La Oración
en el Espíritu Santo
Iluminación: Por el Hijo en el Espíritu Santo,
tributamos culto a Dios, es decir, al Padre. Bello es comenzar esta reflexión
diciendo la Doxología que repetimos en cada Eucaristía: “Por Cristo con El y en El, a ti,
Dios padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda
gloria por los siglos de los siglos. Amén.
La vida en
el Espíritu.
La vida en el Espíritu es una existencia iluminada y conducida por el
Espíritu Santo. Quien vive según el Espíritu, ora también según el Espíritu. Y
quien vive en la carne, ora en la carne. Esta es una oración fría y pesada, sin
frutos y sin el gozo del Espíritu. El gozo que brota de una conversión sincera
a Cristo, a la Iglesia y a los pobres.
“Comienzo a ver cada día
mejor a que se asemeja la vida en el Espíritu. Es verdaderamente una vida de
milagros, de abandono a Dios que guía y enseña; de confianza en el poder del
Espíritu para transformar la vida de los hombres de forma radical, una vida que
es sin cesar, y cada vez más, es llenada por el amor creador y vivificador del
Espíritu de Dios”. (Ranaghan 93)
El culto en
Espíritu y en Verdad.
El culto santo puede ir hasta Dios por Cristo, sacerdote único de la nueva
y definitiva alianza, porque somos miembros de su cuerpo…un solo hombre nuevo…y
todo ello en un solo Espíritu…porque todos nosotros judíos y griegos hemos sido
bautizados en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo (1 de Cor 12, 13) Y
este cuerpo es un “templo santo en el Señor”. Llamado también “casa de oración
para todos los pueblos”. Lo anterior nos hace decir que el “Culto
en Espíritu y en Verdad” es el que damos al Padre, en Cristo por el Espíritu
Santo.
La oración
como don de Del Espíritu
Padre, dadnos por tu Hijo Jesucristo, el don del Espíritu Santo para que
nos enseñe a orar. Lo primero que debemos pedir a Dios es el don de la oración:
“Señor abre mis labios y mi boca
proclamara tu alabanza.” (Sal. 51, 17). El don de la oración sé nos es dado
con el Don del Espíritu Santo. Es Él quien hace la verdadera oración en
nosotros. En la recomendación que nos hace Jesús, nos dice: “Si ustedes siendo malos dan cosas buenas a
vuestros hijos mayor mente el Padre qué está en los cielos dará el Espíritu
Santo a quien se lo pida.”(Lc 11)
El Espíritu Santo está dentro de nosotros pues ha sido dado a nuestros
corazones. El Espíritu nos hace hijos de Dios porque él es el Espíritu del
Hijo, y porque él mora en nosotros, podemos orar como hijos de Dios. Escuchemos
a Pablo decirnos esta hermosa verdad.
- Gál. 4,
6. El Espíritu clama en nosotros: “ABBA”, Padre.
- 2 Cor.
1, 22. “Y él que nos marcó con su Sello, nos dio en arras el Espíritu en
nuestros corazones.
- Rom 5,5;
“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, con el Espíritu
Santo que se nos ha dado”.
- Ef. 5,
19; 3, 17.”Recitad Entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados;
cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor”. ”Qué Cristo habite por la
fe en vuestros corazones; dando gracias siempre y en todo lugar a Dios
Padre”
- Col 3,
16.”La Palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza”.
Orad es pensar en Dios amándole. (Carlos de Foucauld). Dios uno y Trino ha
derramado su amor en nosotros para atraernos hacía Él con cuerdas de ternura y
con lazos de misericordia. Es Él quien hace nacer en nosotros los deseos de la
oración., prepara los canales que van al corazón, quita los obstáculos que
impiden que su Gracia llegue nosotros y hace que de nuestro interior brote la
alabanza, la acción de gracias y la oración.
Condiciones
de una verdadera oración
- La
condición esencial para una verdadera oración es que se amé a Dios. que se
nos da a conocer y permanece siempre más allá, incognoscible.
