Tema
2. En camino de conversión.
El hombre, todo hombre, no
está hecho, sino haciéndose. Está en camino de conversión. El hombre es un ser
llamado a pasar de la muerte a la vida; de la aridez a las aguas vivas; del
pecado a la Gracia.
Ø La
conversión a la que el Señor nos invita es conversión a Jesús. Es ir a Él para
conocerlo, amarlo y servirlo. “Vengan a mí, los que están cansados y agobiados,
y yo los aliviaré” (Mt 11, 28).
Ø Es
pasar de la muerte a la vida; de l
as tinieblas a la luz; de la esclavitud a la
libertad; del pecado a la Gracia (Rm 6, 23).
Ø Es
pasar de la sequía, de la aridez, de una vida estéril, infecunda, árida, a las
aguas vivas que brotan del corazón del que está en Cristo (Jer 2, 13- 14; Jn 7,
38).
Ø Es
despojarse del hombre viejo para revestirse con la fuerza del Espíritu del
Hombre Nuevo: de justicia, santidad, bondad y verdad, humildad y mansedumbre
(Ef 4, 23- 24).
Ø Ir
a Jesús es la aceptación a vivir de encuentros con Él (Mt 11, 28).
Ø Es
la invitación que Jesús nos hace a ser como él: Ámame, acepta mis Mandamientos
y guarda mis Palabras (Jn 14, 21-23).
Ø Sígueme,
es decir, configura tu vida conmigo en la donación entrega y servicio a los
demás (Jn 12, 26).
Ø Ve
por el mundo curando y sanando, dando de comer, de beber, revistiendo de
dignidad a tus semejantes, haciendo con ellos lo que yo he hecho contigo (Mt
10, 6-8).
En
síntesis, la conversión es: orar y trabajar por el Reino que llega en la
escucha de la Palabra. Es aceptar la Voluntad de Dios y someterse a ella para
llegar a dar culto a Dios en espíritu y en verdad.
1.
Vivir
de encuentros con Jesús.
El Encuentro con Jesús
deja en nosotros una Presencia que antes no teníamos. Presencia que no es un
algo, no es una cosa. Es un Alguien que antes del encuentro con Cristo no
teníamos. Presencia llamada Esperanza que viene a dar sentido a nuestra vida y
a llenar los vacíos de nuestros corazones. Presencia que nos limpia y libera,
nos purifica de la escoria y guía por los caminos de Dios; nos conduce, nos
trasforma, nos hace discípulos misioneros de Jesús: hombres y mujeres para la
entrega y el servicio a la causa del Reino. Todo encuentro con Cristo es
liberador y gozoso, es luminoso y glorioso. Puede ser también doloroso, cuando
él nos llama al desprendimiento.
2.
El
itinerario del discípulo (Lucas 5, 1-11).
La estructura espiritual el discipulado tiene varios
elementos que fusionados entre sí, dan consistencia al edificio espiritual
cimentado en Cristo y proyectado según las dimensiones del amor hacia arriba,
hacia fuera, hacia dentro y hacia abajo, para dar a los discípulos un
crecimiento integral.
Ø Escuchar
la Palabra de Jesús que llama a la comunión.
Ø Lavar
las redes (Purificación del corazón)
Ø Dejar
a Jesús entrar en la barca de nuestro vida (Comunión de vida y participación)
Ø Descansar
en su amor y dejarnos enseñar por Él (Estar a sus pies)
Ø La
obediencia de la fe: rema mar adentro y echa las redes a la derecha (Aceptar la
misión)
Ø Hazte
ayudar por otros (servir con otros, caminar con otros).
Ø Descubrir
el embrión de la humildad apostólica (Elegidos por la Bondad del Señor y no por
méritos personales).
Ø Dejarlo
todo para seguir a Cristo (las barcas y las redes del antes, deben de pasar a
las manos de otros).
3.
Yo
haré de ustedes pescadores de hombres.
“Carguen con mi yugo y
aprendan de mi que soy manso y humilde de corazón y encontraran descanso para
sus vidas. Porque mi yugo es suave y ligero” (Mt 11, 29- 30).
En la escuela de Jesús
sólo entran los que aceptan enyugarse con Él, para caminar, trabajar con Él;
sufrir y padecer, morir y resucitar con Él. Al caminar con Jesús aprendemos del
Maestro su pedagogía para sanar, curar, liberar, reconciliar, promover a los de
corazón roto; para que hagamos con ellos lo mismo que el Señor ha hecho con nosotros.
El Profeta lo dejo escrito:
“Cuando Israel era niño,
yo lo amé” “Yo lo enseñe a caminar” (Os 11, 5). Pablo nos dirá: “Dios
misericordioso ha tenido compasión de nosotros, para que nosotros consolemos a
los que sufren con él mismo Consuelo que Dios nos ha dado” (cfr 1Cor 1, 4).
Cada discípulo misionero
es un “consuelo” para los hombres y mujeres que viven sin esperanza. Es una
manifestación del amor de Dios para la Humanidad, la Iglesia, la Comunidad, la
Familia.
Hagamos lo que nos toca.
No estamos solos, Él está con nosotros, nos acompaña y anima, camina con su
Pueblo y nos invita a crecer y madurar como discípulos misioneros en favor de
toda la Iglesia y la Humanidad misma (Mt 28, 20s) Es bueno que siempre tengamos
presente las vertientes que orientan el discipulado.
a) El
pertenecer a Cristo. El Señor Jesús es mi Rey, mi Dueño y mi Señor. Tengo tres
razones que me dan la seguridad para decirlo: el me llamó a la existencia, el me redimió con su
sangre por amor, y yo también lo amo y acepto su Palabra como norma para mi
vida.
b) El
amar a Cristo. Amarlo por lo que él es, y no, por lo que él nos da. Amarlo
porque él nos amó primero y se entregó por nosotros (1 Jn 4, 10) El que ama a
Cristo guarda sus Mandamientos y guarda sus Palabras (Jn 14, 21-23) “Ámense los
unos a los otros como yo los he amado” (Jn 13, 34).
c) El
camino de Cristo. El camino de Cristo es el servicio: “No he venido a ser
servido, sino a servir” (Mt 20, 28) Jesús nos dice a sus discípulos: “El que
quiera servirme que me siga que donde yo esté estará también mi servidor” (Jn
12, 26s) Es en la última cena donde el Señor da a los suyos su Mandamiento
Regio: Ustedes me llaman Maestro y Señor, y lo soy, y siendo Maestro y Señor,
les he lavado a Ustedes los pies, para que hagan Ustedes lo mismo. Lavar pies
es servir, y el servicio es manifestación del amor a los hermanos.
Leer
Jn 13, 34-35 y comentarlo en Grupo.
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