Formar
en el amor a la verdad.
Objetivo:
Resaltar la importancia que existe en el educar en la verdad y para la vida,
cultivando los valores del Reino, para crecer como personas en la entrega por
amor a los demás.
Iluminación: Pero
los hombres malos e impostores irán de
mal en peor, engañando y siendo
engañados. Tú, sin embargo,
persiste en las cosas que has aprendido y de las cuales te convenciste, sabiendo de
quiénes las has aprendido; y que desde la niñez has sabido las
Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la
salvación mediante la fe en Cristo Jesús (2 Tim 3, 14ss).
1.
Lo
que Dios quiere
“La
voluntad de Dios es que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento
de la Verdad” (cfr 2 Tim 2, 4) ¿Cómo pueden llegar los hombres al conocimiento
de la Verdad? La respuesta la encontramos en la evangelización, la predicación
de la Palabra de verdad (Jn 17, 17) que es la Palabra de Cristo (Rm 10, 17),
capaz de llevarnos a la salvación por la fe en Cristo Jesús (2Tim 3, 14).
Desconocer está Palabra es desconocer al mismo Cristo (San Jerónimo).
2.
El
encuentro con Cristo.
El
amor a la Verdad nace del Encuentro con Cristo. Encuentro liberador y gozoso
que se convierte en el “motor de la vida cristiana”. Del Encuentro con Cristo
en la fe (Que hace de la fe una experiencia de vida), nace el gusto por la
Palabra, por la oración y por el servicio, como expresión de la caridad. “Sólo
tú tienes -palabras de vida eterna”, le dijo Pedro a Jesús (Jn 6, 68) La
primera comunidad de Jerusalén reunía cuatro características que le dan el
derecho de ser modelo y figura para toda comunidad cristiana: “Asistían
asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión fraterna; a las
oraciones y llevaban una vida centrada en la Eucaristía. Todo lo tenían en
común y partían el pan con alegría” (Hech 2, 42ss). De la experiencia de la
primitiva comunidad podemos afirmar que “El amor a la verdad” implica y exige
educar la inteligencia, la voluntad y el corazón del hombre en la práctica del
amor a la verdad.
“La
verdad es la fuerza del amor” que abre la conciencia de los hombres a
relaciones recíprocas de libertad, de responsabilidad y corresponsabilidad.
Educar en la verdad para que seamos hombres y mujeres apasionados por la vida,
por la causa del Reino. Apasionarse por la verdad es comprometerse totalmente y
orientar al hombre con todas sus facultades en la búsqueda de lo real, de lo
firme, de lo seguro, de lo verdadero, es decir, de la verdad, que no atropella,
ni se impone, sino que respetando lo que es propio de cada ser humano, cuestiona
e invita a ser auténticos, sinceros y leales. El amor a la verdad compromete la totalidad de la
existencia. De esta manera los cristianos viven su propia libertad, con
responsabilidad y solidaridad.
3.
Las
fuentes de la verdad.
Formar en el amor a la Verdad nos pide volver
la mente, la mirada y el corazón a las “Fuentes de la enseñanza cristiana”.
Fuentes de luz y de verdad que iluminan la realidad, la historia y la
existencia personal de los creyentes para darnos principios de reflexión,
criterios de discernimiento y líneas de acción. Las fuentes son: La Sagrada
Escritura, leída y meditada a la luz de los Padres de la Iglesia, la enseñanza
del Magisterio de la Iglesia y el corazón traspasado de Cristo; fuente de
redención, de purificación y de santificación.
Formar en el amor a la verdad debe llevar a la misma vez, a la renuncia
y al rechazo de la mentira, del odio, del fraude, de la manipulación y de toda
injusticia (1Pe 2,1; 2 Pe 1, 4b).
4. Criterios de formación.
· Pensar
la verdad. ¿Para qué pensar la
verdad? Los criterios puramente humanos llevan a dar la espalda a la verdad.
Pensar la verdad para sacar de la mente todos los criterios patriarcales,
machistas, feministas, consumistas, conformistas o totalitaristas; pensar la
verdad para forjar nuevos criterios para ver a todo ser humano, como un fin en
sí mismo, como una perla preciosa. Pensar la verdad para que el hombre se haga más inteligente, ponga
orden en su vida y la construya sobre la jerarquía de unos valores, sin los cuales
no sería más que un simple bosquejo de persona. Para la Biblia inteligente es
aquel que sabe vivir, por eso, pensar la verdad nos lleva a la creación de
nuevos hábitos, como la lectura de una buena literatura y el cultivo de nuevas
y provechosas amistades.
· Honrar
la verdad. ¿cómo honrar la
verdad? Honras la verdad cuando reconoces tu propia dignidad y la dignidad de
los demás. Honras la verdad cuando te valoras por lo que eres. Cuando te
piensas y te miras con amor; cuando te aceptas como eres y te proyectas
buscando una mejor calidad de vida. Honrar la verdad es respetar a la persona,
a la familia, a los otros en su realidad
individual y social. Es reconocer y aceptar a los otros como personas
importantes, valiosas y dignas. El hombre que honra la verdad ha aprendido a
identificar y distinguir entre el bien y el mal. El tiempo de que llamaba bueno
a lo malo y a lo malo bueno, ha quedado atrás. Quien no camina en la verdad, es
un ciego que no reconoce la dignidad propia y de otros.
