GRACIAS
A DIOS POR LAS MARAVILLAS QUE NOS HA MANIFESTADO
(Gracias por el don de mi vida y de la vocación al servicio)
Iluminación: Ahora, así
dice Yahvé, el que te ha creado, Jacob, el que te ha plasmado, Israel. «No
temas, que yo te he rescatado, te llamé por tu nombre, y eres mío. (Is 43, 1)
1.
Gracias a Dios por el don de la vida. Gracias
al Señor por haber elegido desde la eternidad, por amor, para estar en su
presencia, santos e inmaculados en el amor (Ef 1, 4) Elección gratuita,
irrevocable y funcional. Hay una Misión que realizar.
Gracias por la vida,
por mis padres, hermanos y familiares, amigos y personas que han ayudado a ser
lo que ahora soy. Gracias por haberme llamado a ser fruto de una relación, y por
haberme llamado a ser una “persona en relación”. Llamado a vivir en “comunión”
con mi realidad: Dios, los otros, lo otro y yo mismo. Aún, no estoy hecho, sino
haciéndome con otros. Razón por lo que lo que afirmo que soy un “ser en
proyección”. Mi vida está orientada a lo que estoy llamado a ser, pero que todavía
no soy: Una plenitud. Una vida plena, fértil y fecunda, llena de frutos buenos.
2.
Gracias a Dios por el don la fe. “Porque
tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito, para que todo el que
crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.” (Jn 3, 16) Por la fe somos
hijos de Dios llamados a participar de Jesucristo y a formar parte de un pueblo
santo.
Por la fe somos partícipes
de lo que Dios en su gran Misericordia quiere darnos: Vida terna en Jesucristo.
Gracias por darnos, por su Hijo, Espíritu Santo para ser miembros vivos de una
Comunidad viva y santa, la Iglesia, Familia de Dios (cf Ef 2, 19-20) Por la fe
somos llamados a ser un sacerdocio santo: “Pero
vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido,
destinado a anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas
a su admirable luz; vosotros, que si en un tiempo no fuisteis pueblo, ahora
sois Pueblo de Dios: ésos de los que antes no se tuvo compasión, pero que ahora
son compadecidos.” (1 Pe 2, 9- 10)
3.
Gracias por haberme llamado a ser
discípulo misionero de Cristo para servir a la Iglesia. “Pablo, llamado a ser
apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, y Sóstenes, el hermano, a la
iglesia de Dios que está en Corinto: a los santificados en Cristo Jesús y
llamados a ser santos junto con cuantos, en cualquier lugar, invocan el nombre
de Jesucristo, Señor nuestro y de ellos. Gracia a vosotros y paz de parte de
Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo.” (1 Cor 1, 1-3)
“Doy gracias a Dios sin
cesar por vosotros, por los dones que Dios os ha otorgado por medio de Cristo
Jesús. Y es que por medio de él habéis
sido enriquecidos en todo, en palabras y en conocimiento, en la medida en que se ha consolidado entre
vosotros el testimonio de Cristo.” (1 Cor 1, 4- 6) Gracias al Señor por los
dones que me ha dado para mi realización y para la realización para los demás.
Toda dádiva perfecta viene de Dios para que trabajemos en favor de la “civilización
del amor” para que nos comprometamos con otros y a favor de otros para
ayudarles a vivir una vida más digna y crecer como personas o como seres
humanos. Más responsables, libres y capaces de amar y de servir.
Gracias Señor por el llamado
al servicio en tu Iglesia en favor de los demás. Para que comprendiera que la
puerta de la felicidad se abre hacia fuera. Hay que salir para servir, es el
único camino para madurar y realizarse como persona, según las palabras del
Génesis: Tomó, pues, Yahvé Dios al hombre y lo dejó en el jardín de Edén, para
que lo labrase y cuidase. (2, 15) Cultivar y proteger; cultivar y compartir
los frutos de la cosecha con los demás.
Este es el camino para comprender que nadie se realiza sólo (cf Gn 2, 18) El
hombre es un ser para los demás, necesita de ellos, como a la vez, los demás
necesitan de él. Los dones, talentos o facultades de todo hombre, crecen con el
uso de su ejercicio, viviendo en comunión e intercambiando el “pan de la vida”
con los otros, el hombre se realiza mando y sirviendo.
