8. Jesús es Dios que salva

 




8. Jesús es Dios que salva

1.- ¿Quién es Jesús de Nazaret?

La respuesta correcta sólo nos la puede dar el mismo Jesús, por lo que tendríamos que invertir la pregunta ¿Jesús quién eres tú? La respuesta la encontramos en la Palabra de Dios:

Jesús es Emmanuel que significa Dios con nosotros, Dios entre nosotros y Dios a favor de nosotros (Is 7,14). Jesús nos revela el rostro misericordioso de un Padre que ama a sus hijos con amor eterno e incondicional (Jer 31, 3).

 

Jesús es Yahve que Salva: es Salvador y es Salvación de Dios para los hombres (Mt 1,21). La salvación de Jesús puede ser de males y peligros. Salva de los enemigos, bien dando la victoria o devolviendo la libertad, ya que habiendo perdido la batalla el hombre es convertido en esclavo o es hecho prisionero. Jesús salva del pecado, del demonio y de los males espirituales. Razón por la que Jesús es llamado sin más el Salvador del Hombre.

 

Es el Hijo de Dios  (Mc 1, 1) que ha tomado rostro humano para amarnos con corazón de hombre (Jn 14, 7s)

 

2.- La Misión de Jesús (Lc 4,16-18)

Jesús consciente de su misión salvadora y liberadora de todo el hombre, llegó a Nazaret, entró en la sinagoga y se puso para leer las Escrituras, le dieron el libro del profeta Isaías y cuando lo abrió, encontró el lugar donde estaba escrito: El Espíritu Santo está sobre mí porque me ha ungido:

·       Para dar las buenas noticias a los pobres. Pobre es todo aquel que tiene una necesidad real; los hambrientos, los sedientos, los desnudos, los forasteros, los enfermos, los encarcelados, los oprimidos y explotados. Pobres son los de corazón quebrantado, los que se encuentran cautivos, los encadenados, los de espíritu abatido, los que sufren opresión y no se pueden defender, los despreciados, aquellos de quien se abusa, aquellos que no tienen salvación, que nada tienen que esperar de este mundo y por lo mismo todo lo esperan de Yahveh Dios.

Mientras que pecador es todo hombre, por eso Jesús exige como condición para poseer el Reino de Dios reconocer el propio pecado y la propia miseria (1 Jn 1,8-9) a la vez  aceptarlo como el Enviado del Padre (Jn 6, 39-40) y abrirse a la acción del Espíritu Santo que guía a los hijos de Dios (Rom 8, 14ss). En el tiempo de Jesús, pecador es todo aquel que se  llevaba una vida inmoral, como los adúlteros y tramposos; los que ejercen una profesión deshonrosa como los publicanos, los pastores, los borriqueros, los vendedores ambulantes y los curtidores.

·       Para sanar a los afligidos del corazón. Para Jesús sanar es lo mismo que salvar; quitar lo que hace daño, lo que enferma, entristece o mata. Jesús sana y salva el alma. Sana y salva el cuerpo.

 

·       Para anunciar a los presos la libertad. Existen dos tipos de presos: los que están en las cárceles y los que están presos de su pecado: egoísmo, etc. Jesús libera el corazón del hombre, así muchos que pueden estar en las prisiones pueden ser en realidad más libres que los que están en las calles.

 

·       Para dar vista a los ciegos. La ceguera espiritual es una modalidad de pecado. Es lo que impide identificar la obra de Dios en los seres humanos y en la creación. Es la que impide distinguir entre lo que viene de Dios y viene del Maligno. También podemos decir que ciego espiritualmente es el hombre que odia y se llena de los deseos de venganza. Ciego es el que busca la salvación fuera de Jesús.

 

·       Para poner en libertad a los oprimidos. La opresión del pecado se manifiesta en la incapacidad de ser uno mismo. Es un vacío de libertad. Esta opresión puede ser causada por traumas, miedos, odios, envidias, del amor al dinero, etc., pero también puede ser causada por la influencia de los espíritus del Mal en las personas, en las familias o en las comunidades. En este pasaje del Evangelio de Lucas, Jesús expone su programa de trabajo durante los tres años que duraría su ministerio. En su plan se encuentran cuatro objetivos que se propone realizar:

 

o   Liberar y sanar del pecado: Me ha ungido para dar buena noticia y liberar a los presos. Presos son los que se encuentran privados de su libertad.

o   Liberar y sanar de las enfermedades espirituales, miedo, odio, remordimientos y complejos para sanar a los afligidos del corazón.

o   Liberar y sanar de las enfermedades físicas: para dar vista a los ciegos. Ceguera física como también ceguera espiritual.

o   Liberar y sanar de la influencia diabólica: para liberar a los oprimidos.

