EL ACONTECIMIENTO DE SAULO EN EL CAMINO DE DAMASCO.

 


EL ACONTECIMIENTO DE SAULO EN EL CAMINO DE DAMASCO.

Iluminación: “No importa. Tú ve allá, porque yo lo he escogido como instrumento, para que me dé a conocer a las naciones, a los reyes y a los hijos de Israel. Yo le mostraré cuánto tendrá que padecer por mi causa”.

El acontecimiento en el camino de Damasco inicia la conversión de Pablo.

En aquellos días, Pablo dijo al pueblo: “Yo soy judío, nací en Tarso de Cilicia, pero me crié aquí, en Jerusalén; fui alumno de Gamaliel y aprendí a observar en todo su rigor la ley de nuestros padres y estaba tan lleno de celo por las cosas de Dios, como lo están ustedes ahora. Perseguí a muerte al camino cristiano, encadenando y metiendo en la cárcel a hombres y mujeres, como pueden atestiguarlo el sumo sacerdote y todo el consejo de los ancianos. Ellos me dieron cartas para los hermanos de Damasco y me dirigí hacia allá en busca de creyentes para traerlos presos a Jerusalén y castigarlos.

Pero en el camino, cerca ya de Damasco, a eso del mediodía, de repente me envolvió una gran luz venida del cielo; caí por tierra y oí una voz que me decía: ‘Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?’ Yo le respondí: ‘Señor, ¿quién eres tú?’ Él me contestó: ‘Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues’. Los que me acompañaban vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba. Entonces yo le dije: ‘¿Qué debo hacer, Señor?’ El Señor me respondió: ‘Levántate y vete a Damasco; allá te dirán todo lo que tienes que hacer’. Como yo no podía ver, cegado por el resplandor de aquella luz, mis compañeros me llevaron de la mano hasta Damasco.

Allí, un hombre llamado Ananías, varón piadoso y observante de la ley, muy respetado por todos los judíos que vivían en Damasco, fue a verme, se me acercó y me dijo: ‘Saulo, hermano, recobra la vista’. Inmediatamente recobré la vista y pude verlo. Él me dijo: ‘El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conocieras su voluntad, vieras al Justo y escucharas sus palabras, porque deberás atestiguar ante todos los hombres lo que has visto y oído. Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo, reconoce que Jesús es el Señor y queda limpio de tus pecados’ ”. (Hch 22, 3-16)

Pablo no conoció a Jesús histórico, sólo de oídas, había escuchado de los fariseos que Jesús era un blasfemo, un glotón y un borracho. Qué se hacía pasar por Dios y por eso lo habían crucificado. En la muerte de Esteban, había estado presente, quizás había también lanzado piedras contra el proto mártir cristiano. Había visto el rostro de Esteban, como el de un ángel, había escuchado sus últimas palabras:

"Pero él, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba en pie a la diestra de Dios; y dijo: «Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está en pie a la diestra de Dios.» Entonces, gritando fuertemente, se taparon sus oídos y se precipitaron todos a una sobre él; le echaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearle. Los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo. Mientras le apedreaban, Esteban hacía esta invocación: «Señor Jesús, recibe mi espíritu.» Después dobló las rodillas y dijo con fuerte voz: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado.» Y diciendo esto, se durmió."(Hch 7, 55- 60) Esteban con su profesión de fe estaba diciendo que Jesucristo está vivo, ha resucitado y está de pie a la derecha de Dios, con esto estaba diciendo que Jesús era Dios. Esto era insoportable para Pablo. Pero el recuerdo de Esteban le repercutiría en su mente.

