3. LAS COLUMNAS DE LA ESPERANZA CRISTIANA

 

3. Las Columnas de la Esperanza Cristiana

 

Objetivo: Afianzar los criterios y principios de la vida cristiana, buscando el crecimiento integral, para poder servir a dios en la Iglesia a favor de la Humanidad.

 

Iluminación: Cuando Dios se revela y llama al hombre, éste no  puede responder plenamente al amor divino. Debe esperar que Dios le dé la capacidad de devolverle el amor y de obrar conforme a los mandamientos de la caridad. La Esperanza es aguardar confiadamente la bendición de Dios con el temor de ofenderle (Catic 2090)

 

1.          Las columnas de la esperanza cristiana.

 

Hablar de las columnas de la esperanza es hablar del dinamismo de la fe, de las cosas de arriba que el Apóstol pide a los que han muerto y resucitado con Cristo: “Busquen las cosas de arriba donde está Cristo sentado a la derecha del Padre” (Col 3, 1). Es el llamado a llevar una vida digna del Señor (Col 1, 10). Es la manera como se deben comportar los creyentes en la Iglesia, Casa del Dios vivo, fundamento de la Verdad y sacramento de la esperanza (2 Tim 3, 15).

 

1)         La primera columna es la oración confiada, agradecida, cálida y perseverante.

 

Jesús recomendó a sus discípulos la oración continua y vigilante (Mt 26, 41). También recomendó la oración en común, pidiendo en su Nombre para conseguir del Padre lo que sea necesario para nuestra salvación (Mt 18, 19.20). La oración que se hace con esperanza confiada es aquella que se hace en comunión con Jesús: “Mi Padre siempre me escucha porque yo hago lo que a él le grada” (Jn 14, 31). Pero es en la oración del Padre Nuestro en que podamos orar como hijos y hermanos, y por lo mismo, lleva la esperanza de ser escuchada: Vosotros pues orad así: Padre nuestro… (Mt 6, 9)

 

2)         La segunda columna es la humildad.

 

Arma poderosa para sacar del corazón la soberbia, la hipocresía, la altanería y la prepotencia. La humildad verdadera tiene dos dimensiones, una es negativa y la otra es positiva. Por un lado el hombre humilde reconoce sus pecados y los confiesa (1 de Jn 1, 8-9) “Señor ten piedad de mi soy un pecador” (Lc 18, 13). Por otro lado el que es humilde reconoce que todo el bien que posee, tanto material como intelectual y moral,  ha sido don de lo alto. “¿Qué tengo de bueno que no lo haya recibido de Dios? Y si lo recibí de Dios para que presumir, ¿por qué no ponerlo al servicio de quien lo necesite?” (cfr 1 de Cor 4, 7) Para los humildes todo lo de Dios es don gratuito e inmerecido, por eso de sus labios siempre se escucha una plegaria agradecida.

 

3)         La tercera columna de la esperanza es la “virtud de la mortificación”.

 

“mortificad vuestros miembros mortales” (Col 3, 5) Para darle muerte al hombre viejo. Sin la renuncia a la vida mundana y pagana a la que Pablo llama “vivir según la carne”, la virtud de la esperanza, no pasa de ser un deseo bonito o también un buen propósito. La mortificación lleva a la muerte del pecado y a la vida en Cristo (Rm 6, 11) El mismo Señor la recomienda con insistencia: “Si tu ojo  te hace pecar sácatelo” “Si tu mano te hace pecar, córtatela; “Si tu pie te hace pecar córtatelo” (Mt 5, 27-30), es decir, niégate al placer de complacerte y no busques la ocasión del pecado.

 

4)         La cuarta columna de la esperanza es la virtud de la mansedumbre.

 

La recomendación de Pablo es sabia e ilumina la vida en esperanza: “Hermanos, si alguno de ustedes incurre en alguna falta, corregirle con espíritu de mansedumbre” (Gál 6, 1) Ser manso significa creer que el amor es más fuerte que la violencia y que el odio. Por la mansedumbre el cristiano rechaza la violencia y la agresividad, acepta poner la mejilla derecha cuando ha sido golpeado en la izquierda para evitar el escándalo; sabe que la violencia engendra violencia, mientras que la mansedumbre recurre a las armas de luz: la verdad, la justicia, la misericordia, la compasión, la fe y la oración.

 

 

2.          Los caminos de la esperanza.

 

Los caminos de la esperanza son virtudes que nacen de ella y la fortalecen en el cultivo de la identidad cristiana, sacerdotal, conyugal, familiar, profesional etc. Bastaría escuchar a Jesús para conocer el origen, el desarrollo y la madurez de etas virtudes. El criterio de oro para discernir la autenticidad de todo ministro, está ahí, en sus frutos, según lo ha dicho el Maestro: “Por sus frutos los conoceréis” (Mt 7, 12). El camino de la Esperanza, es un Camino lleno de experiencias religiosas, y por lo tanto, liberadoras y gozosas:

 

V  La hermosa prudencia, sin la cual, las mejores esperanzas mueren y terminan en frustraciones. El hombre prudente, reconoce sus limitaciones, evita los peligros, no se acerca al fuego, sabe discernir los tiempos y camina con los pies sobre la tierra. La prudencia me hace pensar las cosas antes de hacerlas y examinar las palabras antes de decirlas. Con cuánta razón dice el refrán popular: “El que tenga cola de paja que no se arrime al fuego por que se le quema la cola”. El hombre prudente no busca los lugares, como tampoco a las personas donde, y con quienes,  ponga en peligro la gracia de Dios.

