PREPARANDONOS PARA VIVIR EL PENTACOSTES QUE CRISTO NOS REGALA.

 

LA OBRA ESENCIAL DEL PARÁCLITO ES SALVAR Y SANTIFICAR A LOS HOMBRES POR LA FE EN JESUCRISTO.

 


El Espíritu Santo viene a actualizar la obra redentora de Cristo. La Obra del Paráclito es hacer que el mundo crea en Jesús para que creyendo se salve. Con estas palabras se pone de relieve que el propio Cristo es el primer Paráclito, y que la acción del Espíritu Santo será semejante a la que Él ha realizado, constituyendo casi su prolongación. Jesucristo, efectivamente, era el “defensor” o “abogado” o “maestro exterior” ahora lo es desde de dentro, es maestro interior y continúa siéndolo por medio del Paráclito. San Irineo, uno de los primeros padres de la Iglesia, dijo: Jesucristo y el Espíritu Santo son las manos de Dios.

 

¿Cuál es el papel del paráclito? Según San Juan, la misión del Paráclito es permanecer con los discípulos después de que Jesús ha retirado su presencia visible de ellos, para llevarles interiormente la enseñanza dada externamente por Cristo y así ser testigo de la doctrina y la obra del Salvador. Su papel es la de conducir a la Iglesia: En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! (Rm 8, 14- 15)-

 

¿Cómo viene a nosotros el Paráclito? Jesús con su sangre derramada en la cruz le abre el camino para que venga a nosotros el Espíritu Santo: “Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos lafiliación adoptiva.” La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! (Gál 4, 4- 6)- Nos libera de la esclavitud de la Ley y nos trae al Paráclito que es el segundo Enviado del cielo a petición de Jesús. “Y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre.” (Juan 14.16)-

 

Sus efectos extraordinarios se llaman dones, frutos, bienaventuranzas y virtudes. Su obra ordinaria es la santificación con todo lo que conlleva: la gracia habitual, las virtudes infusas, la adopción y el derecho a la herencia celestial. «La caridad de Dios» (Rm 8, 17)- Dice San Pablo, «el Amor se derrama en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado» (Rom 5, 5). En ese pasaje, el Paráclito es a la vez el dador y el don: el dador de la gracia y el don del Padre y del Hijo. San Pablo enseña repetidamente que el Espíritu Santo habita en nosotros:

Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece; más si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo haya muerto ya a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros. (Romanos 8, 9, 11)-

¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él; porque el santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario. (1 Corintios 3, 16).

 

En el Nuevo Testamento, el Espíritu Santo se identifica con el Espíritu de Cristo, el Espíritu de la Verdad y el Paráclito: “Consolador, Maestro, Abogado Y Ayudante.” El que viene en lugar de Cristo que ha vuelto al Padre. Jesús lo había prometido cuando dice: No los dejaré huérfanos, le enviaré al Paráclito, para que esté con ustedes. (Juan 14,18)-  

 

El Espíritu Santo es la Promesa de Jesús. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. «Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver.» (Juan 16, 13- 16)-

 

¿Quién es el Espíritu Santo? El Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad, junto con el Padre y el Hijo, Es el Señor y Dador de Vida.  Es el Don de Padre a su Hijo y el Don del Hijo a los que creen y le obedecen. Es un ser personal y espiritual que actúa en el mundo de manera invisible, pero que tiene un papel activo en la vida de los creyentes y en la historia de la salvación. Es el alma de la Iglesia, la conduce y actualiza en la vida de los creyentes la salvación ofrecida por Cristo, la redención de Jesucristo. Los frutos de la redención son el perdón la paz, la resurrección, la comunidad y el don del Paráclito.