- Qué Dios
sea verdadera mente una persona viva para nosotros, el pensamiento mas
importante de nuestra vida.
- Que
nuestra vida sea referida y ofrecida a Dios continuamente para que nuestro
culto pueda ser el “culto espiritual” que nos pide Jesús (Jn 4, 24),
Pablo, (Rom 12, 1) y Pedro (1 de Pe 22, 5).
- Huir de
la agitación superficial, de la diversión, de las mil ruidos ofrecidos por
el medio ambiente.
- Aprender
a guardar silencio en la mente, a voluntad, en el corazón para escuchar la
Voz de Dios de manera nítida y
clara.
Lo que todos debemos saber sobre la oración.
- Orad en
el Espíritu para ser conducidos por Él. (Jds 1, 20.
- Dejaos
llenar por el Espíritu…(Ef 5, 18-20)
- Cantad
en vuestros corazones a Dios… (Col 3, 16-17)
- El
Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad… (Rom 8, 26)
- El Espíritu
Santo clama en nosotros Abbá Padre…(Ga. 4,,; Rom 8, 15)
Para que la oración sea “comunión con Dios” y “comunión con su voluntad”.
Para que pueda él ser reconocido como Dios de nuestras vidas, nuestra oración
tiene que ser como la de Jesús: “Que no se haga mi voluntad sino la tuya”. Esto
solo puede ser posible si el mismo Espíritu de Dios hace nacer en nosotros los
deseos de Dios y acude en nuestra ayuda ya que nosotros no sabemos orar como
conviene.(Rom 8, 26)
El cristiano que tiene el Espíritu Santo, es ya hijo de Dios, y por lo
tanto, a de orar como hijo amado del Padre. Recordemos las enseñanzas de Jesús
sobre la oración:
- Cuando
oréis no seáis como los hipócritas que gustan de orar en las sinagogas y
por las calles. Con el fin de ser honrados por los hombres” (Mt 6, 2. 5)
- Y al
orar no charléis mucho como los gentiles, que se figuran que por su palabrería
van a ser escuchados.(Mt 6,7)
- “No todo
el que me dice Señor, Señor, entra en el reino de mi Padre. (Mt 7, 21)
- Cuando
te pongas a orar, entra en tu aposento, y, cerrando la puerta, ora tu
Padre que está en lo secreto” (Mt 6,6,).
Jesús, Maestro por excelencia de oración, nos ha propuesto “el Padre
nuestro” como la “Oración en el Espíritu que los hijos de Dios” podemos hacer
siempre y con la confianza de ser escuchados: “Padre nuestro que estás en los
cielos. Santificado sea tu Nombre….Venga a nosotros tu reino….Hágase tu
voluntad….Así en la tierra como en los cielos”. Que en nuestro corazón se
encuentre el “Nombre que está sobre todo nombre” “Que se encuentre el Reino de
Dios” y se encuentre enraizada “La Voluntad de Dios” Es decir, que Cristo habite
en nuestro corazón por la fe (Ef 3, 17).
La oración del Padre Nuestro
según el Catecismo de la Iglesia Católica.
