OREMOS POR LA MISIÓN Y POR LOS MISIONEROS.

 


OREMOS POR LA MISIÓN Y POR LOS MISIONEROS. 

Iluminación: Aleluya, aleluya. El Señor es nuestro juez, nuestro legislador y nuestro rey; él vendrá a salvarnos. (Is 33, 22) 

El relato del Evangelio:

En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”.

Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Les dijo: “Vayan en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente”. Mt 9, 35–10, 1. 6-8

El envío misionero es fruto de la visión que Jesús tiene de la realidad: multitudes extenuadas, cansadas y desamparadas como ovejas sin Pastor. Jesús con un corazón lleno de compasión les predicaba, las curaba y vendaba sus heridas. Pero eran tantos que no tenía tiempo para descansar ni para comer. Por eso lo primero que recomienda a los suyos es el “Orar al Padre” para que envíe trabajadores a sus campos. Y luego organiza la Misión.

Proclamen que el Reino de los cielos está cerca lo que pide es “creer y convertirse” Vayan por el camino y no se desvíen ni a izquierda ni a derecha. Al que crea y se convierta se salvará (Mc 16, 16) Sus pecados serán perdonados y us heridas quedaran sanadas. Gratis lo recibieron, gratis deben de recibirlo. No trafiquen con la Palabra de Dios. Jesús da a sus discípulos los temas de la Misión: el Amor de Dios, el pecado, la fe en Jesucristo, la conversión y el don del Espíritu Santo que se vive en Comunidad.

La segunda lectura que es de Isaías,nos explica el evangelio y éste, ilumina la lectura de Isaías:  

Esto dice el Señor Dios de Israel: “Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén, ya no volverás a llorar. El Señor misericordioso, al oír tus gemidos, se apiadará de ti y te responderá, apenas te oiga. Aunque te dé el pan de las adversidades y el agua de la congoja, ya no se esconderá el que te instruye; tus ojos lo verán. Con tus oídos oirás detrás de ti una voz que te dirá: ‘Éste es el camino. Síguelo sin desviarte, ni a la derecha, ni a la izquierda’. El Señor mandará su lluvia para la semilla que siembres y el pan que producirá la tierra será abundante y sustancioso. Aquel día, tus ganados pastarán en dilatadas praderas. Los bueyes y los burros que trabajan el campo, comerán forraje sabroso, aventado con pala y bieldo.

En todo monte elevado y toda colina alta, habrá arroyos y corrientes de agua el día de la gran matanza, cuando se derrumben las torres. El día en que el Señor vende las heridas de su pueblo y le sane las llagas de sus golpes, la luz de la luna será como la luz del sol; será siete veces mayor, como si fueran siete días en uno’’. Is 30, 19-21. 23-26

La predicación de la Palabra nos lleva al conocimiento de la Verdad que nos lleva al arrepentimiento, a la conversión y al encuentro con el Señor que perdona nuestros pecados, nos da vida, nos resucita, y hace que de nuestros corazones broten borbollones de aguas vivas (Jn 7, 37- 38) Habrá pastos de conocimiento y de entendimiento para todos los servidores (Jer 3, 15) Podrán recostarse en las verdes praderas y bañarse en las tranquilas aguas (Slm 23) Su Palabra es Luz que ilumina y nos llena de Luz (Jn 8, 12) Hasta llegar a decirnos: “Ustedes son la Luz del Mundo (Mt 5, 13) Esto será cuando nuestros ídolos sean desbancados y nuestros monopolios sean destruidos. Esto hace decir a Pablo: “Levántate tú que duermes y la luz de Cristo te iluminará” (cf Ef 5, 15)

¿Qué enseñaban los apóstoles? Jesús enseñaba la Fe y la Conversión para entrar al Reino de Dios. Esto nos lleva al perdón de los pecados y a la posesión de la Gracia de Dios, el Espíritu Santo para que nuestras heridas queden sanadas. La Palabra de Jesús nos hace ser discípulos de él, para que conozcamos la verdad y la verdad nos haga libres (Jn 8, 31- 32) Libres de todo lo malo, de todo lo que nos enferme y nos oprima para ser libres para amar y para servir. La Palabra invade nuestro corazón, luego irradia nuestra mente y todo nuestro ser, para expulsar a los demonios, por la acción de la Gracia de Dios que actúa en nuestro interior. La Palabra es como la lluvia que cae y empapa la tierra para que dé semillas y germine, produzca pan es decir comida y alimento (Is 55, 9ss) El profeta Amós nos había dicho: Derramaré un espíritu de hambre y de sed, pero no hambre y ser de comida y de bebida, sino de la Palabra de Dios. (Am 8, 11) Lo que nos pide dejar de comer el alimento chatarra que el mundo nos ofrece para que tengamos hambre del alimento que Dios nos ofrece en su palabra: Hacer en todo la voluntad de Dios (cf Jn 4,34)

Los discípulos aprenden de su Maestro a ser humildes, mansos, compasivos y misericordiosos (Mt 8, 29; Lc 6,46). Los prepara, los forma y los envía a la Misión. Les da su Palabra y el don del Espíritu Santo para que realicen la Misión que el Padre le había conferido a él. (Mt 28, 18-20) Y les promete estar con ellos hasta el final. Ellos llevan en su interior el “Celo Apostólico” que es hijo de la Caridad Pastoral. Que la podemos discernirla como la triple disponibilidad. Disponibilidad de hacer la voluntad de Dios. La disponibilidad de salir fuera para ir a evangelizar y llevar la Palabra de los hombres para que crean y creyendo se salven. Y la disponibilidad de dar la vida y entregarla al estilo de Jesús para que se realicen los dos objetivos anteriores.

El celo apostólico es el Fuego del Espíritu que Jesús enciende en sus discípulos cuando somos fieles a su Palabra y a la Misión.(1 de Cor 4, 1) Somos enviados a sembrar y a regar lo sembrado, no a cosechar. La salvación es un don gratuito e inmerecido, pero, no barato. Hay que responder le con esfuerzos, renuncias y sacrificios, que se hacen por amor. Oremos por los Misioneros.

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