TU MADRE Y TUS HERMANOS ESTÁN FUERA Y QUIEREN VERTE.

Como agua de riego es el corazón del rey en manos del Señor: él lo dirige a donde quiere. Al hombre le parece bueno todo lo que hace, pero el Señor es quien juzga las intenciones.

Proceder con rectitud y con justicia es más grato al Señor que los sacrificios. Tras los ojos altaneros hay un corazón arrogante; la maldad del pecador brilla en su mirada. Los proyectos del diligente conducen a la abundancia, en cambio el perezoso no sale de la pobreza. Los tesoros ganados con mentira se deshacen como el humo y llevan a la muerte. El malvado busca siempre el mal y nunca se apiada de su prójimo. Cuando se castiga al arrogante, el sencillo aprende; cuando se amonesta al sabio, crece su ciencia. El Señor observa el proceder de los malvados y acaba por precipitarlos en la desgracia.Quien cierra los oídos a las súplicas del pobre clamará también, pero nadie le responderá.(Prv 21, 1-6. 10-13)

El pecado del hombre es querer decidir lo que es bueno y lo que es malo sin la ayuda de Dios, por sí mismo. La Biblia divide a los hombres en dos: Es como un árbol plantado junto a corrientes de agua, que da a su tiempo el fruto, y jamás se amustia su follaje; todo lo que hace sale bien. ¡No así los impíos, no así! Que ellos son como paja que se lleva el viento. Por eso, no resistirán en el Juicio los impíos, ni los pecadores en la comunidad de los justos. Porque Yahveh conoce el camino de los justos, pero el camino de los impíos se pierde (Slm 1, 3- 6)

Jesús retoma el tema de los dos árboles: "«Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis."(Mt 7, 15- 20)

El árbol bueno equivale al hombre o la mujer que están unido a Jesús: "«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada."(Jn 15, 1- 5)

El fruto bueno viene de un corazón limpio, de una fe sincera y de un conciencia recta (1 de Tim 1, 5) Viene de un corazón que ha sido iluminado por Cristo Jesús: "Jesús les habló otra vez diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.»"(Jn 8, 12) La Luz de Jesús es amor, es vida es verdad, es justicia, es humildad, es mansedumbre, es misericordia, es santidad y es liberad (Jn 14, 6; Col 3, 12, Ef 4, 24) Cristo nuestra fe, es todo eso y más. Por lo que Pablo habla diciendo: Revístanse de Jesucristo (Rm 13, 14) Con las lámparas encendidas (Lc 12, 35) También nos recomienda “buscar las cosas de arriba donde esta Cristo sentado a la derecha del Padre” (Col 3, 1) Para estos Jesús les dice: “Ustedes son sal de la tierra y luz del mundo” (Mt 5, 13) Una vida llena de sentido que hace del hombre un “Testimonio vivo.”

¿Cómo lograr todo lo anterior? En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. Entonces lo avisaron: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.» Él les contestó: «Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra.» (Lc 8, 19- 21)

La casa donde Jesús predicaba está llena de gente, no había lugar ni para un alfiler. Vinieron de Nazaret la madre de Jesús y sus hermanos, no podían entrar a donde estaba él. Desde fuera le mandan un mensaje: “Te buscan tu madre y tus hermanos.” Él sigue predicando, le vuelven a decir: “Te habla tu familia.” Él les contesto: «Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra.» Jesús aprovecha la oportunidad para hablar de la Familia de su Padre” ¿Quién es mi madre y mis hermanos? Es la oportunidad para hablare del Reino de su Padre. “No se entra por los lazos de la carne: "Os digo esto, hermanos: La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de los cielos: ni la corrupción hereda la incorrupción."(1 de Cor 15, 50)

Para entrar en el Reino de Dios hay que creer y convertirse (Mc 1, 15) Los lazos familiares no ayudan a entrar en el Reino de Dios. No importan que tan religiosos sean. Jesús resalta la importancia de la obediencia de la Palabra de Dios: “Dichosos los que escuchan mi palabra y la ponen en práctica.” No se contenten con escucharla, hay que ponerla en práctica (Snt 1, 22) Quien así lo hace está construyendo su casa sobre roca, ni los vientos, ni los ríos, ni las tormentas la podrán derrumbar (cf Mt 7, 24) Los cimientos o el fundamento de la casa es Cristo (1 de Cor 3, 11) Y Cristo es la Verdad, el Amor y la Vida (Jn 14, 6) Quien construye su casa sobre este fundamento, se reviste de Cristo y se llena de Él.

Jesús no desprecia a su madre, Él la ama y la conoce. Sabe que María es la primera creyente y es la primera discípula de entre los  suyos. La primera en hacer de la voluntad de Dios la delicia de su vida. Ella es la “Humilde esclava del Señor.” En su corazón estaban frescas las palabras del Señor pronunciadas por ella: “Hágase en mí según las palabras del Señor” y el “Verbo se hizo carne” y habitó entre nosotros.

"Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono. El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias."(Apoc 3, 20- 22). Abre la puerta a la voz del Señor el que obedece su Palabra, y la pone en práctica. Se convierte en un discípulo de Jesús y hace alianza con el Señor. Las claves de esta alianza son: La pertenencia al Señor para toda la vida. El amor a Dios y a los hombres. Y el servicio a Dios y los hombres.

Podemos afirmar que esto es la “Voluntad de Dios” manifestada en su Palabra y predicada por Jesús: Palabra de Dios. "«No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!" (Mt 7, 21- 23)

¿Quiénes son los que se salvan? Los que hacen la voluntad de Dios manifestada en Cristo Jesús. "Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio."(1 de Jn 3, 23- 24)

La Palabra de Dios es poderosa, tiene poder para llevarnos a la salvación y a la perfección cristiana (cf 2 Tim 3, 14-17) Si la ponemos en práctica.



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