QUE TE CONOZCAN A TI ÚNICO DIOS VERDADERO Y A TU ENVIADO JESUCRISTO.

 


 Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

Jesús es la piedra que desecharon los arquitectos y que se ha convertido en piedra angular; en ningún otro se encuentra la salud, y no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos. Cf. Hch 4, 11-12

Comienza la Oración Sacerdotal: “Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado. Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos.” (Jn 17, 1- 10)

Todo lo que Jesús hizo y dijo tuvo como finalidad la “Glorificación del Padre.” La Obra redentora de Cristo, manifestación de la voluntad del Padre, hizo de Jesús el alimento de su vida, su delirio, su obsesión (cf Jn 4, 34) El que cree en Jesús creer que es el Hijo de Dios, es el don de Dios a los hombres,(Jn 3, 16) que ha venido para que tengamos vida eterna en abundancia (Jn 10, 10) Jesús es la luz que viene del cielo, de junto al Padre, el que lo sigue no camina en tinieblas (Jn 8, 12) Por que tiene la Luz que es Vida, Verdad y Amor (J 14, 6)

¿Qué tenemos que hacer para tener vida eterna? Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día.» (Jn 6, 39- 40) La fe en Jesucristo nos trae el perdón de los pecados, la vida eterna y el don del Espíritu Santo. La vida eterna consiste en conocer a Dios y a su enviado Jesucristo. Conocer, no con la mente, sino con el corazón. La vida eterna es nuestra herencia, que llega a nosotros como fruto de la redención de Cristo, por la fe y la conversión (Mt 4, 17; Mc 1, 15) Por la fe somos hijos de Dios, coherederos con Cristo de la herencia de Dios (Rm 8, 17).

He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. En nombre para Dios en el Nuevo Testamento, manifestado por Jesús, es Padre, ABBA. Padre de Jesús y Padre nuestro. Padre santo y misericordioso que ama a todos de manera incondicional e inabarcable, amor infinito y eterno. Padre es su Nombre (Gál 4, 6) Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!(Rm 8, 15) No le tengamos miedo a Dios porque es nuestro Padre y nos ama, nos perdona, nos salva  y nos da Espíritu Santo.

Son tuyos por que han creído en mí. Han escuchado mí Palabra y han creído en mí por eso nos pertenecen. Jesús, el Hijo amado, nos ha manifestado su Rostro de Padre, de Amor, de Perdón y Libertad. Por eso Jesús nos ha dicho: “Yo Soy” El que me ve, ve al Padre, el que me ama, ama al Padre y el que me obedece, obedece al Padre, él es uno conmigo. Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.» ( cf Jn 14, 6- 7)

“Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos.” ¿Qué entendemos por el mundo? Podemos entenderlo de tres maneras: la Creación bella y buena creada para el bien de los hombres. La Humanidad a la cual Dios le envió su Hijo para que la salvara. (Jn 3,16) Y como mundo también se entiende este sistema de ideas e ideologías que rechazan a Jesús, su Mensaje y a sus seguidores. La Humanidad dividida en dos: los que hacen el bien y los que hacen el mal; los que creen y los que no creen; los que caminan en la Luz y los que caminan en tinieblas. Por la humanidad redimida por Cristo, que murió por todos, por buenos y malos, porque Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (2 de Tim 2, 4)

Juan dice: “No amen al mundo, amen al Señor” (1 de Jn 2, 15) La vida mundana, es vida pagana, vida de pecado (cf Gál 5, 16) Es una vida que se esconde en las tinieblas, pero, si se cree en Jesús, y se convierten a él, pasan a la Luz, a la Verdad, a la Bondad y la Justicia. (cf Ef 5, 7-9) Se llenan de Cristo y se revisten de él (Ef 4, 24) Hay una fe viva que quema, pero no destruye, es tan sólo fuego que purifica, y es luz que ilumina.

“y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos.” Todo lo que el Padre nos da pasa por las manos de Cristo. Y todo lo que es de Cristo, es nuestro, si nosotros somos de Cristo. (1 de Cor 3, 21) Pertenecemos a Cristo y por ende a Dios, si lo amamos en el Espíritu Santo (Col 1, 8) Y el que dice que ama a Dios que ame también a su prójimo: Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano. (1 de Jn 4, 20- 21) La verdad es que Dios no hace acepción de personas. (Hch 10, 34)

“Qué mi gloria se manifiesta en ellos.” La gloria de Cristo es su pasión. No tengamos miedo padecer con Cristo, sufrir con él y morir con él. (2 de Tim 2, 8-10)  Escuchemos a Pablo: “Vosotros sabéis que todo el tiempo que he estado aquí, desde el día que por primera vez puse pie en Asia, he servido al Señor con toda humildad, en las penas y pruebas que me han procurado las maquinaciones de los judíos. Sabéis que no he ahorrado medio alguno, que os he predicado y enseñado en público y en privado, insistiendo a judíos y griegos a que se conviertan a Dios y crean en nuestro Señor Jesús. Y ahora me dirijo a Jerusalén, forzado por el Espíritu. No sé lo que me espera allí, sólo sé que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me asegura que me aguardan cárceles y luchas. (Hch 20, 18- 23)

 





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