PERO VOSOTROS LA ESTÁIS HACIENDO UNA CUEVA DE LADRONES

 


PERO VOSOTROS LA ESTÁIS HACIENDO UNA CUEVA DE LADRONES

"Y la gente decía: «Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea.» Entró Jesús en el Templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas. Y les dijo: «Está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración. ¡Pero vosotros estáis haciendo de ella una cueva de bandidos!»"(Mt 21, 11- 13)

Cuando una casa es visitada por los ladrones queda vacía, en caos, en desorden, en tinieblas. Lo primero que hacen los dueños al regresar a casa es encender la luz para poder ver el desorden. Así lo hizo Dios: "La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz."(Gn 1, 2-3) Después que ilumina separa la luz y las tinieblas, para luego separar las aguas, y aparece lo seco a lo que le llama tierra y al agua mar. Luego puebla el cielo, la tierra y el mar. A esto le llamamos “Ornatos.” Tres etapas: la iluminación, la separación y la ornamentación.

En la vida espiritual sucede lo mismo. Primero es la Luz, luego separar lo bueno de lo malo y después, ornamentar nuestra vida con las virtudes. La luz viene en la escucha de la Palabra (Rm 10, 17) La Palabra es luz que ilumina las tinieblas de nuestro corazón. Sin la luz de la Palabra estamos en tinieblas, somos ciegos espiritualmente. Reconocemos nuestra pecaminosidad y nos apartamos de lo malo, huimos de las pasiones de la juventud (2 de Tim 2, 22) Para poder cultivar el barbecho de nuestro corazón (Jer 4, 3) Con palabras de Pedro decimos: "Pues su divino poder nos ha concedido cuanto se refiere a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento perfecto del que nos ha llamado por su propia gloria y virtud, por medio de las cuales nos han sido concedidas las preciosas y sublimes promesas, para que por ellas os hicierais partícipes de la naturaleza divina, huyendo de la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia."( 2 de Pe 1,3- 4)

"Por esta misma razón, poned el mayor empeño en añadir a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, al conocimiento la templanza, a la templanza la tenacidad, a la tenacidad la piedad, a la piedad el amor fraterno, al amor fraterno la caridad. Pues si tenéis estas cosas y las tenéis en abundancia, no os dejarán inactivos ni estériles para el conocimiento perfecto de nuestro Señor Jesucristo."(2 Pe 1, 5- 8)

Recordemos la enseñanza del mismo Jesús sobre los dos árboles: "Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis."(Mt 7, 16- 20)

El Arquitecto de la Casa de oración es el mismo Dios. El Fundamento de la casa es el mismo Jesucristo (1 de Cor 3, 11) El Supervisor de la Obra es el Espíritu Santo, es el que dirige la Obra. Jesús nos habló de dos casas: "«Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca." (Mt 7, 24- 25) La Roca es Cristo: Amor, Verdad y Vida, Libertad, Justicia y Santidad. La casa se construye en la escucha y obediencia de la Palabra, bajo el ojo el Espíritu Santo, es el que guía la Obra. “Nada de lo que es carne y sangre entra en la construcción” ( 1 de Cor 15, 50)

"Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.» Y sucedió que cuando acabó Jesús estos discursos, la gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas." (Mt 7, 26- 29) La insensatez, la pereza, la avaricia, la lujuria y otros vicios son las arenas movedizas sobre la construyen esta casa, no queda ni cimientos. Con todo lo que había en ella, se la llevó la corriente.

Jesús nos habló de una casa ya hecha: "«Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda vagando por lugares áridos en busca de reposo, pero no lo encuentra. Entonces dice: "Me volveré a mi casa, de donde salí." Y al llegar la encuentra desocupada, barrida y en orden. Entonces va y toma consigo otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí, y el final de aquel hombre viene a ser peor que el principio. Así le sucederá también a esta generación malvada.»"(Mt 12, 43- 45) Estaba barrida, limpia y en orden, pero,  no tenía ornatos. No había protección, no había muralla, ésta se construye con las virtudes cristianas.

Isaías habló de causas en ruinas que necesitan ser renovadas: "Reedificarán, de ti, tus ruinas antiguas, levantarás los cimientos de pasadas generaciones, se te llamará Reparador de brechas, y Restaurador de senderos frecuentados. Si apartas del sábado tu pie, de hacer tu negocio en el día santo, y llamas al sábado «Delicia», al día santo de Yahveh «Honorable», y lo honras evitando tus viajes, no buscando tu interés ni tratando asuntos, entonces te deleitarás en Yahveh, y yo te haré cabalgar sobre los altozanos de la tierra. Te alimentaré con la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Yahveh ha hablado."(Is 58, 12- 14)


Lo primero es dejarse encontrar por Jesús que busca a las ovejas perdidas, y las busca hasta encontrarlas (Lc 15, 4) Dejarse encontrar significa escuchar su Palabra y obedecerla. “Levántate, toma tu camilla y vete a casa” (Mc 2, 11) “Andas equivocado, vuélvete al camino que te lleva a la Casa de mi Padre. “Yo soy el Camino” (Jn 14, 6) "«Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.»"(Mt 11, 28- 30)

El encuentro con Jesús es liberador, gozoso y reconciliador. Perdona nuestros pecados y nos da el don del Espíritu Santo (Rm 5, 1- 5) En la parábola del hijo pródigo encontramos el Encuentro entre la miseria y la misericordia: "El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta."(Lc 15, 21- 24)

Después del encuentro sigue el  permanecer en la Palabra: "Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.»"(Jn 8, 31- 32) Para ser discípulos de Cristo no basta con ser oyentes, hay que se practicantes (Snt 1, 22) Escuchar la Palabra, obedecerla, pertenecer a Jesus y pertenecer a su Grupo, son las cuatro condiciones del discipulado. Libres de todo lo malo y libres para amar y seguir a Cristo. Para poder dar frutos de vida eterna.

Es fácil saber en cuál casa estamos. Respondamos a estas preguntas: ¿Cuál voluntad estamos haciendo, la nuestra o la de Dios? ¿A quién le pertenecemos, a Cristo o a otros? Si hago lo que yo hago y no hago la voluntad de Dios, mi casa está en ruinas, pero si hago la voluntad de Dios, entonces camino en su Reino: "«No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!"(Mt 7, 21- 23)

Dos palabras nos dirige Jesús para construir su Casa: Ámame y Sígueme. El que me ama me pertenece y me sirve. Estamos en comunión con Jesús, habita en nuestro corazón, somos la casa del amor, de la paz y de la alegría. Permanezcan en mi amor, para que puedan ser “Casa de Oración.” Los frutos de la Presencia de Jesús son:  "En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu" (Ga 5, 22- 25)

Las obras de la carne son: "Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios."(Ga 5, 19- 21)

Ante la faz del mundo existen don mesas, la mesa de los demonios y la mesa del Señor. ¿En cuál mesa estamos sentados? En cada mesa hay diferentes alimentos. Uno se convierte en el alimento que comes.





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