 

Fe, Conversión, frutos y dones son obra del Espíritu. Los dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. (Is. 11- 2)- Y los frutos de Espíritu Santo son: En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley. (Gál 5, 22- 23)- La conversión cristiana es la obra del Paráclito, él es la Gracia increada, es nuestro colaborador, nuestro ayudante, sin su ayuda nuestra fe es estéril. (Snt 2, 14)-

 

El Espíritu Santo y las Virtudes Teologales.  El Espíritu Santo es el alma de las virtudes teologales y de las virtudes cristianas. La fe, la esperanza y la caridad, vividas con autenticidad y de manera heróica son presencia vida del Espíritu en nuestra vida interior. (1 de Tes 1, 3; 5, 8)- Fe en Jesucristo y Amor a los hombres (Ef 1, 15)- La bondad, la verdad y a justicia (Ef 5, 9)- La mansedumbre y la humildad (Mt 11, 29)- La justicia y la santidad (Ef 4, 24)- Vete al alcance de la justicia, de la fe, de la caridad, de la paz. 2 Tim 2, 22)- prudencia, justicia, fortaleza, templanza. tenacidad, piedad, amor fraterno y caridad. (1 de Pe 1 5- 8)- Las virtudes se forman en la escucha y obediencia de la Palabra de Dios; son luz, poder, vigor y amor. (cfr Ef 6, 10)- Nacen y crecen hasta la madurez en la fe sincera, el corazón limpio de apegos y la conciencia moral (1 Tm 1, 5)-  Nos llevan a la salvación y a la perfección cristiana por la fe y las buenas obras (2 de Tm 3, 14- 17)-

 

El Espíritu Santo y los Sacramentos de la Iglesia. Los Sacramentos son signos de Cristo y de la Iglesia, son canales de la Gracia de Dios, cuando son bien celebrados son un verdadero encuentro con Cristo y con la Comunidad, el agente principal es el Espíritu Santo, nuestro Santificador. Que viene n nuestra ayuda, según lo dice sal Pablo: Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables, y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según Dios. (Rm 8, 26- 27)-

 

El Espíritu Santo y las Obras de Misericordia o de Caridad. El Amor de Dios en nuestro corazón es la Caridad, señal que hemos pasado de la muerte a la vida (1 de Juan 3, 14)- La fe sin obras está muerta lo ha dicho un Apóstol (Snt 2, 14)- Las obras de Caridad son un verdadero encuentro con el Señor, señal que existe una verdadera religión y una auténtica piedad. (Snt 1, 27)- La piedad sin amor no es grata a Dios (Is 1, 15; Mt 7, 21- 23)- La práctica de la Caridad nos ayudan a crecer en la fe y a santificarnos, cuando se realizan bien, con un corazón redimido y con fe sincera, y para gloria de Dios. (1 de Tm 1, 5)-

 

Sin el Espíritu Santo no vivimos ni encarnamos las Bienaventuranzas.  «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos , porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. (Mt 5, 3- 11)-

 

¿Qué significa el término Paráclito referido al Espíritu Santo? Jesús, cuando anuncia y promete la Venida del Espíritu Santo, le llama el "Paráclito", literalmente "aquel que es llamado junto a uno", el compañero, el ayudante. (Jn 14, 16. 26; 15, 26; 16, 7). "Paráclito" se traduce habitualmente por "Consolador", siendo Jesús el primer consolador (cf. 1 Jn 2, 1; (Catic 692)- Con la Gracia increada que es el Espíritu Santo y nosotros esfuerzos y renuncias salimos del sepulcro de nuestros pecados para ir a revestirnos de Cristo. Dios y nosotros, trabajamos en nuestra salvación y santificación.

 

¿Qué dijo Jesús acerca del Paráclito? Jesús les dijo: Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce. (Juan 14, 15- 17)- Para que venga a nuestra vida hay que creer en Jesús y amarlo, guardar sus andamientos y su Palabra (Juan 14, 21. 23)- Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.» (Juan 8, 31- 32)-

 

El Espíritu Santo es el espíritu de Libertad, (2 de Cor 3, 17)- El Paráclito de la Verdad que nos libera de todo pecado y nos libera para que amenos a Dios y los hermanos, y hace de nosotros los servidores de Cristo. (Ef 1, 1; Snt 1,1)- Sólo los que son libres pueden amar y servir en el Espíritu (Col 1, 8)- Por eso Pablo nos dice de las tres manifestaciones de la presencia del Espíritu en nuestro corazón: Que el Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo. Toda vez que quien así sirve a Cristo, se hace grato a Dios y aprobado por los hombres. (Rm 14, 17- 18)-

 

 

 

 

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