POR EL SACRIFICIO DE CRISTO PASAMOS DE LA MUERTE A LA VIDA.

 


POR EL SACRIFICIO DE CRISTO PASAMOS DE LA MUERTE A LA VIDA.

Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual. Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto. (Rm 12, 1- 2) 

¿Cómo poder hacer lo anterior? Pablo habla a los creyentes y a todas sus comunidades a ser discípulos de Cristo Jesús: “Niéguense a sí mismos, tomen su cruz cada día y sigan el Señor” (Lc 9, 23) Este es el sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Ese es el culto espiritual que es grato a Dios por que está lleno de fe (cf Heb 11, 6) El sacrificio con la ayuda del Espíritu Santo es el que hace las cosas santas. No es un sacrificio muerto, es vivo, porque estamos en gracia de Dios. Sólo siguiendo a Jesús, permaneciendo en su cruz y negándose a sí mismo, hay garantía de tenemos y estamos en la Gracia de Dios. Sin cruz y sin seguimiento no hay Gracia de Dios.

El seguimiento a Jesús pide fe y conversión, romper al pecado, para entrar en la Plenitud de Cristo, sin la conversión nos quedamos fuera: En Cristo, en su cuerpo glorificado, habita toda la plenitud de la deidad; e, incorporados a él, alcanzáis también vosotros esa plenitud en él. Con Cristo fuisteis sepultados en el bautismo, y con él resucitasteis mediante la fe en el poder de Dios, que lo resucitó de entre los muertos. (Col 2, 9-10a. 12) La conversión pide vivir el bautismo para vivir como hijos de Dios, como hermanos y como servidores de los demás, como lo hizo Jesús: “De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.” (Mt 20, 28)

 Por eso la carta a los hebreos nos dice: “Tenemos un sumo sacerdote que está sentado a la diestra del trono de la Majestad en los cielos. Él es ministro del santuario y de la verdadera Tienda de Reunión, que fue fabricada por el Señor y no por hombre alguno. Todo sumo sacerdote es instituido para ofrecer oblaciones y sacrificios.” (Hb 8, 1b-3ª) Jesucristo nuestro sumo sacerdote se ofreció a sí mismo al Padre, como sacrificio, vivo, santo y agradable a Dios en favor de toda la humanidad, se sacrificio es perfecto, pero, él nos invita a estar con él para morir, ser sepultados y resucitar con éla una nueva vida, la de los  hijos de Dios. (Rm 6, 3-4) Síganse, a ¿dónde nos invita? A entrar en su Pascua, y participar de su muerte y de su resurrección.

Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo - pues de mí está escrito en el rollo del libro - a hacer, oh Dios, tu voluntad! Dice primero: Sacrificios y oblaciones y holocaustos y sacrificios por el pecado no los quisiste ni te agradaron - cosas todas ofrecidas conforme a la Ley - entonces - añade -: He aquí que vengo a hacer tu voluntad. (Heb 10, 6- 9) El  sacrificio de Cristo ha sido para el perdón de los pecados, y sólo su sacrificio lo puede hacer, ningún otro. Nosotros sólo podemos cargar las debilidades de los demás (Rm 15,1) Pero los pecados, sólo Cristo lo ha hecho. ¿Para que entonces ofrecer nuestros sacrificios? Por amor, y sólo por amor. Puedo negarme a mí mismo, cargar mi cruz y seguir a Cristo,  El primer sacrificio que puedo ofrecer a Dios es buscarlo con un corazón contrito y arrepentido para recibir el perdón de los pecados (Slm 50, 19)

El libro del Eclesiástico nos habla de tres sacrificios que podemos ofrecer a Dios por amor y con amor: Observar la ley es hacer muchas ofrendas, atender a los mandamientos es hacer sacrificios de comunión. Devolver favor es hacer oblación de flor de harina, hacer limosna es ofrecer sacrificios de alabanza. Apartarse del mal es complacer al Señor, sacrificio de expiación apartarse de la injusticia. No te presentes ante el Señor con las manos vacías, pues todo esto es lo que prescribe el mandamiento. La ofrenda del justo unge el altar, su buen olor sube ante el Altísimo. (Eclo 35, 1- 5) Guardar los mandamientos de la Ley de Dios, practicar la caridad y las Obras de misericordia y renunciar al pecado, son sacrificios gratos y agradables a Dios. si estamos en Gracia, tal como lo dice Jesús: “Solamente unidos a mí, podéis dar fruto” (Jn 15, 4)

Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia, de la cual he llegado a ser ministro, conforme a la misión que Dios me concedió en orden a vosotros para dar cumplimiento a la Palabra de Dios, (Col 1, 24- 25) Es por amor y solo por amor que podemos participar de la Pasión de Cristo, es la invitación que Jesús hace sus discípulos a lo largo de todo su Evangelio: En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará. (Jn 12, 24- 26)

Gracias Señor porque me ha dado tu amor para que yo te ame, ame a los demás, me ame a mismo y ame tu creación: “y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.” (Rm 5, 5)

 

 

 

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