1.
La
Caridad y el cultivo del corazón.
Objetivo: Dar
todo el énfasis posible a la exigencia fundamental del reino de Dios, la
conversión, para poder llevar una vida digna del Señor, dando frutos de vida
eterna, en el amor y servicio a los menos favorecidos.
Iluminación: Por lo tanto eliminen toda mentira; Si
se enojan no pequen, fuera la ira; El que robaba no robe más; no salga de sus
bocas ninguna palabra ofensiva; no entristezcan al Espíritu Santo; Eviten toda
amargura, pasión, enojo, gritos, insultos y cualquier tipo de maldad. Fuera la
inmoralidad sexual, y cualquier forma de impureza y codicia; obscenidades, las
estupideces y groserías (Efesios 4, 25- 5, 5)
1.
Cultivar
el barbecho del corazón.
Sentimientos
de lujuria, de envidia, de odio, de egoísmo… todo eso y más es la escoria que
no me han permitido amar a los pobres, a las mujeres, amar al otro como Cristo
los ama. Creo que con la luz del Espíritu he llegado a descubrir que viviendo
“en la carne” nunca lo lograré. La
experiencia me lleva a apropiarme de las palabras de Jeremías: “Preparen los campos y no siembren cardos.
Circuncídense para el Señor, quiten el prepucio de sus corazones” (Jer 4, 3- 4)
Lo que se “siembra es lo que se cosecha”
(Gál 6, 7) es ley, de la vida y es palabra de Dios. El cultivo del corazón
pide, exige arrancar toda planta que el Padre de las luces no haya plantado:
arrancar, echar fuera y quemar.
Miremos
los campos sin cultivar que se llenan de cardos, maleza y otras malas hierbas.
Cuando viene la temporada de lluvia y la época de la siembra, el campesino
desmonta su tierra, apila los cardos y los espinos y les prende fuego. Nosotros
tenemos que hacer lo mismo con el campo de nuestro corazón, remover el mal y
con el fuego del Espíritu destruir todo aquello que no permite el crecimiento
del Reino en nuestros corazones “Dichosos
los limpios de corazón porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8) La pureza del
corazón nos capacita para toda obra buena.
Destruir
el pecado, es destruir la enemistad entre nosotros los hombres como entre las
naciones y las barreras que nos separan de Dios. Esto solo puede ser posible
con la ayuda de la Gracia. Cuando el Espíritu Santo venga… (Jn 16, 8- 13) Dios
me da la luz para que yo reconozca mis tinieblas, me lleva a un juicio donde
Satanás es echado fuera y me conduce por los caminos de Dios. Separarse de las
tinieblas es salir de la casa del pecado en la cual Satanás es rey y señor,
para entrar al reino de la “Luz”; es
cambiar de dueño, de padre y de hogar: ser hombre nuevo, casa de Dios y
sacramento de su amor.
2.
Hagamos
algunas hogueras.
Con
algunas de las listas de pecados que nos presenta la Sagrada Escritura podemos
descubrir los que llevamos dentro:
V Romanos 1, 29 -31.
Hombres…Llenos de toda injusticia: perversidad, codicia, maldad, envidia,
homicidios, contiendas, engaños, malignidad, chismosos, detractores, enemigos
de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes
a sus padres, insensatos, desleales, desamorados, despiadados.
V Efesios 4, 25- 5, 5. Por lo tanto
eliminen toda mentira; Si se enojan no pequen, fuera la ira; El que robaba no
robe más; no salga de sus bocas ninguna palabra ofensiva; no entristezcan al
Espíritu Santo; Eviten toda amargura, pasión, enojo, gritos, insultos y
cualquier tipo de maldad. Fuera la inmoralidad sexual, y cualquier forma de
impureza y codicia; obscenidades, las estupideces y groserías.
V Colosenses 3, 5-9.
Por tanto hagan morir en ustedes todo lo terrenal: inmoralidad sexual, la
impureza, la pasión desordenada, los malos deseos, la avaricia; enojos, maldad,
insultos y palabras indecentes.
V 2 Timoteo 3,1- 5.
Ten presente que en los últimos días sobre vendrán momentos difíciles, los
hombres serán: egoístas, avaros, fanfarrones, rebeldes, ingratos irreligiosos,
desnaturalizados, implacables, calumniadores, disolutos, despiadados, enemigos
del bien, traidores, temerarios, infatuados, amantes de los placeres, impíos y
enemigos de la religión.
