EL CAMINO DE LA FE ES PARA RECORRERLO CON JESÚS Y CON LA IGLESIA.

 


    

              EL CAMINO DE LA FE ES PARA RECORRERLO CON JESÚS Y CON LA IGLESIA.

Jesucristo ha resucitado, está vivo y sentado a  la derecha del Padre; sentado en el poder de su divinidad, desde donde reparte su Vida eterna y Espíritu Santo a los que creen en él, lo obedecen y lo aman. Jesucristo es el Cordero inmolado (2 de Cor 5, 7) Con su muerte y con su resurrección ha sellado la Nueva Alianza, ahora le pertenecemos, lo amamos y le servimos. Por eso el apóstol san Pablo nos dice:

Ninguno de nosotros vive para sí y ninguno muere para sí. Que si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, para el Señor morimos. En fin, que tanto en vida como en muerte somos del Señor. Para esto murió Cristo y retornó a la vida, para ser Señor de vivos y muertos.  (Rm 14, 7-9) Tanto, en la vida como en la muerte somos del Señor: si vivimos para el Señor vivimos y si morimos para el Señor morimos. “Si sufrimos con él, también, reinaremos con él (2 de Tim 2, 10) Nos hacemos coherederos con él. (Rm 8, 17)

Tal vez, no nos sintamos dignos por la vida que hemos llevado, no experimentamos su amor debido a la vida que hemos vivido, pero, él nos dice: “Dónde abundó el pecado, sobre abunda la gracia de Dios (Rm 5, 20) Por haber creído en él hemos pasado de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz (Ef 5, 7) Ahora somos una nueva Creación, lo viejo ha pasado (2 de Cor 5, 17) Ahora podemos decir llenos de confianza:

Si, siendo aún enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, con mayor razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo eso. Hasta ponemos nuestra gloria y confianza en Dios gracias a nuestro Señor Jesucristo, por cuyo medio hemos obtenido ahora la reconciliación. (Rm 5, 10-11) Reconciliación con Dios y con los hermanos para ser unidad en Cristo: “El amor de Cristo nos apremia, al pensar que, si uno murió por todos, consiguientemente todos murieron en él; y murió por todos, para que los que viven no vivan ya para sí, sino para aquél que murió y resucitó por ellos.” (2Co 5, 14-15)

Ahora, por la Pascua de Cristo,  hemos pasado del pecado a la Gracia, Podemos decir: “Por eso, tampoco nosotros dejamos de rogar por vosotros desde el día que lo oímos, y de pedir que lleguéis al pleno conocimiento de su voluntad con toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que viváis de una manera digna del Señor, agradándole en todo, fructificando en toda obra buena y creciendo en el conocimiento de Dios; confortados con toda fortaleza por el poder de su gloria, para toda constancia en el sufrimiento y paciencia; dando con alegría gracias al Padre que os ha hecho aptos para participar en la herencia de los santos en la luz. El nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención: el perdón de los pecados.” (1 de Col 9, 14)

Llevar una vida digna, dando frutos de vida eterna, para crecer en el conocimiento de Dios, es grato y agradable a Dios, equivale a llevar una fe sincera, un corazón limpio y una fe conciencia recta ( 1 de Tim 1, 5) Ya que sin fe nada es agradable a Dios (cf Heb 11, 6). Qué hermoso es conocer el Plan amoroso de Dios manifestado en Cristo Jesús: "En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros."(Rm 5, 6- 8) Dios nos ama aún a pesar de que somos malos y pecadores, ha puesto la Piedra Angular a nuestro alcance, para sí creemos en él, nos da la justificación para perdonar nuestros pecados y darnos Vida eterna (Jn 6, 40)

La fe es un don de Dios y una decisión personal, más allá de una decisión es una convicción que Dios nos ama, nos perdona, nos salva y nos da Espíritu Santo. Para que todo lo que Dios nos da es nuestro, si nosotros somos de Cristo. (1 de Cor 3, 21) Somos de Cristo sí él vive en nuestros corazones (Ef 3, 17) Es de nosotros si lo amamos, guardando sus mandamientos y amamos al prójimo (cf Jn 14, 21)

La vida digna es vivir como Jesús vivió, se pasó la vida amando hasta el extremo, y haciendo el bien (Jn 13,1; Hch 10, 38) Vivir según la dignidad de los hijos de Dios la encontramos en la oración del Padre Nuestro: “Santificado sea tu Nombre” “Venga a nosotros tu Reino” y “Hágase tu Voluntad en el cielo como en la tierra” “Dadnos el pan de cada día” “Perdona nuestras ofensas cono nosotros perdonamos a los que nos ofenden” “No nos dejes caer en tentación” y  “Líbranos del mal.”(Mt 6, 9- 13) Esto equivale a vivir la Palabra de Dios para construir la Casa sobre Roca, es decir sobre Cristo (Mt 7, 24) Podemos afirmar que pertenece al Señor el que lo ama, y lo ama, el que guarda su Palabra: Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.(Jn 14, 23) Y el que guarda su Palabra, vive las Bienaventuranzas que son Palabras de Cristo:

«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.(Mt 5, 3- 11) Cada Bienaventuranza es una Palabra encarnada, crucificada y resucitada.

Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros. «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. (Mt 5, 12- 13)

Este es el camino de la fe, el primero en recorrerlo fue Jesús. Después su Madre, luego sus discípulos. Después de ellos miles y miles de hombres y mujeres que se aventuraron a seguir el Camino de Jesús, el Evangelio. Camino de Sinodalidad, caminar junto con otros, Jesús y la Iglesia.

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