha dado a la humanidad. El hombre no puede descuidar, ni abandonar el “don” que ha recibido gratuitamente para cultivarlo y poner los frutos de la cosecha al servicio de todos sus semejantes. Negarse a trabajar significa renunciar a realizar el sentido de su vida como colaborador de Dios, hermano de los demás y servidor de la humanidad.

6.    La prueba de fuego

El árbol de la vida, es Dios, que nos ofrece el fruto de su Vida como gracia, como don. Si queremos responder a la Gracia de Dios debemos evitar comer el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, el mandamiento lo dice con toda claridad: “No comerás”, es la ley del paraíso.

“De cualquier árbol del jardín podéis comer, más del árbol de la ciencia del bien y del mal, no comerás, porque el día que comiereis de él, morirás” (Gn 2, 17).

Dios ama a todos, pero no nos obliga por la fuerza a que nos dejemos amar por Él. Dios quiere lo mejor para nosotros, pero, no nos violenta. Él quiere que el hombre sea protagonista de su propia historia, que sea responsable de sí mismo y de los demás, y le da la “gran oportunidad de decidir su destino, su futuro”. El hombre es invitado por su Creador a ser protagonista de su propia historia.

El libro del Deuteronomio y más tarde el Eclesiástico nos dirán: “Mira yo pongo hoy delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal” (Dt 30, 15; Eclo 15, 16). Pareciera que el Cielo le dice al hombre: “Elige, pero elige bien, pues de lo que elijas serás responsable”. 

7.  El hombre no fue creado para vivir en solitario


“No es bueno que el hombre esté solo, démosle una ayuda adecuada” (Gn 2, 18). El hombre es la ayuda adecuada para la mujer y la mujer, es la ayuda adecuada para el hombre. Los padres para los hijos y los hijos para los padres, el hermano para el hermano, más aún, todo ser humano es don de Dios para los demás.

 “No es bueno que el hombre esté solo”, el hombre, todo hombre, no fue creado para vivir en solitario; el hombre en solitario no se realiza: Hemos sido creados para vivir en Comunidad. “Hombre y mujer los creó”, significa que el uno es un don para el otro. El uno es complemento para el otro. Dios piensa en una gran familia en la cual todos sean sus hijos y hermanos entre ellos. En esta  familia todo se recibe como Gracia, y en ella, nadie vive para sí mismo, el otro, no me debe ser extraño, es un don de Dios.


7. La caída


Dijo la serpiente: “De ninguna manera morirán. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comieren de él, se les abrirán los ojos, y serán como dioses, conocedores del bien y del mal”. La mujer comió y dio también a su marido que también lo hizo: hombre y mujer comieron; hombre y mujer pecaron.

Al comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, el hombre, rompe el diálogo con Dios y con los demás, quedando encerrado en sí mismo. Podemos decir que el hombre desde el principio, desde sus orígenes ha sido un buscador. Engañado por la serpiente buscó ser grande, poderoso, dueño de la sabiduría y de la vida. Dios le ofreció todo esto como gracia y el hombre prefiere una forma de existencia caída y dividida sobre un campo de muerte.

“Se dieron cuenta que estaban desnudos” (Gn 3, 7). Han perdido la mirada original, la mirada de Dios; han perdido el ser divino, ya no se miran como lo que realmente son, un fin en sí mismo, ahora reina la mirada según la carne, ha entrado el reinado de la cosificación, de la instrumentalización, de la manipulación, del hedonismo y del materialismo. Adán y Eva han querido morir porque así lo han elegido al hacer una opción por el árbol de la ciencia del bien y del mal, y Dios les deja ser lo que ellos han elegido, seres para la muerte. No obstante lo anterior, podemos decir que el Dios de la Vida que se nos da como Gracia, no puede exigir que el hombre lo ame a la fuerza, pues la fuerza es lo contrario al amor, ni puede impedir que se haga “Ateo”. 