Jesús es el profeta del Padre, expone y proclama una liberación integral del hombre por eso pasó la mayor parte de su ministerio sanando cuerpos y corazones, es decir, al hombre integral: mente, cuerpo y espíritu (1 Tes 5, 21).

“Pues les voy a demostrar que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados”. A ti te digo: Levántate toma tu camilla y vete a tu casa” (Lc 5, 24)). En la casa de simón el leproso Jesús perdonó los pecados de una mujer de mala fama: Entonces dijo a la mujer: “Tus pecados. te son perdonados”. (Lc 7,48)

Con estos dos ejemplos podemos decir que Jesús sana del pecado liberando, reconciliando y perdonando. Tanto el paralítico como la pecadora fueron liberados de la peor de las enfermedades: la causada por el pecado.

Los cristianos vemos la misión de Jesús como la “expresión amorosa de Dios”.  Como “el acto supremo de obediencia al Padre y, la Manifestación más sublime de amor a los hombres” por parte de Jesús. Su misión la podemos resumir en tres palabras: Anunciar, reconciliar y salvar. Estas palabras que corresponden al triple ministerio de Jesús como Sacerdote, Profeta y Rey.


3. Jesús y el Reino de Dios

Jesús es el Profeta anunciado y prometido por Yahveh en el Antiguo Testamento (Dt 18,20). Jesús no se predica a sí mismo, Él anuncia el Reino de Dios, su Padre: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca” (Mt 4,17; Mc 1,14; Lc 4,43). Todos los hombres son llamados a entrar al reino de Dios mediante la fe en Jesucristo y la conversión al Evangelio: Fe y conversión nos llenan de Cristo y nos identifican con Él, nos hacen hijos de Dios, hermanos y servidores de la Familia de Dios.

 

4. El Reino de Dios predicado por Jesús significa tres cosas:

a) La paternidad divina: Dios es Padre de los hombres y ejerce su poder real entre ellos.

b) La sujeción al dominio de Dios, pero no de manera forzada sino de manera libre y amorosa: “Hágase tu voluntad”. Aceptar libre y conscientemente la voluntad de Dios, tal como se reza en el Padre Nuestro.

c) La fraternidad solidaria entre los hombres. Como consecuencia, el Reino se describe como un Reino de paz, armonía interior y exterior, con Dios y con la Comunidad, que ha de ser fraterna y solidaria; el Reino es amor, paz y gozo; porque en él nadie vive para sí mismo (cfr Rom 14, 8).

Para Jesús el Reino de los Cielos no es propiamente un lugar, Él lo identifica con su Persona, razón por la que podemos decir que las expresiones, palabras y obras de Jesús, son manifestaciones del Reino que no es comida ni bebida, sino justicia, amor y paz en el Espíritu Santo.

·       El Amor. Un amor que se muestra en hechos, no sólo en palabras, pues hay que dar al que necesita y hay que expresarlo en el servicio real a los demás. Es un amor sin límites que abraza con preferencia a los pobres, pero que llega hasta a los propios enemigos. Todo el que ama se convierte en un buscador de pobres, cojos, ciegos y lisiados, los busca para ponerse al servicio de ellos. (Lc 14,12-14).

 

·       La Paz. De labios de Jesús nada oímos de venganzas. El Reino de Dios excluye las divisiones, los odios y las enemistades, razón por la que se manifiesta en un espíritu de mansedumbre y misericordia que nos hacen llegar al perdón de los mismos enemigos, al estilo de Jesús que selló el más grande acto de amor con una exclamación: “Perdónalos Padre, porque no saben lo que hacen”. La paz es el don de Dios a los hombres que acogen en su corazón a Jesús y hacen de su Evangelio la norma de su vida. La Paz es la armonía reconciliadora que Jesús trae a nuestros corazones. Nos reconcilia con Dios, con nosotros mismos, con los demás y con la naturaleza. La Paz es el “Shalom” de Dios a los hombres de buena voluntad.

 

·       El Gozo. El Gozo del Señor es consecuencia de la acción amorosa que Él realiza en el corazón que le ha abierto las puertas. Jesús no entra en nosotros con las manos vacías, lleva con Él el Gozo del Espíritu, verdadera expresión del Reino de su Padre. El Gozo es fruto de la Pascua de Cristo, es su don y su sello de liberación. Manifiesta que el reinado del vacío y de la frustración ha llegado a su término.

