EL DESTINO Y LA MISIÓN DE JESÚS ES TAMBIÉN DE SUS DISCÍPULOS.

 


EL DESTINO Y LA MISIÓN DE JESÚS ES TAMBIÉN DE SUS DISCÍPULOS.

Miren a mi siervo, a quien sostengo, a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En él he puesto mi espíritu, para que haga brillar la justicia sobre las naciones. No gritará, no clamará, no hará oír su voz por las calles; no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea. Promoverá con firmeza la justicia, no titubeará ni se doblegará hasta haber establecido el derecho sobre la tierra y hasta que las islas escuchen su enseñanza. (Is 42, 1-7)

Los profetas Jeremías y Ezequiel nos dicen que el Siervo de Dios es Jesús que fue entregado a gente malvada para que lo mataran (Hch 2, 22) “Yo como cordero manso, llevado al matadero, no sabía los planes homicidas que contra mí planeaban: «Talemos el árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra de los vivos, que su nombre no se pronuncie más.» Pero tú, Señor de los ejércitos, juzgas rectamente, escudriñas las entrañas y el corazón; veré tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa.” (Jr 11, 19-20)

“Nuestros crímenes y nuestros pecados pesan sobre nosotros y por causa de ellos nos consumimos. ¿Cómo podremos vivir? «Por mi vida —dice el Señor—, que yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado cambie de conducta y viva.»” (Ez 33, 10b. 11ª)

Jesús mismo desde la cruz, invoca la misericordia de Dios sobre su Pueblo pecador: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.»(Lc 23, 34) Dios invita a los asesinos de su Hijo a la conversión de sus pecados para ser perdonados y reciban el Espíritu Santo (Hch 2, 38) Dios no quiere la muerte del pecado para los hombres, sino que se conviertan de conducta y vivan, ya que el salario del pecado es la muerte, pero Dios nos da la vida en Cristo Jesús (Rm 6, 23) Tal como lo había dicho el profeta Miqueas:  «Se te ha declarado, hombre, lo que es bueno, lo que Yahveh de ti reclama: tan sólo practicar la equidad, amar la piedad y caminar humildemente con tu Dios.»(Mq 6, 8)

Isaías, el profeta, está hablando de Jesús, el Hijo de Dios, el Mesías que se apropia del texto de Isaías (Lc 4, 16ss): “El espíritu del Señor Yahveh está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahveh. A anunciar la buena nueva a los pobres me ha enviado, a vendar los corazones rotos; a pregonar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad; a pregonar año de gracia de Yahveh, día de venganza de nuestro Dios; para consolar a todos los que lloran, para darles diadema en vez de ceniza, aceite de gozo en vez de vestido de luto, alabanza en vez de espíritu abatido. Se les llamará robles de justicia, plantación de Yahveh para manifestar su gloria.” (Is 61, 1- 3)

Pedro en los Hechos de los apóstoles lo proclama diciendo: “Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo; cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él; y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén; a quien llegaron a matar colgándole de un madero; a éste, Dios le resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse, no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos.” (Hch 10, 37- 40)

¿Qué hemos de hacer para convertirnos al Señor? Lo primero es escuchar la Palabra de Dios que nos dice: “Crean que Jesús es el Hijo de Dios nos amó y se entregó por nosotros: "En efecto, yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí."(Gál 2, 19- 20) El segundo lugar obedecer la Palabra de Dios para abrirle las puertas del corazón a Jesús (Apoc 3, 20) La Palabra entra en nuestro corazón como Luz para iluminar las tinieblas del corazón para que reconozcamos nuestros pecados. La Palabra de Dios es fuerza y poder que nos levanta y nos lleva con un corazón arrepentido a Cristo que perdona nuestros pecados y nos da vida eterna (Rm 5, 1; Gál 2, 16) “En virtud de la sangre de Cristo nuestros pecados son perdonados (Ef 1, 7) "¡cuánto más la sangre de Cristo, que por el Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo sin tacha a Dios, purificará de las obras muertas nuestra conciencia para rendir culto a Dios vivo!"(Heb 9, 14)

A los que creen en Jesús, él los invita a ser sus discípulos. Para ser discípulos del Maestro Jesús hay que escuchar su Palabra, obedecerla y aceptar pertenecer a Jesús, luego nos dice: Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Lc 9, 23- 24) La cruz de Cristo hoy día, no es de madera ni de metal, es un estilo de vida, el estilo de Jesús que es el Amor que se manifiesta en el servicio, en la donación, en la entrega y en el compartir. Por eso nos pudo decir a todos sus discípulos: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.»"(Jn 13, 34- 35) El que ama le pertenece a Cristo y lo sirve. El apóstol Pablo nos dice: "Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu."(Gál 5, 24- 25)

El Destino de Jesús y su Misión son nuestros, nos apropiamos de ellos en nuestro Bautismo: “Morimos con Cristo, somos sepultados con él y resucitamos con él” (Rm 6, 3- 5) “Por esto todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación que está en Cristo Jesús con la gloria eterna. Es cierta esta afirmación: Si hemos muerto con él, también viviremos con él; si nos mantenemos firmes, también reinaremos con él; si le negamos, también él nos negará; si somos infieles, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo.” ( 2 de Tim 2, 10- 13)

La herencia de Cristo es nuestra: "El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados." (Rm 8, 16- 17) Nuestra herencia es nuestro es todo lo que es de Jesús:  “Destino, Misión y la Vida Eterna.”

"Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»"(Mt 28, 18- 20)



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