Padre nuestro que estás en
los cielos. Es la oración
de los que han renacido de nuevo, de la Voluntad de Dios por un nuevo
nacimiento. La mejor oración que alguna vez podamos hacer es rezar el “Padre
nuestro” con espíritu filial, y a la misma la vez, con espíritu fraterno; Dios
es Padre de todos los que se saben hermanos de los demás, especialmente los
menos favorecidos
Santificado sea tu Nombre. Dios es Santo, y en su corazón de Padre
bondadoso existe el deseo de santificar
a los hombres: Por esa razón envió a su Hijo al Mundo; Jesús nos amó y
dio su vida por nosotros, luego nos envió el Espíritu Santo, dándose en él a
nosotros, para que lo amemos y vivamos en su voluntad. La voluntad de Dios es
nuestra santificación. Por eso no basta con decir que estamos unidos a Cristo,
hemos de estar también unidos a su voluntad. Que digamos con Jesús: “Que nuestro alimento sea hacer su voluntad
y llevar a cabo su obra” (Jn 4, 34)
Venga a nosotros tu reino. Al sumergirnos en la voluntad del Padre
su reinado se inicia en nuestra vida. Un reinado de amor, de paz y de justicia,
en el cual Cristo es Capitán, Jefe y Centro de nuestra vida. Entonces nos unimos
a Pablo y con él decimos: “No vivo yo,
es Cristo quien vive en mí” (Gál 2, 19-20) En el reino de Dios nadie vive para
sí mismo y nadie se pertenece a sí mismo. Se vive para el Señor y se pertenece
a Él. (cnf 1 de Cor 3, 21)
Hágase su voluntad así en la
tierra como en el cielo.
“No todo el que me diga Señor, Señor, entrará en el reino de mi los Cielos,
sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt. 7, 21) No
basta con rezar ni con hacer algunos actos de piedad. La vida de los cristianos
es vida cristiana; vida en el Espíritu; es vivir según Dios. El profeta Miqueas
nos describe el estilo de vida que Dios nos propone: “Se te ha hecho saber hombre lo que es bueno, lo que Yahvé quiere
de ti: tan solo respetar el derecho, amar la lealtad y proceder humildemente
con tu Dios (Mi 6, 8). En el nuevo testamento este estilo de vida queda
testimoniado por el seguimiento de Jesús y encuentra su plenitud en el
Mandamiento Regio; “Amaos los unos a los otros…” (Jn 13, 34)
Dadnos el pan de cada día. Es la cuarta
petición, al decir "danos", expresamos, en comunión con nuestros
hermanos, nuestra confianza filial en nuestro Padre del cielo.
"Nuestro pan" designa el alimento
terrenal necesario para la subsistencia de todos y significa también el Pan de Vida:
Palabra de Dios y Cuerpo de Cristo. Se recibe en el "hoy" de Dios,
como el alimento indispensable, lo más esencial del Festín del Reino que
anticipa la Eucaristía. (Catic 2860)
Perdona nuestras ofensas
como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Esta petición implora
para nuestras ofensas la misericordia de Dios, la cual no puede penetrar en
nuestro corazón si no hemos sabido perdonar a nuestros enemigos, a ejemplo y
con la ayuda de Cristo. (Catic 2862)
No nos dejes caer en tentación. Al decir: "No nos dejes caer en la
tentación", pedimos a Dios que no nos permita tomar el camino que conduce
al pecado. Esta petición implora el Espíritu de discernimiento y de fuerza;
solicita la gracia de la vigilancia y la perseverancia final. (Catic 2863)
Y líbranos del mal.
En la última petición, "y líbranos del mal", el cristiano pide a Dios
con la Iglesia que manifieste la victoria, ya conquistada por Cristo, sobre el
"Príncipe de este mundo", sobre Satanás, el ángel que se opone
personalmente a Dios y a Su plan de salvación. (Catic 2864)
Con el "Amén" final expresamos
nuestro "Fíat" respecto a las siete peticiones: Así sea, así es, y
así me comprometo. La auténtica oración no puede estar separada de la vida. La
oración en el Espíritu está encarnada en la realidad de quien la hace. Con los
pies sobre la tierra. Con una mano se aferra a Dios y con la otra se toma de la
mano de sus hermanos. Es la oración del hombre espiritual, el amigo de Dios y
el hermano de los hombres que no se doblega ante las adversidades de la vida,
sabe porque es testigo que la oración es una batalla consigo mismo y con otras
realidades espirituales.
Oración
Oremos a María, la mujer orante, que
interceda `por nosotros para que el Padre por los méritos de su Hijo derrame en
nosotros un espíritu de oración y de arrepentimiento. Que el Espíritu Santo nos
ayude a orar en la voluntad de Dios.
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