NADIE PUEDE SERVIR A DOS SEÑORES; PORQUE
ABORRECERÁ A UNO Y AMARÁ AL OTRO
"Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero. «Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida? Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?
No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos
a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los
gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo
eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por
añadidura. Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí
mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal." (Mt 6, 24- 34)
Nadie puede servir a dos señores; porque
aborrecerá a uno y amará al otro. San
Juan en su primera carta nos invita a no amar al mundo, a lo que éste nos
promete: Poder, Tener y Placer. ( de Jn
2, 15) Tres valores necesarios para vivir, el peligro es en convertirlos en
fines al invertir los valores. Hacemos de ellos nuestros dioses, y entonces nos
oprimen y nos esclavizan, y nos llevan a la muerte espiritual: vacíos de Dios,
de su Amor y de otros valores. Tal como lo dice san Pablo: "Y a vosotros
que estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales vivisteis en
otro tiempo según el proceder de este mundo, según el Príncipe del imperio del
aire, el Espíritu que actúa en los rebeldes... entre ellos vivíamos también
todos nosotros en otro tiempo en medio de las concupiscencias de nuestra carne,
siguiendo las apetencias de la carne y de los malos pensamientos, destinados
por naturaleza, como los demás, a la Cólera..." (Ef 2, 1- 3)
Mientras que los
gentiles adoraban a sus ídolos, los judíos pecaban quebrantando la ley mosaica.
Todos son pecadores, judíos y gentiles, y el pecado nos priva de la gracia de
Dios (Rm 3, 23), nos esclaviza y nos lleva a la a la muerte (Rm 6, 20- 23) No podemos servir a dos señores, al Mundo y a
Cristo, al Bien y al mal. El que mezcle los dos, se convierte en tibio y a los
tibios los vomitaré de mi boca (Apoc 3, 15) Como nos dice Jesús en su
Evangelio: “Conmigo o contra mí, el que no junta desparrama” (Mt 12, 30) No
basta con ser creyentes, no basta con ser practicantes, hay que ser discípulos
de Jesús para ser sus servidores, sus apóstoles, sus heraldos para ser como él:
hijos de Dios, hermanos de los demás y servidores de todos.
El que le da la espalda a Dios, se da media vuelta y se abraza de otro dios, del dios personificado del mal, cae en el vacío existencial, en la sepultura en la cual sólo hay huesos secos y carne mal oliente. Según la enseñanza de san Pablo, sólo hay dos estilos de vida: la carne y el Espíritu: "Pero si os mordéis y os devoráis mutuamente, ¡mirad no vayáis mutuamente a destruiros! Por mi parte os digo: Si vivís según el Espíritu, no daréis satisfacción a las apetencias de la carne. Pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne, como que son entre sí antagónicos, de forma que no hacéis lo que quisierais." (Gál 5, 15- 17)
Para el hombre de Dios, la carne es
un estilo de vida que es conducido por cualquier espíritu que nos lleva a la
muerte. Mientras que el Espíritu nos lleva a la vida, nos lleva a Cristo (Rm 8,
8-9) La carne es una vida mundana, pagana, vida de pecado. La vida en el
Espíritu es una vida conducida por el espíritu de Dios que nos lleva a ser
hijos de Dios (cf Rm 8, 14) y herederos con Cristo de la herencia de Dios (Rm
8, 17)
“No andéis preocupados por vuestra vida, qué
comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis.” Es la invitación del Señor Jesús a una
conversión a la confianza en Dios. Es una invitación a no caer en el vacío
existencial, a invertir los valores: el vestido no es más que nuestra vida, ni
la comida es más importante que nuestro cuerpo. Como tampoco nadie es más
importante que los demás; ni el dinero vale más que las personas. Todos somos
iguales en dignidad, y ningún dinero puede comprar a ningún ser humano. Las
personas, toda persona, vale más que los lujos, que los carros y que el dinero.
San Pedro nos dice: "Y si llamáis Padre a quien, sin acepción de personas, juzga a cada cual según sus obras, conducíos con temor durante el tiempo de vuestro destierro, sabiendo que habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo," ( 1 de Pe 1, 17- 19)
Fuimos comprados a
precio de sangre para pertenecer a Dios y llegar a ser lo que estamos llamados a ser: "Pero vosotros sois linaje elegido,
sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de
Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz vosotros que en un
tiempo no erais pueblo y que ahora sois el Pueblo de Dios, de los que antes no
se tuvo compasión, pero ahora son compadecidos." ( 1 de Pe 2, 9-
10)
“Buscad primero su Reino y su justicia, y todas
esas cosas se os darán por añadidura.”
Un Reino de Paz, de Gozo, de Amor, de Justicia y Santidad que nace y crece con
la escucha y la práctica de la Palabra de Dios. Que nace y crece en la
Comunidad de Jesús. Una Comunidad fraterna, solidaria y servicial. En la que
todos caminamos juntos y vivimos unos para los otros. Porque en el Reino de
Dios nadie vive para sí mismo (Rm 14, 8) Todos vivimos la “Unidad de la fe” “Crecemos
en el conocimiento de Dios” y “alcanzamos
juntos la perfección en Cristo” (Ef 3, 14) Si es que realmente conocemos
a Cristo, lo amamos y lo seguimos.
Para
Jesús la riqueza no es mala, lo malo estará para él, en no compartir con los
pobres. La conversión a la confianza en Dios nos lleva a la pobreza espiritual para
llegar a ser como Jesús, que siendo rico se hizo pobres para enriquecernos con
su pobreza (2 de Cor 8, 9) Buscar el Reino de Dios y su justicia equivale a
buscar la pobreza espiritual para ser desprendidos, generosos y serviciales,
tal como lo dice la Bienaventuranza: “Dichos los pobres de corazón porque de
ellos es el Reino de Dios. La pobreza espiritual también nos hace ser limpios
de corazón y misericordiosos (cf Mt 5, 3ss) La conversión a la confianza en
Dios es un camino de liberación y de sanación de miedos, de angustias y de
opresiones.
Cada día tiene bastante con su propio mal. El pasado ya pasó, el futuro todavía no llega, por eso Jesús nos invita a no vivir en el pasado: El que pone su mano en el arado y mira para atrás, no es digno del Reino de Dios (Lc 9, 62) El que pretenda vivir en el pasado lleva una vida neurótica. Y lo mismo el que quiera vivir en el futuro que no ha llegado se llena de preocupaciones y se enferma. Cada día tiene sus propias preocupaciones, vivamos en el presente, hoy trabajemos y esforcémonos por hacer el bien y rechazar el mal. Hoy trabajemos por nuestra liberación y salvación, y por construir unas familias unidas en Cristo. En Caridad, en la Verdad, en la Justicia y en Libertad.
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