LA ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS.



LA ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS.
(
1er, Tema)

1.- El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Jn 1,14
Dios asume nuestra condición humana para salvarla: Este misterio del amor de Dios asume la condición humana para salvarla y liberarla, comenzó en el mismo momento de la Encarnación, pero se manifiesta en el Nacimiento. Podemos afirmar que la única razón por la que Jesús vino al mundo es el amor que Dios Padre tiene para cada uno de los seres humanos. “Tanto amó Dios al mundo que le envió a su Hijo Unigénito”. Jn 3,16.
La palabra “encarnarse” expresa la revelación o manifestación de Dios a los hombres en forma de verdadero hombre. Dios se hace hombre en la persona de Jesús de Nazareth: “Tomó nuestra condición humana, igual a nosotros en todo menos en el pecado”. Ahora bien quien dice carne, dice fragilidad, impotencia, incapacidad, pobreza, etc. Jesús hombre verdadero de este mundo, pero también, y ésta es nuestra fe cristiana, es Hijo de Dios y Salvador de los hombres.
Jesús es el revelador del Padre. Es el amor de Dios hecho persona humana para amar con corazón de hombre. Así lo comprendió San Juan al decir: “El verbo se hizo carne”. El verbo es la Palabra del Padre. Así todo cristiano entiende que Cristo es la Palabra de Dios hecho hombre, que existe desde toda la eternidad que pudo escoger de quien nacer, como nacer y donde nacer.
Lo original de la venida al mundo del Hijo de Dios es que cada circunstancia de su nacimiento es libremente elegida y encierra un profundo significado en su vida: Este significado se revela en tres signos inseparables: pobreza, desprendimiento y misión.
A)   Jesús nace como pobre. (Lc 2,6-7)

La pobreza como forma de vida lo acompañará hasta su muerte. Nacer en el pesebre con todo lo que ello implica no es un percance, es la primera opción que Jesús hizo en su vida: situarse deliberadamente entre los más pequeños y entre los más pobres.

La opción de Jesús de nacer como pobre en un pesebre quedará como normativo para toda su vida: su libre opción por los más pobres y oprimidos.

María, testigo y colaboradora de las opciones del pesebre, fue la que comprendió y formula este sentido para todas las generaciones: “Ha derribado a los poderosos de sus tronos y ha encumbrado a los humildes porque se ha fijado en la humilde condición de su esclava demostrando así su misericordia” (Lc 1,46-55) ¿Quiénes serán los poderosos y los soberbios en nuestras familias o comunidades?

B ) El camino del desprendimiento, Fil 2, 6-9

Jesús es la respuesta del Padre al clamor de los pobres. Su presencia en medio de los hombres tiene una doble finalidad: liberarlos de la opresión del pecado con todas sus consecuencias e introducirlos en el Reino de Dios como hijos libres. Jesús es el servidor de Dios que se decide por la pobreza y la humildad como estilo de vida.

Se abaja al nivel de los de abajo: los pecadores y los alejados de la fe para servirlos. Así podemos comprender lo que dice Pablo: “Se hizo igualito a nosotros en todo menos en el pecado.” Jesús nace como hombre para hacerlos amigos de su Padre y hermanos entre ellos. Jesús nace como hombre para hacerse servidor de ellos, él mismo lo dijo: “No he venido a ser servido, sino a servir.” La finalidad del Nacimiento de Jesús tiene como meta el servicio: Jesús nació para servir.

C ) La misión de Jesús. Mt 1,21.

El sentido de la misión de Jesús puede ser expresado en tres palabras: Anuncia, reconcilia y salva.
·        Anuncia el Reino de Dios. Reino de paz, amor y justicia que exige para poseerlo, acoger el amor de Dios hecho hombre en la persona de Jesús y el cambio de vida: fe y conversión.
·        Reconciliar a los hombres: Jesús es el reconciliador de los hombres con Dios y entre ellos mismos. Desde el primer momento de su nacimiento supo traer junto a él a los pequeños: los pastores y a los grandes de la tierra: Los Reyes Magos.
·        Salvar a toda la humanidad: Nada hay tan claro como esta verdad: “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. (1 Tim 2,4) Jesús realiza la salvación de los hombres mediante su obra redentora que comienza desde el mismo momento de su Encarnación y lo culmina en su Pascua. Podemos decir sin más, que Jesús en su Encarnación nos está diciendo: Mi Padre les ama.
2.- Aplicación a nuestra vida.

El ejemplo del pesebre abre para los hombres una nueva mentalidad y una nueva actitud: pertenecer al mundo de los humildes y de los servidores. La humildad es la capacidad para donarse a los más pobres y en última a cualquier hombre para ayudarlo a ser mejor. Esto nos exige tres cosas que siempre harán unidad:

·        Desprendimiento de títulos de grandeza o superioridad. No te creas más que otros, pero tampoco te creas menos que ellos. El Pesebre de Belén nos iguala a todos los seres humanos.
·        La actitud de servicio. El hombre que no sirve no vive. Nacimos para servir. El servicio es la expresión del amor de los hombres que se deciden a vivir para Jesús, el pobre de Belén.
·        Disponibles para la misión. La misión tiene como primera tarea dejar que Cristo se haga carne en nuestros corazones. A esto el Evangelio le llama “nuevo nacimiento” (Jn 3, 1-5). De nada nos puede servir que Jesús haya nacido o nazca mil veces en Belén si no nace en nuestros corazones.

Cuando Jesús se hace carne en nosotros de la manera que el Verbo se hizo carne en el seno de María, podemos tener la seguridad que seremos servidores al servicio del “Reino de Dios” y no al servicio de intereses personales llenos de egoísmo humano y por lo tanto de pecado.

3.- Hacernos un nuevo propósito.

·        Dejar que la Palabra de Dios nos cuestione, nos descubra y nos ilumine para que podamos ser portadores de la vida que “Cristo vino a traernos en abundancia”.
·        Proponemos que Jesús nazca y crezca en los corazones de los hombres. Para esto hemos de sembrar la acción de Dios, mediante la evangelización y el buen testimonio. No tengamos miedo amar, Dios está con nosotros, entre nosotros y está a nuestro favor.
·        Buscar una escucha más atenta de la Palabra de Dios y una oración más íntima, cálida e intercesora.

Oremos. Invocamos a nuestro Padre del Cielo que por su Verbo nos de Espíritu Santo para que haga su Obra en nuestras vidas reproduciendo en nosotros la Imagen del Hijo de Dios.

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