Adán y Eva salen del paraíso como el hijo pródigo salió en otro tiempo de la casa del padre para irse a un país lejano, en un proceso de deshumanización y despersonalización. No obstante el hombre rompe el diálogo con su Creador queriendo ser independiente rechaza el Plan de vida para sumergirse en su propio plan que ya no es de vida, sino de muerte, Dios no deja de amar al hombre que sale del Paraíso arrastrando con él una Promesa de
Salvación: Un día podrá volver a casa, al paraíso y podrá comer del fruto del “árbol de la vida” (Apoc 2, 7). Ese día será el día de Cristo.

8. ¿Qué significa ser imagen y semejanza de Dios?

Ser imagen de Dios significa que Dios hace al hombre partícipe de lo que Él es y de lo que Él tiene; mientras que ser semejanza significa imitar a Dios, hacer las cosas que Él hace. Podemos decir entonces que ser imagen de Dios significa:

      Ser imagen de Dios significa: hablar, comunicarse, vivir en comunión. El hombre puede decir las mismas palabras de Dios y puede crear con su palabra. Lo que san Pablo llama “Glosalalia”: Hablar las palabras de Dios. Lenguas amables, limpias y veraces. Lenguas que animan, exhortan, unen, consuelan, enseñan y corrigen.

      Ser imagen de Dios significa: mirar. Pero más que mirar, distinguir, entre lo bueno y lo malo. El hombre imagen de Dios no está ciego, puede ver con claridad y reconocer la belleza de su dignidad y la de los otros. El hombre puede ver las maravillas que Dios está haciendo en su vida y llenarse de alegría.

      Ser imagen de Dios significa: oír, escuchar. Podemos escuchar las palabras de Dios en lo más profundo de nuestros corazones. Podemos escuchar el clamor de los pobres, de la familia, de los más débiles. Dios al revelarse a Moisés le dice: “He oído el clamor de mi pueblo” (Ex 3,  9).

      Ser imagen de Dios significa: caminar; caminar es amar, es darse, es entregarse sin reservas, sin miedos, con libertad para compartir los dones de Dios con todos.

      Ser imagen de Dios significa: dominar, no sólo, a los animales y a las plantas, sino también, el mal, los propios instintos, las malas pasiones; puede  dominarse a sí mismo y tener dominio propio. 

      Ser imagen de Dios significa: descansar. Para descansar, el hombre tiene que romper con todos sus apegos y esclavitudes para poder entrar en el Descanso de Dios. “Vengan a mí los que están cansados y agobiados” (Mt 11, 25ss), dice Jesús a los suyos.

      Ser imagen de Dios significa: servir.  Para esto nos ha dado dos manos con las cuales podemos hacer maravillas como lavar pies, lavar leprosos, ser creativos; podemos hacer mucho bien y entonces ser regalo de Dios para la humanidad. El hombre no fue determinado para hacer el bien, él, libremente puede elegir hacer mucho mal.

El hombre forma parte de una creación gratuita, siendo así gracia, regalo, don. Todo lo que es y tiene de bueno es “Don de lo Alto" (cfr 1Cor 4, 7): mi vida es regalo, porque Dios mismo es regalo.

9.  Los perfiles del rostro del hombre


En todo ser humano, Dios Creador y Padre hace al ser humano partícipe de lo que Él es y de lo que Él tiene: La unicidad, la verdad, la belleza y la bondad. A la luz de esta hermosa verdad podemos contemplar los perfiles de todo rostro humano:
             
      El hombre es un ser original. No hay dos como él, es único e irrepetible. Cuando el hombre pretende verse, pensar, hablar y valorarse como los demás pierde su originalidad para convertirse en copia de otros, vivir en las apariencias con una personalidad adornada, con “maquillaje”. La originalidad hace del hombre una
“perla preciosa”.

      El hombre es un ser responsable. Responsable de sus pensamientos, palabras, sentimientos y comportamientos. Ser responsable significa vivir de frente a sí mismo y de frente a los demás. La madurez humana se mide con la responsabilidad.
Responsable es aquel que le responde a la vida, y por ende, a Dios. 

      El hombre un ser libre. La libertad es inherente al ser y a la misma vez, es su vocación. Es una propiedad de la voluntad que responde a las preguntas: ¿libres de qué? y ¿libres para qué? Por su libertad el hombre decide obrar o no obrar, hacer una cosa u otra. Puede amar y también odiar, hacer el bien o hacer el mal. De lo que él haga será responsable. Donde hay responsabilidad hay libertad, son inseparables. Crecen juntas, y una no existe sin la otra, y a la misma vez que pueden crecer por el uso de su ejercicio, también pueden disminuir por la ignorancia, la violencia, el miedo y por la práctica de actos  inmorales que esclavizan la voluntad y la inteligencia del hombre.

