2.
EL MISTERIO DE NAZARETH
La dimensión más
olvidada de la vida de Jesús porque aparentemente no tiene significado
misionero, es Nazaret. Mucho se ha dicho sobre la etapa de Jesús que comprende
entre los doce años y el momento de su aparición en su vida pública. Nazaret
era una aldea semi pagana y sin prestigio, un pequeño poblado casi olvidado de
la región de Galilea; no obstante fue escogida por Jesús para compartir esos
años de su vida con los más sencillos. Comparte su trabajo y su persona en lo
más ordinario y gris de las cosas de cada día.
Con respecto a
María, Nazaret fue el tiempo de maduración en la fe y en las cosas que hacen
referencia a la salvación que Dios ofrece en Jesús. María en Nazaret aceptó los
caminos de Dios aún sin comprenderlo todo, sencillamente guardaba estas cosas
en su corazón (Lc 2, 16- 21), después de la resurrección de su Hijo lo comprendería
todo.
2.- ¿Qué significa Nazaret para nuestra vida humana
y cristiana?
Nazaret es
valorar el testimonio sencillo de los demás; la simple presencia de amistad; la
caridad simple y rutinaria con la cual nos encontramos todos los días. Pues la
solidaridad y el servicio del Evangelio no se prueban en las cosas
extraordinarias, sino en la rutina de cada día, en las pequeñas cosas y con
aquellos que Dios pone cada día en nuestro camino.
Existen tres
actitudes que expresan nuestra espiritualidad de Nazaret:
a) La primera
actitud se refiere a la práctica de la caridad y la justicia.
Virtudes que en
la realidad van unidas. La caridad y la justicia, en sentido de Nazaret, no se
dan con las personas que nosotros elegimos, sino con aquellas que la vida nos
impone, que son las personas y las circunstancias que Dios manda. Ese es
nuestro Nazaret: los familiares, los compañeros de trabajo, los que se acercan
a nosotros por cualquier razón, los que viven bajo nuestro propio techo. Los
que viven cerca de nosotros son los que ponen a prueba la madurez de nuestro
amor al prójimo. Es fácil decir que amamos a los que están lejos, lo difícil es
amar a los que están junto a nosotros y conocen nuestros defectos.
Podemos tener
ideas sociales y políticas muy avanzadas, pero si faltamos a la justicia
juzgando a los que vemos habitualmente y sofocando los derechos de nuestra
propia familia, de muy poco sirven nuestras ideas. Cuando actuamos sin
misericordia y de manera injusta con las personas que nos rodean nos
convertimos en los primeros opresores. Amor y justicia comienzan en la propia
casa.
b) La segunda actitud se refiere a nuestro servicio
y entrega a favor de los más pobres.
El pobre que no
tiene los valores y el dinamismo para pagarnos por nuestros servicios, es
realmente el que nos ayuda a crecer en amor y en libertad, le ayudamos sin
esperar nada a cambio. El pobre siempre está ahí, con una necesidad concreta,
es él quien nos cuestiona y nos arranca de nuestros planes. Un amor que no se
compromete por ayudar a los pobres a vivir mejor, no es aún un amor maduro.
Pobre es la
muchacha que quiere estudiar, al menos su primaria, secundaria o preparatoria,
pero el medio ambiente de pobreza, la incomprensión de unos padres o el celo de
unos hermanos impiden que sus deseos se vean realizados. Pobre es la joven
desprestigiada por el pecado de los hombres. La peor y más grande pobreza no es
la material, sino la de negarse a que los mismos hijos le arranquen a la vida
un poco de preparación. Muchos son los jóvenes que no asisten o se salen de la
escuela por falta de apoyo de la sociedad o de la misma familia.
Entendida ésta
como renuncia interior a ciertos apegos que bien pueden ser personas, cosas,
lugares, cargos, planes, etc. se renuncia a la servidumbre de las cosas o de
las personas para servir a Dios y a los hombres; se renuncia a la servidumbre
del pecado para crecer en responsabilidad y libertad y por lo tanto en
santidad. La pobreza interior se expresa en un estilo de vida simple, sencillo
y austero, sin lujos ni cosas innecesarias, pero siempre con el deseo de
prepararse en la vida para ser y vivir mejor como hijo de Dios y hermano de los
hombres.
3.- Aplicación a nuestra vida.
El misterio de Nazaret
no nos ofrece solo un modelo para la imitación del Señor pobre, humilde y
obediente, que pasó la mayor parte de su vida sin ser reconocido como el Mesías
de Dios, trabajando como el carpintero de Nazaret, sino que además, nos invita
a buscar la Gracia que nos hace hijos de Dios. Gracia que exige una respuesta
de comunión fraterna.
La comunión
fraterna, entendida como la manifestación de Cristo en nuestras familias y
comunidades nos invita a poner en práctica el amor de los hermanos y
especialmente a los más necesitados. Nadie es lo suficientemente pobre que no
pueda aportar algo suyo a la necesidad de otros. Todos tenemos algún valor que
los demás pueden necesitar. Todo valor es un bien y éste debe estar al servicio
de la liberación de la servidumbre del pecado que esclaviza al hombre. Esta
liberación se inicia en el corazón y afecta a toda la comunidad. Nos podemos
hacer una pregunta: ¿estamos dispuestos a dejar una vida cómoda, de lujos
superfluos y de derroches para preocuparnos de otros puedan tener una vida más
digna?
4. ¿Qué podemos dar?
La comunión
fraterna que el Evangelio nos presenta es el camino que nos permitirá la
participación de bienes y valores, destinados a beneficiar a toda la comunidad.
No esperes que vengan a pedirte una limosna, busca más bien a alguien que
necesite de ti. Busca a quien puedas ayudar con tu aporte.
· Podemos dar
conocimientos sobre la vida: enseñar el arte de vivir con otros de manera más
digna.
· Podemos dar
respeto a la verdad del otro. El otro es persona única e irrepetible, tiene
nombre propio y un rostro que clama reconocimiento, aceptación y respeto.
· Podemos dar
perdón al que nos ha ofendido. Así llegaremos a ser hijos de Dios, libres para
acercarnos al Señor con la confianza que no nos negará lo que le pidamos si eso
está dentro de su Plan de Salvación.
· Podemos dar una
disculpa al que hemos herido con nuestras palabras o actitudes. Esta es una
actitud valiente que ha de acompañar siempre a los cristianos. Disculparse
cuando hemos ofendido es lo mismo que pedir perdón con sencillez de corazón.
· Podemos dar una
ayuda material o espiritual a los necesitados de alimento, vestido, medicina,
amistad, amor, etc. En la medida que compartimos estaremos siendo libres del
ídolo de la avaricia que tantas víctimas esclavas tiene. Quien no comparte,
nunca aprende a ser hermano.
Comunión es
poner al servicio de los demás, no solo lo que no necesitamos, sino y sobre
todo, lo que estamos necesitando. Comunión es participar al otro de lo que se
sabe, se tiene y se es, pero siempre al estilo de Jesús.
5. Canto:
6. Oración: “Concédenos tu gracia para descansar
todos los hechos y pensamientos pecaminosos, para rendirnos totalmente a ti y
mantener en calma nuestras almas ante ti como un lago tranquilo, para que los
rayos de tu gracia, puedan reflejarse en ellas, y pueda encenderse en nuestros
corazones el brillo de la fe, la esperanza, el amor y la oración”-
7. Compromiso: personal. ¿Dónde, con
quién, y cómo podré comprometerme con otros a favor de los demás?
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