 

V  La hermosa constancia, sin la cual, toda espiritualidad y todos los amores son “llamaradas de petate”. “sed constantes en la enseñanza”   (Hech 2, 42) “sed constantes en la oración”  (1 Ts 5, 1) “sed constantes en la tribulación”  (Rm 12, 12) Ser constantes en toda obra emprendida, lo que Dios ha comenzado, que se lleve a feliz término. La constancia activa mira y se abre hacia el futuro para hacer de quien la cultive una persona convencida, responsable y libre, con identidad, fiel a sus principios y a las opciones del principio. La constancia engendra la perseverancia, la templanza y el dominio propio.

 

V  La hermosa continencia, sin la cual, los hombres de Dios damos lástima al llevar vidas arrastradas. La continencia es hija de la fe y fuerza de la esperanza. Es madre de la castidad, de la templanza y del dominio propio, camina de la mano de la prudencia, de la constancia y del discernimiento espiritual; es sello de autenticidad en la vida de los discípulos de Jesús, a quien ayuda a ser sencillos y limpios de corazón para poder alcanzar los anhelos del corazón: la santidad.

 

V  La hermosa fortaleza, sin la cual no habrá continencia, ni justicia, ni prudencia; sólo habrá fachadas y apariencias, nada será auténtico. “Fortaleceos en el Señor con la energía de su poder para poder resistir las tentaciones, las pruebas, los embates del Enemigo; para poder resistir el día malo y estar capacitados para toda obra buena (Ef 6, 10ss). ¿Cómo fortalecerse? La clave está en trabajar en los ejercicios de la esperanza: la oración, la escucha de la palabra, en la comunión solidaria, en la fracción del pan (Hech 2, 42), en la fidelidad a la vocación y al compromiso de la fe, permaneciendo fieles al amor de Jesús en solidaridad de comunión con el Pueblo de Dios  (Jn 15, 7-9).

 

3.          Los enemigos de la virtud de la esperanza.

 

Podemos afirmar que los siete pecados capitales son pecados contra la esperanza. Todo el que peca da la espalda a Dios y cae en la idolatría. De la confianza en un Padre bondadoso y tierno se pasa a confiar en las cosas, en las personas, un uno mismo. Por el pecado se rompe la amistad con Dios para entrar en alianza con el dios personificado del Mal

 

V  Pecados directos contra la esperanza son la desesperación que ha llevado a muchos al suicidio, la arrogancia que es hija de la soberbia y la desilusión que hunde en la aflicción y en la tristeza; la inmediatez, la impaciencia, la superficialidad, la irresponsabilidad, la mediocridad y la charlatanería, son enemigos que destruyen la confianza sana, e impiden llevar una vida llena de esperanza en Dios, en uno mismo y en los demás. Podemos decir que contra la esperanza se levantan estilos de vida que nada tienen que ver con la realización humana:

V  Fracasar en conseguir ser un signo de esperanza en un mundo bañado de esperanza.

V  Buscar sólo la salvación individual sin la preocupación por los demás.

V  Vivir como fariseos legalistas, rigoristas y perfeccionistas; una vida sin amor es vida sin esperanza.

V  El culto al dinero: el amor a las riquezas, olvidando las necesidades de otros. La búsqueda de poder y placer. Pablo nos alerta diciendo: “Las tendencias de la carne llevan al odio a Dios” (Rm 8,6) y al prójimo.

V  Toda forma de cosificación manipulación, explotación y opresión que atentan contra la dignidad humana son pecados contra la esperanza.

V  Negarse a ser compasivos y misericordiosos para quitarle el hambre a los pobres.

V  Cuando por apatía o por pereza nos negamos a comprometernos a favor de una causa noble.

V  Negarse a aceptar los riesgos inherentes a la vida, prefiriendo la comodidad, el lujo, la seguridad y aferrarse desesperadamente al pasado, en vez de comprometerse con el futuro.

V  Poner la confianza en el éxito político, económico, social, dándoles, más importancia que al amor; al cerrarse a la justicia se niega la ayuda a los más débiles de la sociedad.

V  Los que esperan cosas que jamás han sido prometidas por Dios, y a la misma vez, se rechazan las promesas divinas para conseguir una vida digna en la verdad que nos hace libres.

V  Los que esperan las promesas de Dios con los brazos cruzados sin hacer algo por sí mismo o por los demás. Estos viven al margen del camino.

V  Uno de los pecados más graves contra la virtud de la esperanza es el compromiso desmesurado con el activismo, el éxito, el desarrollo y el progreso material, descuidando al mismo tiempo los fundamentos de la esperanza: la contemplación, la oración confiada y el reposo de Dios.

V  Los que no quieren molestarse en mantener limpio el manantial de la libertad y de la fidelidad creativa, pecan en contra de su esperanza y contra la esperanza del mundo.

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