De la misma manera que afirmamos que la Paz es el primer fruto del Amor, así podemos decir que el Gozo es el fruto de la Paz. Es la alegría de Dios al regreso de los hijos ausentes que traen el sincero deseo de convertirse a los valores del Reino, buscando el rostro del Hijo y deseando reproducir su imagen (Lc 15, 7.10, 24).

6. Jesús reconcilia a los hombres con Dios y entre ellos.

Jesús es el Reconciliador, reconcilia en Él a la humanidad: une lo que el egoísmo, el odio y el poder de las tinieblas había separado. La Reconciliación es la obra de Jesús, podemos asegurarle al mundo que sólo Cristo reconcilia.

Juan, el Discípulo amado, al describir la llegada de Jesús al mundo de los hombres pone en labios de su Maestro la razón de su Presencia: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). La Vida que está en Cristo y que es Cristo, es el Don de Dios a una humanidad enferma por el pecado. Es el Don con el que Dios llena los vacíos de un corazón que genera violencia y agresividad, que hace daño y destruye las relaciones entre los seres humanos. La Vida con la que Cristo nos llena es imán que nos atrae hacia la Casa del Padre y hacia el encuentro con los hermanos. Es el Poder que nos permite extender la vida y que nos capacita para perdonar y para remover los obstáculos que impedían abrazarnos como hermanos.

Jesús nos reconcilia con nosotros mismos: nos une, nos llena de armonía, de paz interior y luz para que nos veamos con la mirada de Dios Amor. Podemos ver el caso de la mujer adúltera (Jn 8, 1-11). Jesús nos reconcilia con los demás, aún los propios enemigos como en el caso de Zaqueo (Lc 19, 1-10). Jesús nos reconcilia con Dios (Rom 5,10) (Ef 2, 11ss). Al abrirnos el camino hacia la Casa del Padre como al hijo pródigo, Él es nuestra Reconciliación.

7. Jesús es el Salvador de los hombres.

Jesús es el Salvador de sus hermanos. Su nombre significa su Misión (Mt 1,21; Hechos 4,12). La Salvación que Jesús nos ofrece y nos gana tiene una dimensión negativa y otra positiva. Cristo nos quita y nos da. Nos quita el pecado y nos llena con su Gracia; nos saca de las tinieblas para introducirnos en el Reino de su Luz. Nos libera del odio y nos llena con su amor. La Salvación no da comienzo el día que nos muramos, sino aquí ya, y ahorita “Hoy es el día de la salvación”. La salvación que Cristo nos trae de parte del Padre es personal y comunitaria, corporal y espiritual, presente y futura. Es un don de parte de Dios, el hombre la acoge o la rechaza: su decisión es individual, no puede ser derogada a otras personas. “De que le sirve al hombre que Cristo nazca mil veces en el pesebre de Belén, sino nace en su corazón”.

5.      Aplicación a nuestra vida.

a)     Renovar el compromiso de nuestra fe cristiana: aceptar a Jesucristo como nuestro Salvador personal para poder apropiarnos de los frutos de la redención: el Perdón y la Paz.

b)    Renovar nuestro compromiso bautismal: vivir como un verdadero hijo de Dios y hermano en Cristo de los demás, mediante la renuncia al pecado, guardando los Mandamientos y practicando las virtudes cristianas.

c)     Comprometernos con el Señor Jesús desde su Iglesia a llevar la Buena Nueva a todos los hombres como discípulos misioneros de Jesucristo.

d)    En obediencia a la Palabra de Cristo, es la “opción de ir  en la búsqueda, entrega, donación y servicio a los más pobres o menos favorecidos de la comunidad o del barrio”.

e)     Hacer un compromiso de cada día de: hacer momentos de silencio para interiorizar la Palabra de Dios; tener momentos fuertes de oración íntima, cálida, extensa e intercesora; dedicar tiempos fuertes al estudio de la Palabra y la enseñanza de la Iglesia.

 

6.     Canto: Noche de Paz.

 

7.     Oración: “Ven, Señor, y haz tu obra. Despiértanos, incítanos. Enciéndenos. Arrástranos hacia adelante. Sé aromático como las flores y dulce como la miel” Enséñanos amar y avanzar”. San Agustín.

Compartir un acto de amor: la “Cena de Navidad”.

 

Feliz Navidad para todos los hombres de buena voluntad

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