MAESTRO ¿CUÁL ES EL PRIMERO DE
LOS MANDAMIENTOS?
Objetivo. Iluminar con la Luz de la Palabra de Dios nuestra realidad existencial
como creyentes para que evitemos toda confusión y evitar la parálisis de
nuestro corazón.
Iluminación. “Pero a vosotros que me
escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien,
bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen” (Lc 6, 27s).
1.
El relato Evangélico.
En aquel tiempo, uno de los
escribas se acercó a Jesús y le
preguntó: “¿Cuál es el primero de los mandamientos?” Jesús le respondió: “El
primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás
al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y
con todas tus fuerzas. El segundo es éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo.
No hay ningún mandamiento mayor que éstos”. El escriba replicó: “Muy bien,
Maestro. Tienes razón, cuando dices que el señor es único y que no hay otro
fuera de él, y que amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con todas las
fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos
y sacrificios”. Jesús, viendo que había hablado sensatamente, le dijo: “No
estás lejos del Reino de Dios”. Y ya nadie se atrevió a hacerle más preguntas (Mc 12, 28-34).
El contexto histórico.
Cuando el escriba preguntó a Jesús que nombrara el mayor mandamiento de
la Ley, emplazó a Jesús en un aparente dilema. La ley judía tocaba todos los
aspectos de la existencia humana; seleccionar un mandamiento como supremo era
ignorar muchos otros. La Ley judía tenía en total 613 preceptos. Si Jesús decía
que el mayor mandamiento era amar a Dios, sus oponentes podían denunciarlo como
un fanático religioso de otro mundo. Por otro lado si decía que el mayor
mandamiento era amar a los hombres, podían reprenderlo como un impío maestro
moralista. Jesús pasó la prueba al juntar los dos grandes mandamientos. “Amarás
a Dios con todo tu ser… y Amarás al prójimo como a ti mismo”. Y ¿Quién es la
persona que no se ama? Aunque se tenga una imagen débil o pobre de uno mismo
¿Quién es el hombre que no busca hacerse el bien a sí mismo? Igualmente debemos
hacer con los hermanos.
2. La
explicación del texto.
El amor a Dios y al prójimo son el resumen de lo que Jesús vivió, y a
la misma vez son el fundamento de su Mandamiento: “Ámense los unos a los otros como Yo los he amado” (Jn 13, 34) El
cristiano que no guarde los 10 Mandamientos y pretenda guardar el Mandamiento
Nuevo, se engaña a sí mismo. La primera condición para poner el práctica el
amor a los hombres, tal como lo hizo Jesús: hasta dar la vida por todos es: estar en comunión con Jesús. La segunda
es consecuencia de la anterior: salir
del pecado. La tercera condición es
amar la voluntad de Dios manifestada en cada una de las 10 Palabras o Mandamientos
de la Ley de Dios. Juan el discípulo amado de Jesús nos dice en su primera
carta: “Si alguno dice amo a Dios” y
aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano a quien
ve, no puede amar a Dios a quien no ve (1 Jn 4, 20). Entonces, el camino
seguro para llegar a Jesús y por él, al Padre es amando al hermano.
3. Amar
es darse y entregarse
El hombre moderno concibe el amor como un sentimiento y como respuestas
emocionales positivas, no como una acción. Esta noción equivocada de amar a los
hombres se parece al equivocado concepto moderno de amar a Dios, ya que se
describe ese amor como una experiencia emocional. Un hombre moderno cree que
experimenta amor verdadero cuando se siente apasionado hacia otra persona, o
está vencido por una sensación de compasión por un mundo que sufre. Tal noción de amor no es bíblica. Las emociones
son útiles pero no son la realidad central del amor. Se confunde los
sentimientos egoístas y complacientes con el amor. El amor cristiano involucra
relaciones personales de compromiso; se expresa en cuidado, interés y servicio.
El amor cristiano es primeramente un asunto de voluntad y acción, no de
emociones.
El amor cristiano (la caridad) se enraíza en la voluntad, es una acción
potenciada por el Espíritu Santo y es expresado en un compromiso personal y
decidido hacia los otros. Amor cristiano no necesita esperar por una emoción
para amar a los compañeros de oficina, al vecino o a los miembros de la
Iglesia. El amor es la decisión de entregarse a los demás, pedir ayuda a Dios y
proceder a amar, aunque, no sintamos emociones. No obstante el amor cristiano
no surge del vínculo emocional, sin embargo, debe expresar aceptación y apoyo
emocional. Los sentimientos de afecto, compasión y admiración pueden ayudar al
amor y no se trata de suprimir tales sentimientos, ya que el amor cristiano no
es seco e impersonal, al contrario debe ser afectuoso, sensible, cálido y
personal. Que nos quede claro, las emociones positivas, sólo ayudan al amor, no
son el amor en sí mismas.
4. El
amor cristiano.
