Sácianos de tu amor a la mañana
para que exultemos y cantemos toda nuestra vida. (Slm 90, 14)
Iluminación.
¡Enséñanos a contar nuestros días, para que entre la sabiduría en nuestro
corazón! (Slm 90, 12)
La vida espiritual se
inicia en nuestra vida cuando el Padre nos dirige una Palabra a nuestro corazón.
Si la escuchamos y creemos en ella, quedamos embarazados con esa palabra
divina. Si hacemos lo que el grano de trigo que al caer en tierra muere, para
luego, crecer y ser fértil, (Jn 12, 24) Eso mismo nos pasará a nosotros: La
Palabra es espíritu y vida, y es, para vivirse, para ponerla en práctica. No
tengamos miedo de ser portadores de la Palabra de Dios (cf Col 3, 16) Digamos
con el Salmista: “Enséñame amar por la
mañana y seré feliz toda mi vida.” Estas palabras me hacen recordar las
palabras del Apóstol Pablo: "Padres, no exasperéis a vuestros
hijos, sino formadlos más bien mediante la instrucción y la corrección según el
Señor." (Ef 6, 4)
Educar en la fe y en el amor para que la sabiduría del Señor llene los
corazones desde la infancia. La sabiduría divina nos hace inteligentes,
prudentes y sabios; nos capacita para discernir entre lo realmente es verdadero
y de lo que es falso. Para la Biblia, inteligente es el que sabe vivir, y no el
que sabe muchas cosas. Y sabio es el que sabe amar al otro por lo que es, y no
por lo que tiene. En la Iglesia hay muchos con grandes conocimientos en la
cabeza, pero con muy poca vida interior en su corazón. Recordemos las palabras
del Evangelio:
“No todo el que me diga: “Señor, Señor, entrará en el Reino de los
Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán
aquel Día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre
expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” Y entonces les
declararé: “¡Jamás os conocí; = apartaos de mí, agentes de iniquidad!” (Mt
7, 21- 23) Los escribas y fariseos eran maestros de la ley y Jesús dice a la
gente: “En la cátedra de Moisés se han
sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os
digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen.” (Mt 23, 2- 3)
En el mismo evangelio de Mateo dice a sus discípulos: “Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los
escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.” (Mt 5, 20)
Ellos oraban, ayunaban, pagaban el diezmo, daban limosnas, (Mt 6, 1ss) pero sin
misericordia, todo lo hacían para que la gente los viera. Eran muy legalistas,
rigoristas y perfeccionistas, juzgaban, condenaban y excluían a los que no eran
de su elite (Mt 7, 1ss; Lc 6, 27ss)
Jesús enseña a vivir los Mandamientos: «No penséis que he venido a abolir la Ley y
los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo
aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la
Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos
más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de
los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el
Reino de los Cielos. (Mt 17. 17- 19) Para Jesús el sentido de los
Mandamientos es el amor y el servicio a Dios y al prójimo. Según la enseñanza
de Jesús a sus discípulos tal como lo dice los escritos de Juan: “El que tiene mis mandamientos y los guarda,
ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y
me manifestaré a él.” (Jn 12, 21) “En
esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice:
«Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no
está en él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha
llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que
permanece en él, debe vivir como vivió él.” (1 Jn 2, 3- 6)
Al joven rico le dice
que tiene que hacer para orientar su vida hacia Dios: “En esto se le acercó uno y le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer de
bueno para conseguir vida eterna?» Él le dijo: «¿Por qué me preguntas acerca de
lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los
mandamientos.» «¿Cuáles?» le dice él. Y Jesús dijo: «No matarás, no cometerás
adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu
madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Mt 19, 16- 19).
Lo mínimo que nos exige
la fe para ser prudentes, inteligentes y sabios es “guardar los mandamientos de
Dios” es decir, no basta con conocerlos hay que obedecerlos y ponerlos en
práctica. Cada uno de los mandamientos son palabras divinas, santas y
liberadoras cuando son obedecidas con y por amor. Un escriba pregunta a Jesús: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de
la Ley?» El le dijo: = «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón,
con toda tu alma y con toda tu mente. = Este es el mayor y el primer
mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas.» (Mt
22, 36- 40)
El Maestro de Nazaret
rotundamente se opuso al adulterio, al divorcio, al fraude y a toda
desobediencia a la ley de Dios: Y decía: «Lo
que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del
corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos,
asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia,
injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y
contaminan al hombre.» (Mc 7, 20- 23) Jesús no es un “moralista.” Su Moral
es el Amor. El amor a Dios y amor al prójimo. Al que así vive está dentro de su
Alianza Nueva, escrita en el interior del hombre nuevo está la “Ley del Amor”
Quebrantar uno de sus
mandamientos, es violar y romper la Alianza, sellada con la sangre de Cristo, y
sale de los terrenos de Dios para irse a un país lejano, y como el hijo pródigo
derrochar los dones de Dios como libertino (Lc 15, 11ss) La Biblia dice:
“Ámense sin fingimiento” para que no caigan en la hipocresía (1 Pe 2, 1) y en
la inversión de valores, es decir en la idolatría. Lo que significa poner a
Dios en segundo, tercer, cuarto lugar. Primero es el ego, las cosas, las
riquezas o las familias… después es el Señor de la gloria. Jesús advierte a
todos sus discípulos: “Caminaba con él mucha gente, y volviéndose les dijo: «Si
alguno viene donde mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus
hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser
discípulo mío. El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser
discípulo mío.” (Lc 14, 25- 27)
No hagamos de nuestro
Salvador un parche de nuestra vida ni queramos llenarnos nuestros corazones con
el “Vino Nuevo” en odres viejos y rancios. (cf Mc 2, 21- 22) Todo sería en
vano, porque a Dios no podemos manipular. Él hoy y siempre nos pide fe y
conversión; fe y amor (Mc 1, 15) para poder entrar y vivir en la Plenitud de
Cristo (cf Col 2, 9) Encuentro en las palabras de san Pablo la importancia de
caminar en la verdad para poseer una caridad, sincera, alegre y hospitalaria
(Rm 12, 10) Y tener como norma de espiritualidad las recomendaciones del
apóstol san Juan: Romper con el pecado y guardar los mandamientos (1 Jn 1,8. 2,
3-4)
Volviendo a san Pablo,
meditemos en el itinerario que nos presenta: “hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento
pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez de la
plenitud de Cristo. Para que no seamos ya niños, llevados a la deriva y
zarandeados por cualquier viento de doctrina, a merced de la malicia humana y
de la astucia que conduce engañosamente al error,” (Ef 4, 13- 14)
Hagamos con la ayuda
del Espíritu Santo, hacer de Cristo Jesús el “centro de nuestra vida” para que
por la fidelidad a sus mandamientos, permanezcamos en su Reino y nos alimente
con el “Árbol de la vida” que está en el paraíso de Dios. (Apoc 2, 7)
Hagamos de la Mujer que
es para nosotros “Madre, Maestra y Modelo” de obediencia de la palabra y de
servicio para que nuestra fe, sea como la suya: Confianza y abandono en las
manos de Dios y donación entrega y servicio a toda la humanidad. (Lc 1, 38. 45)
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