Tres cosas podemos sacar del Acontecimiento de Damasco: Me he dejado ver de ti para hacerte siervo mío y testigo de la visión en que me has visto y de otras que te manifestaré. Yo te sacaré de todos los peligros que te vengan de tu nación y de los gentiles. A éstos te envío ahora para que les abras los ojos y se conviertan de las tinieblas a la luz, del poder de Satanás a Dios; para que por la fe en mí reciban el perdón de los pecados y su parte en la herencia de los justos. (Hch 26, 16b-18)

Lo primero es que Jesús el crucificado está vivo, ha resucitado y es el Mesías de Dios. El enviado a salvar a su Pueblo de sus pecados y a traernos vida eterna. Por eso Jesús murió y resucitó (Rm 4, 25)

Lo segundo que Jesús resucitado habita en los que Pablo perseguía. Así lo describe en la carta a los efesios: “Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones” (Ef 3, 17) En los ancianos, jóvenes y niños creyentes que Jesús era el Hijo de Dios, el Mesías y el Señor (Hch 2, 36)

En tercer lugar Pablo recibe su vocación de ser apóstol de los gentiles. Es apóstol de Jesucristo por voluntad del Padre (Ef 1, 1) Así le dice Jesús a Ananías: “Tú ve allá, porque yo lo he escogido como instrumento, para que me dé a conocer a las naciones, a los reyes y a los hijos de Israel. Yo le mostraré cuánto tendrá que padecer por mi causa”. Jesús ha sellado la Nueva Alianza de la cual tú eres Ministro. Lo viejo ha pasado lo que ahora hay es nuevo (2 de cor 5, 17) “Donde abundó el pecado, ahora sobre abunda la Gracia de Dios (Rm 5, 20)

Pablo con todo lo anterior recibe una Promesa, la misma que Jesús había dado a los Apóstoles: “Yo estaré contigo para defenderte y para salvarte” Porque tus pruebas y tu sufrimiento por mi causa será mucho. “Levántate y recibe el bautismo para que recibas el perdón de tus pecados y el Espíritu Santo que será el que te conducirá por los caminos de la Vida Nueva.

Ha pasado de fariseo perseguidor de la Iglesia a ser Apóstol, Misionero y Servidor de Cristo. Por eso nos puede decir: “Doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio. Yo primero fui blasfemo y perseguidor, e inferí ultrajes; pero fui acogido con toda misericordia, porque obré por ignorancia, en el tiempo de mi incredulidad.” (1Tm 1, 12-13) “¡En verdad que sobreabundó en mi la gracia de nuestro Señor, juntamente con la fe y la caridad de Cristo Jesús! Sentencia verdadera y digna de universal adhesión es esta: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores. Y de entre ellos yo soy el primero.” (1Tm 1, 14-15)

El evangelio que yo predico: La justicia de Dios (Jesucristo) se ha manifestado gratuitamente en favor de todos. Somos salvados por Gracia de Dios y no por nuestros méritos. La salvación que Dios nos ofrece en Jesucristo es un don gratuito e inmerecido. No hay nada para presumir (Rm 3, 21; Ef 2, 4- 8; 1 de Cor 4, 7) Hemos sido salvados por Amor: "En efecto, yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí. No tengo por inútil la gracia de Dios, pues si por la ley se obtuviera la justificación, entonces hubiese muerto Cristo en vano."(Gál 2, 19- 21) “y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma."(Ef 5, 1- 2)

Para el apóstol Pablo la salvación tiene dos dimensiones: El perdón de los pecados y el don del Espíritu Santo. Salvación que llega a nosotros por la fe en Jesucristo (Gál 2, 16; Rm 5, 1-5) Por la escucha de la Palabra llegamos al conocimiento de la verdad y por los Sacramentos nos llega la Salvación y entramos en la Nueva Alianza (Rm 10, 17; Gál 3, 26- 27). Para Pablo el Bautismo consiste en participar de la muerte y resurrección de Cristo:

"Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Porque si hemos hecho una misma cosa con él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante; " (Rm 6, 4- 5)

Para el apóstol Pablo la conversión consiste en llenarse de Cristo, despojándose del traje de tinieblas, para revestirse con las virtudes de luz, con la armadura de Dios para revestirse de Jesucristo (Rm 13, 12- 14)

OREMOS. Señor Dios, que has iluminado al mundo entero con la palabra del apóstol san Pablo, haz que quienes recordamos hoy su conversión, imitando sus ejemplos, anunciemos el Evangelio al mundo y seamos así testigos de tu verdad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

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