“Aquel amor que ha sido
derramado en nuestros corazones”
(Rom 5,5). El amor cristiano no puede ser encerrado en círculos familiares o de
Iglesia. No tiene fronteras. El cristiano debe amar a Dios, a los demás y aún a
sus enemigos (cfr Lc 6, 27). San Agustín decía que el amor tiene 4 dimensiones:
Un hacia arriba, otra hacia abajo, una más hacia fuera y otra más hacia dentro.
Amar a Dios, a los demás; amar la creación y amarse uno mismo. De las cuatro
dimensiones solo dos son mandamientos: Amar a Dios y amar a los demás. Pero el
punto de partida está en amarse a uno mismo para luego, salir de sí mismo para
ir al encuentro de los demás, y compartir con ellos lo que se tiene, lo que se
sabe y lo que se es… el hombre ha sido creado por Dios con la capacidad de
darse y de compartir sus bienes, ya sea materiales, espirituales o
intelectuales. La verdadera comunicación con los demás, es una expresión del
amor personal, y se da en el compartir los bienes que se posean con en el otro,
sea pobre o sea rico. Nadie es tan suficientemente rico que no necesite de los
demás, y nadie es tan pobre que no tenga algo para compartir con los otros.
(Dom Cámara)
La poetiza María Mañón de Almazán nos dice en una de sus muchas
poesías: “Para muchos hoy día el amor es sólo placer, es dominar, poseer y
nunca tener que dar. Esto es una aberración, yo creo que no han entendido, que
amor en el buen sentido es la mutua donación. El amor entre esposos es verse
como personas, no es usarse como objeto; es ternura, es comprensión,
benevolencia y respeto. Es trabajar los dos juntos, en el mutuo crecimiento, es
compartir alegrías, penas, dudas, sufrimientos. Es ver la fecundidad como
regalo de Dios, es saber que un hijo es: AMOR VIVO DE LOS DOS. Lo importante es
que los dos se empeñen con alegría, para poder algún día, juntos alcanzar la
meta.
5. La
fe llegada a la madurez es caridad (Gál 5, 6)
Amar no es apapachar, Amar s darse a un alguien para ayudarle a ser lo
que debe ser: una persona plena y fértil. Cuando hablamos de Caridad, no usemos
sólo las palabras, sino también las obras: “Toda obra buena es fruto de la
caridad y lleva el sello de Jesucristo” (El amor); entonces, dice el Señor: “Todos conocerán que son mis discípulos”
(Jn 13, 34- 35) En este mismo sentido san Juan Crisóstomo nos decía: La caridad
te hace ver en el prójimo otro tú mismo, y te enseña alegrarte de sus bienes
como de los tuyos propios, y a soportar sus defectos como los tuyos propios. “En
la caridad es común de todos lo que tiene cada uno”. La primera comunidad
cristiana nos ha legado ese hermoso testimonio: “La muchedumbre de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma,
y nadie decía ser propio nada de lo que tenía, sino que era todo para ellos
común y a cada uno se le repartía según su necesidad” (Hch 4, 32-35; San
Juan Crisóstomo. Homilía sobre la caridad perfecta)
El hombre ama lo que pueda hacerlo feliz, porque no puede serlo por sí
mismo…sólo que en su intento ama al revés…cae en la “inversión de valores”. Ama
más las cosas que a las personas, y veces ama más a las cosas y a las personas
que a Dios. Ama las riquezas (todo lo que le pertenece se llama riqueza) y se
hace esclavo de ellas. San Agustín nos decía: “Si quieres amar al prójimo como
a ti mismo, comparte con él tu riqueza”. (Sermón de la disciplina cristiana,
VI, 6) San Juan en la primera carta nos dice: “Quien tuviera riquezas de este
mundo y viere a su hermano padecer hambre y le cerrare sus entrañas, ¿Cómo
podrá habitar la caridad de Dios en él? (1Jn 3, 16)
6. Aplicación
a nuestra vida
Hagamos un alto en nuestra vida para entrar en nuestro interior y
examinemos nuestra conciencia. Sólo haciendo esto podremos descubrir los vacíos
que llevamos en nuestro interior. Enseguida proyectemos nuestra vida hacia los
terrenos del amor, que son los terrenos de Dios porque Dios es Amor (1 Jn 4, 8).
Comencemos a trabajar en la adquisición de una voluntad firme y fuerte para
amarnos unos a los otros sin importar el color, el credo o la raza. Aprendamos
amar a los demás como son. Cuando hablemos de los defectos de los otros no los
engrandezcamos y cuando hablemos de sus talentos no los minimicemos. Cultivemos
el hábito del compartir con todos, especialmente los menos favorecidos. No
esperemos que vengan a pedirnos, salgamos a buscar a los que realmente tienen
necesidad y por vergüenza no piden, pero, si pasan hambre.
Las palabras de san Juan nos deben abrir el entendimiento, fortalecer
nuestra voluntad y llenar nuestros corazones: “Estaremos seguros de conocerle si cumplimos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus
mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su
palabra tenga por cierto que el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En
esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él, debe vivir
como vivió él” (1Jn 2, 3- 6).
Jesús todo lo hizo por amor, y
sin él, no hizo nada…
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