      La persona es un ser capaz de amar. La persona, toda persona se realiza amando: Amar es darse y entregarse a un alguien para que se realice como lo que es, persona, llamado a ser hijo de Dios y hermano universal de los hombres. El mayor acto de amor que se le puede hacer a un ser humano, es ayudarle a iniciarse en su proceso de realización humana y cristiana. El hombre se realiza en medida que sea capaz de recibir y de dar amor.

¿Pero realmente somos originales, responsables y libres?, ¿Realmente nos amamos? Existe una armonía y una influencia que nos hace decir que cuando el hombre pierde su originalidad, disminuye a la vez su responsabilidad, su libertad y su capacidad de amar. La estructura espiritual se desmorona hasta llegar a la desintegración interior.  Solamente aman los que son libres, y sólo existe la libertad donde hay responsabilidad.

Contra lo que muchos han afirmado, hemos de decir que el hombre no es un ser determinado, no obstante, sus condicionamientos y la influencia de su ambiente, el hombre siempre es libre para decir la última palabra: yo lo quiero o no lo quiero; lo hago o no lo hago. Esto  porque toda acción humana requiere de conciencia y de libertad, no importa, su eficacia o su utilidad. Las acciones pueden ser buenas o malas, morales o inmorales, pero el hombre siempre será responsable.


10. El hombre desde una visión existencial


      El hombre es un buscador de valores. Lo que en el fondo busca es sentirse bien, ser feliz. Frankl afirma que la felicidad no se busca, quien la busque está condenado a vivir sin encontrarla. Es consecuencia de la realización personal mediante el cultivo de ciertos valores como respuesta a la vida para no quedarse convertido en un simple bosquejo de persona humana.

      El hombre es un ser en proyección. No está hecho, se está haciendo a sí mismo en el encuentro con la Realidad. No es un ser terminado, sino un ser existente y trascendente, cuya vida está orientada hacia lo que todavía no es, pero que está llamado a ser: una plenitud de persona (Frankl). 

      El hombre es un ser trascendente. No nació para ser esclavo de nada ni de nadie. Trascender es ser uno mismo. Esto pide ser capaz de romper con ataduras que nos impidan caminar con los pies sobre la tierra. Romper con círculos viciosos y viciados que denigran al hombre, lo atrofian y lo esterilizan. El hombre trascendente es aquel que no se apega a las cosas, no se esclaviza a ellas. No vive en el pasado ni en el futuro, sino en el presente. Trascender es salir de sí mismo, para “vivir de encuentros”, “es amar, es darse, es entregarse” a un alguien para que se realice como lo que es. Trascender es responder a la vida, es poseerse a sí mismo. El Destino Ontológico está ahí, es gratuito, inalterable y funcional. Se ha recibido de la Vida. Se descubre, se acepta y se realiza en el servicio con otros.

      El hombre: Un ser para los demás. El verdadero concepto de persona identifica al hombre como ser en relación que sólo alcanza su plenitud y su madurez en la medida que vive de encuentros con “Otras personas, consigo mismo, con la naturaleza y con Dios”. El hombre se realiza amando, dándose y entregándose en servicio a los otros con quienes comparte un mismo “hábitat”.

Todo hombre es capaz de desarrollar y madurar sus capacidades y potencialidades, éstas pueden ser buenas o malas. No se trata de decir que el hombre es bueno o malo, sino de afirmar que puede hacer lo bueno y puede hacer lo malo. Nadie puede decir que ha alcanzado ya, plenamente una espiritualidad, tan madura que ya no pueda crecer más.

Oración: Dios de bondad y de toda misericordia, gracias por el don de la vida y por llamarnos a cooperar con responsabilidad en la regeneración del hombre. Señor, tú conoces mis muchas debilidades, lávalas en la fuente de tu misericordia, conviértelas en vida, derrámalas como una bendición sobre mi persona y sobre mi familia.






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