· Hablar
la verdad. “Fuera de tu mente y
de tus labios toda mentira” (Ef 4, 25). Fuera juicios despectivos y
condenatorios sobre los demás. Hablar la verdad es hablar bien de la mujer y
del varón, de su vocación y misión, de sus derechos y de sus deberes, de sus
cualidades y talentos. Es hablar bien de todo ser humano. Quien habla la verdad
su lengua es limpia, amable y veraz. El que habla la verdad evita toda conversación estéril; todo vocabulario impuro
y mordaz; los chistes en doble sentido y las burlas a los demás desaparecen de
sus labios. Las palabras groseras a la luz de la verdad pierden todo sentido al
igual que las críticas y las acusaciones.
· Caminar
en la verdad. ¿Qué significa
caminar en la verdad? Significa reconocer que no fuimos creados para llevar una
vida arrastrada, permitiendo que otros sean los que piensen y que decidan por
nosotros. Arrastrarse es dejar que otros hagan tu historia; que seas manipulado
y usado sólo como instrumento de placer o de trabajo. Caminar en la verdad es
poner tus dos pies sobre la tierra y caminar con tu cabeza en alto, con
dignidad, siendo protagonista de tu propia historia. Caminar en la verdad
implica rechazar todo lo malo, es decir, todo aquello que impida que te
realices como persona. Implica también cultivar la belleza, la unicidad, la
bondad y la verdad que hay en cada ser humano. Camina en la verdad todo el que
ama; el que es generoso y servicial; el que comparte su “bien” movido por el
amor fraterno; el que es solidario con todos y está siempre dispuesto a lavar
los pies a los enfermos y desprotegidos. Ese es el que camina en la verdad.
· Defender
la verdad. ¿Qué significa
defender la verdad? Significa respetar y defender los derechos de toda persona,
de todo ser humano. Es ayudarle a remover los obstáculos que impiden que realice su ser de mujer o de varón. Defender
la verdad es abrirle a la mujer y al hombre campos de acción para que
desarrollen sus capacidades de ser ellos mismos, como individuos, esposos,
padres, profesionistas…como personas capaces de amar, donarse y entregarse.
Defender la verdad es comprometerse en la defensa de los “Derechos Humanos” sin
la búsqueda de intereses personales, sino, movidos por “el hambre y sed de
justicia” que brotan de un corazón que ha echado raíces en la solidaridad
humana.
5. Formar
mujeres y hombres nuevos en Cristo.
Tarea que exige dedicación, tiempo, esfuerzo, mente, corazón, desvelos,
renuncias y sacrificios para llevar la semilla de la Palabra de Dios y
sembrarla en corazón de las personas y de las culturas, para iniciarlas en un
proceso de renovación de la mente, de la voluntad y del corazón que lleva
hombres y mujeres a la conformación de
sus vidas con la de Cristo. Para esta tarea evangelizadora, muchos
hombres y mujeres hemos sido llamados en la Iglesia: “evangelizar, es para la
Iglesia, el arte de enseñar a vivir en comunión”. Comunión con Dios, con los
hombres, consigo mismo y con la naturaleza. “Evangelizar es sembrar en el
corazón de los hombres la semilla de la verdad, del amor y de la justicia”.
Veces se siembra y veces se riega, pero siempre se siembra y se riega con la
Palabra de Dios; Palabra poderosa, capaz de cambiar nuestros corazones de
piedra en corazones de carne. La Palabra de Dios es semilla de verdad y semilla
de amor recibidas por el hombre como regalo de Dios en la mente y en el
corazón.
6. Con la
fuerza de la Palabra.
Los Obispos Mexicanos, apoyándose en el Documento de Aparecida, nos han
presentado un itinerario espiritual para alcanzar este hermoso objetivo:
· Desarrollar en nuestras comunidades el proceso de iniciación cristiana con
base en el Kerigma, que guiados por la Palabra de Dios los hombres sean
llevados al encuentro con Jesucristo y a una conversión del corazón, al
discipulado, a la inserción eclesial y a la madurez en la fe mediante la
práctica de los sacramentos en la vivencia de la caridad y en el compromiso
misionero (Doc de Aparecida, no. 289).
· Implantar un proceso catequético permanente, orgánico y progresivo, que
abarque toda la vida, sus distintas etapas y situaciones; que no se limite a la
formación doctrinal, sino que sea una verdadera escuela de formación (Doc. De
Aparecida, no. 294).
· Acompañar a los discípulos de Cristo en el camino de la perseverancia para
que permanezcan en el amor (Jn 15, 9), a través de la experiencia del encuentro
con el Señor en la lectura y meditación de la Palabra, en la oración, en la
activa y fructuosa participación de la liturgia, en la vivencia comunitaria y
en el compromiso apostólico, con especial atención en los que más sufren y a
los pobres. (Benedicto XVI, Caritas in Veritate, no. 15)
· Aprovechar la riqueza de la Doctrina Social de la Iglesia como instrumento
de Evangelización que educa en las virtudes sociales y políticas. El discípulo
de Jesucristo se inserta en la vida social, para ser en ella sal y fermento, de
manera que las estructuras que organizan la convivencia social estén siempre
impregnadas por los valores evangélicos de la libertad, el amor, la justicia y
la caridad que son valores fundamentales de la convivencia humana. (Juan XXIII,
carta encíclica Pacem in terris, no 37)
· Fomentar en los discípulos misioneros de Jesucristo que asuman
responsablemente su compromiso como ciudadanos para construir un orden social
justo, cuidar de la creación y construir la paz.
· Buscar formas de acompañamiento de la vida interior de las personas. En
medio de una sociedad que fácilmente lleva al hastío, al sentimiento de vacío…
que ofrece como bien el camino del consumismo, de la droga…
· Fomentar el amor a la verdad. La fe adulta se expresa “viviendo con verdad
y amor” (Ef 4, 15) (Que en Cristo nuestra paz México tenga vida digna, CEM, Pág
69- 70).
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