Toda persona que
responde a la vida, se hace responsable, de sí mismo y de los demás. No te
encierres en ti mismo, sal fuera y camina hacia tu madurez, hacía Cristo para
que siguiendo sus huellas aprendas el arte de servir, por amor, para vivir de
encuentros interpersonales. Ser responsable es sinónimo de ser solidario con
otros y a favor de otros. A esta acción Jesús le llama: “Lavar pies,” es decir,
compartir y servir. (cf Jn 13, 13- 14) Eso es caminar en la vida; es orientarse
hacia la madurez para ser “fértiles y fecundos” y por ende “felices.”
Lo que debo de saber
con otros y para darlo a conocer a otros. La respuesta a cinco preguntas
fundamentales: ¿De dónde vengo? ¿Para qué estoy aquí? ¿Para dónde voy? ¿Cuál es
el significado de mi vida? y ¿Cómo
encontrarlo y realizarlo? Una palabra del profeta Ezequiel me ayuda a responder
las preguntas la vida me hace: “Entonces
me dijo: «Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. Ellos andan
diciendo: ‘Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza,
todo ha acabado para nosotros.’ Por eso, profetiza y diles: Esto dice el Señor
Yahvé: Voy a abrir vuestras tumbas; os sacaré de ellas, pueblo mío, y os
llevaré de nuevo al suelo de Israel. Sabréis
que yo soy Yahvé cuando abra vuestras tumbas y os haga salir de ellas, pueblo
mío. Infundiré mi espíritu en vosotros y
viviréis.” (Ez 37, 11- 13)
¿De dónde vengo? Vengo
de la sepultura, del pozo de la muerte, del pecado. Del caos, de las tinieblas
(cf Col 1, 13) Vengo de los dominios del “hombre viejo:” Con una mente embotada
por el egoísmo, un corazón endurecido, de una fe sin moral y de una vida
arrastrada (cf Ef 4, 17- 19). ¿Dónde estoy? Estoy en mi suelo, con los pies
sobre tierra, firme y de pie. ¿Dónde es mi suelo? Mi suelo es el “Cuerpo de
Cristo, mi Comunidad, mi Familia” Incorporado en el Cuerpo de Cristo por el
Bautismo (cf Gál 3, 27). Sacado de los terrenos del exilio, llamado por la
Palabra de Dios para salir fuera y ponerme en camino hacia la tierra espaciosa
que mana leche y miel, es decir, paz y dulzura espiritual: la casa del Padre.
Lo anterior es la respuesta a la
pregunta ¿Para dónde voy? (cf Lc 15,
11ss) Mi vida está orientada hacia Dios, pasando por el desierto hasta llegar a
la montaña santa.
¿Para qué estoy aquí? La respuesta precisa y
concisa: para amar y servir, es el camino de la realización personal y
comunitaria. Poniendo al servicio de la Comunidad los dones Dios me dio para mi
realización y la realización de los demás. Es el camino que ayuda encontrar el sentido a
la vida y a realizarlo: El amor. Recordando a san Juan: Dios es amor y el que
ama se ha encontrado con Dios, ha nacido de Dios y permanece en él. (1 Jn 4, 7-8)
¿Cómo encontrarlo? Por la fe en Jesucristo y por la conversión a él, entramos
en su Plenitud (cf Col 2, 9) Para luego seguir sus huellas y expandir nuestro
corazón hacia los terrenos del amor, de la verdad y de la vida, derrumbando, a
la vez, los muros de nuestro egoísmo,
envidia y falsedad.
Nos encontramos entonces
como protagonistas de una lucha interior entre el “ego y el amor” Pablo nos
exhorta a “despojarnos del hombre viejo y a revestirnos del hombre nuevo” para
ir llenando con la ayuda del Espíritu Santo nuestro corazón cultivando nuevas
actitudes: amables, generosas y serviciales
que nos llevan a las acciones buenas como el compartir, la dignidad
humana, la solidaridad y el servicio. Este es el camino que Jesús, el Señor nos
presenta como orientación hacia la “Casa del Padre” Una vida con otros y a
favor de otros con la disponibilidad de servir, no obstante, los obstáculos que
se encuentren en el camino. La fe es la
disponibilidad de servir aunque no te dejen. Con dominio propio, con decisión
personal siempre para la gloria de Dios y el amor y servicio a os demás.
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