V Romanos 1, 32 “…Los
cuales aunque conocedores del veredicto de Dios que declara dignos de muerte a
los que tales cosas practican, no solamente practican, sino que aprueban a los
que las cometen”.
V 1 de Pedro 2, 1.
”Por lo tanto, despójense de toda clase de maldad, engaño, hipocresía, envidia
y de toda clase de chismes”.
V Apocalipsis 2, 7 “Busquemos
el encuentro con Cristo, lavemos nuestros corazones en la fuente de su
Misericordia, pidamos perdón por nuestros pecados y comencemos a comer de los
frutos del Espíritu que son frutos del Árbol de la vida”.
3.
El
camino que nos lleva al amor fraterno.
“Acepten
mi yugo que es suave y ligero y aprendan de mi que soy manso y humilde de
corazón" (cfr Mt 11, 29- 30)
Aceptar el yugo de Jesús es unirse a Él para caminar con él, trabajar a su
lado; compartir la vida con él, sufrir y padecer con él para también vivir y
reinar con él. Sólo a su lado y compartiendo su yugo podemos aprender a ser
como él: mansos y humildes de corazón. Es el camino para llegar a ser amables,
generosos, serviciales con todos, especialmente con los de casa, la familia, la
comunidad…también con los extraños y enemigos…Busquemos la guía que nos
presenta la Sagrada Escritura:
V “Sed más bien buenos entre vosotros,
entrañables, perdonándoos mutuamente como os perdonó Dios en Cristo” (Ef. 4,
32)
V “Revestíos del hombre nuevo, que se va
renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su
Creador, donde no hay griego, y judío, circuncisión e incircuncisión; bárbaro,
escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos” (Col 3, 10, 11)
V “Revestíos pues, como elegidos de
Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, mansedumbre,
paciencia, soportándoos mutuamente unos a otros, y perdonándoos mutuamente, si
alguno tiene queja contra otro…Y sean agradecidos” (Col 3, 12- 15)
V “Alégrense en la esperanza… solidarios
con los consagrados en sus necesidades…Bendigan a los que los persigan…
Alégrense con los que están alegres… Vivan en armonía… No busquen grandezas. A
nadie devuelvan mal por mal… No hagan justicia por ustedes mismos. No te dejes vencer por el mal, por el
contrario vence al mal haciendo el bien” (Romanos 12. 12- 21).
V “Comprendan al que es débil en la fe
sin discutir sus razonamientos. Uno tiene fe y come de todo; otro es débil, y
come verduras.” (Romanos 14, 1).
V “Dejemos de juzgarnos mutuamente.
Procuren más bien no provocar el tropiezo o la caída del hermano”.
Busquemos lo que fomenta la paz mutua (Romanos 14, 13. 19).
V “Nosotros los fuertes, tenemos que
cargar con las flaquezas de los débiles y no buscar nuestra satisfacción. Que
cada uno trate de agradar a su prójimo para el bien y la edificación común”
(Romanos 15, 1-2)
V “El Dios de la paciencia y del consuelo
les conceda tener los mismos sentimientos los unos para con los otros los
sentimientos de Cristo Jesús, de modo, que con un solo corazón y una sola voz,
glorifiquen a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 15, 5).
V Terminamos
nuestra reflexión con la “Regla de oro” del cristiano: “Traten a los demás como quieren que los demás los traten. En esto
consiste la ley y los profetas” (Mt 7,12).
4.
Digamos
que el fruto de la fe.
El
fruto de la fe responde por
excelencia al deseo de Dios de tener una familia en la que todos seamos sus
hijos, y unidos, formemos una fraternidad solidaria, servidora y misionera, en
la que nadie viva para sí mismo; en donde todo se ponga en común. El libro de
los hechos nos menciona que todos participaban con alegría de la comunión, es
decir, todos ponían al servicio de los demás sus bienes para que nadie pasara
necesidades. “Compartían el pan con
alegría” (Hech 2, 42ss) es darse, entregarse y compartirse con los demás al
estilo de Jesús que nos dejó su hermoso legado: “Hagan esto en conmemoración mía”. Es la puesta en práctica del
Mandamiento Regio: Ámense unos a los
otros como yo los he amado” Mandamiento que se pone en práctica “lavándose los pies unos a los otros” en
donación, entrega y servicio (Jn 13, 13. 34- 35).
Publicar un comentario